El Sr. Timothy Geithner, Secretario del Tesoro (equivalente al Ministro de Hacienda) del gobierno federal de EEUU bajo el mandato del Presidente Obama, ha escrito recientemente en sus memorias que le sorprendió la actitud mostrada por el Sr. Wolfgang Schäuble, Ministro de Finanzas del gobierno alemán (presidido por la Canciller Angela Merkel), hacia el gobierno griego en las negociaciones que estaban ocurriendo entonces (año 2010) a raíz del problema creado por la deuda pública que el Estado griego había adquirido, y que se consideraba de difícil resolución debido a la incapacidad de tal gobierno para pagar a sus acreedores.
La inquietud que esta situación estaba creando en los centros neurálgicos del capitalismo mundial, debido a la inestabilidad financiera que tal situación podría generar, explica que el tema de la “deuda griega” se incluyera en la agenda del grupo G-7, que incluye a Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá.
Gran parte de esta deuda griega procedía, tal como muy acertadamente había descrito el Wall Street Journal en un artículo del 10 de julio de aquel año, 2010 (“The Submarine Deals That Helped Sink Greece”), de las enormes inversiones en equipamiento militar realizadas por el gobierno griego.
Decía el citado periódico que “Grecia, con una población de 11 millones de habitantes, era el importador más grande de equipamiento militar convencional –y el quinto a nivel mundial, después de China, India, los Emiratos Árabes Unidos y Corea del Sur-. Su gasto militar como porcentaje de su PIB era el más alto de Europa…
Y era este gasto una de las mayores causas de la elevadísima deuda pública”. Alemania era uno de los mayores proveedores de armamento de Grecia, que pagaba este armamento con préstamos de la banca alemana, hecho que generó el enorme crecimiento de su deuda pública. Alemania, por lo tanto, era una de las mayores beneficiarias de aquella situación.
Ahora bien, la reunión de los Ministros de Finanzas del G-7 no incluyó una discusión sobre la deuda griega, sino un debate sobre cómo resolver la crisis financiera que podría crearse debido a la insolvencia del Estado griego y su inviabilidad para pagar su deuda. Tal debate se centró en dos posturas.
Una, la defendida por el propio Timothy Geithner, que defendía que el Banco Central Europeo interviniera, comprando –como hace el Banco Central Estadounidense, el Federal Reserve Board,- deuda pública. Proponía así que el Banco Central Europeo fuera el prestamista de última instancia en caso de que los Estados no pudieran encontrar préstamos en el mercado financiero. Según Geithner, era la manera más fácil de prevenir las crisis financieras.
Pero su sorpresa fue ver que el Ministro alemán no quería ni considerar esta alternativa, pues no quería resolver la crisis. Lo que quería era utilizarla para imponer a los países periféricos, como Grecia, los cambios que el gobierno alemán deseaba que hicieran y que solidificarían el poder central y hegemónico que Alemania tenía en la Eurozona.
Como indicó el Ministro alemán, el Sr. Schäuble, “la crisis no era una amenaza, sino una oportunidad”, una oportunidad para disciplinar a los países de la Eurozona (y muy en especial a los que, como Grecia y España -según Schäuble-, “habían sido muy poco disciplinados, gastando muy por encima de sus posibilidades”).
De ahí se deducía su énfasis en la austeridad (exigiéndoles un déficit público cero –a través del Pacto Fiscal- que prácticamente prohibía a los países tener déficit público-) y en las reformas estructurales (que consistían sobre todo en reformas laborales encaminadas a reducir los salarios).
Estas reformas impuestas por el Ministro alemán eran, en realidad, un ataque frontal a las clases trabajadoras (incluyendo la alemana) de los países de la Eurozona. La reducción de los salarios (a través de las reformas laborales) y de la protección social (a través de los recortes) eran los elementos clave de tales políticas, que eran ni más ni menos que la vieja lucha de clases a nivel continental, en la que el mundo del capital (hegemonizado por el capital financiero) imponía sus intereses frente al mundo del trabajo.
Y tal ataque se justificó en la necesidad de aumentar su competitividad, mostrando a Alemania como modelo a seguir. Las famosas reformas Hertz llevadas a cabo por el canciller socialdemócrata Schröder, y continuadas por los gobiernos Merkel, eran parte de este ataque y deterioraron muchísimo las condiciones del mercado de trabajo alemán, condición para su éxito como país exportador.
