Pablo Gonzalez

Nicaragua: El espanto, el horror, la muerte

Foto del cruel, vil y atroz asesinato del Teniente de la Policía Nacional, Gabriel de Jesús Vado Ruiz, quien después de haber sido secuestrado, torturado y asesinado, su cuerpo fue quemado en el sector de los tanques de MEBASA de Masaya.

Aquel 18 de abril de hace seis años atrás se enquistó como una fotografía macabra en el almacén de nuestra memoria para el resto de nuestros tiempos y para la inmensa mayoría de la noble ciudadanía de nuestro país.
Fue una tragedia criminal que nunca más puede volverse a repetir y solo los lame sangre del terrorismo suspiran por ello seis años después de aquella pesadilla que a lo largo de tres meses desató, a punta de fusilería pesada, tranques, incendios, asesinato de policías, de civiles, de robos, violaciones, y todo bajo la santificación de algunos obispos y sacerdotes que pretendieron descarrilar nuestra democracia a través de un fallido golpe de estado, cuyo arquitecto y financiero fue el imperio norteamericano, y sus ejecutores, los lacayos nacionales que no entendieron aquello de la no repetición, insistentemente advertida, por un gobierno tolerante que los amnistió, a pesar de la pérdida de vidas humanas, económicas y morales que siempre estarán en nuestra siquis.
Toda esa película de horror que conocemos a profundidad nos deja claro quienes fueron las miserias humanas, los puchos, la charabasca, los indeseables, los descerebrados, los fracasados, las bacterias, los inadaptados y los malos hijos de esta Nicaragua que le levantaron la mano para abofetearla y entregarla como botín al amo extranjero, pero también nos queda muy claro y eso lo celebro y exalto que a pesar de toda la infamia que fueron capaces de ejecutar los mercenarios y terroristas del oposicionismo, lo que prevaleció es que Dios concedió sabiduría para que las más altas autoridades de esta país se llenaran de serenidad, de tolerancia y se arroparan con un alto espíritu de paz para decidir en frío y sin pasiones la reacción que se debía tener para evitar caer en un mal mayor, desprendido del comprensible reclamo de justicia que demandaba todo un pueblo que se sentía indignado, tocado en su orgullo, abusado en su bondad y nobleza y humillado indescriptiblemente por quienes ordenaron ejecuciones contra todo aquel que se llamara sandinista, al que le incendiaron su casa y al que además desnudaron, pintaron, torturaron, quemaron vivo y hasta desaparecieron, como lo hicieron con Bismark Martínez.
Los cobardes que hicieron lo que hicieron y que nunca más volverán a repetirlo, no saben aún agradecer a Dios la libertad que tienen los del montón, los que fueron mandados, porque no comprenden, no entienden -creer que puedan pensar en ello es demasiado- que aquí no es que no se pudo ponerlos en orden en cuestión de dos días o de horas, sino que fue mejor, a pesar de la indignación que causaron, dejarlos correr, porque lo que estaba en sus cálculos no era que su terrorismo los haría vencer, -eso nunca va a pasar- sino que lo buscaban era que el líder sandinista ordenara al pueblo sandinista recuperar la democracia, la paz, la seguridad, la estabilidad, que le habían arrebatado para que entonces sí, la ira, desbordara la circunstancia y se prendiera la luz verde para una intervención directa del imperio o indirecta con los Cascos Azules de las Naciones Unidas, para que alcanzaran su fin; el asalto al poder, que por la imposibilidad de lograrlo por la vía constitucional a través de elecciones, lo que no pudieron antes, ni hoy, ni mañana, porque eso no lo verán nunca en tanto exista ese oposicionismo, porque jamás comprendieron el significado de la amnistía y por ello después de la cárcel, decidida por nuestras leyes, hoy están fuera, muy lejos y en su verdadera patria por efecto de la sabia determinación de poner la basura en su lugar.

