Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Manuel Piñeiro Losada: El arte de la conspiración revolucionaria


Para sobrevivir, desarrollarse y cumplir con las obligaciones internacionalistas que les señalan su horizonte moral y sus necesidades prácticas, las revoluciones deben conspirar ¡y hacerlo bien!

Las tareas, formas, vehículos y procedimientos que se dan los Estados surgidos de ellas, no pueden reproducirse en cuanto tareas, formas, vehículos y procedimientos de Estados revolucionarios si no se hacen acompañar de estrategias subterráneas tendientes a la universalización de acciones subversivas organizadas, en cuya unificación se cifren las posibilidades de desatar crisis políticas irreversibles del sistema de dominación capitalista.

Toda la vida de Manuel Piñeiro Losada, el legendario Comandante Barbarroja, puede entenderse asociada a ese propósito.

La discreción en la que hubo de moverse y trabajar no le impidió nunca vivir de cara al sol. Muchas de las raíces que echó la revolución cubana en movimientos sociales, combatientes por la liberación de sus pueblos y en el imaginario rebelde nuestroamericano abrevan en su ejecutoria.

Nada justifica, entonces, el disimulo que su posteridad ha tenido entre nosotros. Hacerlo concurrir a las luchas del presente por que el socialismo no se enclaustre en estrechos márgenes nacionales ni sustituya con acuerdos económicos la hereje vocación de mundializarse, es el objetivo de esta serie de testimonios que compañeros de afanes y esperanzas de Barbarroja. 

El Comandante Barbarroja: un hombre a la altura de una tarea sensible y monumental

Fue justo tres días antes de cumplir años, el 11 marzo de 1998, que este destacado dirigente falleció producto de un accidente, un día en que estaba jubiloso luego de haber asistido y reencontrarse con sus compañeros del II Frente Oriental Frank País en los actos conmemorativos de un nuevo aniversario de su creación. Piñeiro había sido fundador de esa importante articulación guerrillera en 1958 bajo las órdenes del compañero Raúl Castro Ruz.

Martí dijo que «honrar honra», y a todos los que nos expresamos en estas páginas nos honra haberlo conocido o haber trabajado bajo su dirección.

Esta no es una recopilación de anécdotas, aunque las incluye. Recoge vivencias, muchas de ellas bien conceptuales, que reflejan la valía del Barbarroja leyenda.

Su estatura política y ética, su humanismo y lealtad sin límites al Comandante en Jefe, se han convertido en referentes políticos y humanos que irán creciendo en lo adelante, de modo cada vez mayor e indetenible. Piñeiro caló en el pueblo más de lo que suponíamos. Los testimonios recibidos, junto a otras expresiones de reconocimiento a su persona, así lo confirman.

De conjunto, estas páginas traslucen su amplitud de miras y el carácter amplio, inclusivo y estratégico de su visión y de la acción internacionalista que desarrolló, siempre bajo la dirección estratégica del Comandante en Jefe Fidel Castro.

Se incluyen los testimonios de decenas de compañeros, tanto de quienes trabajamos bajo sus órdenes, así como de otras personalidades cubanas y latinoamericanas. Encabezan la recopilación los textos de quienes conocieron o colaboraron con Piñeiro en una etapa temprana de su vida y su acción revolucionaria; algunos de los cuales fueron tomados de publicaciones anteriores.

Se muestra al hombre sencillo, asequible y afable que era, así como creativo, flexible dentro de los principios y completamente antidogmático, con gran olfato político y capacidades de dirección, además de culto, carismático y fidelista ciento por ciento.

Las muy delicadas tareas de apoyo al movimiento revolucionario internacional, e incluso a aquellos que libraban la lucha armada contra sangrientas dictaduras –más allá de falsos estereotipos– las desarrolló a la par de una amplia labor de influencia política y de relaciones con los más variados sectores y figuras políticas, incluso de la socialdemocracia, entidades cristianas y militares patriotas. En esa labor primaba el propósito de contribuir a quebrar el dominio imperialista sobre nuestros países, concepto fidelista en línea con el pensamiento martiano.

Piñeiro Losada fue fundador y durante más de tres décadas jefe de todas las dependencias especializadas ejecutoras de la política internacionalista de la Revolución, tanto en el Ministerio del Interior (MININT) o del aparato auxiliar del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Tuvo un papel central en la implementación especializada de políticas hacia América Latina y el Caribe, e incluso hacia África, elaboradas, en diferentes momentos, por la máxima dirección de esa organización política y del Estado.

Con el optimismo natural que ordenó toda su existencia, vivía consagrado a sus tareas y delicadas misiones, así como al propósito de contribuir a quebrar el dominio de Estados Unidos sobre los países de Nuestra América. Para ello tuvo el desafío pero también el privilegio de encabezar algunas de las principales entidades cubanas que servían como brazo ejecutor de esa política.

Para quienes trabajamos junto a él en la Dirección de Liberación Nacional y en el Departamento América, y para los demás amigos que se nos han unido, con este modesto homenaje estamos reivindicando no solo al hombre, sino a nuestras tradiciones gloriosas, a nuestro patriotismo y a nuestro internacionalismo.

La Habana, 14 de marzo de 2021.



1. Un esclarecimiento honesto

Fidel Castro Ruz

1º de junio de 2012

Hace unos días, el 28 de mayo se conmemoró, con merecidas referencias, al violento combate del Uvero. Un deber elemental me obliga a esclarecer los hechos.

Por aquellas semanas, Manuel Piñeiro, Barbarroja, genio y figura hasta la sepultura, como dice la frase, hizo llegar a Santiago de Cuba un camión con armas asociadas al ataque a Palacio por el Directorio Revolucionario, que de alguna forma habían ido a parar a sus manos. Frank País, responsable nacional de acción de nuestro Movimiento 26 de Julio remitió una parte importante de ese cargamento a la difícil zona de la Sierra Maestra, donde nuestro naciente Ejército Rebelde brotaba de entre las cenizas.

Aquel aprendizaje había sido sumamente duro. Paso a paso íbamos librando las primeras acciones victoriosas en las que incrementábamos nuestras fuerzas en armas y hombres, sin baja alguna. […]. A pesar de los obstáculos, y con el apoyo de hombres y medios que nos enviaba Frank, fuimos creando el primer destacamento guerrillero: con vanguardia, bajo el mando de Camilo; retaguardia con Efigenio Ameijeiras; centro con pequeños pelotones; y la comandancia general. Había ya un curtido grupo de combatientes con valiosa adaptación al territorio, cuando, en bidones de espesa grasa, llegó un buen lote de las armas rescatadas por Barbaroja […].



2. Me encanta poder contribuir a la creación de algo nuevo[1]

Lorna Burdsall*

*Primera esposa de Piñeiro y madre de su primer hijo, quien colaboró con él y compartió grandes riesgos en la lucha contra Batista. Bailarina destacada; fundadora de la Compañía de Danza Moderna y profesora de la Escuela Nacional de Arte, y merecedora de la Distinción por la Cultura Nacional.

Una noche, sentados y dispuestos para una conversación muy seria, Manuel me habló de mi rival. No se trataba de otra mujer, sino del Movimiento 26 de Julio, nombrado así porque ese día, en 1953, Fidel Castro y 150 compañeros –ahí también estaba su hermano Raúl– asaltaron el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, en un intento por derrocar al dictador Fulgencio Batista… Mientras más conocía los objetivos del M-26–7… más quise ayudar […]. En abril de 1956 fue a Key West a recuperar su auto Chrysler y llevarlo hasta Miami en el barco junto a mis queridas pertenencias […].

Nuestra independencia era ahora completa. Deambular en un convertible azul marino con chapas de Connecticut nos transformó a Manuel y a mí en los turistas perfectos que desandaban cañadas y cerros de la provincia de Matanzas para visitar campesinos y obreros en sus casas. Yo una rubia hispanoparlante con marcado acento gringo, confundía a quienes de pronto pensaban que hacíamos algo más serio que una visita formal. Para contactar a personas, formar células políticas y alentar a la insurrección, este fue el medio ideal de transporte para las reuniones políticas de Manuel en Bolondrón, Pedro Betancourt, Colón y otras pequeñas poblaciones.

[…] A medida que el M-26–7 ganaba más fuerza, nos vimos más comprometidos. Ayudé a la causa con la distribución de literatura en las bibliotecas y centros de trabajo para animar al pueblo a incorporarse al Movimiento.

[Señala Lorna que durante un viaje a Estados Unidos para visitar su familia, Lorna señala que Piñeiro fue detenido en Matanzas]. Lo condujeron a la estación de policía, donde fue fotografiado y archivado como terrorista. De modo que por orientación del Movimiento se reubicaron en La Habana].

[…] Desde nuestro apartamento, Manuel y yo pudimos escuchar el combate [del asalto a Palacio en marzo de 1957]. Más tarde supimos que entre la confusión y el pánico un camión distribuidor de flores que en realidad transportaba un cargamento de armas para utilizar en el asalto, fue abandonado en la calle y más tarde recuperado por miembros del Movimiento 26 de julio.

Unos días después, el M-26–7 propuso que Manolo y yo guardáramos el armamento. Nos llevaron a una casa vacía en un barrio llamado La Víbora donde las armas fueron escondidas. Una vez más mi instinto me señaló que este no era el lugar adecuado. No me gustaba el vecindario, lleno de mujeres chismosas colgadas de los balcones atisbando a todo el mundo que pasara por allí. Yo imaginaba que en esa precisa tarde estarían preguntándose quien era esta americana que llegaba a su barrio […].

El trasiego de armas era una tarea riesgosa, y finalmente concluí que debíamos fundirnos más en el adecuado panorama social de Miramar, donde muchas personas de Estados Unidos y de otros países residían y no les prestaban mayor atención a sus vecinos. Salí y alquilé una pequeña casa que vi anunciada en el periódico y resultó ser una buena elección porque tenía un garaje adjunto al costado izquierdo y con una puerta que daba a la cocina.

[…] Yo era muy feliz en mi pequeña casa. Quedaba más cerca de la academia Ruston.

Mi vientre crecía y también la Revolución cubana. Manuel y sus amigos pasaban todo el tiempo preparando las armas, municiones y granadas de mano que habíamos almacenado en la casa a fin de enviarlas a la Sierra Maestra.

Fidel y un grupo creciente de rebeldes continuaban la lucha contra el ejército de Batista. Habían vencido en La Plata en febrero y en el Uvero en mayo, pero las armas y municiones eran requeridas con urgencia. Nuestro garaje era el lugar perfecto para acondicionar el vehículo en que las armas y las balas podían ocultarse antes de enviarlas a Santiago y de ahí a la Sierra Maestra para Fidel y sus compañeros.

[…] En junio de 1957 los días se hicieron cada vez más calurosos en términos reales y metafóricos. Ya era mucho más difícil «trabajar» porque gran cantidad de los contactos de Manuel fueron arrestados, muertos o encarcelados. Cualquier cosa que necesitara hacerse implicaba riesgos. Algunos de los choferes que llevaban las armas a Santiago habían sido capturados y torturados. El propio arresta de Manuel parecía inminente. Mi vientre se emparejaba con la ansiedad… Era inminente la partida (de Piñeiro) a la Sierra para unirse a Fidel […].

La última semana de febrero (de 1958) Manolo fue elegido con un grupo de rebeldes para acompañar a Raúl, el hermano de Fidel, a la apertura del llamado Segundo Frente en la montaña de la Sierra Cristal en el norte de la provincia de Oriente.

[Tiempo después ella recibe una carta de Piñeiro:] Ahora estoy calmado y trataré de organizar mis pensamientos y escribirte extensamente. Estamos construyendo un nuevo estado dentro de otro… Controlamos todo el territorio del norte oriental aplicando las leyes de una nueva sociedad.

Envíame libros de economía, psicología, el Origen de la Familia, la Propiedad privada y el Estado de Engels, algo acerca del capitalismo y sociología. Hemos librado alrededor de tres combates y tres victorias en las cuales el ejército de Batista tuvo alrededor de cien bajas. Nos sentimos invencibles y nuestra moral es altísima.

Como te dije, estoy encantado con el tipo de trabajo que se me asignó. Me encanta poder contribuir a la creación de algo nuevo, preparar al campesinado para un nuevo propósito. Siento y eso me preocupa la responsabilidad histórica que nosotros tenemos con la nueva generación de cubanos cuyas esperanzas descansan en nosotros.

Necesito libros, ahora más que nunca.

Di a nuestros amigos que somos ahora más fuertes que nunca. El momento de la victoria llegará tarde o temprano: una revolución no es cuestión de días sino de años. ¡Realmente elegiste al hombre equivocado para vivir una vida tranquila!… Esto es una broma.

[Más adelante Lorna narra las peripecias que pasó para visitar a su esposo en la Sierra y dice:] Al poco rato divisé un hombre de extraña apariencia, cargando un largo, desordenado farolito, con un parecido asombroso a Rabindranath Tagore. Su cabello y una barba que cubría una generosa porción del pecho, lograron que sus tristes y hundidos ojos lucieran aún más prominentes ¿Era aquel hombre el Manuel precioso con quien me casara dos años atrás? Lo creyera o no, ahí estaba, pero carece de importancia. Lo que importaba era que al fin nos encontrábamos cara a cara después de tantas cartas y situaciones muy difíciles.

[Como cuestión aparte, referida a los comienzos del proceso revolucionario en 1959, Lorna señala en su libro:]

Tan pronto regresamos a Santiago recibimos la agradable sorpresa de una breve visita de Ernesto Che Guevara y su esposa Aleida. Ellos se enamoraron cuando ambos luchaban en la última gran batalla de la guerra en Santa Clara. Su viaje desde La Habana fue en una avioneta de dos plazas piloteada por el propio Che. Era tan arriesgado como Camilo y todos los demás rebeldes.

El Che pasó la mayor parte del tiempo hablando con Manolo sobre temas importantes. […] Era una persona impresionante, un hombre muy modesto […].

