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Jaime Richart: Antes se colonizaba con el crucifijo, ahora se anglosajoniza todo


JAIME RICHART / De entrada dicen que no hay perio­distas, y las cifras que se barajan en Occidente más bien procede­rán de los opositores a Gadafi. 

Ya advierte en estas mismas pági­nas Fidel Castro sobre la ocupación de Libia por la OTAN, dis­puesta por el empera­dor…
 
En cualquier caso da asco, rabia y repulsión, todo a un tiempo, ver cómo siempre es lo mismo: de la noche a la mañana, de un año para otro o de un lustro para otro un dirigente pasa a ser, para nuestros  “demócratas”, un aliado respetable y digno de honores, a ser un genocida que merece la muerte. 

Pero no sólo él, sino también el país que supuestamente tira­niza acaba siendo pasado por las ar­mas. 

Los casos más escandalo­sos y recientes al respecto fueron, Af­ganistán, donde fingieron bus­car a Bin Laden, e Irak. No les bastó a los “salvado­res” con olvi­darse del supuesto terrorista, en un caso, y eliminar al su­puesto dictador en el otro. 

Para adueñarse del petró­leo y situar oleoductos en ambos países, no se contentaron los justi­cieros con ejecutar a Sa­dam Hussein (buscar al terrorista de terro­ristas, para casti­garle, fue otra farsa). 

No. Tu­vieron que masacrar a afganos e iraquíes cuyas víctimas a estas alturas deben contarse por millones.

El caso es que la “co­munidad in­ternacional”, con las legiones impe­riales al frente, arrasó ambos países y sigue saqueán­dolos casi diez años después.

Pues bien, eso es lo que le espera a Gadafi y a Libia. Por el mo­mento, con estas revueltas provocadas a buen seguro por los servi­cios secretos de los “demó­cratas”, desde las embajadas, Ga­dafi pa­rece que va a correr la misma suerte, lo mismo que su país. 

Lo que queda por ver es simplemente cuánto duran los pre­parativos y cómo se urden las excusas. En el caso de Sadam Hus­sein los pretextos duraron muchos meses. 

En el de Bin Laden, semanas. Veremos cuánto queda para la “sesión” de ocupación de Libia a cargo de los “demócratas”…

El procedimiento, desde que empezó el siglo XXI, siempre viene siendo el mismo. Primero los “de­mócratas” provocan en el interior del país en cuestión, repleto de petróleo, las revueltas, y acusan a su líder de genocida y de enriquecerse. 

Luego la ONU y la “comuni­dad internacional” le condenan. Más tarde el impe­rio y los “demó­cratas” bombardean el territorio, lo ocupan y matan al villano. Siem­pre se actúa del mismo modo… cuando los dirigentes son de iz­quierdas.

Los probados genocidas de derechas, como Pinochet o Franco, mueren en la cama con el cruci­fijo en la mano.

Pero el caso es que el petróleo, como en otro tiempo el oro y en otro las especias, lo puede todo. Cualquier hombre o mujer, quizá culto y con sensibilidad, al llegar a la política de las pimpantes de­mocra­cias neoliberales, se transforma. 

No les remor­derá en absoluto la cri­minal disposición que, llegado el caso, advierte a su alrededor. Se sorpren­den a sí mismos sin conciencia y nunca, en ningún caso, se arre­penti­rán de nada. 

Y es que los políti­cos, y de entre ellos los que han pa­sado a gobernantes, han tenido que extirparse los escrúpulos desde que asumen su de­signio.

Primero al conocer de cerca la “política” al ver, por ejemplo, que su go­bierno trafico con los dictadores, o con­siente o facilita armas a paí­ses y dirigen­tes a los que luego ese mismo go­bierno les acusa de déspotas o tiranos. 

Y a partir de entonces, ce­rrando fi­las con su partido y emboscados en él, trans­mutan en petró­leo la noción ordinaria de jus­ticia, de conmise­ración e incluso del sen­tido común. 

Los pre­textos para la invasión y el posterior genocidio, “los demócratas”, invasores o cómpli­ces, serán los únicos que se los crean. Tras Gadafi ¿vendrá Chá­vez?

Todos los “demócratas”, como la Esteban, por petróleo matan. 

Y matan enmasca­rados y sin mancharse di­rectamente las manos: una abstracción llamada OTAN se ocu­pará de barrer los pocos posos de con­ciencia que les que­den…

Antes se colonizaba con el crucifijo. 

Ahora se anglosajoniza todo. 

Y los demás “demócratas” capitalistas, en este aspecto, son la guardia de corps de los anglosajones.

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