
Este trabajo es uno de dos que debí de haber leído ante el "III Encuentro de Solidaridad con Cuba", recién finalizado en la ciudad de Tegucigalpa.
Desafortunadamente no se me permitió leer ninguno de los dos, aduciendo los organizadores que "no calzaban con la temática del evento".
Sin embargo, a nuestra delegación no nos fue difícil entender -con mucha decepción- que tanto los miembros del gobierno de la compañera Xiomara Castro , como los compañeros organizadores de este encuentro al que fuimos invitados, evitaban mencionar a Nicaragua y al comandante Daniel Ortega.
Sus razones tendrán, aunque no es difícil para nosotros imaginarlas.
En fin, acá les dejo una de mis ponencias en mención.
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SANDINISMO Y SOLIDARIDAD CON LOS PUEBLOS
Edelberto Matus
La solidaridad entre individuos y colectivos ha sido uno de los pilares de la conformación y desarrollo de la sociedad humana. Originada en los lazos sanguíneos y parentales que por la necesidad de defender su existencia y alimentarse posibilitaron la aparición de estructuras sociales cada vez más complejas, numerosas y estables en el tiempo.
Sin embargo, el concepto de solidaridad dentro de la teoría y la práctica revolucionaria va más allá de compartir el bienestar de unos individuos o grupos sociales con otros.
Los revolucionarios entendemos la solidaridad entre los pueblos como parte de nuestros valores éticos y morales diferentes, muy alejados del asistencialismo burgués, la caridad o benevolencia de la práctica religiosa.
Un verdadero sistema de valores éticos y morales, anclados en el humanismo, la igualdad, la justicia, el desprendimiento y la educación revolucionaria, que a su vez son el basamento que fundamenta nuestra praxis y sobre del cual debemos construir al hombre nuevo y la nueva sociedad.
En la historia contemporánea de Nicaragua podemos identificar muchos ejemplos de este tipo de solidaridad entre los pueblos (intrínsecamente ligada al internacionalismo combatiente que a su vez es parte del internacionalismo proletario), aunque aquí nos limitaremos a mencionar sólo algunos de ellos, a partir de la epopeya de la lucha libertaria y antiimperialista liderada por el general Augusto C. Sandino, “General de Hombres Libres”.
Quizá la desigual lucha a muerte del Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional (en sus inicios un pequeño destacamento de guerrilleros campesinos e indígenas del norte y noreste del país, enfrentado a muerte contra la poderosa maquinaria bélica del Cuerpo de Marines y los inagotables recursos de los Estados Unidos), no hubiese tenido la repercusión mundial que alcanzó, si luchadores sociales, personalidades y organizaciones de distintos signos políticos e ideológicos no hubieran hecho suyo este enfrentamiento del David nacionalista y antiimperialista, personificado en la figura del general A.C. Sandino en contra de la potencia militar hegemónica de su tiempo.
Sandino, inteligente, perceptivo y con apropiada comprensión del papel de la prensa y la publicidad en la estrategia de la guerra, entendió tempranamente que su lucha necesitaba ser conocida, comprendida y compartida por la ciudadanía del continente americano y del resto del mundo, para lo cual debía de romper el cerco informativo creado por los medios nacionales y aquellos controlados por los yanquis en el exterior.
La difusión de su lucha a nivel internacional era vital para conseguir mayores recursos y así mantener y hacer crecer su ejército guerrillero y alcanzar sus objetivos.
El general Sandino entró en contacto con el periodista e intelectual hondureño Froylán Turcios, editor y dueño de la importante revista literaria “Ariel” (a quien posteriormente nombraría como su representante en el exterior), que a su vez invitó a este esfuerzo a Joaquín García Monge (director de la revista editada en Costa Rica, “Repertorio Americano”), con quien empezó a crear una potente red de revistas culturales y publicaciones periodísticas de todo el continente americano y Europa, donde grandes figuras de medios, públicas y políticas se manifestaban ardorosamente con su pluma a favor de la causa sandinista.
Los encendidos artículos firmados por la poetisa chilena Gabriela Mistral, la entrevista y artículos del periodista estadounidense Carleton Beals (actuando en los propios Estados Unidos como una especie de vocero del general Sandino, junto al poeta Salomón de la Selva y Sócrates Sandino) y del escritor y periodista vasco Ramón Belausteguigoitia, se destacan en esa época por su utilidad para romper el cerco informativo y destruir el muro de calumnias contra el general y sus tropas.