El 2 de mayo de 1959 le escribí a mis padres: Che Guevara, uno de los máximos héroes del movimiento 26 de julio, acaba de pasar dos días con nosotros. Quedé muy impresionada con él, una persona maravillosa. Es doctor, práctico, realista, muy inteligente y analítico. Deberían existir cien más como él.



3. Su optimismo natural ordenó toda su existencia[2]

Augusto Martínez Sánchez

*Comandante del II Frente Oriental Frank País. Fue Ministro de Trabajo y miembro del Comité Central del PCC.

La función de inspector territorial y miembro de la comandancia central mantuvo siempre al incansable Piñeiro de un lugar a otro del vasto territorio del frente. El Gallego era la exploración necesaria para detectar todo lo que podía ser un elemento de importancia política y militar en el desarrollo de la guerra. Su presencia se hacía notar en los lugares de mayor peligro y aportaba seguridad, firmeza y confianza.

Su optimismo natural ordenó toda su existencia de forma espontánea. Su conducta eran sus convicciones. Estoy seguro que nunca se aburrió y cuando se escriba la historia de su vida pienso que adquirirá una dimensión novelesca, tranquila y persuasiva en sus actos y visiones, donde no será necesario desbordar la fantasía. Su vida así lo quiso, fue entretejida de una riqueza espiritual innata, solo no reconocida en su partida de nacimiento y por sus enemigos.

[…]

Piñeiro supo hacernos llegar su aliento sincero y emotivo de la misma forma que hizo de su vida el acontecimiento más sencillo, aunque importantes y grandes fueron las tareas que le toco cumplir. Rompió las barreras que separan el buen humor de la gravedad y las líneas divisorias y dogmáticas entre hombres revolucionarios y hombres solidarios y humanos, lo que prodigó como el más virtuoso de los hombres sinceros de los que habló Martí.

Los que no lo conocieron deben saber que dejó de existir un hombre de leyenda, con armadura secreta para enemigos y enconados adversarios, uno de los míticos organizadores del Ministerio del Interior […]. Piñeiro fue protagonista y testigo excepcional de su época, aliados de entrañables anécdotas y lo más importante de su vida es lo que no puede decirse.

4. En el II Frente todo el mundo lo respetaba y lo quería mucho

Evaristo García, Maristani

*Integrante del Tercer Frente Oriental Mario Muñoz Monroy, fungió como correo y chofer en el Departamento América.

Conocí a Piñeiro en la Sierra Maestra. Iba con un mulo atrás y dos compañeros que lo escoltaban. Muchos pensamos que era comida, pero lo que transportaba era un nutrido cargamento de armas para la Comandancia.

No volví a ver a Piñeiro más hasta que nos encontrábamos en el II Frente, pero ya era cuando yo bajé con Almeida para el Tercer Frente. Allá en el II Frente, y bajo las órdenes de Raúl, Piñeiro tenía importantes responsabilidades militares y organizativas. Allí era evidente que todo el mundo lo quería mucho y lo respetaban. Era amable con todos, muy tratable; hacía cuentos y dialogaba con sencillez y con mucho compañerismo.

Luego coincidimos cuando vine a trabajar para el Departamento América, así como en ocasión de que yo fui a cumplir misión a África y allí coincidió que se produjo la visita de una delegación encabezada por el Comandante en Jefe en la que estuvo Piñeiro. Él cumplía determinadas tareas específicas. Recuerdo que se interesó por encontrarse con el líder negro estadounidense Stockeley Carmichael que por allá residía, pero ese encuentro no pudo concretarse. Allá yo le serví de chofer y lo llevé al aeropuerto con el Comandante cuando partían de regreso.

Después trabajé con él en el Departamento América durante 20 años. Siempre recibí de él un trato exquisito. Era impresionante su ritmo de trabajo incluso de noche y en la atención a visitantes extranjeros.

5. Estoy en Misa y en Procesión[3]

Fernando Ravelo Renedo, Fermín

*Integró los Grupos de Acción y Sabotaje del M26–7; Capitán de la Sierra, dirigente nacional de la A.J.R.; oficial del MININT y Vicejefe del Dpto. América del C.C.; Embajador en Colombia y Nicaragua.

[…] Después de 1959 la lucha de clases se agudizó…y la política agresiva del gobierno norteamericano creció a niveles astronómicos y la Revolución tuvo que responder. Fueron años de trabajo hasta las cuatro y cinco de la madrugada. Contactos, relaciones con dirigentes, partidos y fuerza patrióticas de todo signo, los grupos que venían a entrenarse, las salidas con pasaporte falso e itinerarios ficticios. Era una época en la cual visitar a nuestro país constituía un grave delito…

Jamás vi desfallecer a Piñeiro. En momentos difíciles, de descenso de la lucha popular y revolucionaria dirigía el trabajo con el mismo entusiasmo y perseverancia que en los momentos de auge.


Los perseguidos por la dictadura de Catello Branco o por el pinochetismo, somocismo o trujillismo, entre otros regímenes siempre encontraron el aliento y de nuestra Revolución a través de Barbarroja.

Las fuerzas democráticas, el movimiento de los militares patriotas, la socialdemocracia en América Latina y el Caribe, tuvieron en él un interlocutor inteligente que eliminó confusiones y aunó voluntades.

La necesidad del trabajo secreto exigió de Piñeiro un esfuerzo extraordinario, las consultas oportunas sin despachos formales, y evitar un paso precipitado que pudiera transformarse en una respuesta desproporcionada. El artífice de toda la estrategia era «Doce» con un pequeño equipo aparentemente inorgánico, en determinados momentos sin un lugar preciso de trabajo. Incluso se comenzó a llamar a ese grupo de trabajo «la gente de Piñeiro».

La compartimentación, lo inatrapable de la organización, el aura de misterio, y su estilo personal de tratar cada asunto directamente y hasta altas horas de la madrugada, hicieron la leyenda, el mito Barbarroja, y alimentaron los comentarios sobre «las cosas de Piñeiro». El enemigo puso el resto.

Los que despachábamos con él al amanecer en ocasiones escuchábamos un leve ronquido en medio de la conversación. Sabíamos que necesitaba cinco o diez minutos de sueño para recuperarse sentada en su gastado sillón reclinable. Abría los ojos y seguía conversando como si no hubiera ocurrido interrupción alguna. Era incansable y a veces en broma decía: «estoy en misa y en procesión».

Era de una gran agilidad mental y de una increíble capacidad de comunicación. Despertó una gran admiración en todos los que lo conocieron, y también tuvo adversarios y críticos. Siempre mantuvo a confianza gigantesca en el destino de nuestra América y una lealtad a toda prueba al pensamiento y la acción de Fidel Castro […].



6. Estaba como loco para conseguir armas y enviárselas a Fidel[4]

José Llanusa

*Destacado colaborador de Fidel en los preparativos de la lucha contra la tiranía. Desempeñó diversos cargos al triunfo de la Revolución. Primer presidente del Instituto Nacional del Deporte.

Señala que Piñeiro nunca se daba por vencido. Volvía loco a todo el mundo para conseguir armas y enviárselas a Fidel. Tenía obsesión con irse a la Sierra.

Recuerda que estando en el exterior, desde Nicaragua sostenía largas conversaciones con Piñeiro «y en un idioma que los yanquis debían volverse locos para copiar. Me preguntaba por el “inglés”, que como andaba “gorrita” y que “espejuelos” sabía lo que estaba haciendo. A veces metía una palabra rara que ni yo mismo entendía».

En esporádicos viajes a La Habana se reunían sin falta y Piñeiro le recomendaba: «Eso no es blanco ni negro, es gris; matiza, caballo, hay que dar tratamiento, hay que reforzar la unidad y que no haya el más mínimo roce».

Notas:

[1] Tomado de Lorna Burdsall: Más que un Nota al Pie, Ediciones Unión, La Habana, 2012.

[2] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 52–53.

[3] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 171–173.

[4] Idem, pp. 104–106.

El Comandante Barbarroja: un hombre a la altura de una tarea sensible y monumental

De conjunto, estas páginas traslucen su amplitud de miras y el carácter amplio, inclusivo y estratégico de su visión y de la acción internacionalista que desarrolló, siempre bajo la dirección estratégica del Comandante en Jefe Fidel Castro.

Se incluyen los testimonios de decenas de compañeros, tanto de quienes trabajamos bajo sus órdenes, así como de otras personalidades cubanas y latinoamericanas. Encabezan la recopilación los textos de quienes conocieron o colaboraron con Piñeiro en una etapa temprana de su vida y su acción revolucionaria; algunos de los cuales fueron tomados de publicaciones anteriores.

Se muestra al hombre sencillo, asequible y afable que era, así como creativo, flexible dentro de los principios y completamente antidogmático, con gran olfato político y capacidades de dirección, además de culto, carismático y fidelista ciento por ciento.

Las muy delicadas tareas de apoyo al movimiento revolucionario internacional, e incluso a aquellos que libraban la lucha armada contra sangrientas dictaduras –más allá de falsos estereotipos– las desarrolló a la par de una amplia labor de influencia política y de relaciones con los más variados sectores y figuras políticas, incluso de la socialdemocracia, entidades cristianas y militares patriotas. En esa labor primaba el propósito de contribuir a quebrar el dominio imperialista sobre nuestros países, concepto fidelista en línea con el pensamiento martiano.

Piñeiro Losada fue fundador y durante más de tres décadas jefe de todas las dependencias especializadas ejecutoras de la política internacionalista de la Revolución, tanto en el Ministerio del Interior (MININT) o del aparato auxiliar del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Tuvo un papel central en la implementación especializada de políticas hacia América Latina y el Caribe, e incluso hacia África, elaboradas, en diferentes momentos, por la máxima dirección de esa organización política y del Estado.

Con el optimismo natural que ordenó toda su existencia, vivía consagrado a sus tareas y delicadas misiones, así como al propósito de contribuir a quebrar el dominio de Estados Unidos sobre los países de Nuestra América. Para ello tuvo el desafío pero también el privilegio de encabezar algunas de las principales entidades cubanas que servían como brazo ejecutor de esa política.

Para quienes trabajamos junto a él en la Dirección de Liberación Nacional y en el Departamento América, y para los demás amigos que se nos han unido, con este modesto homenaje estamos reivindicando no solo al hombre, sino a nuestras tradiciones gloriosas, a nuestro patriotismo y a nuestro internacionalismo.

La Habana, 14 de marzo de 2021.

7. Gran sagacidad y capacidad de evaluar[1]

Jorge, Papito, Serguera*

*Combatiente de la Sierra, coincidió con Manuel Piñeiro en el II Frente. Obtuvo el grado de Comandante. Cumplió misión internacionalista. Fue presidente del ICRT.

Barbarroja es un personaje inolvidable, único, por sus características personales y por las funciones que desempeñó. Primero no era fácil. Su carácter, su temperamento más real, no fingido constituía una cáscara que envolvía a un revolucionario que no podemos medir. Un humor permanente, capaz de dialogar con Jesús y con el Diablo, sin que nadie pudiera descubrir su fin último: la defensa de la Revolución y la lealtad a Fidel Castro.

Conocí a Barbarroja en el Segundo Frente a finales de marzo de 1958, una figura atípica que si no habla, uno cree que esta frente a un nórdico, un vikingo en un barco loco que las corrientes marinas llevaron al Caribe; es un navegante histórico que se convierte en un hombre legendario.

El Piñeiro que recuerdo es el Piñeiro del humor que encubría una cualidad mucho más profunda: su sagacidad y su capacidad de evaluar a un hombre, penetrar en su conciencia, a través de la jovialidad y la sonrisa. Y lo raro de todo ello es que no es ni dogmático ni esquemático.

8. De Piñeiro lo fundamental era la identificación con Fidel y su labor antiimperialista

Armando Campos Ginestá*

*Combatiente de la clandestinidad en Santiago; apoyó el alzamiento de 30 de noviembre de 1956, integró columna 10 del III Frente Mario Muñoz del Ejército Rebelde, oficial del MININT, Vicejefe primero del Departamento América.

El carácter jovial y ocurrente y la forma de ser de Piñeiro eran especiales, pero debemos tener cuidado pues eso no es lo fundamental. Debemos tomar eso en todo su valor pero a su vez evitar consumirnos en lo anecdótico. Lo fundamental de Piñeiro no era eso, sino su visión, su identificación con lo más profundo del pensamiento de Fidel, su capacidad de aglutinar al colectivo de trabajo y se trazar el rumbo con optimismo y con realismo, su estatura política.

Para mí lo esencial y realmente meritorio es haber podido formar parte del equipo de compañeros que bajo la dirección del comandante Piñeiro nos convertíamos en brazo ejecutor de la línea internacionalista trazada por Fidel Castro con el fin de contribuir a quebrar el dominio imperialista en el continente.

Por supuesto hay muchas cosas que son parte del contenido interno del trabajo que poco se conocen. Aunque nadie puede negar que los logros de nuestra actividad fueron posibles por la plena confianza que el Comandante en Jefe depositaba en Piñeiro, y en la ejecución a través de él de las más delicadas tareas. El respaldo que el Comandante en Jefe nos daba era notable y obviamente consideraba necesaria nuestra labor, pues mucha de nuestra actividad tuvo lugar en momentos de cambio en América Latina, de avance de las ideas progresistas, cuando nuevas fuerzas y sectores se movilizaban y ganaban conciencia de la necesidad de contrarrestar la influencia de Estados Unidos y del papel entreguista de las oligarquías. En muchos casos el gobierno estadounidense levantaba un dedo y todos esos se doblegaban.

Se ampliaba el campo de trabajo para nosotros con toda esa diversidad y hasta la propia mano de Fidel llegaba para abrir vínculos y relacionarnos con sectores tales como la democracia cristiana, denominaciones religiosas y otros y nosotros teníamos que ver con eso y con el desarrollo de nuestro trabajo. Era un privilegio haber formado parte de estas tareas que dirigía el comandante Piñeiro.

Nuestro papel era ese de contribuir al avance de las fuerzas progresistas, de la unidad entre los revolucionarios y finalmente contribuir a quebrar el dominio yanqui. No hay nada oculto en esto. La línea y las orientaciones de Fidel siempre estuvieron claras. Y estaban en la misma línea que había planteado Martí, de impedir a tiempo el dominio imperial, por lo cual Fidel se planteó contribuir a revertir esa dominación.

