Kabul está siendo testigo de un boom insólito de propiedades de lujo mientras los miles de millones gastados por Occidente en Afganistán empiezan a cosechar, al parecer, inesperados frutos.
Los folletos de propaganda ofreciendo una vida regalada en modernos apartamentos podrían estar vendiendo propiedades de ensueño en cualquier capital occidental.
Y las ornamentadas torres y palmeras mostradas en artísticas ediciones se sentirían como en casa en los bulevares de cualquier emirato del Golfo.
Sin embargo, esos apartamentos tan elegantes que anuncian no van a construirse en Londres, Dubai o Nueva York, sino en uno de los países más pobres del mundo sacudido por la violencia de la ocupación y la insurgencia.
En Kabul se ha proyectado ya la construcción de toda una serie de bloques de apartamentos de lujo, e incluso un rascacielos, destinados a todos los que han hecho fortuna con la fiebre del oro auspiciada por la presencia de las fuerzas de la OTAN.
Está también previsto que este mes de junio se empiecen a construir unas torres gemelas de 26 plantas junto a otros ocho bloques de lujo, al menos.
Los promotores inmobiliarios le dijeron a The Sunday Telegraph que se habían visto desbordados por la demanda de apartamentos de postín, a un precio de hasta 148.000 euros, por parte de los afganos que se han hecho ricos en puestos de trabajo internacionales y a través de contratos de reconstrucción.
Los miles de millones que Occidente bombea gratuitamente a la capital, y su relativa seguridad comparada con los niveles de violencia que asolan al resto de Afganistán, están alimentando ese boom.
Aunque diez años de ayuda exterior no le han servido de nada al pueblo afgano y han hecho muy poco para aliviar su pobreza, unos cuantos afortunados han logrado hacer su agosto en la economía de guerra de Kabul.
Inversores y especuladores se apresuran a hacer caja mientras no quitan ojo a la posible retirada de las tropas extranjeras y del dinero para el desarrollo que, de producirse, podrían hundir el mercado.
Los afganos ganan una media de 1 dólar y pico al día, pero hay unos pocos afortunados que pueden permitirse comprar en los centros comerciales de la ciudad codo con codo con diplomáticos y contratistas extranjeros.
Cada día, en el City Centre o en el nuevo Centro Gulbahar, afganos vestidos a la última moda curiosean entre las joyerías, los ordenadores y las cámaras fotográficas que cuestan miles de dólares.
Los sombríos bancos de la ciudad ronronean con el aleteo de las máquinas de contar billetes, y los fajos de billetes de 100 dólares cambian briosamente de manos en el bazar de cambio de moneda de Sarai Shahzada.
La ciudad está tan inundada de dinero rápido que incluso le resulta sorprendente al apacible equipo de marketing del Grupo Alokozay, que es quien está construyendo las torres gemelas.
Cuentan la historia de un joven del Valle del Panjshir, de unos 25 años, que se había acercado a su oficina a principios de año diciendo vagamente que trabajaba en la construcción y que quería un apartamento.
Al encontrar uno que le gustó, se fue diciendo que pronto solucionaría la cuestión del dinero.
“La suma total estaba en la cuenta de nuestro banco en cuestión de una hora”, dijo uno de los vendedores, que no quiso dar su nombre.
“Entre el 80 y el 90% del dinero viene de los extranjeros o de personas que hacen contratos con los expatriados”, explicó.
“La gente que ha ganado dinero en los últimos ocho o nueve años, lo ha sabido hacer muy bien”.
Syed Fazl Khelwati, administrador adjunto de ventas del Grupo Alokozay, dice que sus apartamentos están destinados a emigrantes que quieren volver y hombres de negocios que han hecho fortuna en Occidente.
“Los afganos trabajan duramente y muchos de ellos lo han sabido hacer bien.
Les gusta ahorrar dinero e invertir en tierras y propiedades”, dijo.
Sólo EEUU ha dedicado más de 41.000 millones de euros en reconstruir el país desde 2001. Pero la casi totalidad de ese dinero se ha dedicado a mantener la maquinaria de la OTAN en cuanto a alojamientos, combustible, alimentos y agua.
Para los próximos cuatro años, se ha previsto que se destinen 8.420 millones de euros a construir cuarteles, guarniciones y puestos de avanzada para la policía y el ejército afganos, por lo que el dinero irá a parar mayoritariamente a las compañías de construcción afganas.
Los contratos de suministro de la ayuda exterior cambian de manos sin un mínimo de control para poder parar el derroche o la corrupción.
A unos cuantos afortunados afganos les ha tocado el premio gordo tras conseguir puestos de trabajo en embajadas o empresas occidentales donde el personal subalterno puede ganar a partir de 1.300 euros al mes, veinticinco veces lo que gana un profesor del país.
A Habibullah Wajdi, de 39 años, le resultaría más barato comprar un apartamento en Amherst, Massachusetts, donde recientemente ha terminado un doctorado, que en Kabul.
Su deseo de criar a sus niños en su patria ha acabado venciendo su preocupación por la seguridad.
“Todos los afganos estamos preocupados por la seguridad, pero respecto a eso hay asimismo una cierta resiliencia, tenemos que vivir con ello”, dijo.