De gran importancia también fueron los artículos, declaraciones y gestos a favor de la lucha sandinistas de Raúl Haya de la Torre, José de Vasconcelos, Henry Barbusse, el ya mencionado Salomón de la Selva, Romain Rolland, Alfonso Reyes, Anatole France, Manuel Ugarte, Juana Ibarbourou, Pablo Neruda, Eduardo Santos, Alfonso Reyes, José Idiáquez y tantos otros intelectuales y políticos de mucha relevancia en esa época a nivel regional y mundial.
Estas personalidades vertían sus declaraciones o escribían sus artículos en periódicos y revistas de gran circulación e impacto mediático en sus respectivos países y más allá de sus fronteras como las revistas “Ariel” de Tegucigalpa, “Repertorio Americano” de San José y “Amauta” del Perú y los diarios “Patria” de El Salvador, “El Tiempo” de Bogotá, “la Nación” de Argentina, “The Nation” y cuarenta diarios más de los Estados Unidos, además de muchos periódicos de México y todo el continente americano.
Los medios de izquierda de todo el mundo traducían y publicaban los pormenores de la guerra en las Segovia y constantemente saludaban sus victorias.
Sin embargo, además de contar solidariamente con este “sandinismo intelectual y mediático”, los conocimientos del general Sandino acerca de las corrientes políticas de mediados de los años veinte (adquiridos de primera mano en México, a través de sus lecturas y a través del intenso flujo de correspondencia), le ayudaron a entender la importancia del acercamiento a organizaciones tales como el Partido Comunista mexicano, el Partido de los Trabajadores de los Estados Unidos, la Liga anti-imperialista, la Internacional Comunista, el APRA y el Comité Manos fuera de Nicaragua (donde figuraba, entre otros comunistas, Julio Antonio Mella de Cuba), las logias masónicas y el EMECU trincadista, que lo conectaron con importantes e influyentes personajes, siempre con miras a sumar aliados para su lucha.
En el complejo contexto histórico mundial de entreguerras (los problemas económicos sistémicos que golpeaban al capitalismo y el feroz enfrentamiento de la ultraderecha mundial contra la Unión Soviética), la lucha sandinista generó simpatía entre muchísimos intelectuales, hombres y mujeres decentes y amantes de la libertad de América y otros contienes, que pronto colaborarían en revistas, diarios, periódicos, radios y proclamas en favor de aquel puñado de hombres valientes y humildes que se enfrentaban en las montañas de la cintura de América a la marinería yanqui y sus lacayos nacionales.
Esta lucha paradigmática y ejemplar también contó con combatientes internacionalistas latinoamericanos a los que la poetisa chilena llamó “La legión latinoamericana”, algunos enviados por sus organizaciones, otros llegados por cuenta propia a las distintas columnas guerrilleras sandinistas o a su cuartel general en las montañas segovianas, a las riberas del río Bocay o del Coco.
El general Sandino, muy agradecido con esta verdadera muestra de unidad latinoamericana, escribió que:
“Yo le llamo la Legión latinoamericana a los que vinieron voluntariamente de casi todos los países de Latinoamérica a engrosar las filas del EDSNN. Sin embargo, debo aclarar que yo no considero extranjero en Nicaragua a ningún latinoamericano.
La Legión latinoamericana no solo constituye uno de los gestos más hermosos de la solidaridad continental con nuestra lucha y una prueba elocuente del inmenso valor de los lazos de sangre, de lengua y de raza que unen a los pueblos latinoamericanos, sino, además la mejor condecoración recibida por nuestro ejército”.
Entre estos combatientes internacionalistas estuvieron los colombianos Alfonso Alexander y Rubén Ardila Gómez, el dominicano Gregorio Urbano Gilbert, el mexicano José de Paredes, el venezolano Carlos Aponte Hernández, el peruano Esteban Pavletich y el salvadoreño Agustín Farabundo Martí.
En el transcurso de siete años de lucha, al EDSN llegaron y se fueron muchos otros, incluso voluntarios alemanes, ingleses, irlandeses y de otras nacionalidades, solicitaron su inclusión como combatientes del ejército guerrillero, pero Sandino dice en sus escritos que:
“A todos muy cortésmente les rendí las gracias informándole al mismo tiempo que la pauta del ejército sólo permite militar a latinoamericanos”.
Pero no solo hombres se incorporaron al ejército sandinista en calidad de combatientes internacionalistas.