Y obviamente era un privilegio nuestro trabajar con esos fines. Es esencial evitar que eso se diluya con lo anecdótico.



9. Necesitados estamos en Cuba de que se multipliquen personas con un talante similar al Gallego[2]

Monseñor Carlos Manuel de Céspedes*

* Sacerdote católico cubano. Bisnieto de Carlos Manuel de Céspedes, primer presidente de la República en Armas. Intelectual destacado.

No conocí a Manolo en mi primera juventud. Aunque los recuerdos de aquellos años se me diluyen y confunden con realidades de años posteriores, estoy casi seguro de que supe de él y de sus actividades, de que escuché su nombre en boca de amigos matanceros de la Universidad, en los años en que la mayoría de los jóvenes de Cuba nos unía el deseo del punto final del gobierno de Fulgencio Batista.

En los primeros años de Gobierno Revolucionario […] mi imagen de él era ambigua. Por una parte, lo relacionaba con responsabilidades, con modos de proceder, con los que yo no estaba de acuerdo, el modus operandi del Ministerio del Interior, primero; la presencia de Cuba en los movimientos guerrilleros y en otras formas de violencia revolucionaria en África o en América Latina. Por otra, amigos comunes, que sí compartían era tareas y ese estilo de ser revolucionario, me hablaban de él con enorme simpatía y admiración, se referían a su calor humano, a su capacidad de comprensión y de diálogo, a sus discrepancias con el talante soviético del marxismo, a su fidelidad con los amigos… y todo eso me gustaba mucho…

[…]

En la funeraria y posteriormente en el cementerio, en la tarde su entierro, cuando miraba en derredor a tantas personas de diversa procedencia, con el dolor y hasta la lágrima en el rostro, nacidos del cariño herido por aquella muerte tan inesperada como absurda, me ratificaba, me ratificaba cuán congregante había sido Manolo y cuánto he agradecido su cercanía en los últimos años.


Necesitados estamos en Cuba, en todas las «zonas» de nuestro pueblo –incluyendo la Iglesia– de que se multipliquen personas con un talante similar; hombres y mujeres positivos ante la existencia, de los que no se derrumban ante los contratiempos; que se los sienten pero que no se dejan aplastar y saben renacer a la alegría y la confianza; que no condicionen el respeto, la relación, y la amistad a la uniformidad imposible; capaces del diálogo auténtico; que vivan con serenidad realista y con apertura de corazón y de entendimiento el — a Dios gracias — inevitable pluralismo, fuente irrenunciable de riqueza para todos los pueblos y grupos humanos.

Un mundo interior muy rico y para muchos desconocido en sus entresijos, sembrado de misterios luminosos, tiene que haber animado a Manolo para que haya sido como fue.

10. Descubriendo a Barbarroja

Ricardo Alarcón de Quesada*

*Luchador de la clandestinidad, integrante del M-26–7; dirigente de la FEU y luego del PCC e íntegro del Buró Político, fue ministro de Relaciones Exteriores, embajador ante las Naciones Unidas, presidente de la Asamblea Nacional de Cuba.

Conocí personalmente a Manuel Piñeiro Losada poco tiempo después del triunfo revolucionario en 1959. Me encontré con él y otros dirigentes del M-26–7 en Santiago de Cuba que éramos parte de lo que entonces se conocía como la «izquierda del 26» y tratábamos de coordinar nuestras acciones en lo que era una intensa batalla ideológica al interior del Movimiento.

Coincidimos después en la casa de Raúl Castro ubicada dentro de lo que fue la jefatura del cuartel militar de Columbia (hoy Ciudad Libertad).

Nuestra relación se intensificó luego que yo fui enviado a dirigir la delegación cubana ante la ONU y él ocupó importantes responsabilidades en el MININT y luego al frente del Departamento América del Partido. Nos reunimos, sin excepción, cada vez que yo venía a La Habana por cualquier motivo.

Nos veíamos en su casa, de noche y no pocas veces bien entrada la madrugada. Fue así como descubrí una característica de Manolo que probablemente pocos conocen; vivía en permanente vigilia, trabajaba, incluso, cuando parecía dormir.

Me sucedió en casi todos nuestros encuentros. Estábamos siempre los dos solos y mientras yo hablaba él escuchaba atentamente, hacía algún comentario o preguntaba cualquier cosa. De pronto lo veía cabecear, con los ojos cerrados, hundiéndose en lo que parecía un profundo sueño. Entonces yo callaba y dejaba que pasaran algunos minutos.

Cada vez que esto sucedía fue él quien interrumpió el silencio. Sin incorporarse en su asiento, sin abrir los ojos, retomaba mis palabras exactamente en el punto en que yo me había callado. Me acostumbré a esta invariable característica de nuestras reuniones. Debe quedar claro que cualquier conclusión o seguimiento de estas conversaciones se cumplía rigurosamente. No teníamos testigos pero los dos estábamos despiertos.

Hay algo que ilustra sobre la personalidad de Piñeiro y su inmensa capacidad de amar. A mediados de la década de los setenta él llamó a mi esposa, le explicó que iba a divorciarse de Lorna Burdsall, su cónyuge de dos décadas y le pedía a Margarita que se ocupase de ella y la ayudase en ese trance.

Él se casó dos años después con Marta Hanecker y todos formaron una gran familia como señala la propia Lorna en su excelente autobiografía que, por cierto, ofrece una visión muy rica de la vida y la personalidad de Piñeiro que explican el final feliz de esta historia.



11. Manuel Piñeiro: héroe anónimo de la patria

José Antonio, Tony López Rodríguez*

*Integrante del Ejército Rebelde que había participado en las luchas estudiantiles, funcionario de la UJC, miembro del MININT y funcionario del Departamento América del CC, que cumplió misiones en varios países.

«La primera vez que vi a Piñeiro fue en los primeros meses de 1959. Yo hacía posta desde un balcón, con un fusil ametralladora de origen dominicano, San Cristóbal, en la que había sido residencia de Fulgencio Batista, en la antigua fortaleza militar de Columbia, rebautizada como Ciudad Libertad. Su larga barba roja y su abundante cabellera llamaron mi atención, y desde abajo me dijo burlándose: “Oye Mau Mau, apunta con eso para otra parte, no vaya a ser que si no me jodieron en la guerra me maten en la victoria”. No me imaginé ese día yo, que dos años más tarde ese Comandante marcaría mi vida revolucionaria para siempre…»[3]

La noticia de que asumiría el trabajo político con Colombia fue de enorme satisfacción, un país apasionante donde el libertador Simón Bolívar libró numerosas y heroicas batallas entre ellas la de Boyacá que dio lugar a su independencia y a él me entregué en cuerpo y alma.

La tarea era enorme, pero tuve el gran apoyo de mi histórico jefe, me refiero al comandante Manuel Piñeiro Losada, de él y de su ejemplar vida aprendí cómo enfrentar tal empeño.

Piñeiro era el dirigente revolucionario ejemplar que había dedicado su vida a la solidaridad y al internacionalismo, fue un fiel intérprete de esa política preconizada y practicada por Fidel y el Che.

Él supo imprimirle la organización y el dinamismo de la época desde el Departamento M, del Ministerio de Interior, donde se desempeñaba como Viceministro Primero hasta 1970. En ese año se crea el Viceministerio Técnico y la Dirección General de Liberación Nacional, (DGLN), bajo su jefatura.

Unos años más tarde, en 1974, a propuesta del Comandante en Jefe, la DGLN se transformó en el Departamento América, como órgano político auxiliar del Comité Central del Partido, y todo lo relativo a las funciones operativas que tenía la DGLN, se mantuvieron en el Ministerio del Interior. Fidel fue quien sugirió el nombre, pues inicialmente se proponía Departamento Latinoamericano, el Comandante dijo no, se llamará Departamento América, este es un departamento que debe incluir el trabajo político con todos los países de la región, Estados Unidos, Canadá y el Caribe.

El Departamento América trabajó para fortalecer las relaciones con los partidos y movimientos políticos de la región y Piñeiro y su equipo de trabajo le inyectaron el necesario dinamismo y apego solidario a todas las fuerzas revolucionarias, progresistas y democráticas en toda esta zona territorial.

La entrega de Piñeiro a la causa de los pueblos latinoamericanos, norteamericanos y caribeños lo convertía no solo en un profundo conocedor de la política y los entretelones de los partidos y organizaciones políticas y sociales de cada uno de nuestros países, también en un eficiente asesor para fortalecer las relaciones con sus gobiernos y movimientos sociales, como fue el trabajo que él abrió hacia los movimientos religiosos, militares, sociales que en ese período de las década de 60–70 tomaban fuerza.

Piñeiro era un hombre escuchado y admirado por líderes y dirigentes políticos, religiosos, militares, revolucionarios y progresistas de la región. También odiado por el enemigo, especialmente los servicios estadounidenses.

Del educador Barbarroja, como cariñosamente le decíamos, aprendí que la política era el arte de sumar, que había que escuchar a todo el mundo, que no podíamos casarnos con ninguna posición política de los Partidos y organizaciones con los que nos relacionábamos; era sin dudas un convencido de sus ideas revolucionarias, antidogmático, aborrecía a los sectarios, era la antítesis del burócrata, del formalismo y de los tecnócratas, para él nada era absoluto.

Era orgánico, audaz, valiente, con métodos dinámicos y a su manera ordenado en su trabajo. Solo basta decir que de cada información o mensaje recibido Piñeiro anotaba cada detalle al margen de la hoja y dejaba un plan de trabajo, con fecha de cumplimiento, que era controlado por él, a través de su eficiente y leal jefa de despacho Vidalina Valledor. Su menuda letra era inconfundible y para la mayoría a veces indescifrable, solo Vidalina era la que los descifraba y nos ponía a ejecutar lo que orientaba.

Se caracterizó por su humildad y una insuperable condición humana demostrada en el trato y atención a sus subordinados, a los cuales no solo le exigía resultados en su trabajo, se preocupaba de los problemas personales de cada uno y se convertía no solo en un buen jefe, también en un sincero amigo, su conducta le ganó la admiración, el cariño, fidelidad y respeto de todos los que trabajamos con él. Siempre trasmitió a los hombres bajo su mando su ilimitada lealtad a la Revolución cubana y a la obra y pensamiento político de Fidel Castro.

Dedicó horas a hablarme de la heroica lucha del pueblo colombiano, de las virtudes, la valentía, entrega y nobleza de sus mujeres y hombres. De los comandantes y combatientes guerrilleros que él había conocido no solo de las FARC, el ELN, el EPL y el M-19, también de los dirigentes y líderes políticos liberales y conservadores, de la importancia de conocer sus opiniones, sus puntos de vistas políticos, sus programas y planes.

Del Partido Comunista Colombiano y de su dirección, de las coincidencias y diferencias que existían entre diferentes organizaciones guerrilleras, las sostenidas por el Partido Comunista en torno a la política de practicar la combinación de todas las formas de lucha, también el uso político electoral de la lucha armada o formas de autodefensa, las diferencias de estos con otros sectores de izquierda y el respeto con el cual teníamos que tratar estos temas para que no se interpretara que hacíamos una injerencia en los asuntos internos de los países, los partidos y organizaciones políticas y sociales, con los cuales nos relacionábamos. Una enseñanza permanente que recibíamos de Fidel, y que como siempre Piñeiro nos subrayaba.

El tema de la unidad y de la no injerencia en los asuntos internos de otros países ha sido y es un principio que Cuba ha defendido y defiende, no solo en su política interna, también en sus relaciones internacionales, muy especialmente con el movimiento revolucionario, progresista y democrático de América Latina, siempre hemos sostenido que la unidad es la única forma de vencer a las clases dominantes y que cada país y sus organizaciones políticas y sociales son exclusivamente las llamadas a darse el sistema político que consideren.

Por lo demás siempre me llamó la atención, que, ante las más difíciles situaciones, donde tenían que tomarse decisiones delicadas, él mostraba una impresionante serenidad. Le molestaban los aduladores y admiraba a los frenteros, así como despreciaba a los traidores, pero siempre con ese carácter jovial y dicharachero,

Fuerte en el contenido de la crítica, pero suave en las formas, o espontáneo en trasmitir lo que llamaba «un mangazo». Su sonrisa y ese carácter que te daba confianza, que siempre lo acompañó y lo percibí con gran fuerza cuando me llamó a Buenos Aires, Argentina, para decirme que ya no continuaría al frente del Departamento y pedirme el apoyo total a la decisión que había tomado la Dirección del Partido, y para el compañero Arbesú que lo reemplazaría.

12. Piñeiro tenía las cosas en perspectiva y la necesidad de no encerrarnos[4]

Vidalina Valledor*

*Jefa de despacho y secretaria del Comandante Manuel Piñeiro durante 30 años.

[Rememora que conoció a Manuel Piñeiro en julio de 1961 mientras trabajaban en la preparación de los documentos que llevaría el comandante Ernesto Guevara a la Conferencia de Cancilleres, en Punta del Este, y permaneció junto a él como secretaria y jefa de despacho durante treinta y un años.]

Una vez concluida esta tarea, organizó el trabajo de la Inteligencia; no solo por las distintas secciones que debían definirse, sino porque debíamos trasladarnos a otro lugar más amplio y que garantizara la compartimentación de la documentación que allí se manejaba. Piñeiro se dio a la tarea de buscar una vivienda con todas las condiciones para los compañeros que iban a ingresar en la Escuela de Inteligencia.

Ya en esos momentos estaban definidas las secciones de América del Norte, Central y Sur, además estaban creadas la sección de la Técnica, incipiente aún; la oficina de Personal y la de Administración.

Se creó la Escuela de Inteligencia, ya que después de la invasión de Girón, Piñeiro tenía bien definida la idea de que había que preparar a los cuadros que fueran capaces de desarrollar este trabajo. Eran compañeros con un nivel cultural adecuado y podían pasar el curso. Se preparó la escuela de Sabanilla. Allí daban clases distintos compañeros, incluso, hasta de la contrainteligencia del Ministerio.

