
Si tuvierais información de que funcionarios de gobiernos extranjeros,
utilizando sus recursos en EE.UU., estuvieran conspirando para arrastrar
a EE.UU. a una guerra ruinosa, utilizando sus conexiones con
legisladores estadounidenses de esencial importancia y los medios para
atraer a miembros del Congreso y al público, ¿qué haríais?
A menos de
que seáis traidores o cobardes, sacaríais el plan a la luz del día y
seríais héroes, por lo menos a mi juicio.
Desde la perspectiva del
gobierno de Obama, sin embargo, seríais criminales, y la sentencia sería
severa.
En un juicio secreto en el que ni siquiera el juez pudo
ver la evidencia, el traductor del FBI y bloguero por los derechos
humanos Shamai Leibowitz, un abogado israelí-estadounidense, fue
sentenciado a 20 meses de prisión por el “crimen” de denunciar los
amplios esfuerzos de Israel de influenciar a responsables políticos
estadounidenses para que apoyen un ataque a Irán.
Leibowitz,
contratado para traducir documentos para agencias del gobierno de EE.UU.
que monitorean la embajada israelí en Washington, se espantó ante lo
que leía. Según el bloguero Richard Silverstein, quien ha visto las
transcripciones:
“[Diplomáticos israelíes] hablaban de cosas que no eran necesariamente ilegales, pero que horrorizarían al pueblo estadounidense. Apuntan a formadores de opinión y protagonistas claves en la sociedad y utilizan planes a largo plazo para patrocinar conferencias, procurar escritores fantasma de artículos de opinión e influir en miembros del Congreso. En su conjunto es la imagen de que realmente quieren que EE.UU. vaya a la guerra contra Irán, o que apruebe que Israel lo haga.”
“Apuntan” a formadores de opinión, ¿con qué?
Patrocinar
conferencias es una cosa, pero este asunto de “apuntar” tiene más que
algunas connotaciones aciagas. ¿Van a perseguir los israelíes a
formadores de opinión y a “protagonistas claves” que podrían no apoyar
sus planes bélicos, y si es así, de qué manera?
Leibowitz entregó
las transcripciones a Silverstein, quien escribió sobre ellas en su
blog; esa publicación se ha eliminado y no puedo encontrarla utilizando
el caché de Google (aunque tiene que estar en alguna parte). Desde
entonces, Silverstein quemó los materiales que le entregó Leibowitz, por
un temor bastante justificable de que también pudieran llevarle a
juicio.
Sin embargo, no cuesta imaginar lo que contenían:
calificar de agresiva la campaña de propaganda de Israel en EE.UU. sería
un eufemismo.
Hay numerosas organizaciones “estadounidenses” que actúan
como agentes no registrados del Estado israelí, y no solo hablo de
AIPAC.
El lobby israelí, como han demostrado John Mearsheimer y Stephen
Walt, es una fuerza poderosa en la política de EE.UU., y esa fuerza
cruza frecuentemente la línea que separa la propaganda del espionaje, el
caso de Steve Rosen, el ex máximo mandamás de AIPAC que fue arrestado
por hurtar información secreta del analista jefe de Irán del Pentágono,
Larry Franklin, es solo un ejemplo.
La propaganda efectiva requiere
información, de preferencia información confidencial –incluidos secretos
extremadamente confidenciales– que es lo que buscaban Rosen y sus
secuaces de AIPAC.
Apenas constituye un secreto que Israel y sus
devotos estadounidenses han estado tratando de provocar un ataque de
EE.UU. a Irán.
Por otra parte, los extremos a los que son capaces de
llegar los israelíes para cumplir ese objetivo son considerados tan
sensibles por nuestro gobierno que perseguirá a cualquiera que trate de
revelarlos. Eso nos debería decir algo.
Sí, EE.UU. espía
rutinariamente a todos, incluso a sus aliados aparentes, pero en este
caso deberían sonar las alarmas: claramente nuestros espías están muy
preocupados por lo que se proponen los israelíes en este país, y lo han
estado desde hace bastante tiempo.
Hay que agregar a esto la naturaleza
vindicativa del procesamiento de Leibowitz, y no es ir demasiado lejos
si decimos que el gobierno está evidentemente en un estado de pánico por
la posibilidad de que las actividades clandestinas de Israel en EE.UU.
lleguen a ser de conocimiento público.
