***Sindicatos panameños y medios latinoamericanos hicieron esta semana una seria denuncia según la cual los Estados Unidos estarían escalando su presencia militar en nuestra región utilizando a Panamá como base.
En el contexto actual de tensiones internacionales que ponen al mundo al borde de una tercera guerra mundial, estas advertencias deben ser tomadas con toda la seriedad que merecen.
Este lunes, la Central Nacional de Trabajadores de Panamá (CNTP) denunció la presencia de aviones militares de Estado Unidos estacionados en el aeropuerto de Howard, en las afueras de la capital.
Por su parte, la agencia Prensa Latina constató que hacía más de una semana aeronaves del tipo C-17 Globemaster III, helicópteros Sikorsky UH-60 Black Hawk y BellUH-1H estaban basificados en el Aeropuerto Internacional Panamá Pacífico.
Asimismo, en el Aeropuerto Internacional de Tocumen desde hace años se han observado aeronaves militares de gran tamaño del tipo C-17.
Fuentes de inteligencia señalan que recientemente hizo escala en Panamá una flotilla de aviones militares de la Fuerza Aérea (USAF), supuestamente para continuar hacia Brasil para participar en el ejercicio conjunto “CRUZEX”. Sin embargo, se observaron varios de estos aviones realizando vuelos sobre territorio panameño. Entre estos, habían varios aviones de combate F-15 C Eagle.
Asimismo, el Canal de Panamá es utilizado con frecuencia por el Comando Sur para el desplazamiento de buques de guerra y submarinos.
Desde hace años, en la base Howard opera tras la fachada de un centro de abastecimiento regional de ayuda humanitaria de varias agencias. Las aeronaves norteamericanas realizan vuelos sospechosos en territorio panameño hacia la zona de Darién con el pretexto de “trasladar ayuda humanitaria” con helicópteros, aviones C-17 y Glob Master III.
La CNTP calificó la movilización de equipo y personal castrense estadounidense de "muy extraña y muy encubierta", señalándola de violar "flagrantemente la neutralidad y soberanía nacional" a través de "un coordinado secretismo entre el Gobierno, la embajada estadounidense y las corporaciones mediáticas".
Todo indica que la administración Biden ha dado luz verde para que el Comando Sur y las agencias de inteligencia de los Estados Unidos desarrollen operaciones ilegales partiendo de sus capacidades militares en el territorio del pais canalero, incluyendo la presencia de aeronaves de combate con armamento real y de guerra electrónica en el país istmeño.
Esto es consistente con el nombramiento el 8 de noviembre de Alvin Hosner como nuevo jefe del Comando Sur de Estados Unidos a pesar del resultado de las elecciones del pasado 5 de noviembre que le dieron la victoria a Donald Trump.
Asimismo, también es consistente con una serie de medidas tomadas en estos días por la agonizante administración Biden, como el aumento de las partidas militares a Ucrania y el permiso para que este país lance misilies ATACMS y Storm Shadow en las profundidades del territorio ruso, tratando así de impedir una solución negociada al conflicto en esa región prometida por Donald Trump, que debe asumir la presidencia el 20 de enero.
No se debe olvidar que el futuro Secretario de Estado de Donald Trump es el senador Marco Rubio, con estrechos lazos con la mafia anticubana de Miami, enemiga jurada de gobiernos latinoamericanos como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, y tiene deudas con los poderosos círculos neoconservadores de la era Bush-Cheney, responsables de la oleada de guerras que asoló al mundo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, entre ellas las de Afganistán e Irak.
Aunque en tiempos recientes se ha ido acercando al discurso aislacionista y proteccionista de Trump (”América Primero”), sobre todo en lo que respecta a la guerra en Ucrania, Rubio no es un hombre de la total confianza del próximo inquilino de la Casa Blanca.
En todo caso, dados sus orígenes y lealtades, Marco Rubio tendría muchas dificultades para cambiar una política hemisférica diseñada de antemano por el “estado profundo” y que claramente establece que las prioridades de Estados Unidos en América Latina son contrarrestar la influencia de China y Rusia, y asegurarse los recursos estratégicos energéticos, mineros e hídricos de nuestra región.
La presencia militar estadounidense en Panamá en estos momentos no es gratuita, tomando en cuenta el deseo expreso de EEUU de imponer un “cambio de régimen” en países como Cuba y Venezuela, contra los que podría lanzar todo tipo de actos terroristas e incluso aventuras militares, así como los retos geopolíticos que suponen la creciente entrada de nuestra región en la multipolaridad.
En estos mismos días, en Perú, se inauguró el puerto de aguas profundas de Chancay, el mayor de América del Sur, mientras que en Nicaragua el Comandante Daniel Ortega Saavedra anunció una nueva ruta para el futuro Canal Interoceánico que vendrá a reemplazar al Canal de Panamá y que se ha venido construyendo en la práctica a través de proyectos para dos puertos de aguas profundas y un gran aeropuerto de carga comercial en el centro de ese país.
Las obras de Chancay en Perú y del Canal Interoceánico en Nicaragua son estratégicas para el proyecto chino de la Ruta de la Franja y la Seda, que consiste en diseñar una nueva arquitectura del comercio mundial.
Por otro lado, no se debe olvidar la red de bases militares estadounidenses a lo largo y ancho de nuestra región.
A finales del 2022, Estados Unidos tenía instaladas por lo menos 12 bases militares en Panamá, 12 en Puerto Rico, 9 en Colombia, 8 en Perú, 3 en Honduras, 2 en Paraguay y otras en Aruba, Costa Rica y El Salvador.
Según el sindicato panameño, la movilización de aeronaves y tropas estadounidenses en ese país es contraria a la proclama de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, hace 10 años, que declara la región como «zona de paz», eliminando para siempre las intervenciones extranjeras y estableciendo la obligación de no intervenir directa o indirectamente en los asuntos internos de otros Estados.
Efectivamente, mientras que Estados Unidos como un zombi persigue su agenda de la Doctrina Monroe a las puertas de una tercera guerra mundial e independientemente de la administración gobernante en Washington, gobiernos como el de Panamá actúan como meros peleles del país del norte, exponiendo a su población y a las de sus países hermanos a graves riesgos.
Es hora de denunciar estas maniobras para evitar que en esta coyuntura álgida para la humanidad nuestra región sea ensangrentada por los intereses imperiales.
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