VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

Hagamos del laicismo religión

http://www.kaosenlared.net/img2/195/195231_rouco.jpg Y ya que se nos ha dicho que esto es una democracia y que se imponen las ideas por mayorías, verán dónde han de situarse realmente ellos y sus chamanes.

  Inscribir en los registros adminis­trati­vos correspondientes como re­ligión el laicismo, despejará las dudas sobre el número de no cató­licos a que nos someten, como nos han venido sometiendo durante siglos a sus “únicas” verdades.

Con los católicos no valen las deli­cadezas de pensamiento y de comunicación. 

Si convertimos nuestra no creencia en una reli­gión tan intolerante como la suya, les forza­remos a ceñir su presen­cia exclusivamente a sus templos si no quie­ren dirimir nuevamente nuestras discrepancias y las suyas a base de una continua violencia.

Con esta gente no hay nada qué hacer ni qué hablar ni qué razonar. 

Obligan siempre a llevar las rivalidades a la selva.

  Ha sido históricamente tan potente e impetuosa la presencia de la religión y, en Occidente la de la religión cristiana y especialmente la católica en la sociedad española, que es terriblemente difícil abrirse paso en la corriente contraria representada por el laicismo y la laici­dad. 

La misma distinción entre estos dos términos explica lo enrare­cido que está todo intento de separar efectivamente en España a la Iglesia del Estado (por más que la Constitución lo declare aconfe­sional), hasta el extremo de hacerse ridículo el esfuerzo del matiz.

Todos sabemos qué es "lo laico" aunque los "expertos" lo embaru­llen todo jugando con las palabras laicismo y laicidad, como juegan con socialismo y socialdemocracia.

  El único modo de que aquí se entienda no ya qué significa lo que pedimos sino lo que exigimos los que no somos católicos ni quere­mos serlo, es convertir al laicismo en una religión tan intolerante e imponente como el catolicismo vaticano. 

Entre hienas sólo se puede ser una hiena.

  La prudencia y condescendencia que hasta ahora ha tenido el lai­cismo hacia ella no sirven para nada.

El papa, los obispos y ar­zobis­pos y sus legionarios no permiten una sosegada marcha de la so­ciedad abierta a todo tipo de mentalidades, religiones y creencias. 

La prueba es el nulo protagonismo que tienen las religiones pro­tes­tantes en este país, no porque no existan profesantes sino por­que su espíritu y su letra están tan circunscritos a la intimidad como di­vorciados están los comportamientos, las creencias y la esencia de los católicos españoles con los mensajes evangélicos. 

  Toda prudencia y consentimiento por parte del pueblo con los ca­tólicos, la catolicidad y el catolicismo es siempre considerada por to­dos ellos como debilidad. 

Por todo, lo que se impone es una fuerza equivalente a la que ejer­cen desde el papa hasta el último sacristán sobre la sociedad no re­ligiosa, sobre el Estado aconfesional, sobre los indiferentes, los lai­cos, los agnósticos y los ateos.
 

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