Aunque Silverstein tiene extremo
cuidado de no decir nada que pueda llevar a que el Departamento de
Justicia lo encierre en una celda junto a la de Leibowitz, su opinión de
que las actividades descritas en las transcripciones “no eran
necesariamente ilegales” deja mucho sitio para interpretación.
No culpo a Silverstein por su reticencia. Como informa Seattle Weekly:
“Silverstein no enfrenta actualmente ninguna repercusión legal por publicar los documentos que le entregó Leibowitz.Pero dice que el hecho de que el gobierno de Obama no tenga escrúpulos al encarcelar a empleados federales por filtrar información significa que no da nada por sentado.
‘Espero que mi condición de periodista me ofrezca protección bajo la Primera Enmienda’, dice, y un dejo de inseguridad se refleja en su voz.”
Apuesto a que fue más de un “dejo”.
Lo que aparentemente provocó el monitoreo e investigación de Antiwar.com,
por el FBI, incluida mi persona, fue nuestra amplia cobertura de las
actividades clandestinas de Israel en EE.UU., en especial una serie de
artículos míos al respecto.
Estaban tan preocupados que un memorando de
la central de contraterrorismo del FBI en Newark instruye a sus oficinas
zonales para que realicen una “investigación” preliminar sobre la base
de que representamos una “amenaza para la Seguridad Nacional” y somos,
sin duda alguna, “agentes de una potencia extranjera”.
¿Por qué
provocan mis artículos sobre el espionaje israelí una evaluación tan
disparatada?
Después de todo, aquí trato de denunciar una amenaza a la
seguridad nacional, y el FBI considera que eso constituye de por sí una
amenaza.
¿Quién es por lo tanto en este caso “agente de una potencia
extranjera”, yo o ellos?
Al parecer el FBI dio con nuestra
traición al investigar cómo su infame “lista de sospechosos
terroristas”, en sus diversas formas, llegó a ser de conocimiento
público.
La respuesta fue fácilmente discernible para cualquiera con
medio cerebro: la habían distribuido con bastante generosidad, incluso a
un banco italiano y a una institución financiera finlandesa, que la
pusieron rápidamente en línea.
Es como la encontré en mi
investigación de las actividades de un cierto Dominick Suter,
propietario de una compañía de mudanzas de Nueva Jersey, cuyos cinco
empleados fueron arrestados el 11-S bajo circunstancias extremadamente
sospechosas.
Su conducta y actividades al observar la caída del World
Trade Center desde un parque que domina el río Hudson provocó una
reacción policial y los detuvieron para interrogarles.
Retenidos durante
meses, y duramente interrogados, los cinco fueron algunos de los más de
200 israelíes detenidos, junto con miles de árabes, en la secuela
inmediata del 11-S.
Suter era dueño y operador de Urban Movers, Inc., y
el nombre de su compañía adornaba el camión al que se subieron los cinco
mientras, según se informa, grababan en vídeo la caída de las torres y
parecían estar celebrando. Forward informó posteriormente de que
era “casi seguro” que este equipo constituía una operación dirigida por
los servicios de inteligencia israelíes, aunque funcionarios israelíes y
estadounidenses lo desmienten.
En todo caso, cuando buscaba la
pista de Suter en Internet tropecé con la lista de vigilancia, con el
nombre, la dirección y la Seguridad Social de Suter claramente
incluidos, junto con información semejante sobre su mujer, Ornit.
De modo que el FBI también los buscaba.
Nuestros
muchachos (¡y muchachas!) del contraespionaje tienen sin duda bastante
quehacer con los israelíes.
Expertos en seguridad testifican que, en los
campos relacionados de espionaje industrial y de otro tipo, están ahí
mismo con los chinos y los rusos.
Sin embargo, hay que preguntarse si,
diez años después, habrán logrado encontrado al señor Suter. O tal vez
no lo buscan tan intensamente.
En este mórbido aniversario, la
Orgía del Partido de la Guerra, se nos presenta una racha
extraordinariamente grande de diatribas de “teorías anti-conspiración”,
que desprestigian una tremenda cantidad de “teorías” que nunca
necesitaron que las desprestigiaran.
Sin embargo, existe una teoría
semejante, que no es de ninguna manera una teoría, sino simple
información de Carl Cameron de Fox News, cuya serie en cuatro
partes sobre el espionaje israelí en EE.UU. debutó cuando todavía no se
había disipado el humo de los cielos sobre Manhattan.
