Todo por una Finlandia Grande: así era el fascismo finlandés

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Nicaragua: Ultimas Aventuras De William Walker

El Filibustero Cae Fusilado En Trujillo

Walker se trasladó a Nueva Orleans y preparó en secreto otra nueva expedición contra Nicaragua… “En el mismo día que se firmó la capitulación de Rivas, el 1ero. de mayo de 1857 a las cinco de la tarde, pasaron al alojamiento de Walker los señores General don José Víctor Zavala, primer jefe del ejército de Guatemala y el Capitán Davis, Comandante de la Saint Mary’s, con objeto de invitarlo a ponerse en camino para San Juan del Sur, a donde iban ambos a dejarlo, en cumplimiento de lo que se había estipulado. 

El jefe filibustero, seguido de dieciséis oficiales de los suyos, armados todos de sables y revólveres, montó, algunos momentos después, y salió de Rivas con todos los honores de la guerra. 

Por la noche se hallaban a bordo de la Saint Mary’s.

Al llegar a Panamá, el Comodoro americano, Mr. Marvine, prohibió a Walker y a sus oficiales que saltaran a tierra y tuviesen comunicación con los de la ciudad. Fue tan rígida esta última orden, que aun las cartas que le llegaron por el vapor California fueron devueltas. Walker protestó que no había ido en la Saint Mary’s como prisionero; pero el Comodoro manifestó que el Gobierno de la Nueva Granada había publicado un decreto, en que prohibía desembarcar en Panamá a todos los que últimamente habían estado en la guerra de Centroamérica.

El 17 de mayo fue conducido Walker a Colón y reembarcado en el Granada con dirección a Nueva Orleans, adonde llegó el 27 y fue recibido con loco entusiasmo por sus amigos. Se hospedó en el “San Carlos Hotel”, e invitó, por medio de los diarios, para un meeting en la calle del Canal, ofreciendo hablar extensamente sobre sus aventuras en Nicaragua.

El 29 del mismo mes, se colocó en la calle citada unaimprovisada plataforma, adornada con emblemasalegóricos y se prepararon bandas de música y juegos pirotécnicos por los amigos de Walker. 

Este compareció rodeado de muchos de sus camaradas y fue saludado frenéticamente por la muchedumbre compacta que llenaba la calle. Walker habló durante dos horas, procurando vindicar sus correrías filibusteras en Centroamérica, con el deseo de extender la civilización y la influencia americana.

El discurso fue ruidosamente aplaudido, aunque casi no se entendió al orador por ser muy débil su voz; pero la muchedumbre se hallaba aleccionada, y así que terminó el meeting llevó en triunfo a Walker hasta su alojamiento.

Los triunfos de Nueva Orleans alentaron al jefe filibustero, que se decidió a recorrer el territorio americano, levantando el espíritu público en su favor y buscando nuevos prosélitos. Dirigióse, pues, a Washington, y con su audacia acostumbrada, escribió una larga carta al Presidente Buchanan, en la que le hizo una relación de sus campañas en Nicaragua y los medios que sus enemigos emplearon para combatirlo; y concluyó por acusar al Capitán Davis por la intervención que tomó en la capitulación de Rivas. La carta fue publicada en El Herald de 18 de junio; pero el Presidente ia miro con absoluto desprecio.

La actitud pasiva del Presidente americano dio nuevo aliento a Walker. Recorrió activamente Nueva York y después las principales ciudades del sur, promoviendo reuniones en todas partes, titulándose Presidente legítimo de Nicaragua y pronunciando largos discursos. El improvisado orador tenía oro, que repartía con profusión y halagaba, prometiendo riquezas fabulosas y feracísimos terrenos en Centroamérica.

Henningsen, fiel a su bandera, acompañó a su jefe y le ayudó en todas partes, prestando a la causa filibustera el prestigio de su nombre como buen escritor y también como aventurero audaz y de valor.

El 2 de septiembre Walker hizo alarde de sus ideas esclavistas, sosteniéndolas en una carta a Mr. Jenkins, que reprodujeron varios periódicos; y pocos días después en unión de Henningsen, Lockridge y Waters hacía públicos aprestos y reclutamientos para una nueva expedición, en Nashville, Savannah, Tejas y Mississipi, respectivamente, y mandaba circular por todas partes de los Estados Unidos grandes cartelones, en que invitaba a enrolarse en la misma expedición, con ofrecimiento a cada expedicionario de veinticinco pesos mensuales y doscientos cincuenta acres de tierra.

El Trait d’Union de Nueva Orleans, anunciaba la expedición de los filibusteros en estos términos: “Si hemos de dar crédito, decía, a los rumores que corren con todas las garantías de la certeza, el ejército del General Walker se compone de unos tres mil hombres, y su caja militar, sin incluir las sumas votadas y que se le deben enviar posteriormente, contiene en este momento más de doscientos mil pesos. Digan lo que quieran los tímidos, la administración cerrará los ojos sobre la expedición y estará pronta a reconocer o rechazar la responsabilidad de la empresa, según los resultados”.