Entre los cientos de compañeras combatientes y ocupadas en todas las tareas del EDSN, también estuvo con el fusil en la mano la guerrillera de origen salvadoreña Teresa Villatoro Dupont.
La experiencia guerrillera y la convivencia junto al general Sandino y sus combatientes en las agrestes selvas del norte de Nicaragua, marcó para siempre a estos hombres, algunos de ellos teóricos, militantes y líderes de partidos y organizaciones de la izquierda latinoamericana, intelectuales, sindicalistas que jamás habían tocado un fusil y sentido los rigores de la vida en la montaña, siempre en alerta, pero que al final, esos meses o años de en las filas del EDSN fueron la más completa escuela, que luego les serviría para entregarse a la lucha de sus propios pueblos como le sucedió a Farabundo Martí y otros integrantes de la Legión latinoamericana.
A su vez, el conocimiento y análisis de estos revolucionarios, combatientes latinoamericanos compartido en largas jornadas de discusión y estudio en los cuarteles de montaña de la guerrilla sandinista, ayudaron a Sandino a enriquecer su propio conocimiento de la teoría revolucionaria, la historia de los movimientos de resistencia, independentistas y revolucionarios del continente y a las figuras señeras de la lucha por la libertad, unidad e integración latinoamericana, principalmente la de Simón Bolívar y José Martí.
A pesar de la poca educación formal, el general Sandino tenía una gran facilidad para el aprendizaje, su memoria era portentosa y también poseía una enorme capacidad de análisis y síntesis, cualidades naturales que hicieron de él un gran estratega militar con extraordinaria visión política y a la vez, un humanista, un agente de cambio social, un patriota al servicio de la lucha por la defensa de la soberanía nacional, haciendo que la expulsión del territorio nicaragüense del yanqui invasor fuera el principal objetivo de su lucha libertaria. Sin embargo, su lucha nacionalista libertaria con el tiempo se convirtió en antiimperialista, unionista, centro americanista y panamericanista.
Encontró en el pensamiento geopolítico bolivariano (basado en la solidaridad y unidad panamericana), la inspiración que dio forma a su propia visión de la liberación y la defensa continental frente al expansionismo yanqui. Orgulloso de sus raíces, se definió como INDOHISPANO frente a la amenaza anglosajona.
Sandino va más allá de la simple reflexión y aún en medio de la guerra de liberación que libra en las Segovias, lanza repetidos llamamientos a todos los líderes latinoamericanos para retomar el pensamiento libertario de Simón Bolívar, proponiendo crear una alianza continental antiimperialista, antes de lo cual ya había exhortado a los presidentes del área a volver a una Federación Centroamericana.
En marzo de 1929, Sandino elaboró y remitió a todos los presidentes de Latinoamérica su “Plan para la realización del supremo sueño de Bolívar” de 44 puntos, donde retoma las tesis y proyectos bolivarianos de la unidad continental elaborados un siglo atrás.
El general Sandino propone que Latinoamérica sea una única nación, con su propia ciudadanía, ejército confederado y su propia Corte de Justicia, además de unión aduanera, entre otras propuestas que demuestran la madurez y alcance de su pensamiento político que traspasa el ámbito nacional y se proyecta a la unidad de todo un continente.
Como escribió el historiador nicaragüense Aldo Díaz Lacayo, “el Plan interpreta a Bolívar, actualizándolo.
Pero esta actualización aún está vigente, más aún algunos puntos son objetivos regionales pendientes. Es tan actual el Plan que se anticipó a la segunda independencia en marcha y a la alianza Bolivariana de los pueblos de nuestra América-Tratado de Comercio con los Pueblos (ALBA-TCP). Estas ideas son también de Bolívar, es cierto, y también lo son de Chávez y de Fidel”.
El asesinato del general Sandino y sus lugartenientes en 1934, la represión y la masacre (un genocidio en toda regla) que a continuación la guardia nacional perpetró contra los excombatientes, colaboradores y toda la base de apoyo del movimiento sandinista en la Segovia y otros teatros de la guerra, no detuvo los levantamientos, cuartelazos e incursiones armadas organizadas por antiguos guerrilleros del EDSN, líderes campesinos, miembros de la burguesía y oficiales de la GN antisomocistas.
Aunque todos -con relativo o ningún éxito- fracasaron, la llama de la lucha contra la dictadura y la guardia nacional se mantuvo encendida.