Después de que concluían el curso, pasaban a las distintas secciones. Posteriormente hubo otro curso para un grupo de ellos, los cuales recibieron una preparación más fuerte, ya que trabajarían en los centros instalados en las embajadas que, en esos momentos, teníamos en el exterior, sobre todo en México. Fueron años de suma actividad: los enfrentamientos con el enemigo, el Che en el Congo, el Che en Bolivia.

Con el decursar, se impuso la necesidad de recibir información desde el exterior; solo la recibíamos desde México, y no podíamos seguir bloqueados. Es cuando se crea la sección de Enlaces, esta mantenía relaciones con funcionarios de diferentes organismos que viajaban al exterior: Comercio Exterior, INDER, Salud Pública…

De esos funcionarios se hacía un análisis para ver si había alguno con condiciones y rápidamente prepararlo para que buscara la información que se necesitaba de ese lugar o, de lo contrario, se incluía en esa delegación a un funcionario nuestro. Es decir, lo que Piñeiro veía era la necesidad de no encerrarnos, sino analizar cómo, sin tener relaciones con estos países, legalmente, podíamos obtener la información y, además, mantener relaciones con los distintos partidos, organizaciones y personalidades en el exterior.

También se creó la oficina de Inspección, así como el buró de Europa y Asia, y la sección MOE (M-Operaciones Especiales), en la cual estaba el compañero Orlando Pantoja (Olo, quien posteriormente cayó en Bolivia junto al Che). Surgió la escuela de Punto Cero de Guanabo y la Escuela de Petty, en Pinar del Río, donde se preparaban los distintos dirigentes y militantes de diferentes organizaciones que venían clandestinamente a Cuba. Entre oficiales y trabajadores de la Inteligencia se incrementó la cifra en estos primeros años.

Otra característica de Piñeiro era que, independientemente de que tenía vicejefes, jefes de sesiones y oficiales, cuando él citaba a las reuniones tenía que encontrarse presente el oficial o el funcionario que atendía el país en cuestión o el tema que iba a ser objeto de discusión; es decir, no concebía reuniones con los jefes, si no estaba presente el funcionario.

Y qué preocupación mostró siempre por los informes que se trasladaban a la máxima dirección del país, fundamentalmente al Comandante en Jefe. Piñeiro sentía una gran admiración y respeto por las cuestiones que se trataban con Fidel.

Piñeiro era exigente y tenía que serlo por necesidad. Era exigente pero no autoritario… pedía las cosas por favor. Debía ser muy riguroso y preciso con los informes que elevaba a la Dirección del país. Como parte de ello y de la formación de su equipo, nos devolvía los informes llenos de marcas, anotaciones, preguntas…

Todo pasaba por mis manos y a él le preocupaba mucho el silencio y la discreción. Un día me preguntó, muy en serio, ¡si yo hablaba dormida!

Se preocupaba por la familia de los compañeros… A veces dormía solo tres horas. Trabajaba largas horas; apenas descansaba; Poco importaba que fueran horas de la madrugada… Cuando se presentaba algo urgente, a la noche y debía estar listo el informe para la mañana siguiente, yo lo pasaba a máquina, pero él se quedaba durmiendo en el sofá porque le daba pena dejarme sola, y luego me enviaba a mi casa con su chofer.

La información que se enviaba al Comandante tenía que ser bien comprobada y con todos los detalles necesarios. Mientras no estuviera así, él revisaba, exigía y verificaba. Muchas veces, en cuestiones sumamente delicadas, decía que había que tener todos los elementos y detalles. Fue un fiel velador por la compartimentación de la información, algunos temas solo se manejaban por él y la persona responsabilizada. Piñeiro se preocupaba mucho por el funcionamiento del archivo y que los tuviéramos actualizados y bien organizados para una fácil localización.

Independientemente de que existía el cifrado con todas las embajadas y que se partía de la base de que era difícil de detectar por el enemigo, Piñeiro instrumentó el sobrecifrado. Él decía que había que garantizar la vida de los que estaban involucrados en una información que uno trasladaba. Si la información se enviaba por cable, estaba sobrecifrada.

Esa fue la educación que Piñeiro le dio a sus subordinados; en eso fue siempre meticuloso y no existía nadie que no tuviera un seudónimo.

Vidalina se jubila pocos meses después que su jefe sale del cargo, en abril de 1992. Dice que «todavía tengo guardada la notita que me entregó» en la actividad de despedida,

«con esa letra inolvidable en un papel de no más de cuatro centímetros cuadrados, y dice: Vida, siempre nos estaremos viendo. Cuídate la salud. Todavía nos queda mucho por hacer, por Fidel y por la Revolución. Abrazos, Piñeiro».

13. Lo extraño tanto… cuánto quisiera volver a hablar con Piñeiro[5]

Armando Hart Dávalos*

*Fundador y miembro de la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio, miembro del Buró Político del PCC y Ministro de Cultura.

[A Piñeiro] lo conocí en el Instituto de segunda enseñanza de Matanzas […] pero lo conozco mucho mejor después del triunfo de la Revolución cuando él estaba en los trabajos de inteligencia, en el apoyo a las guerrillas, con relación a las actividades del Che, y todavía más estrechamente cuando estuve en labores partidarias, desde 1965.

[…]

Piñeiro, para mí, es un personaje inolvidable. De esos de aquella revista norteamericana The Reader Digest. Cualquiera que fuera la relación con él, afecta o desafecta, sería una persona inolvidable. Tenía un pensamiento radical, pero no era extremista, y por ello podía relacionarse con todo el mundo. Era un conspirador, pero un conspirador a la luz pública, con una concepción muy clara de la flexibilidad con que hay que tratar a las ideas. Era un guerrillero en el campo de las ideas y, relacionándose con guerrilleros clandestinos, asimismo se relacionaba con todos los sectores, con una gran amplitud de matices.

Hay que reconocer que buscaba sus cuadros en la Universidad. Muchas veces cierto radicalismo tiende a rechazar a los intelectuales, pero él tenía un pensamiento cultural elevado.

Nunca vi a Piñeiro enconado o, cono decimos en Cuba, «explotado». Su fidelidad a Fidel, a Raúl, a la Revolución, fue impresionante. Le gustaba estar informado de todos los vericuetos del debate de ideas en el mundo, y siempre con una afilada intención antiimperialista. No es simple encontrar a alguien tan profunda y radicalmente fidelista. Siguió el ritmo de Fidel, de su programa, de sus ideas, y creo que él pensaba que estaba haciendo lo mismo, idéntico.

Por otra parte, cuando salió de sus cargos nunca lo vi limitado o cohibido. Formó muchos cuadros que respetaron su disciplina, su exigencia y que le guardan gran afecto y una gran admiración, principalmente por su lealtad a la Revolución.

¡Qué falta siento que me hacen hombres como Piñeiro o como Jorge Enrique Mendoza! Con él se podía hablar de las cosas más profundas, más íntimas de la Revolución. […] Lo digo con todo sentimiento y con toda responsabilidad, siempre que tengo un problema complicado necesito a Piñeiro. Por eso muchas veces lo extraño tanto, tan profundamente, y me digo a mí mismo, cuánto quisiera volver a hablar con Piñeiro.

14. Siempre estuvo en línea directa con el pensamiento y la acción de Fidel[6]

Jesus Montané Oropesa*

*Miembro del Movimiento 26 de Julio, asaltante del Cuartel Moncada, miembro del buró político del PCC.

Señaló que con Piñeiro tenía una amistad fraternal y polémica a la vez y agrega que admiraba su estilo de trabajo «algo que yo no pude imitar nunca y que me pesa no haber podido imitar, un estilo de trabajo muy claro, no dogmático, que creo ayudó extraordinariamente a fortalecer nuestras relaciones con América Latina y con el Tercer Mundo. Jugó un papel muy importante en las relaciones, por su forma de tratar a los dirigentes y personalidades que venían del extranjero».

Añade Montané que para él «había sido un privilegio haber sido su amigo, su compañero, con el que podía hablar, discutir y analizar lo humano y lo divino».

«El conocía muy claramente el pensamiento político-ideológico de Fidel. No era un hombre que debía estar buscando constantemente orientaciones, solicitando que le dieran el visto bueno; sabía cuál era la línea táctica y estratégica, y sobre esa base trabajaba. Siempre estuvo en línea directa con el pensamiento y la acción de Fidel».

15. Su capacidad de comunicación facilitó la de los revolucionarios del mundo con Fidel[7]

Faure Chomón*

*Asaltante a Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957. Máximo dirigente del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, destacado combatiente y comandante guerrillero.

La última ocasión con Piñeiro fue el 31 de julio de 1997. Ese día se efectuaba la presentación de la revista Tricontinental, en homenaje al Che, a la cual Piñeiro me había invitado. Estaba rodeado por sus más cercanos colaboradores de las distintas campañas del internacionalismo revolucionario. El homenaje al Che fue la señal de la revelación de Piñeiro. Comenzaban así a ser expuestas las cualidades de Manuel Piñeiro, y la historia secreta de la lucha revolucionaria.

Su capacidad de comunicación había facilitado la de los revolucionarios del mundo con Fidel. Para esa misión contábamos con Piñeiro.

Esa tarde del Pabellón Cuba me dejó una nota de su puño y letra, en un ejemplar de la revista: «el deseo de que vivamos muchos años en infinita rebeldía y vocación internacionalista».

16. Vació sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, su vida[8]

Francisco Calzadilla Núñez*

*Mayor (r) de las FAR, miembro de la escolta del Comandante en Jefe; fue delegado del Poder Popular en el municipio Playa, en La Habana.

Barbarroja es un hombre sobre el cual otro hombre puede hablar sin sonrojarse. Lo conocí en 1959 cuando me desempeñaba como jefe de grupo (primer teniente) de la escolta de seguridad personal del Comandante en Jefe. Meses después comencé a trabajar a sus órdenes. Lo recordaré siempre con respeto y veneración.

Era un hombre superior, que cumplía el deber y altas responsabilidades más bien en silencio, sin alardes ni ostentación alguna. La primera vez que hablamos me impresionó su carismática personalidad. La simpatía era su forma natural. Su rostro siempre estaba iluminado con una espléndida sonrisa. Era de aquellos seres que con solo mirarlos, le alegran a uno el alma y nos entran deseos irresistibles de imitarlos. No dejó nunca desamparado a un compañero en desgracia. Sus palabras y consejos eran garantía de consuelo que bastaban para levantar al caído.

El legendario Comandante vació sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, su vida y fuimos muchos los que tenemos algo que agradecerle. Por ello, y por muchas otras cosas, continúa viviendo en todos. Fue un hombre ejemplar de su tiempo, instrumento del deber cumplido, aficionado a pensar en los dolores ajenos más que en los propios. Porque tenía mucho adentro y poco afuera.

El deber patrio lo obligó a trabajar en silencio, como aconsejara Martí, casi anónimamente, y pasará todavía un tiempo tal vez largo para que pueda divulgarse plenamente el desinterés y la importancia de su entrega, las dificultades y verdadera dimensión de sus responsabilidades, cumplidas con aquella lealtad y pureza que la Revolución le exigió.

En su bregar diario prefirió la acción a la inacción, lo que el enemigo imperialista conoce tan bien como nosotros.

17. Comandante Manuel Piñeiro Losada

Fabián Escalante*

*General de División ® de los órganos de Seguridad del Estado.

Lo conocí una mañana de agosto de 1960 en ocasión de una reunión en la jefatura de la División de Inteligencia Militar G-2, a la cual había citado a un numeroso grupo de compañeros que en esa dependencia trabajábamos. Para entonces era el 2do. jefe de esa Entidad, bajo el mando del Comandante Ramiro Valdés.

Era un joven de 19 años y me impresionó profundamente su personalidad y capacidad de empatía, modestia y sencillez. La persona que con nosotros conversaba, enfundado en su uniforme verde olivo y sus grados de comandante, nos cautivó a todos con suaves palabras, que no excluían la firmeza de las mismas. La misión encomendada era desmantelar un aparato para-policial paralelo, creado probablemente por las circunstancias del momento y que realizaba desmanes, contrarios a los principios y preceptos promulgados desde siempre por el líder de la Revolución Fidel Castro.

Cada cual con su misión marchó en pos de su cumplimiento y no supe del Comandante de las rojizas barbas hasta octubre de ese año, cuando me orientaron en la Jefatura del G-2 encontrarlo a la entrada del edificio que ocupaba el Ministerio de Relaciones Exteriores en la calle Calzada del Vedado.

Al llegar al lugar indicado, Piñeiro se hallaba de pie, en medio de la escalinata de entrada al lugar, leyendo un manojo de papeles y luego al levantar la mirada para contestar mi saludo, me esbozó una sonrisa, aquella con la cual «encantaba» a sus compañeros, franca, alegre y sincera, expresando a continuación: «flaco, es necesario que te llegues a Costa Rica a contactar con un capitán de la guardia Tica que dice tener informaciones importantes sobre las agresiones que Estados Unidos prepara contra Cuba desde Centroamérica». Así de sencillo, ¡como si fuera tan fácil!

Acto seguido, me entregó un cartucho, agregando que el mismo contenía dinero para los gastos y que en la oficina de la secretaria del Ministro me aguardaba el compañero Tomás para darme detalles de la misión y proporcionarme la documentación que utilizaría.

A mi regreso, cumplida la misión, me encontró en la Jefatura y me dijo: «te la comiste Tigre, muy útil las informaciones que lograron reunir allá», que desde mi juventud e inexperiencia, dicho sea de paso, no tuve entonces la capacidad de valorar en aquella dimensión. Acto seguido me invitó a sentarme y comenzó un interrogatorio detallado de todos los contactos y entrevistas realizadas. Piñeiro era un hombre de inteligencia nata, y con conocimiento, que sabía qué y cómo preguntar, y después, evaluar.

