*****El 28 de mayo, la administración Biden, por medio de la Oficina de Control de Activos Extranjeros, lanzó con bombos y platillos una serie de medidas hacia Cuba que son presentadas como un avance hacia la normalización de las relaciones con la isla socialista, sometida desde hace más de seis décadas a un bloqueo económico estadounidense sin precedentes en la historia.
Las medidas, que provisionalmente habían sido anunciadas hace ya casi dos semanas como parte de una supuesta revisión de la política estadounidense hacia la isla, habían generado fuertes expectativas entre diversos sectores comprometidos con la (crispada, por decir lo menos) carrera electoral en ese país, no solamente entre los que promueven las políticas anticubanas como la congresista republicana María Elvira Zalazar, sino también con otros sectores opuestos a las mismas, vinculados al partido demócrata.
El conjunto de medidas abarca desde el restablecimiento de vuelos comerciales a varias ciudades cubanas, que desde agosto de 2020 solo llegaban a La Habana, hasta la suspensión del límite de 1.000 dólares por trimestre a las remesas y el levantamiento de restricciones para que las empresas privadas cubanas tengan acceso a servicios bancarios estadounidenses.
Asimismo, el gobierno de Biden anunció el apoyo a un acceso amplio a Internet en la isla, así como permitir envíos de remesas a personas que no sean de la familia.
Sobre el sentido de las medidas, el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, dijo que "nos aseguraremos de que las remesas fluyan más libremente hacia el pueblo cubano, sin enriquecer a quienes perpetran abusos contra los derechos humanos".
Es decir que los Estados Unidos, al no abandonar sus ambiciones de "cambio de régimen" en la isla, difícilmente pueden presentar el paquete de la administración Biden como un intento por "normalizar" las relaciones con un Estado al que llevan más de 60 años buscando someter y que desde la concepción de las doctrinas Monroe y del Destino Manifiesto siempre han considerado como de su propiedad.
En una reciente entrevista con el periodista Ignacio Ramonet, el presidente cubano Miguel Díaz Canel reiteró la voluntad de Cuba de tener relaciones normales con Estados Unidos, "...con diferencias ideológicas, que siempre las vamos a tener, pero una relación civilizada entre vecinos, donde podría haber cooperación, intercambio económico, comercial, científico, financiero, cultural, en todos los ámbitos de la vida. Podría ser una relación normal, como la tiene Estados Unidos con otro grupo de países que no comparten tampoco sus posiciones", puntualizó.
Canel recordó que "a fin de cuentas, en el bloqueo (de Washington contra La Habana) hay una relación, digamos, unilateral: Cuba no ha afectado a Estados Unidos, Cuba no ha tomado ninguna medida en contra el gobierno norteamericano...
El Gobierno de los Estados Unidos fue el que impuso de manera unilateral el bloqueo, por lo tanto, es el que tiene de manera unilateral que quitar el bloqueo".
El bloqueo es un tema fundamental en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y es una realidad que ha afectado al pueblo cubano desde 1962, hace más de 60 años: Todo aquel que intente comerciar con la isla, sea de la nacionalidad que sea, está amenazado con sanciones de Estados Unidos.
Todos los buques que desembarcan en Cuba, tienen restricciones para hacerlo en Estados Unidos. Gracias al bloqueo, Cuba no puede acceder a préstamos concesionales de los organismos internacionales, independientemente de las buenas relaciones que pueda tener con terceros países. En un sistema mundial en el que los Estados Unidos controlan las palancas institucionales de las finanzas y el comercio, pueden mantener estas bárbaras medidas extraterritoriales a pesar de la oposición de la gran mayoría de los países.
Si tomamos en cuenta que Cuba se proclamó formalmente independiente en 1902 (algo que los cubanos de la isla no celebran, porque fue una declaración unilateral de los marines tras 3 años y medio de ocupación militar luego de la derrota de los españoles), quiere decir que Cuba ha estado asediada por el bloqueo durante al menos la mitad de su historia independiente.
Otros dirían que la independencia de Cuba empezó en 1959, y que por lo tanto, Cuba ha estado asediada, prácticamente desde el mismo momento en que proclamó al mundo su voluntad de soberanía nacional.