La banca alemana como eje del poder alemán
La banca alemana, cuyo portavoz era y es, en la práctica, el Sr. Schäuble, el Ministro de Finanzas del gobierno Merkel, es el mayor proponente de esta estrategia, propuesta por el capital financiero aliado con el capital productivo exportador (este es el sector empresarial, muy centrado en la manufactura de material de alto valor añadido (que quiere decir tecnología avanzada) para el cual el ex canciller alemán, el Sr. Schröder, trabaja como empleado ahora).
El ideólogo de la banca alemana es el Sr. Josef Ackermann, el Presidente del Deutsche Bank (ver mi artículo sobre tal banco, “El centro de la banca alemana y europea: el Deutsche Bank”, Público, 28.08.14), presentado en el año 2011 por el New York Times “como el banquero más poderoso (y peligroso) de Europa”. El Sr. Ackermann es muy próximo a la Sra. Angela Merkel y al Sr. Jean-Claude Trichet, el que era entonces Presidente del Banco Central Europeo.
Tal banquero dijo claramente, en un discurso en el Consejo Atlántico, que “el gobierno alemán sabía muy bien cómo resolver la crisis (que era la propuesta sugerida por el Sr. Geithner), pero que no quería resolverla, pues lo que era más necesario ahora era presionar a los países para que aceptaran lo que el gobierno alemán estaba proponiendo” (citado en el artículo de Andrew Gavin Marshall, “Between Berlin and a Hard Place”, Z-Magazine, sept. 2015), del cual extraigo varios datos en este artículo), subrayando que ello era necesario para que Europa pudiera competir, siendo Alemania la que definiría el significado de competitividad. Grecia era un claro ejemplo de lo que Ackermann decía que era necesario para Europa.
De ahí que adquiriera una simbología especial. Había que penalizar a Grecia por haber seguido una línea opuesta a la que Alemania había impuesto. Hasta aquí el discurso oficial del pensamiento dominante en Alemania.
Ahora bien, un análisis de lo acaecido en Grecia muestra que las políticas impuestas a aquel país tienen muy poco que ver con el deseo de que Grecia aumente su competitividad, y mucho con la defensa de los intereses alemanes. Como siempre, los discursos económicos de la estructura de poder se utilizan para ocultar realidades políticas.
¿Cuáles han sido las causas de los rescates a Grecia?
La deuda griega en el año 2010 era poseída por bancos alemanes (68.000 millones), franceses (43.000 millones), italianos (38.000 millones) y españoles (25.000 millones). El primer rescate a Grecia fue, en realidad, para rescatar tales bancos, como reconoció el que había sido Presidente del Banco Central Alemán, el Sr. Karl Otto Pöhl, que indicó que “el rescate a Grecia era en realidad el rescate a los bancos, y muy en especial a los bancos alemanes y franceses” (aunque también podría haber añadido a los bancos italianos y a los españoles).
El segundo rescate a Grecia era para que el Estado griego pudiera pagar los intereses de la deuda pública a sus acreedores: la Troika y los Estados que habían comprado la deuda pública a los bancos privados en el primer rescate. Solo una minoría de todo el dinero transferido a Grecia en estos rescates (desde el primer rescate en 2010) fue para ayudar a Grecia. El 90% fue para beneficiar instituciones financieras. Como resultado, la deuda pública pasó del 130% al 177% del PIB. Y el desempleo aumentó a un 27%. Y más del 40% de los niños pasaron a vivir en pobreza. Desde el 2008, Grecia ha recortado el 40% de sus presupuestos, creando una crisis humanitaria sin precedentes.
Estos datos muestran la realidad existente detrás del discurso económico promovido por el gobierno alemán, utilizando la necesidad de aumentar la competitividad y eficiencia económica como excusa para llevar a cabo la lucha para optimizar sus intereses, lucha que está ganando diariamente. Hoy las clases dominantes, bien representadas por el gobierno alemán de la Sra. Merkel, por el gobierno español del Sr. Rajoy y por el gobierno catalán del Sr. Mas, han llevado a cabo políticas de austeridad que están enmascarando, con un lenguaje económico, lo que es ni más ni menos que la defensa descarada de los intereses económicos y financieros que representan.
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