Mantuve contactos y relaciones con él siempre, aun desempeñándome en otra esfera de la seguridad. No sé por qué razón me sentí privilegiado con su afecto. En varias ocasiones, solicitó a mi mando, utilizarme en misiones relacionadas con su actividad. Siempre cariñoso y firme me aconsejaba cada vez que nos encontrábamos: «flaco eres muy desesperado, tienes que tener paciencia» y no sé cuántas cosas más.

Su lealtad a Fidel y los principios de la Revolución devino en conceptos que nos inculcó a todos los que tuvimos la suerte de disfrutar de sus consejos o apreciar sus certeros análisis políticos y operativos.

La última vez que nos encontramos fue en su casa, poco antes de su muerte y ya jubilado. Sabía de mis estrechas relaciones con los sandinistas y ese fue el objeto de la conversación que se prolongó -en la cocina de la casa- por más de una hora.

Quedamos en encontrarnos nuevamente, solo que la vida no lo quiso.

Pienso que fue uno de los más inteligentes y cultos, carismáticos y afectuosos Jefes que tuvimos. Atesoro su amistad y consejos como uno de los logros más importantes de mi transitar revolucionario, político y humano.

Piñeiro no murió, anda por ahí con su sonrisa y la mirada pícara, observando todo lo que hacemos, para, en su momento, rectificarnos o tirarnos el brazo por sobre los hombros y decirnos: «la cagaste caballo» o «te la comiste Tigre».

Gracias hermano COMANDANTE.

18. Memoria sobre el Comandante, Manuel Piñeiro Losada, en el 23 aniversario de su fallecimiento.

Alfredo, Arana, García Almeida*

*Ex oficial del MININT y luego funcionario del Comité Central quien trabajó junto a Piñeiro desde los primeros años de la Revolución.

Lo más atípico en las relaciones jefe-subordinado con Piñeiro, eran sus despachos sobre un asunto urgente. Lo mismo podía ser a altas horas de la madrugada, mientras se movía en su auto de un lugar a otro. Se comportaba con naturalidad sin formalidades de ningún tipo, sin distinciones jerárquicas, como si estuviera en un escenario guerrillero en la montaña.

Si durante el despacho de trabajo la naturaleza del tema nos ponía tensos, Piñeiro siempre encontraba un comentario chistoso para relajarnos. Su don de psicólogo empírico para medir hasta dónde éramos capaces de llegar en nuestras responsabilidades, delegando sin paternalismo tareas que lo comprometían ante Fidel, era contundente prueba de su calidad humana y capacidad como líder, acudiendo a su instinto hacia las características personales de sus subordinados.

Combinando con sabiduría la exigencia revolucionaria y la sensibilidad humana, el comandante Piñeiro nos obligaba a crecer por encima de nuestras posibilidades. Y pocas veces se equivocó.

Su método de trabajo era poco convencional. Aunque la estructura y organización del Departamento contemplaba una cadena de mando, muchas veces era conscientemente ignorada por Piñeiro, ante urgencias operativas o de compartimentación, dando instrucciones o recabando información del subordinado más cercano a la tarea de su interés, aun cuando violaba los niveles jerárquicos establecidos.

Su horario de trabajo que incluía toda la noche, coincidía con el de Fidel. No dormía mientras Fidel estuviese despierto. El tiempo para el sueño eran pocas horas en la mañana. Nunca conocimos de vacaciones y los fines de semana no se diferenciaban en intensidad del resto de los días de trabajo. Muchas veces recibíamos llamadas telefónicas en la madrugada para conocer o transmitir alguna información. Generalmente comenzaba preguntando: ¿Qué estás haciendo?, medio dormidos respondíamos: Jefe durmiendo. Seguidamente Piñeiro comenzaba a hacer preguntas o recabar información en un código verbal de su invención, para supuestamente desinformar cualquier escucha interesada o accidental, que no siempre podíamos descifrar porque algunos términos o seudónimos eran inventados por él en el momento de la conversación.

En su código más familiarizado con nosotros, así como para agilizar y proteger su comunicación con nuestros funcionarios en el exterior, Piñeiro utilizaba seudónimos con los que enmascaraba el diálogo. Se los tenía asignados a dirigentes y figuras políticas de la región y también con el ánimo de proteger a sus amigos y dirigentes cubanos. Identificaba a Fidel: como el 1, a Raúl, como el 2, Celia: la tía. Si alguien era destituido, «Cayó como penca de coco»; un problema inesperado: «Se apareció un muerto con espejuelos»; la crisis de los misiles: «Estamos a nivel de hongo»; un asunto que no sale bien: «Hay pitirre en el alambre», para alertar sobre una picardía: «Le vende un tranvía a un ciego», el mayor elogio: «La partiste», la peor crítica: «La cagaste», eran algunas de las expresiones de su lenguaje codificado.

Algunos meses antes del accidente automovilístico que le costó la vida, Piñeiro nos habló de un proyecto que tenía autorizado por Fidel para escribir las memorias sobre la ayuda internacionalista de la Revolución cubana al movimiento revolucionario y de liberación nacional de América Latina y África. Pidió a sus más antiguos subordinados, que comenzaran a escribir sus memorias de las relaciones con los partidos y organizaciones revolucionarias que habían atendido desde la década de los 60.

Desafortunadamente, su inesperada muerte impidió consumar el plan llevando a la tumba valiosas vivencias y secretos, pues solo Piñeiro conocía de conjunto la historia y entretelones de esas cuatro décadas de solidaridad a petición del movimiento revolucionario, muchos de los cuales por su delicadeza nunca fueron registrados en archivos. Sin embargo, los que tuvimos el privilegio de participar en esa épica jornada internacionalista, quedamos con la deuda de transmitir esa histórica memoria a las generaciones futuras.

Admirado por unos, odiado por otros, respetado por todos, el comandante Piñeiro no solo dejó su histórica impronta como mambí del siglo XX y auténtico difusor de las ideas de Fidel y el Che, sino que marcó a sus subordinados con su ejemplo ético y político durante más de cuatro décadas, así como a dirigentes revolucionarios y personalidades de todas las ideologías y regiones del mundo, con los cuales compartió su experiencia como jefe guerrillero y dirigente político.

19. Tenemos que escribir porque ya «La Parca» está cerca[9]

Renán Montero*

*Combatiente internacionalista; participó en el aseguramiento de la llegada del Che a Bolivia, combatió junto al FSLN en Nicaragua donde fungió como subjefe de seguridad del Estado entre 1979 y 1990.

Alrededor de dos meses antes de su muerte me encontré con Piñeiro. Fue la última vez que lo vi vivo. El caminaba con dos o tres personas, ente ellos Jorge Timossi y Tony López, funcionario del Departamento América. Llegó hasta el local de la editorial San Luis, del Ministerio del Interior donde estábamos tres o cuatro compañeros. Sonriendo, su saludo fue este:

«Tenemos que escribir porque ya la Parca está cerca». Usó la palabra parca y no muerte. Y además sentenció: «tenemos que hacerlo pronto, no nos queda mucho tiempo”. Yo ya conocía ese criterio suyo, pues meses antes me llamó para que yo le contara y escribiera sobre mi experiencia guerrillera en los años 59 y 60 cuando combatimos contra la Guardia Nacional de la dictadura de los Somoza. Tuve dos entrevistas con él con este fin y durante ellas expresó lo mismo: «Ya estamos medio viejos y podemos morir en cualquier momento. Puede que no haya tiempo y escribir sobre esas luchas es, y será, útil para esta y otras generaciones de cubanos y pueblos del Tercer Mundo».

Lamentablemente, pocas semanas después fallecía, cuando apenas comenzaba a hacer algo en este sentido.

20. Tenía un talento natural para el trabajo conspirativo

Luis Hernández Ojeda*

*Funcionario que trabajo bajo la dirección de Piñeiro desde comienzos de los años sesenta y en sus distintas dependencias, donde cumplió infinidad de tareas. Fue jefe de sección y Embajador de Cuba en Colombia y Nicaragua.

Mi primer encuentro con Piñeiro fue en 1962, a raíz de que fuimos incluidos en la primera delegación de la juventud cubana que visitaría Vietnam y China después de la Crisis de los Misiles. Me dijo: «Es tu primera misión, mira a ver cómo te comportas». Estaba convaleciente de una operación y sus consejos, más que instrucciones, serían los primeros de ese tipo que recibimos a lo largo de los años, cuando cumplíamos diversas tareas.

Piñeiro, sin dudarlo ni un minuto, fue para mí y para el resto de los funcionarios que trabajamos bajo sus órdenes, un padre al que podíamos confiar hasta nuestros problemas personales. Se generaba una confianza y una disciplina avalada por una identificación absoluta en lo político y en lo ideológico.

Barbarroja siempre fue un ejemplo de modestia, sencillez y con una autoridad que emanaba de su carácter criollo. Sin concesiones, pero fundamentalmente basada en los valores de los que han combatido y trabajan por la liberación de nuestros pueblos de América.

Su identificación con el Comandante en Jefe y su fidelidad a la Revolución eran principios que guiaban su conducta, su actuación, y la de todos nosotros, quienes teníamos el privilegio de participar, incluso en los encuentros del Comandante en Jefe con dirigentes y personalidades políticas diversas. Tales encuentros nos enriquecían y se convertían también en directivas de trabajo.

Al comandante Piñeiro no lo influyó el poder ni sobrevaloró su inteligencia.

Te obligaba a pensar todo el día… y en cualquier momento se aparecía con la gran sorpresa.

Según él, un informe tenía necesariamente que llevar una valoración, una opinión, lo que obligaba a pensar. Producía un entrecruzamiento de información y de análisis que, sin romper la compartimentación, mantenía a todo el equipo en vilo e informado. Recogía opiniones en todos los escalones, se movía hacia abajo y hacia arriba, y tenía un talento natural para el trabajo conspirativo.

A su vez, Piñeiro se guiaba por el principio y la motivación de apoyar todas las causas justas y la unidad latinoamericana y para ello se desarrollaba un trabajo muy amplio, hacia todos quienes no fueran definitivamente el enemigo. Ante la agresividad estadounidense en su dominio en la región, nuestro jefe, siguiendo a Fidel o a su semejanza, tenía la noción y la predisposición de responder a las acciones del imperio y tratar de darle duro allí donde le dolía.

Hay anécdotas que tienen un carácter educativo y de orientación. Recuerdo muchas de sus frases típicas. En una ocasión en que debía recibir y conversar con un personaje extranjero de posiciones políticas complejas y hasta de un carácter difícil, me hizo la siguiente recomendación: «Sonrisa Colgate con el tipo todo el tiempo».

El Comandante en Jefe le tenía gran aprecio y trabajaban juntos muchas situaciones. Lo pude palpar personalmente en muchas circunstancias. Incluso después del fallecimiento de Barbarroja, lo escuché de labios de una persona que trabajaba en el círculo íntimo de Fidel, cuando nos dijo:

«Ustedes no tienen ni idea de lo que Fidel extraña a Piñeiro y de cómo a ratos se manifiesta acerca de la falta que le hace».

21. Barbarroja y su pensamiento guevariano

Víctor E. Dreke Cruz*

*Combatiente en la Sierra e internacionalista, Coronel de la Reserva del MINFAR, Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas

Manuel Piñeiro Losada, más conocido como Barbarroja por las características de su barba, fue nombrado así, desde la lucha en la Sierra Maestra. Nació en Matanzas el 14 de marzo de 1933. Desde 1953 se destaca como revolucionario participando en protestas estudiantiles contra el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.

Por estos motivos, la familia lo envía al exterior con el fin de alejarlo de las actividades revolucionarias y afirma Piñeiro que se hizo más revolucionario en la Universidad de Columbia, Nueva York. Estudiaba y trabajaba y sus inquietudes políticas se consolidaron al ver tanta discriminación y desigualdad en la propia Universidad.

En 1955 regresa a Cuba y participa en la fundación del Movimiento 26 de
Julio en Matanzas. Se destaca en la participación primero de actividades clandestinas en La Habana y después se incorpora en la Sierra Maestra a la columna de Fidel. En correspondencia con los méritos alcanzados es asignado por Fidel y acompaña a Raúl a la fundación del II Frente Frank País.
Al triunfo de la Revolución, tuvo diversas responsabilidades hasta que
tempranamente, pasa a dirigir el Viceministerio Técnico de la Dirección General de Inteligencia, de la Dirección Nacional de Liberación Nacional, del Ministerio del Interior, de aquí su vínculo con Fidel y el Che.
Tuvo la oportunidad de dirigir todo lo relativo al apoyo solidario a los Movimientos de Liberación en América Latina, pero también África, como yo lo pude palpar de manera personal cuando formé parte de los combatientes que acompañamos al Che en el Congo. El equipo de Piñeiro fue parte importante para nuestros preparativos de esa misión del Che, las coordinaciones, la logística del traslado y mucho más.

Unido al Che trabajó en esta línea internacionalista y sus frecuentes encuentros estuvieron encaminados a estudiar con profundidad los Movimientos existentes y estructurar como apoyarlos a partir de sus necesidades.

En el №137 de la revista Tricontinental destaca en su «modesto homenaje al Che», como él expresó, la labor internacionalista realizada por este líder y su relación de trabajo en esta línea con el Comandante Fidel Castro.

Menciona con detalle las entrevistas y relaciones de trabajo que tuvieron Fidel y el Che con los dirigentes latinoamericanos que tenían como pensamiento estratégico la lucha de liberación de sus pueblos. El 31 de julio de 1997, en el Pabellón Cuba, se celebró la Jornada por el XIV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, donde se destacó el papel de la juventud en la Lucha de Liberación de sus pueblos y comentó la actitud ejemplarizante del Che.

La personalidad y carácter de Barbarroja, iba muy a tono con su trabajo específico, gustaba de hacer bromas para reducir las tensiones, gozaba de un humor oportuno que facilitaba las relaciones entre los compañeros y daba confianza para encaminar los objetivos tal cual eran previstos.