El triunfo de la Revolución cubana y su apoyo a los movimientos de liberación nacional (que por entonces proliferaron en América Latina, donde las dictaduras militares o regímenes represivos gobernaban en la mayoría de los países), también hizo posible la guerrilla nicaragüense del Chaparral, que a pesar de su fracaso militar tuvo una gran repercusión e importancia histórica.
Un confiado contingente de 75 hombres que se preparaba en territorio hondureño para incursionar a Nicaragua fue sorpresivamente atacado el 24 de junio de 1959, por el ejército de Honduras.
En esta acción cayeron nueve nicaragüenses y dos combatientes internacionalistas: Onelio Hernández y Marcelo Fernández, que serían los primeros de muchos hermanos cubanos que a lo largo de las tres décadas venideras entregaron sus vidas por la liberación de Nicaragua y la defensa de la Revolución popular sandinista.
A mediados de 1962, una fuerza guerrillera que entre combatientes y colaboradores sumaba 59 hombres (entre ellos, algunos varios hermanos hondureños, un mexicano y un cubano), incursionó desde el río Patuca en Honduras, buscando afianzarse en una amplia zona montañosa del norte de Nicaragua entre las riveras de los caudalosos ríos Coco y Bocay. Años más tarde, esta épica insurgente seria conocida como la guerrilla de Raití y Bocay, la primera gesta guerrillera del Frente Sandinista, donde participaron varios de sus fundadores, especialmente el veterano guerrillero, sobreviviente del EDSN del general Sandino, Coronel Santos López y el hoy comandante del FSLN de origen mexicano, Víctor Tirado López.
Una parte de los combatientes de esta guerrilla que finalizó en octubre de 1963, recibieron entrenamiento en la hermana república de Cuba.
Capítulo aparte merece la historia de valentía, entrega y solidaridad del pequeño contingente de revolucionarios nicaragüenses que participaron en la defensa de la Revolución cubana en los aciagos días de la invasión contrarrevolucionaria de Bahía de cochinos, que hoy conocemos como la gran victoria de la Revolución cubana de Playa Girón.
Más tarde, principalmente en los años setenta, Cuba daría resguardo en su territorio a muchos compañeros sandinistas, principalmente aquellos que participaron en los exitosos operativos de asalto a la casa de Chema Castillo en 1974 y al Palacio Nacional en 1978, y a los presos sandinistas liberados en ambos operativos de las cárceles de la dictadura somocista, entre ellos, los comandantes Daniel Ortega y Tomás Borge.
El gobierno y el pueblo cubano jugaron un rol importantísimo para que el FSLN y el pueblo en armas derrotara definitivamente a la dictadura somocista, proveyendo solidariamente de armas y pertrechos a los frentes guerrilleros durante las insurrecciones populares previas y la ofensiva final de 1979.
De Cuba también llegaron decenas de jóvenes combatientes internacionalistas sudamericanos, que por entonces estudiaban en la isla.
También llegaron a Nicaragua desde gran parte de Latinoamérica voluntarios, como combatientes internacionalistas que efectivamente ayudaron a derrocar a la dictadura somocista y algunos incluso, después del 19 de julio del 79, se quedaron acompañándonos en la Revolución popular sandinista.
Durante toda la década de los años ochenta el gobierno cubano y el comandante Fidel acompañaron a la joven y asediada Revolución popular sandinista.
A marcha forzada las Universidades, institutos y academias militares de Cuba formaron a miles de jóvenes civiles y militares para proveer a Nicaragua de una base de cuadros profesional y técnica de nuevo tipo, para que se hicieran cargo de la construcción de la nueva sociedad y también para que el nuevo estado pudiera contar con unas fuerzas armadas competentes para enfrentar con éxito la guerra contrarrevolucionaria que no se hizo esperar.
La solidaridad cubana se hizo presente en todos los campos, tanto económicos como sociales y de la defensa.
Apoyó con recursos financieros o directamente en la construcción de infraestructura social y productiva como carreteras, hospitales, escuelas, aeropuertos, centrales azucareras, proyectos de agua potable, saneamiento y electrificación a lo largo y ancho del país, además de involucrar a cientos de jóvenes cubanos internacionalistas profesionales en todos los campos, principalmente constructores, médicos y maestros que aportaron en obras públicas y construcción de viviendas populares, en la atención médica adecuada y gratuita hasta en el último rincón de nuestra geografía y la exitosa campaña de alfabetización que redujo drásticamente la tasa de analfabetismo heredada del depuesto régimen dictatorial somocista.
