DAVID BROOKS / LA JORNADA: Nueva York, 7 de septiembre.
Durante toda su vida, los niños en Estados Unidos no han conocido otra
cosa más que un país que está en guerra y los políticos les han enseñado
que la violencia es la respuesta.
La guerra ha pasado a ser, en los 10
años desde el 11 de septiembre de 2001, parte integral y ordinaria de la
vida cotidiana en Estados Unidos; y todo indica que así seguirá, no
obstante que la mayoría de la población se opone a las actuales
políticas bélicas.
La guerra en Afganistán es la más larga en la historia de Estados
Unidos, la de Irak ya cumplió siete años, y continúan operaciones
militares abiertas y secretas en Pakistán, Somalia, Yemen y en decenas
de países más –algunas aún no se divulgan al público– definiendo esta
década como la de guerra sin fin.
El presidente Barack Obama fue electo, en parte, por su promesa de
poner fin a estas guerras, pero hasta ahora las ha ampliado (envió 30
mil tropas más a Afganistán), incrementó el uso de contratistas privados
e inició nuevas operaciones militares en otros países como Libia.
El nuevo secretario de Defensa, y ex jefe de la CIA, Leon Panetta, indicó esta semana que propone mantener más tiempo un número reducido de tropas estadunidenses en Irak, lo cual rompería otra promesa de Obama de que todas las tropas saldrían de ese país a finales de año.
Aun si se retiran las tropas –permanecen unas 50 mil– Estados Unidos planea mantener una vasta presencia de seguridad en Irak para el futuro indefinido, con miles de paramilitares privados y agentes y oficiales de todo tipo en lo que será una de las embajadas estadunidenses más grandes del mundo.
Mientras tanto, la llamada guerra contra el terror continúa en todas partes.
Hoy el Pentágono ordenó elevar las medidas de seguridad en toda
instalación militar estadunidense en el mundo, incluido el Pentágono y
la semana pasada el Departamento de Estado emitió una alerta mundial a
los ciudadanos estadunidenses para tomar precauciones en el extranjero
al marcarse el aniversario del 11 de septiembre.
Aunque el gobierno
indicó que no cuenta con información sobre una amenaza particular,
afirmó que Al Qaeda suele usar aniversarios para sus ataques y que Osama
Bin Laden, antes de ser asesinado, había mencionado el décimo
aniversario.
Todo esto comprueba que el asesinato de Bin Laden el pasado 1º. de mayo en Pakistán, no cerró el capítulo del 11-S, y esta semana Panetta, mientras visitaba la zona cero en Nueva York, reiteró que aunque Al Qaeda está debilitada, el terrorismo sigue siendo una amenaza: continúan planeando ataques, y no creo que podamos dar nada por hecho.
Las políticas bélicas que se desarrollaron en torno –o bajo la justificación– del 11-S han alcanzado dimensiones sin precedente en tamaño, costo y novedades militares.
Aun con las promesas de Obama para reducir el número de tropas en Afganistán e Irak y tras afirmar en junio que la marea de guerra se está retirandoy que se podía ver la luz de una paz segura a la distancia, el presidente no estaba prometiendo un fin a las guerras, sino cambiando la manera de llevarlas a cabo con menor presencia de tropas estadunidenses, reporta el Washington Post.
Cada vez se usan más drones
para realizar ataques, es mayor el uso de fuerzas militares especiales y
el empleo de miles de contratistas privados en ese y otros frentes de
laguerra contra el terror.
De hecho, el Servicio de Investigaciones del Congreso (CRS), emitió un informe en marzo de este año en el que informó que las filas de contratistas privados del Departamento de Defensa en Afganistán e Irak superaban al personal uniformado; 155 mil contratistas contra 145 mil tropas.
O sea, los contratistas privados conformaban 52 por ciento de la
fuerza laboral del Departamento de Defensa en esos dos países.
Los costos financieros de esas guerras son astronómicos.