Fue un amigo fiel de la revolución, de Fidel, Raúl y el Che y un enemigo mortal del imperialismo, convencido como dijo el Che que «al imperialismo ni un tantico así»

22. La chispa y la memoria de Piñeiro

Jorge Luis Joa Campos*

*Combatiente de clandestinidad en Santiago, integro la Columna 9 del Ejército Rebelde; fue Jefe de sección a las órdenes de Piñeiro tanto en el Viceministerio Técnico del MININT como en el Departamento América del Partido Comunista de Cuba.

Fue debido a la chispa y la memoria de Barbarroja, y no solo a sus orientaciones, que se me propició un exitoso comienzo de mi trabajo, y un marco para el mismo, cuando se me asignó la misión de representante de nuestro Partido en México, hace ya bastante tiempo.

Cuando fui designado como Consejero Político de la embajada de Cuba en ese país, Piñeiro le sugiere a Fidel que le mande una nota de saludo al Secretario de Estado (Ministro del Interior) Fernando Gutiérrez Barrios, quien consideraba contar con la amistad de nuestro Comandante a lo cual Fidel había asentido.

Piñeiro se acordó del importante «detalle» de que ese personaje había sido jefe de las entidades que habían arrestado en México a finales de 1955 o a comienzos de 1956 a Fidel Castro y a parte de los compañeros que se preparaban entonces para la expedición del yate Granma. Gutiérrez Barrios habría quedado entonces muy favorablemente impactado por la personalidad y las conversaciones que sostuviera entonces con Fidel.

Por supuesto, Piñeiro obtuvo la nota de Fidel de la que fui portador y me orientó que en el encuentro con Gutiérrez Barrios le explicara, como así hice, los objetivos de mi labor como parte de la embajada y le di seguridades que no nos inmiscuiríamos en asuntos internos de México, sino en relacionarnos y atender a parte de los muchos exiliados centroamericanos y a otras personalidades de paso por la capital mexicana. En Ciudad México radicaba buena parte del exilio latinoamericano en una etapa en que imperaban los regímenes golpistas y militares en la región.

Esto posibilitó nuestras relaciones directas con el Ministro mexicano y nuestro posterior contacto con el Presidente del PRI (Partido de Gobierno) Sansores Pérez, el Canciller Jorge Castañeda (de nefasta recordación), el Presidente del Congreso Mexicano y algunos asesores del Presidente Andrés López Portillo.

Desde Ciudad México contribuimos al trabajo de influencia que siempre realizó nuestro departamento, en este caso fundamentalmente con fuerzas políticas de los países de la región y otras personalidades radicadas o de paso por el país azteca.

Directamente o través de sus otros subordinados, Piñeiro fue un importante factor para el logro de la unificación de las tres tendencias del sandinismo, un importante suceso que garantizó el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 con el apoyo, también, de varios gobiernos del área.

Las sugerencias de Piñeiro lograron que nuestro departamento tuviera representantes permanentes en los principales países de América Latina con sus gobiernos y distintos partidos políticos de disimiles tendencias creándose las condiciones para el paulatino establecimiento de relaciones oficiales con los mismos.

Otro logro de las estructuras creadas y dirigidas por Barbarroja fue la relación inicial establecida con el Comandante Hugo Chávez Frías, aunque aquel no alcanzó a ver el triunfo de la Revolución bolivariana.

Estando yo a cargo de la coordinación del trabajo para el triángulo de la Gran Colombia –esto es nuestro trabajo hacia Ecuador, Colombia y Venezuela– fue cuando el representante de nuestro departamento Carlos Antelo estableció contacto con Hugo Chávez, recién salido de prisión, donde estuvo encarcelado dos años luego del alzamiento que había encabezado el 4 de febrero de 1992. Y por esa vía se propició su primera visita a Cuba en diciembre de1994, que cobró mayor connotación luego que el gobierno venezolano encabezado por Caldera se prestara a congraciarse con los contrarrevolucionarios cubanos radicados en Estados Unidos

En apariencia no iba a ser, ni podía ser, una visita oficial. Fue a Fidel a quien se le ocurrió que la invitación fuera extendida por Eusebio Leal, director de la Oficina del Historiador de la Ciudad, para que dictara una conferencia acerca del Libertador, la cual, cuando tuvo lugar, contó con la presencia de Piñeiro y del Comandante en Jefe.

Previamente, estando en Caracas, Chávez había preguntado repetidamente y planteó con insistencia su interés en saludar o ser recibido por Fidel. Con delicadeza se le dijo que ello podría ocurrir pero no se lo podíamos garantizar.

En definitiva, Fidel fue a recibirlo al aeropuerto. Yo estaba en la pista y se me indicó que subiera a la aeronave a saludarlo dentro del avión. Allí Chávez me preguntó de nuevo si vería a Fidel. Antes de bajar por la escalerilla extendí el brazo y le dije al visitante: «Mire hacia la pista», y se maravilló cuando vio que allí estaba esperándolo el Comandante en Jefe.

Después de una cena íntima con el Comandante en Jefe esa noche, por indicaciones de este, hicimos gestiones con el Embajador de Venezuela en La Habana y se logró, para bajar tensiones y neutralizar una reacción adversa de ese gobierno ante la visita, que la primera actividad pública aunque reducida se efectuara esa misma noche nada menos que en la sede de esa Embajada.

Notas:

[1] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, p. 45.

[2] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, p. 156–159

[3] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, p. 84.

[4] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 78–79.

[5] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 177–179.

[6] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 180–183.

[7] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 175–176.

[8] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 110–111.

[9] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 160–162.

Piñeiro: un hombre de convicciones muy bien definidas
Carlos Antelo*

*Fue jefe de la sección política en la Dirección de Inteligencia y siguió bajo la guía de Piñeiro en la dirección de Liberación Nacional y en el Departamento América. Cumplió misiones diplomáticas en Rusia y en varios países de América Latina.

Conocí al comandante Manuel Piñeiro Losada en el año 1966 cuando fui citado a una reunión en su casa para informarme que había sido designado Organizador de la Sección Política del Viceministerio Técnico (VMT), dirección de inteligencia (DGI) y que tendría bajo mi responsabilidad la dirección de la construcción del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) en ese complejo Departamento donde laboraba un alto grupo de compañeros con un gran historial revolucionario, y sobre los cuales recaían complejas e importantes tareas de la Revolución, dirigida directamente por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Esta responsabilidad me dio la gran oportunidad de conocer más de cerca a un hombre inteligente, excepcional en cuanto a su capacidad de trabajo, un gran ser humano con condiciones y concepciones ejemplares para comprender la complejidad del hombre en su quehacer diario y sobre todo de una lealtad incondicional al Jefe de la Revolución. Todas estas cualidades se pusieron de manifiesto a la hora de analizar al personal que fue procesado para ingresar a la filas del partido, donde discutió cada caso uno a uno y se detuvo en aquellos que presentaban complejidades a la hora de tomar una decisión en cuanto a su ejemplaridad. A estos casos les dedicaba jornadas intensas y extensas, donde profundizaba en cada detalle haciéndonos profundizar y analizar detalladamente cada situación hasta la saciedad y el cansancio, siempre para lograr la justeza.

Recuerdo, y no fue el único, un caso de un jefe de departamento que tenía una personalidad muy controvertida y con deformaciones serias en su personalidad que le restaba prestigio y autoridad ante sus subordinados. Sobraban los ejemplos de su falta de compatibilidad para el cargo y para ser procesado para las filas del Partido. No obstante, el Comandante analizaba cada acontecimiento en detalle y nos hacía esforzarnos por convencerlo de que toda las informaciones recopiladas eran reales y sobre todo justas, para poder tomar una decisión que sin lugar a dudas cambiaría la vida del compañero en cuestión.

A ese caso le dedicó muchos días y horas de análisis y trabajo, haciéndonos ir a profundizar hasta el más mínimo detalle de aquella compleja y controvertida personalidad.

Llegó a decirme «Eres un insensible. Necesito esas pruebas y muchas más. Estamos evaluando a un hombre, no a un muñeco».

Todo lo anterior no excluyó que citara a dicho compañero a su despacho y discutiese personalmente cada uno de sus errores y deficiencias con total energía y autoridad, como era característico en su actuar, y le buscara una reubicación adecuada donde pudiera rectificar sus errores. Quería estar totalmente seguro de esos criterios en su contra y sobre todo ser totalmente justo a la hora de tomar una decisión final que cambaría la vida de esa persona.

Otro aspecto en el plano humano del comandante Piñeiro lo viví cuando en una oportunidad cometí errores de gravedad en el plano personal, en esa ocasión fui citado a su despacho y me mostró el informe que se había elaborado en mi contra y me pidió mis criterios. Cuando en un plano de total honestidad le reconocí que casi todo lo que se decía en el mismo era cierto y que asumía total responsabilidad por mis actos, me vi en uno de los momentos más difíciles de mi existencia ante las andanadas de justas y fuertes críticas a que me sometió por más de una hora, siempre haciéndome comprender la gravedad de mis errores y sobre todo la falta de confianza que le mostré al no comunicarle cuál era la situación por la que estaba pasando y que me llevó a tomar tamaña irresponsabilidad. Después de oír mi autocrítica más sincera abrió una puerta de escape haciéndome pregunta relacionadas con los hechos que me habían llevado a tal decisión, escuchándome con gran atención, tomó el documento y rubricó que todas mis decisiones habían sido consultadas con él y habían recibido su autorización. Recalcándome en un tono enérgico, pero totalmente lleno de humanismo, que está situación por la que había acabado de pasar me sirviera de ejemplo y experiencia para toda tu vida.

Piñeiro fue un hombre de convicciones muy bien definidas y de criterios sólidos en cuanto a todo lo que consideraba razonable o lo que estimaba que se debía hacer en cada momento.

En cuanto a la austeridad, que tanta falta hace para ser respetado como dirigente de colectivo con tantas complejidades como los que dirigió, dio sobradas muestras, jamás pidió que le trajéramos nada de regalo, lo único que te decía, cuando tú te habías ganado su confianza para preguntarle si necesitaba algo, en este sentido su respuesta era «si ves una película de kárate o un buen libro te lo acepto», de ahí en fuera no aceptaba regalos algunos.

Considero que para ganarse un calificativo como el que le dio el Comandante en Jefe, cuando dijo en una ocasión –al referirse a que fue Piñeiro el primer hombre que subió con armas a La Sierra– que Piñeiro había sido «genio y figura hasta su sepultura», tenía que ser una persona excepcional y en quien confió y confiaba hasta después de su desaparición física. Eso para mí sintetiza cómo se puede calificar a una persona ejemplar, más aún cuando proviene de una figura de la estatura política, humana y moral del Jefe de la Revolución, Fidel Castro Ruz.

Serían muchas las cosas para contar de un hombre como el comandante Manuel Piñeiro Losada, pero prefiero que otro compañero aborde otras aristas de su personalidad, integridad, poder de mando y condiciones para ejercerlo, maestro de cuadros y lealtad incondicional a sus principios y hacia el Comandante en Jefe.

Homenaje a Petronio
Juan Carretero, Ariel*

*Integrante del MININT, bajo las órdenes de Barbarroja desempeñó un papel central del apoyo a la misión del Che en Bolivia. Fue embajador en varios países.

De los disimiles seudónimos utilizados por nuestro jefe el Comandante Manuel Piñeiro Losada, Petronio fue uno de los menos conocidos y que utilizara por poco tiempo, debido a la necesidad de cambios de los sobrenombres por obvias razones operativas o de seguridad.

El conocimiento y disciplina que tenía de las reglas y normas del trabajo operativo, que supo trasmitir a sus subordinados, fue siempre una de las características más notables que poseía el Jefe de la Dirección General de Inteligencia (DGI), ganadas en el duro bregar del trabajo que desarrolló en la clandestinidad y en la Sierra Maestra, junto a Raúl Castro.

Su formación martiana, marxista-leninista y su identificación con el pensamiento y acción de Fidel Castro, le hicieron acreedor al cargo de Jefe del Departamento América del Comité Central del Partido, desde cuyo cargo realizó una labor perdurable con el Movimiento Revolucionario Latinoamericano, especialmente con los partidos de izquierda y progresistas del continente.

Poseía una vasta cultura general, gracias a la disciplina y al disfrute de la lectura de libros y publicaciones vinculados al arte de la guerra, historia de Cuba o universal, religión, así como de diversos temas de interés, lo que le facilitó cultivar relaciones con intelectuales nacionales y extranjeros y mantener una estrecha relación de amistad como fue el caso de sus vínculos con Armando Hart y el escritor colombiano García Márquez.

Mantuvo relaciones cordiales y amigables con diferentes personalidades, entre ellas con el Papa Juan Pablo II, quien solicitó verle durante su visita a Cuba, en enero de 1998; con Salvador Allende, Rodney Arismendi, Carlos Altamirano, Gladys Marín, Volodia Teitelboin y Shafik Handal

Entre muchos de sus atributos Manuel Piñeiro, Barbarroja, fue un jefe exigente para con sus subordinados y, al mismo tiempo, se caracterizaba por su humanidad. Prefería, cuando un subordinado cometía un error, convencerlo de la falta para que no cayera de nuevo en ella, antes que sancionarlo. Piñeiro, siempre estará presente en todos los que tuvimos el privilegio de trabajar con él.

¡Gato, ahí que hay estar en la viva!
Giraldo Mazzola*

*Combatiente de la clandestinidad; diplomático, primer Presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP).

La primera vez que vi a Piñeiro fue al asumir en el ICAP. Eso fue en enero o febrero de 1960.

Yo estaba atendiendo la secretaría de Relaciones Exteriores del MR-26–7 y el coordinador nacional, Emilio Aragonés, me llamó y me dijo «te voy a dar la primera tarea que Fidel quiere que hagas». Me informó que había decidido crear un organismo que se llamaría Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.

Me explicó someramente el objetivo de ese organismo y añadió que «quiere que hagas un proyecto de ley». Para ello me apoyé en Felipe, Bebo, Carneado, abogado destacado de esa organización

Ya Celia había seleccionado el local de la institución cuya sede radicaría en una mansión en 17 e I, en el Vedado. Me dio la llave de ese local, me indicó que fuera buscando de inmediato un grupo de jóvenes que hablaran otro idioma que me acompañaran y que el propio Fidel pasaría a verme para indicarme lo que sería el objetivo de trabajo de esa institución.

