Jaime Richart ......
Eso del 11 S no podía dejarse así como así.
No sólo eso, es que antes de ejecutarse ya había un plan completo.
Y, dada la catadura de la intelligentsia americana, había de tener todos los ingredientes de los cazatalentos que son los “americanos”.
Pocos, quizá ninguno, de los prohombres yanquis no políticos han sido autóctonos.
Todos son de fuera. Ellos, a raíz de la conquista del continente, se fueron haciendo poco a poco expertos en aprovechar la fuerza vital y creativa de una inmensa mayoría de europeos inmigrantes por distintas causas. Sobre todo tras el desmantelamiento de la Alemania nazi.
Pero eso sí, son utilitaristas donde los haya. Como los ingleses espoleados por sus filósofos ultrapragmáticos...
Pero en lo demás son unos niños grandes que empezaron siendo gilipoyas, como dicen en mi tierra, y han terminado siendo gilipoyas y además brutales, mendaces y canallas. La mayoría de los centros estadounidenses no son centros de saber, como se nos da a entender en la pedagogía oficializada.
Son centros de manufacturación, de conspiración y de montaje. En todo. Sólo en un puñado de tecnólogos, además de dinero a espuertas, están sus méritos. Lo demás es propaganda y fuerza bruta.
Quizá parezca que estas reflexiones destilan odio, el odio que se encargaron ellos de inculcar contra los nazis. Pues así es. Lo que no obsta para que, como todo en la vida, no encierre una inmensa parte de justificación y de verdad. No seguirán imaginando que sólo les odian los islamistas radicales...
Ellos se lo han labrado, y el mundo no se ha acabado todavía para saber que ese odio tiene todo el fundamento que existe contra la fuerza superior irrefragable de carácter armamentístico acompañada de la "voluntad de poder" de Nietzsche que inspiró a muchos alemanes de los años 20 y 30…
Así es que ahórrense los americanos las pruebas abrumadoras sobre la muerte de Bin Laden.
Prescindan de las todopoderosas pruebas del ADN; guárdense las fotografías horrendas del finado, los testimonios, que podrán contar por miles, de testigos; eviténnos leer la declaración jurada ante notario del propio ajusticiado, de que era quien decía ser y decían que era.
Incluso no nos vengan ahora con el carbono 14.
Y, sobre todo, olvídense de insistirnos en que sí existió ese hombre de luenga barba negra y expresión entre bonachona y neutra, fue el autor intelectual del ataque al WTC el 11 S de 2001 como jefe de una banda que tampoco existe ni existió.
Los que no vivimos de cerca el halloween conocemos perfectamente a los "americanos", y sabemos perfectamente lo aficionados que son a las palomitas, a la hamburguesa, al corta y pega, y a fabricar las leyendas tras asentarse en América del Norte que todavía no tenían.
Por eso era lógico que empezaran urdiéndolas con doscientos años de retraso.
Los cíclopes, las brujas, las meigas, los trasgos, los ogros y esa barahúnda de personajes de todas las subculturas que llenan la mitología y la leyenda de buena parte de la historia de Europa y de los demás continentes tienen, desde que el cine americano se adueñó del mundo, su versión particular del pensamiento contorsionado que luce el "americano" a este propósito y a otros.
Y los que sí viven o vivían de cerca el halloween, tarde o temprano sienten en carne propia la ralea de esa chusma... Diversas y numerosas experiencias relatadas por personas que los "adoraban" lo atestiguan. Lo que no sé es a qué van los europeos allí...
Pero Bin Laden no llega siquiera a la categoría de leyenda. Bin Laden es una burda manufactura gráfica, un personaje de tebeo. Como Carpanta, Flash Gordon o el doctor No.
Y como tales nos lo han estado relatando a través de lo que se nos presentaba como perversa enseñanza a sus secuaces en el manejo del Kaleshnikof. Exactamente ha durado el relato 10 años menos cuatro meses.
Tan persistentes han sido en éste, que se lo han terminado creyendo.
Eso le sucede siempre al mentiroso patológico, al vendedor de crecepelos y al manipulador. De otro modo, tendrían que olvidarse de su éxito...
La historia se puede contar de muchas maneras, y de todos los grandes hechos, acontecimientos y atrocidades hay por norma muchas versiones.
Y no perdura precisamente la "verdadera". Sencillamente, y aparte de la dificultad en ponerse de acuerdo, porque nunca hay una sola o única verdad.
No digo respecto al hecho en sí (aunque a menudo también se inventa -y éste de la muerte de Bin Laden es otro más) sino en la causa, las causas, los autores y actores, los cooperantes necesarios y los cómplices.
Cuando hay guerras o conflictos o contenciosos por medio (y cuando no los hay apenas hay gente interesada en ello) están, por un lado, la versión-verdad de los vencedores que dura todo lo que dura su dominación y lo que dura la dominación de los herederos ideológicos de esa dominación, y, por otro, la versión de los vencidos.
Pero es que cuando hay abismales diferencias como las que hay entre el cowboy y el enemigo de arrabal indostaní y aledaños, la versión del héroe cowboy suele alcanzar cotas delirantes del más pavoroso ridículo.
Bin Laden no existió, ni nació ni murió. Y menos existió con la descripción de los fotomontajes de la cía, del fbi y de los cuentacuentos de la casa blanca. Bin Laden es una broma americana.
Lo que tiene que hacer su intelligentsia es, ya que el americano saca partido de todo y para él el tiempo es oro, es poner en marcha cuanto antes la producción mundial de millones de gorras y camisetas con el logo de Bin Laden.
En todo caso, que hagan lo que quieran, pero a Europa y a América Latina, aparte, naturalmente, el mundo árabe y musulmán, aparte los débiles mentales, aparte los interesados en creerse su versión y los que viven siempre sugestionados por la mente calenturienta de los americanos, a nosotros no nos la han dado nunca ni nos la dan...
Está claro que han querido cerrar un folletín pendiente de un final que, como no podía ser de otro modo, tendría que ser necesario y feliz.
Y ya tendrán en la recámara, para seguir la monserga, al lugarteniente (del otro, del Omar Mullah, que se fugó en bicicleta por los montes Karakorum nada se ha vuelto ni a hablar) que asuma el papel de muñeco del pim pam pum que sus esquemas mentales precisan.
Una concepción, ésta (la de la fácil manipulación de la realidad a través de la leyenda), que no está muy alejada de esa otra leyenda hispana que todos tenemos in mente, a partir de la realidad que lo fue durante el franquismo.
Al fin y al cabo toda leyenda tiene algo de verdad y su origen está en un reflejo de alguna realidad.
Sólo los que están muy identificados con el poder de los nazi-americanos y absortos por su prestidigitación pueden darles alguna credibilidad y prestarles atención.