Pablo Gonzalez

Parque Jurásico y caja de Pandora en el Mercosur



Especies que se creían extinguidas fueron avistadas en el Paraguay del florero golpista que el luguismo ayudó a instalar

Dice la ciencia que el Jurásico es una división de la escala temporal geológica, que se inició hace casi doscientos millones de años y duró el lapso de unos cincuenta millones. 
 
 Fue el tiempo de la hegemonía sobre la tierra de los grandes dinosaurios, y de la escisión de Australia de la masa continental, así como de la división de Norteamérica de Euroasia.

Dicen también los estudiosos que fue más o menos por esa época que Sudamérica se desprendió de África. 
 
Persiste hasta hoy el enigma de cómo pudieron sobrevivir los períodos jurásico y triásico los dinosaurios paraguayos que hoy enriquecen la biodiversidad del Mercosur.

Se trata de la partidocracia corrupta encabezada por el compañero de fórmula del cura papá Fernando Lugo, el caudillo por la gracia de Dios Federico Franco, quien en demostración de sus delirios de poder omnímodo se ha creído con el derecho a interrumpir una santa misa. 
 
Toda una muestra de ingratitud para quien llegó al poder a través de un golpe propiciado con ayuda del mismo Vaticano.
 
 Las cámaras de TV mostraron como la feligresía, en lugar de solidarizarse con el pastor de la iglesia agraviado, prodigó un cerrado aplauso al presidente Franco, fiel a la tradición de acomodarse con el oficialismo, heredada de interminables décadas de dictadura fascistoide.

Ya en tiempos de Alfredo Stroessner, un adulón del dictador había amenazado con asesinar en su mismo altar a los sacerdotes que hagan oposición. En lugar de ser reprobado, fue condecorado por las autoridades del partido de gobierno.

Las muestras que han dado los dinosaurios paraguayos de ser sobrevivientes de un mundo extinguido, y de constituir un verdadero desafío para la ciencia, han sido diversas. 
 
 Primero han desempolvado métodos policíacos como las barreras de uniformados con las cuales han sitiado la capital del país, emprendiendo campañas clasistas sobre todo contra los motociclistas y otros exponentes del populacho.

El discurso hacia el pueblo que han adoptado ha sido odioso desde todo punto de vista, habiendo incluso desenterrado el control de la documentación relativa al servicio militar obligatorio en los puestos de trabajo. 
 
Por si todo ello fuera poco, se encuentran promoviendo una carrera armamentista con la cual desean obtener jugosas comisiones a través de la compra de armas. 
 
Ello mientras los paraguayos pobres deben poner en venta sus órganos para sobrevivir.

La partidocracia corrupta, con la irresponsabilidad que siempre le caracterizó, se encuentra subastando los lugares en las listas de candidatos al mejor postor en tanto crece la insurgencia en el norte.

Refiriéndose a la desesperación de algunos paraguayos, que incluso han puesto en venta sus órganos mientras ellos siguen con sus despilfarros, y siguen demostrando su creatividad a la hora de planear negociados, los insurgentes comparan a la oligarquía de dinosaurios en extinción con el mito del Titán Prometeo.

Cuenta la mitología que Prometeo fue encadenado a una roca en una de las cimas del Cáucaso y, durante el día, un águila le devoraba el hígado, que se le regeneraba por la noche. 
 
Hércules le liberó del suplicio matando al animal. El EPP establece un paralelismo entre la oligarquía paraguaya y los dioses del Olimpo, y entre el pueblo miserable y Prometeo encadenado.

“Los oligarcas paraguayos y sus políticos se sienten dioses” dice el Ejército Popular Paraguayo (EPP). 
 
“Tienen encadenado por la fuerza al pueblo pobre a sus intereses egoístas y a sus caprichos con la ayuda del águila imperial. 
 
Devoran el hígado, los riñones, todas las vísceras, la sangre y el sudor de los trabajadores, que son quienes realmente construyen la civilización”. 
 
“La barbarie de los oligarcas que se sienten dioses no tiene límites” dicen también la guerrilla paraguaya, en sus comunicaciones a través de las redes sociales.

Y anuncia que “Al igual que Hércules, y con su misma fuerza, el EPP viene en lucha. 
 
Viene peleando contra los oligarcas endiosados y contra el águila ladrona. Tiene por misión la liberación del pueblo encadenado y que hoy debe vender sus riñones para sobrevivir”.

Aseguran que buscan “meter de nuevo en la caja de Pandora todos los males que los oligarcas convertidos en dioses han esparcido en nuestra República. El EPP liberará la virtud que ha quedado encerrada en la caja; la esperanza”.

Los guerrilleros del EPP también hacen una promesa: “Encadenaremos a los oligarcas en la cima del monte Ybytyrusu y haremos que los buitres les devoren los riñones”. 
 
 Los medios vinculados a la oligarquía lamentan las bajas policiales de la lucha contra el EPP, en tanto éstos aconseja a los uniformados a seguir el ejemplo del comisario Aldo Pastore, y encerrarse en sus respectivas comisarías a jugar voley. 
 
Ya durante uno de los fastuosos “operativos” contra el grupo guerrillero, montado entonces por el gobierno de Fernando Lugo, los insurgentes habían denunciado que habían estado buscando ellos a la policía y no los pudieron encontrar por su zona.

En tanto la leyenda del EPP crece entre los proletarios, que empiezan a verlos como liberadores de sus vidas miserables, los voceros de la oligarquía persisten en su inútil empeño de hacer retroceder el reloj de la historia.

Un empeño tan inútil que le imponen sus amos del norte, como el que los dioses habían impuesto a Sísifo. 
 
Cuenta Albert Camus que Sísifo fue condenado a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso.
 
 Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.

Es lo que el imperio a encomendado a los dinosaurios paraguayos, insólitos testigos de otras épocas, que hoy intentan seguir resistiendo a la inexorable marcha de la historia. 
 

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