En efecto, a los dos días el Comandante fue al atardecer. Había instalado lo que podía llamar mi oficina en el salón que usaba la dueña de ese palacete para jugar canasta con sus amigas pues todavía el resto de los locales tenían los juegos de cuarto que usaba esa familia.

Fidel llegó y se asomó dónde estaba y me dijo: Yo soy Fidel ¿Tú eres Mazola? Me dio la mano y se sentó en una silla. He venido para explicarte lo que debe hacer este nuevo organismo. ¿Emilio no te explicó?

Le di el proyecto de ley que leyó y puso a un lado pues no se parecía a lo que él concebía y entonces comenzó con toda calma a explicarme el contexto internacional que se desarrollaba en el exterior, la política de cerco, acoso y agresiones que se cernían sobre nosotros y la necesidad de fortalecer los vínculos con todas las fuerzas políticas y sociales del mundo y en particular en nuestro continente.

Yo casi no hablaba. Estaba bajo el impacto de ese primer encuentro nada menos que con Fidel y asombrado de la naturalidad con que se desenvolvía y de que me hablaba como si fuera un viejo conocido suyo. También tratando de fijar en mi mente, sin atinar a tomar notas, todo lo que me decía y que esperaba que yo comenzara a hacer.

Al rato le avisaron que había llegado Ramón Calcines y lo mandó a pasar. Después llegó Piñeiro, me lo presentó y de nuevo Fidel volvió a hacer la misma información sobre el rol que debía jugar el ICAP, añadiéndole que tenía que contribuir a acrecentar la personalidad del organismo sin pretender hacerme parte se sus actividades ni tratar de reclutarme a mí ni a los funcionarios que lo integrarían. Colaborar, apoyar y coordinar. Piñeiro le aseguró que así sería y me dijo «yo te conozco a ti de aquel centro conspirativo, la farmacia de Isabelita cuando ibas allí con tu batica de médico». Yo realmente no me acordaba de él y evidente no era posible reconocer en este ahora corpulento comandante pelirrojo y barbudo a alguno de los visitantes de esa farmacia.

Al otro día en la mañana vino acompañado de dos compañeros que me presentó así no más: «Lobato que va a ser tu chofer y Pico tu escolta». Obviamente, esperaba mi reacción pues sabía que iba a considerar que eso sería una impedimenta para mi vida personal. Entonces se me acercó y sacó del bolsillo de su camisa una foto de Bernardo Corrales, combatiente de los grupos de acción de la capital, convertido en el jefe de una organización contrarrevolucionaria, el MNR, que ya nos causaba múltiples dificultades y había hecho sabotajes y asesinado a varios milicianos.

Me dijo «a Corrales no le va a interesar matar a Blas Roca, pero cuando comiences tus actividades, muchas de las cuales serán públicas en actos o recepciones, se va a dedicar a querer eliminarte porque para él tú eres uno como él que se ha sometido a los comunistas y tienes que protegerte».

Durante los diez años que estuve al frente del ICAP mantuve con él y con su equipo relaciones de trabajo fluidas, fraternales y respetuosas.

Cuando Mazorra, mi segundo en el organismo, tuvo que salir por problemas de salud me vino a ver y me dijo: «la selección de su sustituto es tuya. Veo que tienes bien organizado todo desde el punto de vista contable y administrativo y quería sugerirte que tu nuevo vicepresidente sea una persona que te ayude más en las cuestiones políticas. Puedo apoyarte cediéndote al capitán Orestes Valera, locutor y fundador de Radio Rebelde. Trabaja conmigo ahora, pero por su personalidad puede reforzarte y derivar sobre él la representación del organismo en reuniones, actos políticos, atención a visitantes importantes» y acepté.

Durante el trabajo en el ICAP trabajamos con absoluta coordinación y en particular en la organización de la primera Conferencia Tricontinental en 1966 y en la de OLAS en 1967.

De la Tricontinental conservo un recuerdo fabuloso. Fue Yeyé [Haydée] Santamaría la que propuso dar una cena final con todos los cientos de compañeros que trabajaron sin descanso en aquel histórico evento, y a quien también se le ocurrió hacer un show donde aparecieran los choferes, guías, acompañantes, el equipo de traducción simultánea, las taquígrafas y otros. El guionista de la televisión, [Alberto] Luberta, fue encargado de hacer ese sketch elogioso y simpático a la vez. Como Piñeiro solía decir con frecuencia «¡gato!» para alertar de las maniobras enemigas, que no fueron pocas, en el show aparecía con un gato en la mano diciendo eso. Se entusiasmó con el show y le facilitó al actor un uniforme suyo, su canana, su boina, su pistola y zambrana y disfrutó con todos aquella actividad.

Mi salida del organismo también tuvo que ver con él.

Cuando ya llevaba diez años dirigiéndolo me percataba que ya no tenía las mismas iniciativas, que estaba cayendo en la rutina y consideraba que era el momento de ser sustituido.

Me había involucrado en la atención al científico francés Voisan, cuyas ideas innovaban trascendentalmente la ganadería y me enamoré de la posibilidad de trabajar en algo vinculado a eso.

Una tarde que Fidel iba a recibir varias delegaciones en la habitación-suite 420 del hotel Riviera lo abordé cuando llegó. Ya sabía cuándo estaba contento y ese era el momento. Le dije que necesitaba plantearle un problema personal. Se sentó y me preguntó qué problema tenía. Había pensado y repasado mi planteamiento.

Le dije que nunca había trabajado en algo difícil. Primero en el hospital cuando estudiaba medicina y prácticamente todo el tiempo en el ICAP y que a mí me había entrado el marxismo por ósmosis. Ya el organismo marchaba sin dificultades, había compañeros capaces de sustituirme, sentía que perdía iniciativas y caía con frecuencia en la rutina y antes de que me botara era el momento de salir y deseaba irme a trabajar a una granja ganadera.

Me di cuenta que no esperaba eso y empezó a pasarse la mano por la barba y en eso entró Piñeiro. Le dijo «mira lo que me dice Mazola que quiere salir del ICAP e irse para una granja ganadera. Dice que a él el marxismo le ha entrado por ósmosis», fijando esa frase tonta con la que pensé que reforzaba mi solicitud. Piñeiro, sin pestañear le dijo, «Fidel todo el trabajo marcha sin problemas, si quiere proletarizarse que se vaya un mes a cortar caña, pero no estoy de acuerdo». En buen cubano con sus elogios me pasmó. Avisaron que llegaba la primera delegación que mi gente subía puntualmente y Piñeiro siguió. «Usted ve, todo lo tiene organizado como un reloj».

Eso me costó seguir un año más allí hasta que logré mi propósito. Estuve seis años en la dirección del Partido en la provincia de Camagüey hasta que el comandante decidió mandarme de embajador a Argelia.

Cierro este recuento con otra originalidad de Piñeiro.

Una vez, Roa me citó y me dijo «dice Fidel que estarás en la delegación cubana que atenderá a los argelinos pero que no le digas a nadie que serás el embajador que irá para allá».

Yo seguía haciendo mi preparación, pero sin divulgar mi nueva responsabilidad. Un día, voy manejando por 5ta. Avenida cuando me pasa un jeep plástico que va conduciendo Celia acompañada de René Rodríguez y Piñeiro que me saludan, se me aparean y Piñeiro con un estridente y jodedor grito dice; «Vayaaa, otro embajador del 26… y vuelve a la carga…déjate de misterios que ya lo sabe toda La Habana…».

Mis recuerdos sobre el Comandante Manuel Piñeiro Losada son imborrables
Armando López, Arquímedes*

*General de Brigada [r] del Ministerio del Interior

Desde el primer encuentro orientado por el Comandante Raúl Castro, con el ya legendario Comandante Manuel Piñeiro, en el año 1962, siendo yo miembro del comité nacional de la UJC, me impactó mucho su recia personalidad, que combinaba, acertadamente, con un trato muy afable y en ocasiones jocoso. Este primer diálogo fue muy extenso y duró hasta altas horas de la madrugada.

Su conversación fue muy amena, versátil, profunda, instructiva y orientadora. Me parecía estar hablando con un maestro.

Me hizo muchas preguntas, evidentemente, para conocerme mejor. Ya al final me preguntó si estaba dispuesto a cumplir cualquier tarea encomendada por la revolución, por muy riesgosa que fuera, y me precisó a continuación si estaba en disposición de apoyar activamente la lucha de los movimientos de liberación nacional en América Latina, a lo que respondí de inmediato afirmativamente, con mucho entusiasmo.

Quedamos en que me llamaría para otra conversación.

Después de varias semanas me citó para su casa y de manera directa me planteó haber decidido que mi viaje previsto a Chile para participar como representante del Comité Nacional de la UJC, en la organización del II Congreso Latinoamericano de Juventudes, lo haría también como oficial operativo de la inteligencia cubana y me indicó que recibiría preparación y entrenamiento sobre varias temáticas relacionadas con las tareas que iba a cumplir.

En este encuentro Piñeiro me reclutó, asignándome el pseudónimo de Arquímedes, para el trabajo operativo secreto.

Desde los primeros meses de 1963 hasta finales de 1969 me correspondió cumplir misiones operativas en el exterior. Motivo por el cual mis contactos con el Comandante Piñeiro se limitaban a mensajes cifrados con instrucciones precisas y a provechosos y agradables encuentros personales cuando viajaba a Cuba en consulta, o por vacaciones.

Esto me permitió conocer mejor su original estilo de trabajo, sus dotes de conspirador nato, su prodigiosa memoria, su capacidad excepcional para analizar a fondo las diferentes operaciones y actividades operativas que realizábamos, lo que demostraba que había leído, minuciosamente, los numerosos informes y mensajes cifrados que remitíamos al centro principal en La Habana. En una ocasión le pregunté cómo era posible estar al tanto del trabajo operativo que realizaban los diferentes compañeros que cumplían misiones en el exterior. Su respuesta fue muy concreta: «es mi deber», dijo.

Recordaré siempre al Comandante Piñeiro por su fidelidad absoluta, su gran admiración y respeto al Comandante en Jefe Fidel Castro, con quien se identificaba totalmente en su pensamiento revolucionario y su internacionalismo. Lo recordaré también por su firmeza en los principios y convicciones revolucionarias, por su internacionalismo consecuente, así como por su ejemplar actitud como jefe, evidenciando en el día a día su indiscutible liderazgo entre sus subordinados, a quienes sabía escuchar y valorar sus criterios.

En cada reunión de trabajo Piñeiro nos ofrecía una clase magistral, en un ambiente fraternal, significándonos el alto nivel profesional que exigían nuestras actividades, la firmeza y ética revolucionaria que debían predominar siempre, así como las imprescindibles medidas de seguridad y el arte conspirativo, en unión a la más estricta compartimentación, para alcanzar el éxito en el cumplimiento de la misiones.

Cuando se trataba de actividades u operaciones complejas y riesgosas, él personalmente valoraba los planes, e impartía las orientaciones precisando los más mínimos detalles.

Por todo lo anterior sus enseñanzas nos marcaron para siempre en nuestra vida profesional y revolucionaria, dejando huellas muy sólidas, útiles e imborrables.

¡Comandante, hiciste bien tu trabajo![1]
José A. Arbesú Fraga*

*Vice Jefe del Departamento América y sucesor de Piñeiro al frente del mismo. Cumplió varias misiones diplomáticas, incluyendo jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington.

De Piñeiro siempre admiré su sentido de justicia, su capacidad de valorar a cada hombre sin prejuicios, su paciencia para escuchar […] Respetaba el derecho de cada cual a dar su opinión […] pero lograba centrar la discusión en lo que era realmente esencial y de esta manera orientaba. Muchas veces lo vi defender criterios de compañeros de otros organismos que no coincidían con los nuestros.

[…]

Lo que más me impresionó de su quehacer político y personal fue su fidelidad sin límites a la Revolución y al Comandante en Jefe. Y como parte de ello su sentido de la unidad y de la amplitud, que nos predicó siempre y dictó el trabajo internacional en el cual se empeñó Piñeiro. Nos enseñó que únicamente trabajando unidos podíamos cumplir las tareas indicadas por la Dirección revolucionaria. Si lo hacíamos bien la satisfacción del deber cumplido era de todos y de todos era la responsabilidad si las cosas salían mal, por supuesto, delimitando sin tapujos la responsabilidad individual y tomando las medidas necesarias.

Ese sentido de la necesidad de la unidad, de la amplitud de la unidad, dictó el trabajo internacional del cual se empeñó Piñeiro y nos lo inculcó durante todos esos años.

Simplemente fue el ejecutor en América Latina del gran principio que hizo posible el triunfo de la Revolución cubana.

Dedicó innumerables horas a ampliar las relaciones de Cuba con prácticamente todos los sectores políticos y sociales de este continente, sin importar las posiciones ideológicas y la militancia partidista, siempre y cuando existiese un ápice de nacionalismo y honestidad.

Trabajó incansablemente a favor de la unidad de las fuerzas revolucionarias, nacionalistas y antimperialistas, y nunca les ocultó que la defensa de la independencia y soberanía en este continente no eran posibles sin confrontarse, de una forma u otra, con los Estados Unidos. En la amplitud de su labor llegó a los sectores más improbables, militares, conservadores, religiosos… siempre persiguiendo la conveniencia de la unidad de todos frente a la oligarquía y los Estados Unidos

En todas esas relaciones no hizo concesiones de principios y fue capaz de debatir respetuosamente… y nos educó que con «teques», es decir con discursos retóricos, no se resolvían las diferencias y que ellas se solucionaban solo con argumentos. Creo que su gran mérito radica en que supo desarrollar en lo internacional la necesidad de ampliar la unidad de una forma creativa, siempre siguiendo los principios y orientaciones que recibía casi a diario de su Jefe.

Cuando en sus funerales vi a los cubanos y extranjeros que asistieron, incluyendo embajadores de distintos países y, sobre todo, cuando leí los más de quinientos mensajes de condolencia llegados de todas partes del mundo, y especialmente de América Latina y del Caribe, pensé: ¡Comandante, hiciste bien tu trabajo!