El bloqueo es el símbolo de la guerra no declarada del imperio más poderoso de la historia contra un país pequeño a 90 millas de sus costas por el mero hecho de que ese país quiere ser independiente.
En total desde su instauración en 1962, el bloqueo ha causado pérdidas astronómicas al pueblo cubano:
En seis décadas, a precios corrientes, los daños acumulados suman más de 150 mil millones de dólares, unos 450 millones de dólares mensuales o más de 15 millones de dólares diarios.
No hay país (y mucho menos un país pequeño como Cuba) que pueda enfrentar ese tipo de pérdidas sin ver mermadas sus posibilidades de desarrollo, porque día a día ese bloqueo se traduce en medicinas que no se pueden comprar, en repuestos que no se consiguen, en insumos que llegan en plazos imposibles de predecir, en transacciones monetarias muy difíciles de concretar y al fin y al cabo, en una merma de la calidad de vida de toda la población.
Otro elemento que guarda estrecha relación con el bloqueo es el de la inclusión de Cuba en la lista de países que promueven el terrorismo.
Cuba fue incluida en esa lista por primera vez en 1982 y luego retirada por Obama en 2015, durante un breve período de supuestos intentos de normalización de las relaciones entre ambos países.
En sus últimos 9 días en la Casa Blanca, en enero de 2021, la administración Trump decidió volver a poner a Cuba en ella y al regresar los demócratas a la Casa Blanca, estos todavía no han levantado esta bárbara medida.
Debido a que Cuba está incluida en esa lista, se encuentra efectivamente imposibilitada de acceder a créditos en los bancos internacionales.
El objetivo de esta inclusión es netamente político con el fin de estrangular aún más a Cuba. Ex funcionarios de inteligencia de los propios EEUU reconocen que esto es así.
Una encuesta reciente realizada por la cadena estadounidense NBC News entre miembros de ese grupo que trabajaron en la política hacia Cuba tanto en las administraciones republicanas como en las demócratas, encontró que la “posición de consenso” en la comunidad de inteligencia de Estados Unidos ha sido durante décadas que Cuba no patrocina el terrorismo.
Para hacer frente a tales críticas, a mediados de mayo la administración Biden retiró a la isla de una "lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo", pero paradójicamente la mantuvo en la de los países que lo promueven, que es la verdaderamente significativa desde el punto de vista político, porque es la base para negarle préstamos al país.
En resumen, en lo que respecta al fondo de las relaciones entre ambos países, se puede decir que las medidas de la administración Biden no constituyen un paso adelante, ya que se mantiene el objetivo de cambio de régimen hacia Cuba y no se ataca en nada la existencia y vigencia del bloqueo.
El gobierno cubano aseguró que estudiaría cuidadosamente esas medidas y no se opondría a ninguna que significase un alivio, aunque solo fuese para una parte de la población cubana.
Sin embargo, señaló que según Oficina de Control de Activos Extranjeros, el objetivo de las medidas sería el de favorecer al sector privado en Cuba, lo que no resiste el menor análisis.
El hecho es que el papel del mercado y de la empresa privada han formado parte del debate en la sociedad cubana desde hace ya varias décadas, sobre todo con el advenimiento del denominado "período especial" tras el derrumbe de la Unión Soviética.
En América Latina hay toda una elaboración teórica al respecto que cuenta con autores tan influyentes como Álvaro García Linera en Bolivia y Orlando Núñez en Nicaragua, para no olvidar los grandes esfuerzos dedicados en Cuba al estudio del tema, entre otros por el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial.
Para nadie debería ser un secreto que desde hace varios años se han adoptado una serie de medidas, ampliamente debatidas con toda la población, para integrar la actividad económica privada, cooperativa y asociativa con la economía estatal, que de hecho forman parte de un todo integrado.
"Una vez más, la decisión del gobierno estadounidense descansa en su propia visión distorsionada de la realidad cubana, al pretender separar, artificialmente, al sector privado del sector público, cuando ambos forman parte del sistema empresarial cubano y de la sociedad en su conjunto", constató el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba en un comunicado oficial con el elocuente título de 'Cuba es una sola'.