Sin embargo, como cantaba desde su irrepetible voz el Príncipe de la Canción, José-José, ya lo pasado, pasado y no nos interesa porque mientras puchilandia se asesina a sí misma, ahogada en un mar de contradicciones, intolerancias y odios entre los de su misma especie, sin que nosotros tengamos que mover un solo dedo para estimularlo, lo que corresponde a un pueblo que sigue siendo noble y digno, es ver hacia el mañana y jamás hacia atrás porque si lo hacemos nos convertiremos en estatuas de sal y tanto ha sufrido nuestra patria, por atarse al fracaso y al pasado, que nadie que tenga sentido común está dispuesto a continuar en lo mismo.

Además del espanto, el horror y la muerte de seis años atrás venimos de enfrentar una situación pandémica letal y que a pesar de la devastación que causó la enfrentamos para vencerla y no ella a nosotros como sucedió en países del llamado primer mundo que colapsaron y no pudieron con ella. 

Lo hicimos con sabiduría armados de nuestro robusto sistema de salud, con un gran ejército de gabachas blancas, pero con la misma tenacidad que derrotamos a los lame sangre que con el apoyo imperial quisieron asaltar el poder el 18 de abril de 2018, pero que no contaron jamás con la fuerza poderosa del estandarte de la paz alzado por la inmensa mayoría del pueblo nicaragüense.

Lo hicimos con el trabajo, la disciplina del nicaragüense de bien que a través de sus acciones solidarias y humanistas desmontó la perversión de los que pretendieron el caos y la destrucción, y a los que pese a todo, no nos cansamos de llamar a incorporarse a la decisión pragmática de la inmensa mayoría de los nicaragüenses que no nos dejamos atrapar por el miedo, que no nos auto secuestramos con cuarentenas que solo saldos negativos generaron al mundo y que en vez de pensamientos innobles invocamos el nombre de Dios que nos ha permita seguir siendo su milagro como fuente de nuestra reconstrucción económica y moral.

La pandemia política del odiovirus ya está reducida y capada en Nicaragua. Es así porque tenemos historia y por tenerla aprendimos de ella y es la que nos muestra que caímos una, cien y mil veces y nunca nos importó porque siempre los inclaudicables nos mantuvimos inflexibles ante la adversidad, jamás nos aceptamos vencidos, porque estamos llenos de honor, de dignidad, de decisión y de una fuerza que siempre nos acorazó para luchar por lo que queremos.

Muchas naciones se han visto invadidas a lo largo de su historia por gente que se vende a intereses mezquinos, por gente que se pone de rodillas ante el poder que los financia, por gente que no tiene claridad, ideología y fortaleza, por individuos que no saben luchar por ideales, pero sí por locuras innobles por la paga que reciben y Gracias a Dios esos, que reducidamente puedan existir en Nicaragua, están vencidos y pagando el precio de sus errores y horrores.

A pesar del odio virus, del COVID-19, de los misiles cobardes que el imperio, sus satélites y peleles nos lanzan, mi país, tu país, el país de todos los nicaragüenses, es un país mejor que el de hace 17 años, mejor que el de hace 50, mejor que el de hace 200 años y eso es gracias a los inflexibles, a aquellos que han buscado la victoria para su nación y eso es lo que les arde a esos cobardes que el 18 de abril, seis años después de su barbarie, se escondieron en sus cuevas porque no ignoran que el pueblo, que sabe que algunos están amnistiados y presos de su propia cárcel, los aborrece por lo lame sangre que continúan siendo y porque persisten desde fuera, desde su verdadera patria, en seguir hablando “miércoles” con el pretendido de que sus mentiras lograran penetrar el granítico deseo de paz y libertad de este pueblo.

Nosotros los que somos parte de una nación que jamás aceptara el fracaso o la capitulación como opción y queremos caminar hacia adelante, no como el cangrejo como los perdedores en el oposicionismo, vemos el horizonte y si volteamos de vez en cuando hacía atrás, porque al fin de cuentas, el ayer también es parte nuestra, lo hacemos para no olvidar, pero también para no repetir, máxime cuando no tenemos porqué que arrepentirnos por lo que no hicimos, aunque sí moralmente nos obliguemos a ser materia prima de un cambio permanente donde lo primordial sea nunca repetir la perversidad de otros.