La primera
transmisión comenzó con la información de Cameron:
“Desde el 11 de septiembre, más de 60 israelíes han sido arrestados o detenidos, sea bajo la nueva ley antiterrorista Patriota, o por trasgresiones inmigratorias. Un puñado de militares israelíes en servicio activo se encontraba entre los detenidos, según los investigadores, quienes dicen que algunos de los detenidos también fallaron en preguntas de polígrafo cuando se les preguntó sobre supuestas actividades de vigilancia contra EE.UU en el propio país.
”No existen indicaciones de que los israelíes hayan estado involucrados en los ataques del 11-S, pero los investigadores sospechan que los israelíes podrían haber reunido inteligencia sobre los ataques por anticipado y no la compartieron. Un investigador de alto rango dijo que existen ‘vínculos’. Pero cuando se le pidieron detalles se negó rotundamente a describirlos y dijo que: ‘la evidencia que vincula a estos israelíes con el 11-S es confidencial. No puedo hablarles de evidencia que ha sido acumulada. Es información confidencial.’”
Después vino un intercambio entre Cameron y el presentador de Fox News, Brit Hume:
“HUME: Carl, ¿qué me dice de este asunto de conocimiento anticipado de lo que iba a suceder el 11-S? ¿En qué medida existe claridad entre los investigadores de que algunos agentes israelíes podrían saber algo?
“CAMERON: Es información muy explosiva, obviamente, y existe mucha evidencia que dicen haber acumulado, ninguna necesariamente concluyente.Es más cuando se ve en conjunto. Una pregunta más importante es, dicen, ¿cómo pueden no haberlo sabido? Casi una cita directa.
”HUME: Hablando del hecho de que estaban espiando a algunos árabes, ¿verdad?
”CAMERON: Correcto.”
Naturalmente consideré rápidamente la información nueva que suministró, advertido por un artículo del Washington Post
que informó del arresto de 200 israelíes junto con los sospechosos
árabes después del 11-S, mis propias investigaciones del tema de quién
sabía qué, y porqué el 1 de septiembre, había precedido la emisión de
Cameron por cerca de una semana.
Eso me condujo a Suter, y la lista de
vigilancia, que el FBI utilizó como pretexto para fisgonear en nuestra
organización y los individuos asociados con ella.
Después de
haber abandonado su investigación de la operación de Urban Movers, y
concluido que no había nada que ver y que todos deberíamos seguir
avanzando, el FBI volvió su Ojo de Saurón hacia… Antiwar.com.
Es
decir, hacia periodistas que habían escrito sobre el tema utilizando
información a disposición del público, que habían ejercido sus derechos
según la Primera Enmienda y, a propósito, habían defendido la seguridad
nacional de EE.UU. de una amenaza extranjera que el FBI parece
determinado a ignorar.
Un artículo que escribí sobre el
misterioso vídeo que apareció repentinamente en un sitio en la web,
supuestamente dirigido por al-Qaida, que mostraba secuencias
desconocidas hasta entones sobre el fin de las torres gemelas,
conectándolo con el vídeo que, según las informaciones, había sido
grabado por los Urban Movers, estaba incluido en el expediente del FBI
sobre Antiwar.com.
El FBI estaba extremadamente interesado en
establecer la existencia del vídeo de Urban Movers, si se lee el resto
del material publicado que se preocupa sobre todo por el tema más amplio
del conocimiento previo israelí del 11-S.
Después de determinar
finalmente que no existía un vídeo semejante, a pesar del preciso
testimonio de más de un testigo presencial, aparentemente el FBI se
indignó de que yo pudiera sugerir otra cosa. Evidentemente, eso me
convierte en una “amenaza para la Seguridad Nacional”, en el Mundo
Bizarro del FBI.
Mundo Bizarro, recordaréis de vuestra juventud
leyendo comics, era –es– un universo alternativo en el cual se ponen de
cabeza las leyes de razón y la lógica: el agua fluye ascendiendo por las
montañas, lo bueno es malo, la izquierda es la derecha y el FBI, en
lugar de proteger la seguridad nacional, está determinado a violarla.
No
lo atribuyo a alguna Vasta Conspiración, y por lo tanto me tengo que
declarar inocente de la acusación de ser “un teórico de la
conspiración”.
Aunque Israel, junto con cualquier cantidad de otros
protagonistas en el mundo del espionaje, sin duda tiene a sus agentes
dentro de los muros del castillo, la verdadera razón del enojo del FBI
es un simple intento de autoprotección.
