El gobierno de Barack Obama sigue la misma línea política de sus predecesores en Oriente Próximo.
Desde mediados del siglo XX, tanto gobiernos republicanos como demócratas han utilizado un doble lenguaje en su política dirigida a esta región. Por un lado, hablan de pacificar Oriente Medio, y por otro aumentan sus ventas de armas a los países de la zona.
Eso sí, antes de cualquier venta, hay que tener en cuenta la opinión de Israel y la estrategia estadounidense de garantizar la superioridad militar israelí en la región.
Hace pocas semanas, Obama advirtió a Turquía para que se reconcilie con Israel, de lo contrario tendrá muy pocas posibilidades de adquirir los aviones teledirigidos estadounidenses y otros equipamientos que necesita para combatir a la guerrilla separatista que opera en el sur del país con el apoyo de Israel. La presión de Obama sobre Turquía se enmarca en un plan estadounidense-israelí para aislar a Irán que, según los analistas, sería un paso preparatorio para atacar en un futuro próximo a un Irán debilitado por las sanciones occidentales.
Turquía ha sido uno de los más firmes aliados de Israel hasta que los ataques contra Gaza en la llamada “Operación Plomo Fundido”, que causó la muerte a más de 1.400 palestinos, y el asalto militar israelí al barco turco de ayuda humanitaria a Gaza, Mavi Mármara, dejaron la relación bajo mínimos. La crisis entre ambos países aliados de Washington, y la importancia estratégica de Turquía, segundo país en efectivos militares en la OTAN, podrían complicar los planes estadounidenses-israelíes contra Irán.
La política agresiva de Estados Unidos e Israel contra Irán -secundada por la Unión Europea-, pretende debilitar al país persa y acabar con sus aspiraciones legítimas para adquirir la energía nuclear y convertirse en una potencia regional. Si Irán consigue sus objetivos, el resultado sería la creación de un equilibrio de fuerzas en Oriente Próximo, y obligaría a Israel a contener su militarismo desenfrenado en la región.
Aumentar la tensión y las amenazas contra Irán, no está sirviendo sólo a los intereses estratégicos de Israel, sino también está ayudando a Estados Unidos y sus aliados para salir de su crisis económica mediante nuevos contratos de venta de armas a las monarquías del Golfo Pérsico, vecinas de Irán y eternas aliadas de Estados Unidos.
Estados Unidos está utilizando el conflicto con Irán para asustar a las monarquías petrodólares, empujándolas a creer las teorías estadounidenses-israelíes sobre un supuesto conflicto entre musulmanes sunnitas (la zona del Golfo Pérsico) y musulmanes chiítas (Irán)[1], lo que, según las teorías norteamericanas, necesitaría que las monarquías árabes, aliadas de Washington, compren más armas para que la balanza militar de la región se incline aún más en contra de Irán.
Desde que Washington y sus aliados desataran el conflicto diplomático e impusieran sanciones contra Irán, Estados Unidos aprobó más de un centenar de contrató de venta de armas a los países del Golfo Pérsico. Sólo en las últimas semanas, los estadounidenses consiguieron contratos de venta de armas con cifras astronómicas:
Arabia Saudí (82 cazabombarderos F-15 y 60 helicópteros de ataque Apache), por importe de 60.000 millones de dólares; Kuwait (un sistema de misiles de intercepción Patriot), por 900 millones de dólares; Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán (cazabombarderos F-16, misiles de intercepción), por un importe cercano a los 60.000 millones de dólares (47.000 millones de euros).
Según el diario “The Wall Street Journal”, El gobierno de Obama, siguiendo la política estadounidense de garantizar la superioridad militar de Israel, hará caso a las peticiones israelíes y no equipará los cazabombarderos vendidos a estos países con armamento de largo alcance.
[1] Desde el siglo XV no hubo ningún conflicto entre musulmanes sunnitas y musulmanes chiítas. Esta realidad se rompió con la invasión occidental de Irak y el juego de “divide y vencerás” aplicado por Estados Unidos y sus aliados en el país árabe