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El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

"Los matan y no es noticia"

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Desde el golpe cívico-militar del 28 de junio del 2009, Honduras se ha convertido en uno de los lugares del mundo donde más se violenta a medios y comunicadores. 

Sin embargo, la instauración de un régimen conservador aliado del libre mercado, ha servido para que los negocios informativos y las organizaciones de periodistas que éstos avalan hayan optado por el silencio frente a estas graves violaciones de los derechos humanos.

La mejor forma que tiene el poder de defender un objetivo indefendible es ocultándolo y es un hecho que el de la represión en Honduras, es un tema intencionadamente apartado.

Desde que el cierre de medios de comunicación, asesinato, secuestro y tortura de periodistas se hizo común en el país centroamericano, ni los egrupos españoles Prisa, Vocento o RTVE han querido preguntarse por qué matan a la oposición en la segunda nación más pobre del continente americano. 

Según confesaba el reportero de un conocido diario español, la ausencia de información sobre Honduras «está causada por motivos de agenda, pero política, no periodística». 

En su opinión, «no es que la visita al médico de un opositor cubano o el juicio a un magnate de la comunicación venezolano ocupen mil veces más espacio que quince periodistas hondureños asesinados, sino que los casos de violencia contra periodistas y opositores en Honduras no existen ni como reseña al pie de nuestra edición digital».

El año pasado, en el Día Internacional por la Libertad de Prensa y mientras Honduras se convertía en el país con más periodistas asesinados, el diario «El País» publicó un reportaje de mil palabras, titulado:

«El periodista como personaje incómodo». 

En él no se citaba ni una sola vez al país centroamericano; de hecho, ni tan siquiera lo incluyeron en su listado de diez estados «prioritarios». 

Aquel mismo día, la organización financiada por instituciones de Washington y corporaciones francesas Reporteros Sin Fronteras dio inicio a la tradición de no incluir al Gobierno golpista en su influyente lista de «depredadores de la libertad de prensa». 

El responsable de su delegación americana, Benoit Hervieu, concluyó en un escrito que, para él, el número de muertes no era suficientemente elevado como para incluir a Honduras en esa poderosa lista que los oligopolios mediáticos utilizan como referente global de la libertad de prensa.

En el ámbito internacional, CNN, la cadena desinformativa más poderosa de América y el mundo, se unió al paradójico lema de Reporteros Sin Fronteras de «si no lo contamos, no existe» y optó por retransmitir el funeral de Michael Jackson para no contar el golpe de Estado.

En su versión latinoamericana, la CNN resucitó el pinochetismo y, en lugar de hablar de golpe, acuñó el novedoso termino de «sucesión forzada». 

Por lo que corresponde a la prensa española, tan selectiva y exigente en materia de condenas, los editores llevan más de dos años sin divulgar la sangrienta consolidación de la ultraderecha hondureña. 

Para ellos, que tan bien saben posicionar a la opinión pública cuando les interesa, los actos de violencia y represión sólo son noticiables si se dan en los países que no toleran la injerencia extranjera.

Fieles a su doble rasero, el silencio seguirá siendo la respuesta de Washington y Madrid, siempre que Honduras continúe fuera del ALBA y «Open For Bussiness» (como el golpismo recientemente publicitó) porque, en realidad, la libertad que les renta e interesa, es la de empresa y no la de prensa.

Invisibilizar para oprimir

Gracias a esta invisibilización del terror golpista que oprime a la resistencia, en general, y a los periodistas, en particular, el régimen de militares y empresarios puede seguir matando sin sentir presión internacional.

Tal y como denuncia el sueco Dick Emanuelsson, el único corresponsal extranjero residente en Tegucigalpa, «ni uno solo de los quince asesinatos de periodistas ha sido resuelto, pues los crímenes son investigados por el mismo régimen que los comete». 

Emanuelsson sabe de lo que habla. 

En 2005, antes de tener que escapar de Colombia, denunció que el paramilitarismo del presidente Alvaro Uribe ponía a sus críticos en la diana y que el DAS (servicio secreto) estaba asesinando opositores. 

En aquel momento, las élites políticas y periodísticas a ambos lados del Atlántico, tacharon de inverosímil su tesis, pero es hoy cuando los propios juzgados de Bogotá han probado que aquellas afirmaciones de periodistas y supervivientes no sólo son ciertas sino más graves de lo estimado. 

Para el reportero escandinavo, «hoy en Honduras se reproduce el mismo patrón de exterminio.

Si será así que hasta el golpismo reconoce que Alvaro Uribe y Colombia son los grandes asesores en materia de seguridad».

El periodista Hollman Morris, testigo de la represión hondureña y también víctima de las amenazas del siempre mimado por la prensa española narco-Estado colombiano, identifica la dependencia que los medios privados tienen del capital como causante de sus silencios en la línea editorial. 

«Ese matrimonio entre medios que informan por dinero y conglomerados empresariales ligados a los estados, es malsano.

Hay que separarlos». Y, tras ser registrado en un retén donde el Ejército acababa de matar al joven manifestante Pedro Magdiel, señaló: «La prueba es que aquí se mata, pero los muertos no están saliendo».

Sin embargo, no sólo en Tegucigalpa, Washington o Madrid los «defensores» de la libertad de prensa dan la espalda a la realidad catracha. 

En una reciente visita del periodista hondureño Félix Molina a Euskal Herria, medios como «El Correo» y «El País» y la agencia Efe, así como la Asociación de Periodistas Vascos (ligada a Vocento), no quisieron acudir a su comparecencia, organizada en solidaridad con la prensa hondureña.

A su término, Molina, víctima del golpismo que aterrizó en Bilbao gracias a la ONG Mundubat, manifestó que «el vacío realizado por los compañeros de la madrastra patria ha sido doloroso». 

Pero, conocedor de nuestra historia, matizó: «Tampoco me sorprende mucho, pues en Honduras sucede algo parecido. 

Allí, como aquí, el Gobierno homenajea a ciertos profesionales mientras olvidan a los periodistas asesinados por el Estado. 

Nos dicen que todos somos iguales, aunque unos son más iguales que otros».

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