Es precisamente en la Gran Cruzada Nacional de Alfabetización donde brilla más la solidaridad revolucionaria, pues además de aportar conocimiento al alfabetizado e integrarlo de mejor manera al desarrollo del país, el individuo se convierte en agente de cambio, aumenta su conciencia y su integración al gran proyecto de construir al hombre nuevo que han vislumbrado Sandino, Fidel, el Che y Carlos Fonseca.
La costosa y sangrienta guerra contrarrevolucionaria impuesta por el imperialismo yanqui a Nicaragua durante toda una década, fue enfrentada y derrotada por las Fuerzas Armadas del Estado revolucionario y el pueblo nicaragüense, bajo la conducción del FSLN.
Sin embargo, el apoyo de Cuba, su pueblo, su gobierno, el Partido comunista y el propio comandante Fidel Castro fue vital. Cuba volcó todo su cariño, su conocimiento, compartió sus recursos ¡que no le sobraban! al servicio de una nueva victoria continental sobre las fuerzas tenebrosas financiadas y aupadas por el imperialismo yanqui.
Es preciso decir que aún durante los 16 años de los gobiernos neoliberales que depredaron nuestro país, Cuba tuvo la generosidad suficiente de socorrer al pueblo nicaragüense en las desgracias causadas por fenómenos destructivos de la naturaleza, mientras Cuba sufría los devastadores efectos económicos causados por la desaparición de la URSS y el campo socialista y el endurecimiento del bloqueo económico criminal yanqui a la indoblegable isla de Martí y Fidel.
A partir del 2006, con la victoria electoral del comandante Daniel Ortega, que los nicaragüenses llamamos “la segunda etapa de la Revolución popular sandinista”, las relaciones con la hermana república de Cuba y su generoso y valiente pueblo han tomado vuelo nuevamente, siempre sobre la base del respeto, el cariño, la fraternidad, el beneficio mutuo y la solidaridad.
Cuba no nos abandonó en los aciagos días de lucha contra la pandemia del Covid 19, proveyó a nuestro gobierno de vacunas y envió brigadas de médicos y especialistas para enfrentar la emergencia.
A la vez, nuestro gobierno sandinista patentiza su solidaridad con la hermana república de Cuba a través del envío por ruta marina de alimentos, granos y otros productos de primera necesidad, cuantas veces sea necesario.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional, gracias a la acuciosidad y terquedad del Comandante Carlos Fonseca, heredó del general Sandino y su EDSN su combatividad, sus principios éticos y revolucionarios, su compromiso con la defensa de la soberanía nacional, su antimperialismo, humanismo, internacionalismo y solidaridad con los pueblos y países hermanos.
A pesar de que Nicaragua es un país pequeño y empobrecido por el saqueo que durante siglos ha sufrido por parte de las élites locales y de tres de los imperios más depredadores que ha visto la humanidad, la solidaridad hacia otros pueblos hermanos siempre ha estado presente.
Hoy, cuando el imperialismo yanqui y el capitalismo global se ven amenazados por un cambio de paradigma que amenaza su hegemonía global y mientras el mundo se encamina a la multipolaridad, hacia un nuevo concepto y contenido de las relaciones internacionales, el gobierno sandinista encabezado por el comandante Daniel Ortega y la compañera Rosario Murillo se manifiesta en todos los foros internacionales en defensa de los pueblos que luchan por su autodeterminación y defienden su soberanía, se solidariza con los países que sufren antojadizas e ilegales sanciones internacionales por parte de los yanquis y sus secuaces, con las naciones que como Cuba y Venezuela son agredidas en una guerra híbrida permanente y con aquellos que hoy están en la primera línea de la confrontación por un nuevo orden mundial, más justo, más humano y más pacífico.
Quiero terminar estas líneas citando las palabras escritas por el comandante, guerrillero y poeta nicaragüense y de todas partes, Tomás Borge Martínez. Que, por estos días estaría celebrando su cumpleaños:
"Hemos recibido la solidaridad de millones de hombres y mujeres, de aquí y de sus alrededores, de allá y de más allá. Los cazadores de brujas y de logaritmos, no pudieron aislarnos. No estamos solos. Nos acompaña el calor del género humano, sus puños encendidos.”
Muchas gracias.
Edelberto Matus