Los que no vemos al pasado, los que a pesar de las circunstancias siempre abrazamos a una Nicaragua próspera y nos sentimos agradecidos porque Dios nos ha creado para realizar nuestro sueño siempre vamos a estar tras la materialización de nuestras metas y si mi generación no lo logra porque repentinamente mañana no podamos estar, entonces seremos la semilla que otros cultiven para que la antorcha de nuestra nacionalidad ilumine realmente el futuro que siempre será el mañana donde habiten nuestros anhelos.

Vivamos y construyamos el buen propósito, podemos lograrlo, confesémoslo con convicción, para que no quede en un simple deseo. Pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizás entonces, necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio en nuestras vidas y a ese cambio invito a los utilizados en el oposicionismo para que despierten y se den cuenta que hay oportunistas muy bien apertrechados y financiados que no quieren al país y que por odiar a quienes gobiernan por decisión de la mayoría de los nicaragüenses, no les interesa asesinar nuestro futuro, el futuro de todos.

Siempre sobrará mucho que decir a los lame sangre sobre lo que nos hicieron y sobre el tema hay cosas que precisar y desmantelar como todos los días lo hacemos contra la monumental mentira que levantaron para estafar a un pueblo como medio para hacerse un poder que no lograron y que jamás tendrán, al menos no esta generación de dinosaurios y mercaderes de la politiquería que ya no existen por función de lo que piensen política o ideológicamente hablando, sino que están dónde están por terroristas y por criminales.

Desde años previos al 2018 Estados Unidos comenzó a articular el fallido golpe de estado contra el gobierno constitucional de Nicaragua como un ensayo terrorista desde el cual se creó una plataforma de agresión contra países que tienen una línea ideológica y política distinta a la del imperio y que se ejecutó a través de un modelo apodado como “golpe suave” que es un proceso de ablandamiento, deslegitimación, noticias falsas, histeria colectiva sicológica, calentamiento de calles y la desestabilización desarrollada desde el guion escrito por el ideólogo norteamericano Gene Sharp y que con un rotundo fracaso fue ensayado en nuestro país.

De aquel acto cobarde que se habrá podido amnistiar, pero jamás perdonar, hay muchas verdades que decir, por ejemplo:

• La mayor parte de muertos fueron sandinistas y el primero en caer fue un policía y entre los caídos también estudiantes que eran sandinista y siempre fueron más que los terroristas

• Todos los golpistas que desgraciadamente resultaron muertos fueron en enfrentamientos y a los que el sandinista en defensa de su vida tuvo que responder.

• Los sandinistas muertos fueron asesinados a sangre fría porque fueron perseguidos, cazados como presas, capturados, torturados y asesinados.

• Los asesinos fueron los golpistas quienes que con una clara identidad fascista y somociana planteaban en su demencial delirio de poder el exterminio del sandinismo, ignorando en su brutalidad el enorme peso de este en la historia y en la raíz del pueblo.

• El terrorismo no cuajó el pretendido golpe de estado, que de suave no tuvo nada, porque se apoyó en el amo extranjero y se quedó sin apoyo interno cuando se vio delatado como lo evidentemente mercenario y sicario que fue.
Obviamente el país ha recobrado su estabilidad, su paz y su deseo de prosperidad de la mano de la inmensa mayoría de los nicaragüenses que estamos claros que por mucho menos de lo que los golpistas nos hicieron en el 2018 en otros países hay terroristas que pagan aun cadenas perpetuas, pero eso es algo que tampoco nos va a quitar ni el sueño ni las ganas de seguir construyendo porque ya la justicia los alcanzó y puede seguir alcanzando a cualquiera que crea que la ley se hizo para violarla y que erróneamente piense que aquí no hay estado de derecho.

Sólo los fuertes y los que realmente aman la vida, se atreven al cambio y nosotros ya cambiamos. No te des por vencido, piensa que, si Dios te ha dado la vida, es porque sabe que tú puedes con ella y es tan cierto que aquí está de pie nuestra nación andando porque va cargada sobre los brazos y hombros de sus mejores hijos.

 Por Moisés Absalón Pastora

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