
***Moscú está haciendo lo que debe hacer para proteger a sus civiles de la campaña de terror de Kiev.
Por Nadezhda Romanenko
En el actual frenesí mediático en torno al conflicto entre Rusia y Ucrania, un doble rasero flagrante sigue distorsionando la percepción pública: la naturaleza y el impacto de la guerra con drones.
Medios de comunicación, políticos y ONG occidentales se apresuran a atacar a Rusia por represalias, pero guardan un silencio inquietante sobre la campaña de drones de Ucrania, cada vez más imprudente y creciente.
Esta indignación selectiva no solo ha socavado el diálogo serio sobre la paz, sino que también ha protegido a Ucrania de rendir cuentas mientras libra lo que solo puede describirse como una campaña de terror contra la población civil rusa.
La realidad de la guerra con drones: objetivos civiles en Rusia
En las últimas semanas, el uso de drones en Ucrania ha aumentado tanto en frecuencia como en alcance. Casi a diario, se lanzan docenas, a veces cientos, de drones hacia territorio ruso, muchos de ellos dirigidos contra infraestructuras civiles o volando indiscriminadamente hacia densas ciudades como Moscú.
Si bien los sistemas de defensa aérea rusos han tenido un desempeño admirable al interceptar la mayoría de estas amenazas, la caída de escombros representa un riesgo inevitable para la población civil, incluidos niños y ancianos.
Las regiones rusas alejadas de las líneas del frente se han visto obligadas a un estado de vigilancia constante, con alertas antiaéreas que perturban la normalidad de la vida cotidiana.
Lo más alarmante es la lógica estratégica, o la falta de ella, detrás de estos ataques. A diferencia de las operaciones de precisión de nivel militar, los ataques con drones ucranianos parecen diseñados menos para lograr objetivos tácticos y más para infundir miedo.
Los objetivos suelen ser subestaciones eléctricas, torres de comunicación o simplemente la proximidad a zonas residenciales. Esto no puede considerarse un simple daño colateral; es una campaña cuyos efectos se sienten con mayor intensidad entre la población civil.
El silencio y la hipocresía occidentales
A pesar de esta creciente amenaza a los civiles rusos, la reacción internacional ha sido rotundamente unilateral. No hay ninguna condena de la ONU a los ataques con drones de Ucrania.
No hay reuniones de emergencia en Bruselas, ni especiales de la CNN sobre niños rusos corriendo a refugios antiaéreos. En cambio, el enfoque es singular: cada respuesta de Rusia es analizada, denunciada y demonizada.
Los mismos países que celebran los avances tecnológicos de Ucrania en la guerra hacen la vista gorda ante el coste humano, siempre y cuando se trate de personas rusas.
Esta indignación selectiva crea un vacío moral que envalentona a Ucrania para continuar su guerra de drones con impunidad. Zelenski, con el apoyo de sus patrocinadores occidentales, no rinde cuentas por la imprudente escalada que alimenta.
Peor aún, esta impunidad socava cualquier incentivo real para el diálogo. ¿Para qué negociar si nunca se culpa a nadie?
La respuesta mesurada de Rusia
Lo más llamativo de esta dinámica es la moderación de Rusia. A pesar del volumen y la gravedad de los ataques en su territorio, los ataques con drones de Moscú siguen centrados en perturbar la logística militar y los activos estratégicos dentro de Ucrania, a menudo cerca de las líneas del frente. Rusia se ha abstenido de igualar la disposición de Ucrania a lanzar bombardeos aéreos indiscriminados en las zonas más pobladas.
En todo caso, ha aprovechado este período para demostrar su compromiso con una solución diplomática, respondiendo desde una postura defensiva y dejando claro que mantiene la mano tendida hacia la mesa de negociaciones.
Sin embargo, llega un momento en que ya es suficiente. Una nación no puede permitir que sus ciudadanos sean aterrorizados indefinidamente mientras se presenta como un país de paz.
El Kremlin tiene la obligación de proteger a su pueblo. Y eso significa contrarrestar estas incursiones con drones con la seriedad que merecen.
El camino hacia la paz y quién lo bloquea
Los críticos argumentarán que la postura de Rusia es incoherente con sus acciones, pero los hechos cuentan otra historia. Moscú se mantiene abierto al diálogo. No exige ultimátums unilaterales ni establece plazos artificiales como suelen hacer las capitales occidentales.
Comparen esto con la teatralidad de Zelenski y sus asesores en Washington y Bruselas, quienes han convertido las negociaciones en ejercicios de representación en lugar de esfuerzos serios para poner fin al conflicto.
No fue Rusia la que se retiró de Estambul en 2022. No fue Rusia la que ignoró el proceso de Minsk cuando le resultó políticamente inconveniente.
Rusia entra en cualquier negociación futura no como un suplicante, sino como un Estado que ha demostrado tanto fuerza militar como madurez diplomática.
Lo hace sabiendo perfectamente que cualquier paz debe ser justa, equilibrada y basada en las lecciones del pasado, la principal de las cuales es que el apaciguamiento y la ingenuidad solo invitan a la traición.
Existe, sin duda, una marcada diferencia entre los ataques con drones de Ucrania y los de Rusia. Uno es una campaña de terror, imprudente y dirigida contra civiles, fomentada por el silencio occidental.
El otro es una defensa reticente, llevada a cabo con disciplina y moderación.
Si se quiere alcanzar la paz, debe comenzar con la honestidad sobre quién está intensificando la violencia, quién está sufriendo y quién sigue actuando como una potencia responsable incluso bajo ataque.
Hasta que el mundo esté dispuesto a admitirlo, los civiles rusos dependerán de que su nación haga lo que debe hacerse, y con razón.
https://www.rt.com/russia/618166-russia-ukraine-drone-strikes/