“Estamos preocupados pero hay también esperanza, especialmente en Kabul”. Pero incluso con su salario de 2.600 euros al mes como miembro de alto nivel del equipo local en un prestigioso organismo internacional, su apartamento de 130.000 euros en un bloque de doce plantas sin terminar resulta algo desorbitado.
“La demanda es tan inmensa, que no sé como la gente puede arreglárselas”, dijo.
“Creo que los únicos que pueden permitírselo son quienes están haciendo negocios con Occidente.”
Mientras el boom prosigue, torres de ladrillo a medio construir, tapadas con andrajosas lonas de color verde, van emergiendo sobre las barriadas de baja altura de la capital.
Los bloques se venden mucho antes de que estén terminados y los constructores están añadiendo plantas extra para satisfacer la demanda.
Alokozay, una firma afgana con sede en Dubai, que es el nombre doméstico del té y el aceite para cocinar, sólo empezó a interesarse recientemente por el sector inmobiliario con su Residencia Alokozay de doce pisos, situada detrás del hotel Safi, lugar de referencia en la ciudad.
Esa torre está construida en sus tres cuartas partes, pero sus 57 apartamentos hace tiempo que están vendidos.
Los precios llegan hasta los 148.00 euros cada uno, por lo que cuestan alrededor de 500 veces el PIB per capita. Todos los pisos, excepto cinco, se pagaron con dinero en efectivo en lugar de solicitar hipoteca y ninguno de los compradores era extranjero.
Alokozay cree que la demanda es tan fuerte, que sus torres, llamadas Centro Alokozay, van a tener capacidad hasta para 600 apartamentos y 300 tiendas una vez que se acaben de construir en un lugar que tiene una extensión de unos 12.000 metros cuadrados y que una vez albergó la casa de invitados de las Naciones Unidas en la ciudad.
Los apartamentos de mayor tamaño saldrán a la venta por más de 228.000 euros.
Las ambiciones de Alokozay no se arredran ante el temor a posibles terremotos o suicidas-bomba.
El Sr. Jelwati dice: “Los afganos de Kabul no hacen caso de esas cosas.
Están familiarizados con ese tipo de situaciones.
En este momento, es como quitarle una golosina a un bebé”.
A los arquitectos japoneses les han pedido que diseñen cimientos flotantes para asegurar las torres contra posibles temblores y que los residentes puedan relajarse en una piscina, un gimnasio y una sauna.
Construcciones Onyx, parte del bien conectado Grupo Azizi, tiene en marcha siete torres ornamentales de gran altura, según su página web, aunque ninguna está acabada.
En ellas se incluye el Centro Azizi, descrito como un “perfecto refugio urbano”, con sala de pilates, y el Palacio Milli Azizi, descrito como la “personificación de una vida de primera”.
Torialai Bahadery, agente inmobiliario en Kabul, dijo que los extranjeros evitaban tener propiedades pero que los afganos se sentían atraídos por las ganancias y el prestigio.
Las compañías afganas que habían perdido fortunas durante la depresión inmobiliaria de 2008 en Dubai pretendían recuperarlas ahora con el boom de Kabul.
El dinero extranjero, la necesidad de urbanización porque la gente huye de la pobreza rural y de los combates, así como la presión sobre los terrenos están haciendo que los precios suban por las nubes.
“En el acomodado distrito de Shahr-e-Naw, el precio de la propiedad residencial está actualmente en los 1.140 euros por metro cuadrado”, dijo, “y sigue subiendo”.
Se comparan, con resultado favorable, los beneficios que se pueden obtener aquí en relación a Dubai y Europa.
Los empresarios se amontonan en el mercado inmobiliario alimentando la burbuja sin pensar para nada en el futuro, dijo.
“Los afganos ya no piensan más en el futuro”, dijo el Sr. Bahadery riéndose.
“Si te pones a hablarle a un tipo que está construyendo un edificio de varios pisos y le preguntas a cuánto los va a alquilar o cuánto tiempo tardará en recuperar su dinero, te dirá: ‘No lo sé ni me importa’”.
El dinero del narcotráfico llega también al todo vale capitalista de Kabul, dijo Wahid Mujda, un ex funcionario talibán y ahora investigador del Centro de Kabul para Estudios Estratégicos.
“En Afganistán hemos desarrollado un entendimiento equivocado del capitalismo.
Aquí pensamos que mercado abierto significa que puedes hacer lo que se te antoje.
Hay sólo dos tipos de dinero en Kabul. El dinero que viene de los extranjeros y el dinero que viene del opio.
En Afganistán, nadie va a preguntarte de qué parte sale el tuyo”.
“Toda una generación de hombres de negocios, que han ganado millones construyendo y suministrando las bases de la OTAN desde 2001, han utilizado su riqueza para financiar exitosas campañas durante las elecciones parlamentarias del pasado año”, dijo.
La OTAN se ha comprometido a mantener tropas de combate en Afganistán hasta al menos 2014 y permanecer después con misiones de entrenamiento, aunque los miembros de la alianza se enfrentan a un rechazo cada vez mayor de la población local.
Mientras la OTAN permanezca, los buenos tiempos continuarán para todos aquellos que puedan llevarse una tajada del dinero occidental, predijo el Sr. Jelwati.
“Si los estadounidenses y la OTAN están aquí, no habrá cambios en la situación.
Si se van, eso ya es otra historia”.
The Telegraph