El Cuerpo Diplomático sacó de su criminal apatía al Presidente Buchanan. Las protestas llegaban de hora en hora, y fue preciso hacer una declaración oficial en que se reprobaba la expedición, y dar órdenes muy terminantes, que se publicaron en los diarios, en que se prevenía la persecución de todos aquellos que favorecieran las expediciones militares
en Nicaragua.

Las imprudencias de Walker, como llevamos visto, lo perjudicaron una vez más. Sus esfuerzos se malograron por la situación difícil que él mismo se creó; y para mayor abundamiento fue reducido a prisión, de la cual salió poco después bajo fianza de dos mil pesos.

Las exigencias del Cuerpo Diplomático obligaron también al Gobierno americano a mandar algunos buques de guerra a las costas de Centroamérica, con orden de vigilar e impedir el desembarco de expediciones de filibusteros.1

Walker se trasladó a Nueva Orleans, y aleccionado por la experiencia, preparó en secreto otra nueva expedición. En seguida se embarcó en el vapor California, el 12 de noviembre de 1857, de donde trasbordó a otro buque que lo aguardaba a la entrada de la bahía, y de éste al Fashion, a cuyo bordo estaba el resto de los expedicionarios, las armas y municiones y en el cual se dirigieron todos sobre Nicaragua.

Apenas se supo en Washington la salida de la expedición, los representantes de los Gobiernos Centroamericanos se dirigieron a Mr. Cass, Ministro de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, haciéndole enérgicas protestas. El Ministro manifestó desagrado por la conducta que habían observado Walker y sus aventureros y dispuso que la fragata de guerra Susquehanna saliera inmediatamente para la costa de Nicaragua, con órdenes muy terminantes sobre el particular.

Mientras tales acontecimientos se verificaban en los Estados Unidos, Nicaragua hacía esfuerzos por convalecer de su postración, apelando al patriotismo de todos sus hijos. Los sucesos, sin embargo, fueron complicándose, y hubo necesidad de ponerse en armas y levantar ejércitos, en los momentos precisos en que Walker se acercaba a nuestras playas”.

Levó anclas el “Susquehanna”, llevándose los últimos restos de los filibusteros...

“... El peligro común terminó con todas las cuestiones pendientes entre Costa Rica y Nicaragua.

El Presidente Martínez llamó de Granada al General Cañas para que le ayudara a la defensa, y la Asamblea expidió un decreto con fecha 5 de diciembre de 1857, en que facultaba al Poder Ejecutivo para el arreglo de las cuestiones pendientes con Costa Rica y para la celebración de un tratado de alianza con la misma República.

A continuación tomó uno de los vapores del lago el General Jerez y con la columna que tenía en Rivas, se dirigió a San Carlos, cuya fortaleza ocupó el 13 del mismo diciembre. De allí hizo salir una lancha en descubierta a explorar el río, la que regresó el día siguiente, dando cuenta de que los filibusteros se habían adueñado del Castillo Viejo y del vapor La Virgen.

Walker había llegado a San Juan del Norte el 23 de noviembre, pero viendo que estaba anclada en el puerto la corbeta americana de guerra Saratoga, tuvo miedo de desembarcar, y virando con dirección a la boca del río Colorado, en cuyas aguas se internó, desembarcó cuarenta y cinco hombres a las órdenes de Anderson, con instrucciones de situarse en la confluencia del San Juan, para cortar las comunicaciones del interior.

En la noche de aquel mismo día, la artillería del Saratoga estuvo haciendo disparos para anunciar que se oponía al desembarco.

Walker, bastante alarmado, se acercó al Saratoga para cerciorarse de su actitud hostil; pero encontrándolo indiferente a su presencia, se llenó de valor y desembarcó atrevidamente en Punta de Castilla con todos sus hombres y elementos.

Anderson, que permanecía en la confluencia de los ríos San Juan y Colorado, no tardó en saber que el Castillo Viejo estaba mal custodiado por los costarricenses y resolvió tomarlo sin esperar orden de Walker. Se dirigió, pues, sobre aquella fortaleza, y encontró tan descuidado a su enemigo, que pudo rendirla sin hacer un disparo.

En cumplimiento de las órdenes dadas anteriormente por el Gobierno de los Estados Unidos para perseguir a Walker, el Comodoro Mr. Paulding, que se hallaba a bordo de la fragata de guerra Wabash, entonces estacionada en Colón, se dirigió precipitadamente a San Juan del Norte.

