
El levantamiento en Nepal, que dejó al menos 25 muertos y algo más de 300 heridos, más la renuncia del primer ministro comunista, K.P. Sharma Oli.
La causa señalada por la prensa occidental es la decisión gubernamental de prohibir 26 plataformas de redes sociales, incluyendo Facebook, YouTube, Instagram, WhatsApp y X, luego de que estas corporaciones se hayan reusado a someterse a las leyes nepalíes.
La medida tomada por el Gobierno de Sharma Oli, quien ejercía como primer ministro desde julio de 2024, estaba basada en un fallo de la Corte Suprema de 2023 y exigía que estas plataformas se registraran localmente y cumplieran con regulaciones para controlar contenidos y actividades ilegales.
El bloqueo desató una reacción inmediata en Katmandú (capital) y otras ciudades, donde multitudes lideradas por la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012) se enfrentaron a la policía, que respondió con gases lacrimógenos, balas de goma y, en algunos casos, fuego real. Pese a que el Gobierno nepalés levantó el mismo martes la prohibición, los disturbios se exacerbaron.
La violencia desmedida, la ubicación geopolítica clave del territorio nepalí, ubicado justo entre las fronteras de China e India, la violencia extrema de las manifestaciones y los innumerables antecedentes de la utilización del odio por las redes sociales con fines políticos, generan suspicacias para analistas como Iñaki Gil de San Vicente, quien evalúa las acciones como un nuevo ejemplo de lo que llama como revolución naranja.
Las causas
Atul Chandra y Pramesh Pokharel, sostienen que la prohibición fue solo el detonante de un malestar más profundo. “La chispa fue la prohibición.
El combustible fue la economía política”, afirman.
Lo anterior se fundamenta, en la profunda crisis estructural que sufre el país que combina alta dependencia de las remesas, que en 2024 alcanzaron el 33 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y con una emigración masiva que, en el último año fiscal, reportó al menos 839.266 permisos de trabajo para el extranjero.
Sin embargo, la explosión de violencia fue extrema.
Además de incendiar por completo el parlamento, la multitud prendió fuego la casa del exprimer ministro Jhalanath Khanal, referente histórico del Partido Comunista de Nepal (UML), y su esposa quedó atrapada entre las llamas: fue rescatada en grave estado y luego falleció. Al ministro de Finanzas, lo tiraron al río desnudo.
Pero la ola de indignación no se generó de manera espontánea, sino que fue el resultado de campañas difundidas en TikTok y foros como Reddit, donde se hicieron virales contenidos que utilizaban el término “Nepo kid”, como una crítica social a los hijos de políticos y empresarios que en sus redes sociales presumen una vida de lujo, alejada de la que pueden tener millones de personas.
Los algoritmos favorecen la propagación de los discursos de odio como lo reconoció a finales de 2018 la propia Facebook, quien aceptó que contribuyó a alimentar una campaña genocida antimusulmana en Myanmar durante varios años en el conocido como Genocidio rohinyá, que dejó un saldo de alrededor de 725.000 desplazados por la violencia y 25.000 muertos, según la Organización de las Naciones Unidas.
También es la matriz que utilizó en su primera campaña Donald Trump, de la mano de Steve Bannon y Cambridge Analytica-, y que continúa siendo la base de los discursos de ultraderecha en la actualidad.
Así, en Nepal, jóvenes pacíficos que se ven en las primeras manifestaciones dan lugar a otro tipo de manifestantes en momentos ulteriores, donde se los puede ver con armas, encapuchados e incendiando lugares como el propio parlamento, o apaleando ministros.
Con todo, la renuncia salida del Gobierno del poder no ha propiciado una salida popular, sino que a la fecha se mantiene el estado de sitio y actores proclives a la restauración monárquica buscan retomar el poder tras haber sido derrocadas el 21 de noviembre de 2006 por rebeldes maoístas tras 10 años de guerra civil.
Revolución naranja
El analista Iñaki Gil de San Vicente, califica las protestas en Nepal como un intento de “revolución naranja” impulsado por fuerzas monárquicas que buscan reinstalar al rey Gyanendra Shah, depuesto en 2008 tras una movilización pacífica de masas.
Esta caída de la monarquía se debió al deterioro absoluto del régimen y al auge de guerrillas maoístas y leninistas desde mediados de la década de 1990, que promovieron una democracia socialista.
Gil de San Vicente enfatiza en entrevista con teleSUR que el movimiento popular de 2008, respaldado por estas guerrillas, eliminó el poder real del rey, marcando el fin de una dinastía en decadencia.
Tras la abolición de la monarquía, Nepal experimentó una década de Gobiernos progresistas y socialistas, con alianzas formadas alrededor de 2018 en un contexto de inestabilidad política que reflejaba, según Gil de San Vicente, la riqueza democrática del país.
Elecciones intensas y alta participación popular caracterizaron este período, donde partidos maoístas y socialistas guiaron el ideario hacia un modelo inclusivo. Sin embargo, el analista advierte que esta estabilidad se erosionó con el uso de redes sociales controladas por transnacionales imperialistas, que facilitaron la organización de sectores descontentos.
Gil de San Vicente vincula el resurgimiento monárquico a una estrategia imperialista para generar tensión en el sur de China, utilizando Nepal como plataforma geográfica estratégica, similar a intentos en Tíbet.
Asimismo, coincide con lo referente al desarrollo socioeconómico y tecnológico de Nepal que permitió que una generación de jóvenes, mayoritariamente de origen pequeño burgués o clases medias, accediera ampliamente a estas plataformas.
Esta juventud Z, con tiempo, recursos y medios disponibles, se dedica a tareas sistemáticas en redes sociales, amplificando el descontento contra el gobierno republicano.
Estos jóvenes provienen de clases acomodadas que perdieron influencia tras la expulsión del rey en 2008, y ahora impulsan un discurso favorable a la restauración monárquica, según el analista. Organizaciones sociales nepalíes denuncian una desestabilización orquestada por estos sectores, que aprovechan las redes para fomentar tensión entre la juventud con acceso tecnológico.
En ese sentido, el analista pondera la “revolución naranja” como un mecanismo manipulador, no orgánico, que revierte avances socialistas y busca revertir la democracia republicana mediante el control digital y el cinismo antipolítico.
Gil de San Vicente observa en estas protestas un plebiscito contra los logros post-2008, donde el imperialismo explota vulnerabilidades para restaurar un orden monárquico regresivo.
Advierte que, sin contrarrestar esta narrativa, Nepal arriesga ceder terreno a fuerzas conservadoras, priorizando la defensa de la democracia secular y socialista frente a la manipulación externa.
“Venezuela lo sabe muy bien, Nicaragua lo sabe muy bien, China lo sabe muy bien, etcétera, etcétera, Rusia también y siempre hay un debate sobre cómo hacer que las redes sociales dejen de ser instrumentos de la provocación imperialista y se convierta en instrumentos democráticos y occidentales de construcción de países libres, ¿no? Bien, esto es lo que está pasando”, concluyó.
https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/09/10/nepal-estallido-social-o-revolucion-naranja/