Pablo Gonzalez

Nicaragua: María Dolores Vado, madre del héroe y mártir sandinista, Alejandro García Vado.

Los sandinistas, si nos cierran las puertas, nos metemos por las ventanas”

Aunque ubicada en el mismo solar en la bella ciudad de San Marcos, la casa no era la misma en la que estuve de visita hacía cuarenta y tantos años atrás, pues esta ya no se ajustaba a las características tradicionales de las viviendas de la “pobretería” de los pueblos de la Meseta caraceña. 

Sin embargo, mi amable guía, la compañera Paola Vázquez, no dudó correr desde afuera la pesada verja de acceso.

La puerta de recia madera estaba abierta, seguramente porque minutos antes nos habíamos anunciado por teléfono.
Adentro encontramos a una ancianita menudita de cara alegre, adornada con una bella sonrisa que nos invitó amablemente a sentarnos en los muebles de su sala. 

Desde la pared, la foto en blanco y negro ampliada y enmarcada de Alejandro García Vado, su hijo, parecía dominar la escena y más adelante, también se me figuró que nuestro hermano tomaba parte activa en la conversación, observándonos desde la eternidad del panteón de los héroes, acompañando con su etérea presencia el hermoso testimonio que nos concedería aquella tarde de marzo su bella, valiente y consecuente madrecita
La maestra de generaciones de jóvenes de muchas comunidades rurales del Departamento de Carazo, el Caribe norte y de otros rincones del país como nuestra bella Isla de Ometepe, licenciada (le gusta más el “compañera”), doña María Dolores Vado, inició la conversación luego de mi breve presentación como amigo y compañero de estudios del héroe y mártir de la Revolución Popular Sandinista, Alejandro Antonio García Vado.

Me extendió un legajo de documentos amarillentos por el tiempo pero excelentemente conservados por doña Dolores Vado, la maestra Lolita. 

Eran poemas, escritos literarios y propaganda política hecha en rudimentarias impresoras manuales clandestinas de los aciagos años setenta, además de recortes de periódicos y una copia a máquina de aquél cuento maravilloso escrito por Alejandro con el cual él, siendo estudiante de la Escuela Normal de Varones de Jinotepe, había ganado el concurso de narración de ese año, promovido por la cátedra de Idioma y literatura de ese centro educacional.

Aunque parece que ya había escuchado antes la anécdota, se emocionó al yo contarle como su hijo, aquél muchacho adolescente, menudo, moreno e inteligente, me había develado su espíritu generoso, pues al verme tan triste por haber perdido el primer lugar del certamen (habiendo yo participado con una narración de la que ahora no recuerdo ni su título) me regaló el original de su cuento recién laureado, diciéndome mientras me abrazaba: “Tómalo hermano, porque es tuyo, te lo ganaste”.

Aunque la biografía de Alejandro García Vado es ya bastante conocido dentro y fuera del Sandinismo, les prometo escribir amplia y profundamente sobre su integración política y militar al Frente Sandinista de Liberación Nacional, su amor por los desposeídos y sobre su precoz inclinación literaria. 

Hoy les voy a hablar de su mamá, su maestra, la que guio a Alejandro por los caminos de la bondad cristiana que luego lo llevarían a descubrir su vocación revolucionaria sandinista, su conciencia de clase.

Doña María Dolores Vado García nació en Belén, Rivas y muy joven se trasladó a la ciudad de San Marcos a estudiar magisterio internada en la entonces Normal de señoritas de esa bella ciudad.

 Se gradúo de maestra de educación primaria a los 16 años y por estar, como dice ella, en una “lista negra” le fue negado la posibilidad de impartir clases durante el largo periodo de cinco años de servicio social en zonas urbanas.

Entonces ella pidió que se le enviara al destino más alejado de entonces: Las riveras del Rio Coco o Wanki donde conoció a un maestro sanmarqueño, el profesor Julio García con el que contrajo matrimonio.

En Waspán empezaría, aun en el vientre de su madre, la singular historia de Alejandro. La maestra Lolita decidió junto a su marido, a pesar de la prohibición expresa de las autoridades, regresar al Pacifico ante las dificultades para dar a luz con seguridad en aquella paupérrima, bastante insana y casi olvidada región del caribe norte de nuestro país. 
Eran los inicios de los años sesenta y la dictadura militar somocista estaba más fuerte que nunca.

Luego de procrear a su primogénito Alejandro en el hospital Santiago de Jinotepe, pidió ser reubicada junto a su marido en la Isla de Ometepe, siempre como maestra rural de donde dos años después tuvieron que salir apresuradamente al infectarse su pequeño niño de tifoidea. 

Al lograr sanar a Alejandro, regresaron a Waspán donde iniciarían un periplo de varios años por las comunidades misquitas y mayagnas del rio Wanki y los llanos del Caribe Norte.

Tras de la maestra Lolita, marcharían hacia esas zonas dos de sus hermanas que el paso del tiempo formarían sus propias familias, casándose con dos hermanos.

