Una investigación exhaustiva publicada por el diario estadounidense The Washington Post revela que las rutas atacadas en el Caribe como parte de una «guerra decisiva» contra el narcotráfico que amenaza a Estados Unidos, no transportan fentanilo hacia EE.UU. como afirma Donald Trump, sino cocaína y marihuana hacia Europa y África.
Peor aún, los ataques han resultado en ejecuciones extrajudiciales de decenas de personas, muchas de ellas simples pescadores sin vínculos con el crimen organizado.
La Casa Blanca ha autorizado al menos seis ataques contra lanchas rápidas venezolanas desde septiembre, matando a docenas de individuos que Trump califica de «narco-terroristas».
En un discurso dirigido a altos mandos militares en septiembre, el presidente afirmó: «Cada barco mata a 25,000 personas en promedio… Están llenos de bolsas de polvo blanco, principalmente fentanilo y otras drogas».
Pero esta afirmación no resiste el escrutinio. Funcionarios estadounidenses, internacionales y locales consultados coinciden en que la ruta entre Venezuela y Trinidad y Tobago —donde se concentran al menos la mitad de los ataques— no es un corredor para opioides sintéticos como el fentanilo, que causa el 69% de las muertes por sobredosis en EE.UU.
En cambio, según las fuentes citadas por The Washington Post, sirve como punto de transbordo para marihuana (80% del tráfico) y cantidades menores de cocaína dirigidas a mercados europeos y africanos, no estadounidenses.
Un alto funcionario de seguridad nacional de EE.UU., al revisar documentos internos sobre los ataques, concluyó: «Esto no se trata de terroristas. Se trata de Venezuela y un cambio de régimen».
La Casa Blanca se negó a proporcionar evidencia que respalde las afirmaciones de Trump, y videos aéreos compartidos por la administración no muestran bolsas de drogas en los barcos destruidos.
Lo más alarmante son las víctimas: no «criminales despiadados», sino hombres comunes y pobres empujados a la desesperación o simples pescadores.
En el primer ataque reconocido 11 hombres murieron en septiembre.
Sin embargo, familiares de las víctimas, que no niegan el contrabando de marihuana y cocaína hacia Trinidad, rechazan categóricamente los lazos con el Tren de Aragua, la banda que Trump acusa de orquestar el tráfico. «Los conocía a todos.
Ninguno tenía nada que ver con Tren de Aragua. Eran pescadores que buscaban una vida mejor», declaró un familiar anónimo por temor a represalias, según señala el editorial.
Asimismo casos individuales ilustran la tragedia humana. Chad Joseph, de 26 años, fue uno de los seis muertos en un ataque el 14 de octubre.
Su madre, Leonore Burnley, una residente de Trinidad, recibió la noticia por teléfono de su hermano pescador. «No era traficante de drogas.
Chad era un buen chico; cualquier cosa que quisieras él ayudaba; era un niño cariñoso», relató Burnley, furiosa por la falta de juicio y la imposibilidad de recuperar el cuerpo para un entierro digno.
El senador demócrata Jack Reed ha calificado estos ataques como una «violación flagrante de la ley», advirtiendo que arriesgan una guerra no deseada con Venezuela.
Los golpes en el Caribe no impactan el flujo de fentanilo, pero sí escalan tensiones geopolíticas, posicionando fuerzas estadounidenses para intentar cercar y presionar al gobierno de Nicolás Maduro a quien Trump acusa sin pruebas de liderar el «Cártel de los Soles».
Es evidente que la lucha contra el narcotráfico de Trump no es más que una cortina de humo para políticas agresivas de cambio de régimen.
Al sacrificar vidas inocentes en nombre de mentiras, la administración estadounidense no solo erosiona la credibilidad de EE.UU., teniendo en cuenta que no ha logrado sumar adeptos a esta “campaña caribeña” contra Venezuela, sino que perpetúa una política rancia de dominación imperialista e intervencionismo abanderada claramente por la Doctrina Monroe.
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