Inmediatamente después de su llegada, el Comodoro intimó rendición a Walker, y como éste se negara, destacó trescientos cincuenta hombres, en cuatro lanchas cañoneras, con las cuales circuló en actitud hostil la Punta de Castilla, campamento de los filibusteros. Walker se rindió entonces a discreción y fue conducido a bordo de uno de los buques americanos con 139 de sus compañeros, el día 12 de diciembre.

En los momentos en que Walker se rendía, llegó a Punta de Castilla el vapor Morgan, conduciendo a los prisioneros costarricenses hechos por Anderson. El Comodoro los puso en libertad y mandó a custodiar el vapor.

El 13 del mismo mes llegó a San Juan del Norte la fragata Susquehanna, enviada a última hora de los Estados Unidos, en virtud de las reclamaciones del Cuerpo Diplomático. Momentos después apareció el Fulton, enviado con el mismo objeto. El Comodoro dio orden a los capitanes de estos buques, para que persiguieran a los filibusteros que se habían internado, mientras él regresaba a los Estados Unidos el día 15, llevándose a Walker en calidad de prisionero.

El Capitán Sands del Susquehanna armó en guerra el Morgan y avanzó sobre el castillo, donde se encontraba Anderson, que había anticipado una súplica de amparo. A media milla del puerto se encontró con el Ogden, que conducía a Anderson y su gente. Estos rindieron las armas y fueron llevados a San Juan.

Los vapores Morgan y Ogden fueron entregados por el Capitán Sands al Cónsul americano en San Juan del Norte en calidad de depósito, para que los devolviera a sus dueños. Poco después levó anclas el Susquehanna llevándose los últimos restos de los filibusteros“.

“Walker publicó en 1860, un libro titulado La Guerra en Nicaragua, en el cual reseñaba a su manera los acontecimientos, presentándose él mismo como un experto guerrero y hábil estadista, y haciendo aparecer al país algo más atrasado que en sus tiempos primitivos y a sus filibusteros como heroicos y civilizados conquistadores.

En el mes de junio del mismo año, aprovechando la primera impresión causada por su libro, organizó una nueva expedición para la isla de Roatán, a donde llegó el 25 a bordo de la goleta norteamericana John Taylor.

La isla de Roatán estaba para entregarse a Honduras y no podía ser ocupada ni defendida por la Gran Bretaña, según el tratado Clayton-Bulwer y su aclarativo Dallas Clarendon; desde antes del arribo de Walker, estuvieron llegando a Roatán varias pequeñas partidas de filibusteros, que salieron en distintas fechas para no llamar la atención del Gobierno Americano, formando todos ellos una columna organizada de cien hombres escogidos. El vapor Dew Drop llevó después cincuenta más; y el resto de la expedición permaneció a bordo de este vapor a la vista de la isla.

Hechos todos los preparativos que creyó necesarios, Walker salió de Roatán con todos sus aventureros a bordo de la misma goleta John Taylor y con rumbo a la costa de Honduras.

En la madrugada del 6 de agosto sorprendió la plaza de Trujillo y se posesionó de ella. Enarboló el pabellón nacional de Centroamérica, y titulándose demócrata centroamericano y Presidente de Nicaragua, cometió con su gente los excesos y robos consiguientes a hombres que se proponían vivir del país.

Todos los Gobiernos de Centroamérica se pusieron en comunicación, levantando ejércitos; especialmente los de Honduras y Guatemala, que por estar más cerca del teatro de los acontecimientos, hicieron marchar rápidamente dos grandes divisiones mandadas respectivamente por los generales Álvarez y Godoy.

El Gobierno de Guatemala, además, tan luego como tuvo noticia del reaparecimiento de Walker, envió un comisionado especial al Superintendente inglés de Belice, en solicitud de su cooperación para rechazarlo del territorio centroamericano, o cuando menos el bloqueo del puerto de Trujillo con buques británicos, para impedir que recibiera refuerzos de los Estados Unidos.

El 21 de agosto del mismo año, Mr. Nowell Salmon,

Comandante de la frataga de guerra inglesa Icarus, de acuerdo con el Comandante hondureño don Humberto Martínez, dirigió una comunicación a Walker, haciéndole saber que los ingresos de la aduana del puerto de Trujillo estaban hipotecados al Gobierno inglés, que sufrían perjuicio con la ocupación ilegítima del puerto, y que por lo mismo le ordenaba la devolución de los fondos de la aduana, la deposición de las armas y el reembarco inmediato de su gente, bajo pena de compelerlo con la fuerza.

Walker contestó que no había tomado fondos de la aduana, procuró justificar su invasión y se mostró deferente a deponer las armas, pero por la noche se escapó con dirección a Nicaragua.

A las once de la mañana del día siguiente, recuperó la plaza el Comandante Martínez y destacó ochenta hombres en persecución de los fugitivos.