Según la perspectiva del gobierno cubano, el sector privado en la isla es producto de un amplio diálogo con toda la sociedad y con el propio Estado, y muy poco le debe a las políticas estadounidenses de "máxima presión" y bloqueo de la isla por más de seis décadas.
Algo similar se puede decir del tan cacareado acceso a Internet, que de hecho es coartado y restringido por los propios Estados Unidos. Por ejemplo, ha sido el gobierno cubano, a pesar del bloqueo estadounidense, el que desde hace más de 20 años ha venido montando escuelas de computación en cada municipio del país.
Asimismo, otras de las medidas anunciadas, como las del ámbito financiero, son de dudosa factibilidad, especialmente debido a la inclusión de Cuba en la lista de países promotores del terrorismo que efectivamente le impide a los bancos occidentales abrirle cuentas a los cubanos, sean o no miembros del Gobierno.
En todo caso, el gobierno cubano expresó en su comunicado que "estudiará estas medidas y, si no violan la legislación nacional y significan una apertura que beneficie a la población cubana, aunque solo sea a un segmento, no obstaculizará su aplicación".
La administración Biden sabe muy bien que las medidas anunciadas solo son un gesto vacío para desinformadas graderías en el contexto de serias controversias políticas internas que a su vez son la expresión de la crisis terminal del imperio estadounidense.
"Resolver" el "problema cubano" puede significar una de dos cosas: destruir Cuba o aceptar la realidad de su independencia.
La idea de un derrocamiento del actual sistema y un regreso al poder de las élites que fueron depuestas en 1959 no tiene ningún asidero en la realidad, porque sencillamente llevaría a una guerra civil que se extendería al sur de la Florida y se integraría en la actual guerra civil en ciernes en los Estados Unidos.
Debiendo su carrera política a la representación del Estado de Delaware, uno de los paraísos fiscales más importantes del mundo, Biden es incapaz de hacer otra cosa de lo que demandan los intereses financieros de Estados Unidos y por eso mismo no puede hacer otra cosa que la que está haciendo ahora, es decir, aparentar que está tomando iniciativas con respecto a Cuba, pero en la práctica dejar todo como está y esperar a que el bloqueo siga erosionando a la sociedad cubana.
Recordemos que Biden fue vicepresidente bajo Obama, que a fines de 2014 inició un proceso de diálogo con el gobierno cubano para la eventual normalización de las relaciones con Cuba y que incluso llevó a su visita a la isla y a un sonado concierto de los Rolling Stones en la Tribuna Antiimperialista de La Habana.
Lo más significativo de ese período fue la retirada de Cuba de la lista de países promotores del terrorismo. Ese proceso fue abortado con la llegada al gobierno de Donald Trump en 2016, aunque es dudoso que Hillary Clinton lo hubiese continuado de haber ganado ella la presidencia.
En todo caso, la presidencia de Donald Trump fue un despliegue de anticubanismo desbocado que culminó, unos días antes de terminar su mandato en enero de 2021, y en una clara señal a la derecha anticubana de Miami, de volver a incluir a Cuba en la lista de países promotores del terrorismo.
Su sucesor, Biden, desde ese entonces no movió un dedo para revertir lo hecho por Trump hasta pocos meses antes de estas elecciones de 2024, en las que considera que tiene más que ganar aparentando oponerse a la mafia de Miami que plegándose servilmente a ella.
Obviamente, desde el punto de vista cubano, una victoria de Trump en las elecciones del 5 de noviembre de 2024 promete políticas mucho más violentas de Washington, no solamente retóricas, sino un endurecimiento aún mayor del bloqueo y de las acciones de desestabilización.
Por otro lado, una victoria de Biden no garantiza mucho tampoco, por todas las razones anteriormente apuntadas. Lo cierto es que los Estados Unidos todavía no están listos para plantearse seriamente la "normalización" de las relaciones con Cuba.
La crisis imperial por la que están atravesando debe hacerse todavía más profunda.
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