El economista
Premio Nobel Joseph Stiglitz calcula de manera conservadora un costo
total de entre 3 y 5 billones de dólares, más otros 600 a 900 mil
millones más en costos de incapacidad y salud de tropas que regresan de
esas guerras.
Estos gastos, afirma Stiglitz, y la forma en que se
financiaron, contribuyeron a la debilidad macroeconómica de Estados
Unidos, lo que empeoró su déficit y la deuda nutriendo así la crisis
económica actual en el país invasor. Indica que el gasto directo del
gobierno en esas guerras llega, hasta la fecha, a casi 2 billones, o 17
mil dólares por hogar estadunidense.
El National Priorites Project en Washington resume que el total del presupuesto del Pentágono desde 2000 a la fecha suma 5.9 billones.
Pero
eso no incluye 1.36 billones en el costo total de las guerras en Irak y
Afganistán hasta ahora. O sea, se han dedicado 7.2 billones desde el 11
de septiembre a costos bélicos.
Además, se calcula que otros 636 mil
millones han sido gastados en seguridad interna en Estados Unidos desde
esas fechas. Con todo, el gasto dedicado a seguridad nacional es de 8
billones.
Y este gasto en guerras sigue a pesar de que mayorías abrumadoras –de dos contra uno– se oponen a la guerra en Irak, según encuestas de CBS News, CNN y otras a lo largo de los últimos dos años.
No sólo eso, sino
que sólo 25 por ciento cree que las guerras en Irak y Afganistán han
disminuido las posibilidades de un atentado terrorista en Estados Unidos
según el Centro de Investigación Pew.
Por lo menos en torno su proclamada guerra contra el terrorismo, el presidente George W. Bush y su equipo no mintieron al señalar que sería un tipo de guerra diferente a las del pasado, no una batalla, sino una larga campaña, diferente a cualquier otra que hayamos visto.
Como todas las anteriores, la nueva guerra contra el terror fue proclamada como las fuerzas del bien contra las del mal, con Dios al lado de Estados Unidos.
El 20 de septiembre, nueve días después de los
atentados, Bush acudió ante el Congreso y la nación para declarar la
nueva guerra:
El 11 de septiembre enemigos de la libertad cometieron un
acto de guerra contra nuestro país, afirmó.
Anunció que nuestra guerra
contra el terror empieza con Al Qaeda, pero no termina ahí.
No concluirá
hasta que cada grupo terrorista con alcance global sea encontrado,
frenado y derrotado, y lanzó su famosa advertencia al mundo: toda
nación, en toda región, ahora tiene que tomar una decisión.
O están con
nosotros, o están con los terroristas.
Y el futuro parece que será más de lo mismo.
El Pentágono considera que a
lo largo de los próximos 25 años las fuerzas militares estadunidenses
estarán continuamente involucradas en alguna combinación dinámica de
combate, seguridad, enfrentamiento, rescate y reconstrucción, según el
documento Joint Operating Environment elaborado por el Comando de
Fuerzas Conjuntas que explora el panorama mundial del futuro a mediano
plazo para las fuerzas militares emitido en 2010.
El documento subraya que Estados Unidos ha dominado el mundo económicamente desde 1915 y militarmente desde 1943.
Su dominio en ambos
aspectos enfrenta ahora desafíos presentados por el surgimiento de
estados poderosos, y advierte que el sistema internacional continuará
con variasinestabilidades que tienden hacia el conflicto.
Dónde y cuándo
esas inestabilidades se manifestarán, permanece oscuro e incierto.
Entre hoy y 2030 las fuerzas militares casi seguramente se encontrarán
involucradas en combate.
Puede ser en un conflicto regular mayor o en
una serie de guerras de contrainsurgencia…
Lo único seguro es que las
fuerzas conjuntas se encontrarán comprometidas con el conflicto contra
los enemigos de Estados Unidos y sus aliados y en defensa de sus
intereses vitales.
A 10 años del 11-S la paz no está bajo consideración.
Los hijos de 11-S tendrán que decidir si están de acuerdo con este futuro.