Es la primera regla del manual
de supervivencia del burócrata. Todavía no conozco toda la historia de
cómo es posible que hayan hecho caso omiso de una conspiración que se
organizó durante cinco años o más y cuya fase crucial tuvo lugar bajo
sus raíces, y sin embargo, se enfrenta todo intento de investigar con un
poco más de profundidad los numerosos misterios que rodean este evento
seminal con gritos de “¡teoría de la conspiración! y el repentino
interés policial.
La evidencia compilada por Carl Cameron y otros, incluidos artículos de investigación verosímiles que aparecieron en Salon y otras publicaciones de la “línea dominante” como Le Monde y Die Zeit,
convierte en un caso convincente que los israelíes, mientras rastreaban
a Mohammed Atta y su equipo, supieron del atentado planificado y no nos
informaron de la conspiración.
En el décimo aniversario de esa enorme
traición, que es encubierta incluso por la red noticiosa que anunció la
historia, se hace tanto más urgente una respuesta a la pregunta
formulada por un funcionario anónimo de la inteligencia –
“¿Cómo podían
no haberlo sabido?” .
Sin embargo es precisamente la pregunta que
nuestras agencias de “mantenimiento del orden” no quieren que nadie
haga, y menos todavía responda, y si preguntas te persiguen.
Si, como el
señor Leibowitz o yo, denuncias las actividades –“no necesariamente
ilegales”– de una potencia extranjera, te tratar´na como si fueras
“agente de una potencia extranjera”, como el FBI caracterizó al personal
de Antiwar.com.
Tiene un sentido Bizarro perfecto: no
tanto en nuestro universo. Sin embargo, como he señalado anteriormente
–en demasiadas ocasiones– la terrible fuerza de la explosión que derribó
el World Trade Center abrió un agujero en el continuo espacio-tiempo,
de modo que el Mundo Bizarro se ha filtrado en nuestro propio universo y
se apodera lentamente de él.
Esta teoría, y, cuidado, solo es
una teoría, aunque sea una que parece confirmarse de nuevo con cada día
que pasa, responde por la inversión moral en efecto desde ese tenebroso
septiembre, cuando imperialismo se convirtió en “liberación” y la
tortura se consideró un acto “patriótico”.
Hay momentos en los que
pienso que el Efecto Bizarro retrocede –como en la revuelta popular
contra la idea Bizarro de que la manera de enfrentar la bancarrota es
aumentar los gastos– y en otros momentos (debo admitir que más
frecuentes), estoy convencido de que no sólo se propaga sino se hace más
intensa.
Estos días, con la revelación de la investigación de Antiwar.com
por el FBI, y de mi propia persona, me oriento más que nunca hacia lo
último.
Me ha llevado a preguntarme si hay regiones del mundo a las
cuales no ha llegado todavía el Efecto Bizarro, o donde su influencia
nunca fue tan fuerte para comenzar. En breve, considero seriamente
abandonar este país.
Por ingenuo que pueda sonar, en especial por
provenir de un libertario, pensaba realmente que mi país era mejor que
esto.
Me horroriza de una manera como nunca antes: me siento traicionado
y vulnerable. Aunque irme no me protegería del Ojo Maligno del FBI, o
quien sea, satisfaría mi propio deseo de hacer una declaración sobre el
EE.UU. que solía ser y ya no es.
Pienso, tal vez, en Italia, como
el sitio perfecto para un expatriado estadounidense de mi herencia
cultural: Podría obtener la doble ciudadanía italiana-estadounidense, y
alojarme con mis parientes en Calabria.
Por lo tanto darles un grito, si
están allí, en la forma de un SOS: ¡oigan muchachos!, la Mafia que se
ha apoderado del gobierno de EE.UU. me persigue aquí, y por lo tanto
hago el mismo viaje que mi abuelo inmigrante hizo, solo que al revés –
¿tenéis una habitación para arrendar?
Justin Raimondo es director of Antiwar.com. Es autor de An Enemy of the State: The Life of Murray N. Rothbard (Prometheus Books, 2000), Reclaiming the American Right: The Lost Legacy of the Conservative Movement (ISI, 2008), y Into the Bosnian Quagmire: The Case Against U.S. Intervention in the Balkans (1996). También es editor colaborador de The American Conservative, socio sénior del Randolph Bourne Institute, y experto adjunto del Ludwig von Mises Institute. Escribe frecuentemente para Chronicles: A Magazine of American Culture.