Sin ella sospecharlo, la tragedia y el dolor -que serían una constante en la vida de la maestra Lolita- se cernían sobre su ya azarosa existencia.

Años después de su llagada a Waspan, su hermana, Conchita Vado casada con un antiguo colaborador de la guerrilla del General Sandino en el Rio Coco o Wanki, de apellido Coleman sufrió la pérdida de sus tres hijos, Fernando, Guadalupe y Reinaldo, quienes fueron denunciados como miembros del Frente sandinista, apresados por la GN y defenestrados desde un helicóptero sobre las montañas de Mokorón. 

Sus cuerpos nunca fueron encontrados.

A principios de los años ochenta otro sobrino de la maestra Lolita, hijo de otra de sus hermanas (casada con un hermano de Francisco Coleman), piloto de combate de las FAS-DA, perdería la vida en el enfrentamiento contra la Contrarrevolución mercenaria.

 El cadáver del piloto sandinista Néstor Coleman Vado fue rescatado por las fuerzas especiales del EPS y el MINT un mes después de su caída, en medio de cruentos combates.

En esa racha fatal, un cuñado de la maestra Lolita, militante del Frente Sandinista, fue apresado y asesinado también por la genocida guardia nacional en el Departamento de Rivas

Un dato curioso contado por la maestra, es que su hijito Alejandro, debido a lo inhóspito de las comunidades donde la maestra Lolita impartía clases, fue criado en sus primeros años por muchachas misquitas, bajo la supervisión de las monjas amigas del Convento de San Agustín y sus primeras palabras fueron pronunciadas en misquito y no en español.

Al volver a Carazo, la maestra Lolita trabajó en escuelas rurales de los municipios de Jinotepe, El Rosario Y La Paz, mientras su hijo Alejandro, aun adolescente, empezaba a visitar las humildes casas de los comunitarios en una obra temprana de evangelización, la misma que pronto haría que la maestra Lolita decidiera volver a la Costa Caribe, donde acompañaría a su hijo en ese proyecto cristiano.

La maestra Lolita, sin dejar de educar, continuo sus estudios universitarios y precisamente en la Universidad es donde es contactada por el Frente Sandinista, a través del entonces rector de la Universidad Politécnica, David Macfield. 

Le encomiendan la tarea de encontrar colaboradores y casas de seguridad para los clandestinos del Frente en la ciudad de San Marcos. 

Entretanto su hijo, Alejandro, sin ella saberlo ya colabora secretamente con la Organización revolucionaria y pronto se entregara de lleno al cumplimiento de las misiones encomendadas por el Frente Sandinista.

La cercanía y complementación entre madre e hijo sería total al realizarse una reunión de importantes cuadros clandestinos en su casa de San Marcos, una reunión de Unidad donde participan, entre otros, el Comandante Pedro Arauz Palacios y los hoy traidores a la causa, Jaime Wheelock Román y Manuel Salvatierra. 

Ahí estuvo presente, el jovencito de apenas quince años, Alejandro Gracia Vado que por entonces ya era militante sandinista con responsabilidades importantes dentro del trabajo político militar y organizativo del FSLN en el Departamento de Carazo.

Para entonces doña Lolita ha procreado una familia de cuatro hijos y ya se ha separado de su marido, “por incompatibilidad ideológica”, como ella remarca.

Por esos días la GN secuestra a su pequeña hija y sólo la entereza y valentía de la maestra Lolita le ayuda a exigir y lograr su liberación de la cárcel de Masaya. El país vive para entonces tiempos de lucha insurreccional y enorme represión por parte de la dictadura somocista.

El diez de marzo de 1979, su hijo Alejandro es capturado por la GN al sur de la ciudad de Jinotepe, torturado y asesinado y su cadáver es encontrado más tarde por la familia García Vado en la tristemente célebre “cuesta del plomo” de Managua.

Un golpe demoledor para doña María Dolores, pero que no la alejaría de su amor y entrega a la Revolución Popular Sandinista, que menos de cuatro meses después triunfaría en Nicaragua.

Después del 19 de julio de 1979, la maestra Lolita se integra a la dirección departamental de los CDS, para finalmente pasar a las filas, durante diez largos años, del Ejército Popular Sandinista.

La dura derrota electoral del Sandinismo en el noventa, renueva el compromiso de doña María Dolores con el pueblo y el FSLN y a la par que sobrevive los difíciles tiempos del neoliberalismo, dirige desde entonces a las madres de héroes y mártires del departamento de Carazo, organizadas por el Frente Sandinista.

La vida de esta ejemplar mujer sandinista es el reflejo de la difícil y abnegada existencia de todas las madres de héroes y mártires sandinistas, que a su vez son la reserva moral del Frente Sandinista, ayer, hoy y siempre.

Con una sonrisa en los labios ella misma resume su larga, agotadora y sacrificada existencia con una frase tomada a su manera de una popular canción revolucionaria de los años setenta que tal vez le ha ayudado a sortear pequeños y grandes obstáculos en su vida:

“Soy sandinista y el sandinista si le cierran las puertas, se mete por la ventana”.

Edelberto Matus.

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