Pocos después llegaron a Trujillo las fuerzas del General Álvarez. Este tuvo una entrevista con el Comandante Mr. Salmon, y puestos de acuerdo sobre la manera de perseguir y capturar a Walker, adelantaron el Icarus a la barra del río Tinto, a observar los movimientos de los filibusteros en aquel puerto, en que forzosamente deberían verse cortados por falta de medios cómo atravesarla.

El 31 de agosto se embarcó Álvarez con la fuerza necesaria, en la goleta hondureña Correo de Trujillo,  y el día 3 del inmediato septiembre echaba anclas en el punto convenido, donde le aguardaba el Icarus.

Mr. Nowell Salmon informó al jefe hondureño que los filibusteros se encontraban en las inmediaciones, que abrigaba el convencimiento de que se rendirían, si ambos desembarcaban con fuerzas del buque y hacían la intimación; pero que ofrecía su ayuda, solamente en el caso de que se diera garantías a todos los expedicionarios que jurasen no volver a tomar armas contra Honduras, con excepción de Walker y Rudler, primero y segundo jefes de los filibusteros, a quienes entregaría sin condición alguna.

Aceptada la propuesta, se dirigieron ambos jefes a la costa e intimaron la rendición incondicional.

Walker y sus hombres contestaron que se rendían al representante de Su Majestad Británica y entregaron sus armas. En seguida, por razones de comodidad, fueron llevados los prisioneros a bordo del Icarus. 

El 5 de septiembre regresó la expedición a Trujillo.

Un corresponsal del Herald de Nueva York, que seguía los pasos de Walker, fue inmediatamente a bordo y se vio con éste.

Todos los filibusteros se hallaban enfermos y mal vestidos. Walker era el único que no daba muestras de abatimiento, y al ver al corresponsal del Herald, se le animó el semblante.

Conversó con él un rato, refiriéndole tranquilamente los últimos sucesos, le hizo entrega de la correspondencia oficial que había mediado entre él y el Comandante británico, le manifestó deseos de que fuera publicada, y después le redactó con voz pausada la siguiente protesta:

“Por la presente: Protesto ante el mundo civilizado, que cuando me rendí al Capitán del vapor Icarus de Su Majestad Británica, este oficial manifestó que recibía mi espada y mi pistola, lo mismo que las armas del Coronel Rudler, y que la rendición fue hecha expresamente y con muchas palabras a él, como representante de Su Majestad Británica.-
William Walker.

A bordo del vapor Icarus, 5 de septiembre 1860”.

El 6 a las cuatro de la tarde fueron enviadas al costado del vapor, tres grandes lanchas encargadas de recibir a los prisioneros, que salieron custodiados por tropas inglesas.

Al desembarcar, la tropa del Icarus formó en primera línea, y la de Honduras, que aguardaba en costa, se abrió en dos grandes hileras para colocar en el centro a los prisioneros, volviéndose a cerrar en seguida.

La marcha de entrada fue lenta y grave. Walker, a la cabeza de su gente que presentaba, con pocas excepciones, un aspecto cadavérico, iba vestido con mucha sencillez y caminaba con fría indiferencia al
compás del tambor.

Llegados a la prisión, Walker pidió un capellán e hizo alarde de mucho catolicismo, pensando, sin duda, que de esta manera despertaría el sentimiento público en su favor.

El 11 de septiembre a las siete de la noche, se le notificó su sentencia de muerte, que oyó leer sin dar muestra de la menor emoción; contentándose solamente con preguntar a qué horas tendría que verificarse y si se le permitiría escribir.

El 12 a las ocho de la mañana, el reo marchó con paso seguro al lugar de su ejecución. Iba con un crucifijo en la mano sin ver a nadie, oyendo los salmos penitenciales, que con voz lúgubre recitaba un sacerdote que lo acompañaba.

Al sentarse en el terrible banquillo, levantó la vista sobre la concurrencia y con voz clara y pausada, se dirigió al pueblo en los términos siguientes: Soy católico romano. Es injusta la guerra que he hecho a Honduras por gestiones de algunos roataneños.

Los que me han acompañado no tienen culpa, sino yo. Pido perdón al pueblo y recibo con resignación la muerte, si ella fuere un bien para la sociedad.

Momentos después, caía atravesado por diez balas, y sus últimos despojos, encerrados en un modesto ataúd, recibían sepultura en el cementerio de Trujillo”.

1.- El gobierno Británico obligó diplomáticamente al Gobierno Americano-eso se desprende de las notas cruzadas entre el Foreign Office y el Departamento de Estado-, a que limpiara de filibusteros las costas del Caribe, advirtiendo a los americanos que si no procedían a ello. lo haría la escuadra inglesa.
 La actitud de la Gran Bretaña fue apoyada por el Imperio francés.

Por: José Dolores Gamez (†1918)
Historiador nicaragüense

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