Se mostraba muy preocupado con los detalles
José Hierrezuelo, Lobo*

*Oficial del MININT y especialista en funciones técnicas y operativas.

Aunque ya estoy muy viejo y ha pasado tanto tiempo que muchas cosas se me olvidan, por supuesto que siempre me recuerdo del Comandante Piñeiro y su especial sensibilidad y camaradería. Una de las tempranas e importantes tareas que desempeñé bajo sus orientaciones fue, en los años sesenta, los trabajos de preparación de los combatientes latinoamericanos que participarían en las misiones para apoyar la guerrilla de Che en Bolivia.

Eran estancias largas y permanentes en las zonas de Seboruco y en El Taburete, en Pinar del Rio. Teníamos grupos de bolivianos y también chilenos en los años setenta. Recuerdo entre las frases de Piñeiro que les preguntaba que cuando le iban a arrancar los huevos a Pinochet.

Había otra frase en la que más o menos decía: «ojo con el Vice», que no sé de dónde provenía, pero era queriendo decir que había que estar preparado para lo que viene […]

Piñeiro se llegaba hasta allá repetidamente, pues sabía lo delicado de la tarea y quería controlarla de cerca. A veces llevaba con él a Aleida cuando visitaba los grupos de bolivianos. Él se sentaba a conversar con esos grupos, por ejemplo en la hora del almuerzo […]

Con nosotros se mostraba muy preocupado con los detalles y a enfatizar en la responsabilidad del trabajo que hacíamos, pues en ello iba buena parte del resultado después allá sobre el terreno en la lucha contra las dictaduras en esos países.

Manuel Piñeiro losada ser humano excepcional por excelencia
Ramón Sánchez-Parodi*

*Diplomático y Embajador en varios países. Primer jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington. Durante años fue subordinado y compañero de Piñeiro en el MININT.

Por más de tres décadas, Piñeiro fue el principal instrumentador de los vínculos de la Revolución cubana con los movimientos revolucionarios y progresistas, principalmente, pero no exclusivamente, de América Latina y el Caribe. Sin lugar a dudas el más fiel intérprete del pensamiento y el accionar de Fidel Castro.

Para los que hemos tenido el privilegio y el orgullo de haberlo acompañado en cualquier actividad y durante cualquier tiempo, fue una experiencia inolvidable, constituyó una base para nuestra formación cómo militantes revolucionarios y como seres humanos.

Piñeiro es un personaje legendario en quien se conjugan la alta responsabilidad política con el movimiento revolucionario y de liberación nacional antimperialista con un simpar «don de gentes» que allanaba el camino para establecer una relación de confianza y camaradería.

No era solo una cuestión de accesibilidad y atención a cada subordinado por parte del jefe de más alta jerarquía, sino de establecer una identificación y comunicación plena entre jefes y subordinados, en el cual el modelo a seguir era Piñeiro. La disciplina se basaba en un ambiente de irrestricta comunicación entre todos y cada uno de los integrantes del equipo de trabajo. Y todo se lograba de una manera espontánea, sin reglas ni rígidos protocolos dentro de un marco de estricto respeto y disciplina entre todos, 24 horas al día, 7 días a la semana.

Así sucedió en mi experiencia personal de relaciones con Piñeiro desde cuando en abril de 1962 comencé a trabajar en el Departamento M hasta el mismo día de su muerte. Habíamos fijado un encuentro en su casa para el día siguiente, luego del regreso de un viaje que había realizado él a la región oriental con el General de Ejército Raúl Castro, que nunca llegó a realizarse.

La más vívida imagen de esa forma de ser de Piñeiro, la experimenté personalmente la noche de la clausura de la Conferencia Tricontinental, el 15 de enero de 1966.

Me encontraba a la entrada del hotel Habana Libre esperando que el parqueador subiera el automóvil que usaba a fin de prepararme para asistir al acto que se celebraría en el teatro Chaplin (hoy Karl Marx), en mi condición de miembro de la delegación cubana a dicha Conferencia.

En eso se me acerca Piñeiro y me preguntó si tenía carro. Ante mi respuesta afirmativa me dijo que se iría conmigo. Trajeron el carro, nos montamos y le pregunté a dónde quería que lo llevara. Su respuesta fue: «a 11». Cuando llegamos me dijo que parqueara y lo acompañara. Subimos la escalera y, para mi sorpresa me encontré en la sala del apartamento de Fidel, quien evidentemente estaba tomando un baño.

Estaba allí un reducido grupo de personas, todos estrechamente vinculados a Fidel. Si la memoria no me falla eran Pepín Naranjo, Osmany Cienfuegos, Carlos Rafael Rodríguez y Celia.

Al poco rato se incorporó Fidel quién se mostraba altamente motivado por la celebración de la Conferencia y sus resultados. Andaba descalzo, corría de un lado para el otro. Pidió a Celia que le alcanzara unas medias. Se acercó a Piñeiro y lo abrazó fuertemente, haciendo un comentario de que ambos eran convencidos del camino de la lucha armada para alcanzar la liberación de los pueblos.

Momentos después, el grupo salió para dirigirse al teatro Chaplin.

Acompañé a Piñeiro al teatro, parqueamos y entramos por el acceso al foro. Por esa entrada iban llegando los que ocuparían asiento en la presidencia del acto de clausura de la Tricontinental. Piñeiro no se sentó en la presidencia. Prefirió quedarse tras bambalinas, moviéndose de un lado a otro y ocasionalmente echando una mirada tras las cortinas a los que estaban en la sala del teatro. Por mi parte, seguí todo el tiempo junto a Piñeiro hasta el final del acto en que nos separamos y cada cual tomó su camino.

De más está decir que para mí ha sido una experiencia inolvidable y comprendí con el paso del tiempo que había ido una forma que Piñeiro empleó, premeditadamente o no (eso nunca lo sabré) de tener conmigo un gesto de reconocimiento por el trabajo realizado en la preparación y realización de la Conferencia, sin tener necesidad de usar una sola palabra de elogio.

Debo añadir que en ningún momento en esa noche Piñeiro me hizo comentario alguno sobre la celebración de la Conferencia, la preparación de la misma o sus resultados; sobraban las palabras.

Si es así, puedo expresar públicamente por primera vez al cumplirse el vigésimo tercer aniversario de su muerte que el mensaje fue recibido y entendido y guardo este recuerdo, con profundo cariño y como ejemplo de la gran calidad humana de quien también fue conocido como Barbarroja.

21 de febrero de 2021.

Un instante de Manuel Piñeiro[2]
Silvio Rodríguez*

*Alfabetizador. Cantautor cubano de reconocimiento internacional, nacido en San Antonio de los Baños, Cuba, en 1946. Fundador del movimiento de la Nueva Trova. Fue diputado en la Asamblea Nacional del Poder Popular.

En un par de horas hará 23 años de la partida del comandante Manuel Piñeiro Losada, una personalidad con merecidos aires de leyenda. La entrada relata un breve encuentro que tuve con él a fines de los 70 del pasado siglo. Gloria a su memoria.

En tiempos del Plan Cóndor yo estaba bastante informado de lo que acontecía en América Latina porque –primero como activo de Casa de las Américas y después como trabajador del ICAIC– me vinculé a intelectuales y artistas latinoamericanos que, además de reflejar en sus obras las angustias, esperanzas y luchas que vivían, eran combatientes revolucionarios. La cultura insurreccional de aquellos tiempos estaba ligada con mucha naturalidad al Departamento América que dirigía Manuel Piñeiro y que realizaba encuentros informativos, exhibiciones de cortos que no se veían en los cines y actividades culturales de diferente índole.

Como es sabido, el Plan Cóndor perseguía, torturaba y desaparecía a quienes enfrentaban a los regímenes militares apuntalados por Washington; por eso ciertas familias confiaron sus hijos a Cuba. Para ellos era la única forma de poner a salvo su descendencia y poderse dedicar a la lucha de liberación.

Los de edades adolescentes solían incorporarse a los planes de estudio nacionales. La escuela Solidaridad con Chile, en la calle 30 de Miramar, fue uno de los planteles que acogió a jovencitos no solo chilenos sino también de otros países. Lo viví de cerca porque mi hija Violeta estudió allí.

También llegaron niños más pequeños, que aún no estaban en edad escolar; para ellos se crearon círculos infantiles. Había uno cerca de la 5ta. Avenida (no recuerdo si en 12 o en 14), por el que yo pasaba a veces, invitado por sus cuidadores.

Todos estos vínculos me fueron creando una familiaridad con la comunidad latinoamericana. Incluso llegué a tener confianza con muchachos más mayorcitos, vinculados a actividades libertarias. Hablábamos de todo. Medio en broma y medio en serio llegamos a pensar en infiltraciones clandestinas para hacer actividades culturales a los revolucionarios que luchaban en sus países. Nunca llegamos a concretar nada; eran fantasías, sueños solidarios; acaso la necesidad de responder a cierta frustración que, viendo los riesgos que asumían aquellos jóvenes, podía sentir un cubano.

Por entonces coincidí en una actividad con el comandante Piñeiro, que era un hombre de una calidez humana muy especial. En aquella ocasión, antes de marcharse, vino hasta mi sonriendo y, mirándome por encima de los espejuelos, me dijo en voz baja: «No vayas a pensar que desconozco lo que quieres hacer».

Fue como un corrientazo. Quizá por eso es la frase más o menos exacta que recuerdo. El resto fue algo así como: «Créeme que eso sería muy delicado y complejo, y por supuesto extremadamente peligroso. Yo creo que es mejor que les grabes un casete».

Por alguna razón, durante un tiempo, no volví a tener noticias de aquellos jóvenes latinoamericanos con quienes jugaba a conspirar. Más adelante me enteré de que habían combatido duro en el frente sur y entrado victoriosos a Managua, con la triunfante Revolución sandinista.

10 de marzo de 2021.

Sabía que la política sin la información y la propaganda bien hecha, no camina[3]
Gustavo Robreño*

*Ex Sub Director del periódico Granma

Conoció a Piñeiro en sus visitas de madrugada a la Redacción, y apunta que nunca lo vio llegar con maletín o portafolios y cuando le preguntaba, Barbarroja respondía: «Nada de papeles, los leo por la mañana».

Opina que Piñeiro tenía una gran cultura, algo insospechado para quien lo conociera superficialmente: sabía mucho de historia, estaba al tanto de los últimos libros, al día con todo tipo de deportes, y podía sentar cátedra en distintos tipos de vinos y comida internacional.

La vinculación con el periódico, esa escala antes de irse para su casa, le servía para informarse, corroborar, cruzar la noticia pública con la que el recibía por otras vías, para leer todo lo que pudiera. Le daba importancia a estar bien informado, de lo nacional y lo internacional. Tenía sus propias opiniones sobre los medios de comunicación a los que le concedía un gran valor. Sabía que la política sin la información y la propaganda bien hecha, no camina.

Provocaba discusiones, proponía temas, y no es que él fuera solo a visitar la dirección del periódico, sino que discutía con cualquiera, con el primero que se topara… Siempre ponía, como se dice en Cuba «las podridas», para actuar como abogado del diablo. La gente que no lo conocía bien se ponía nerviosa y él, al darse cuenta, los pinchaba todavía más, porque ese era su estilo de discusión.

Se discutía de todo: cultura, deportes, política, y los periodistas le teníamos gran afecto. En su estilo de comunicarse, las claves que usaba, para no tener que nombrar explícitamente a las personas, inventaba sobrenombres imaginativos, que había que adivinar: a uno le puso 220, por su personalidad voltaica, a otro el Efervescente; y así se sucedieron El Andarín, Garganta Profunda, el Carnicero, La Mula Andina, Chaqueta y tantos otros

Por sobre todas las cosas era un gran político, sabía hacer política, tenía cualidades personales para ello, que él cultivaba, tenía conciencia de la importancia que eso tenía. La virtud de reunir el pensamiento y la acción: era un intelectual en el sentido más profundo, un creador en su actividad.

Fidel y Piñeiro fueron los artífices de la unidad del movimiento revolucionario centroamericano
Ramiro Abreu*

*Destacado funcionario y jefe de sección del Departamento América

Aunque ya veníamos haciéndolo, después del triunfo de la Revolución sandinista, Fidel en primerísimo lugar y Piñeiro como su gran operador político, propugnaron, con detenimiento, en la unidad del movimiento revolucionario de los demás países centroamericanos. Fidel ya era depositario de la rica experiencia del proceso unitario que aportaba la Revolución Cubana. Si algo él ha cultivado, con manos de orfebre, ha sido la unidad. Con esas mismas manos, con ese mismo talento, también fue a la carga por la unidad de las fuerzas populares y revolucionarias en el resto de los países latinoamericanos.[4]

Por encargo del Comandante en Jefe y de la dirección política del país recaía sobre Piñeiro responsabilidad semejante. El compañero Fidel establecía las líneas generales sobre las cuales a través del departamento América materializaba esta solidaridad. Acompañaron a Piñeiro en esa nueva dirección de trabajo muchos de los oficiales con los cuales había laborado en el Ministerio del Interior […].

Algo semejante ocurría en el peso que sobre su actividad ejercía la influencia doctrinaria del Che a quien estuvo ligado históricamente, pero especialmente en torno a la experiencia guerrillera en el Congo y Bolivia.

Piñeiro desarrolló una activa política de comunicación a nivel continental con la socialdemocracia y la democracia cristiana en igual proyección; cabría subrayar que la política internacionalista de Cuba no conoció de sectarismos, de ideologismos pequeños o visiones cortoplacistas […] Siempre estuvo presente la incondicional amistad y solidaridad de Cuba. Rememoremos tan solo por heterogéneo y singular los perfiles políticos de los gobiernos que en la época tenían lugar en Panamá, Chile, granada, Perú y Bolivia.

Por otra parte, (Piñeiro) siempre ponía en el centro de sus concepciones acerca de la disciplina, al hombre y su entorno humano, para el que invariablemente disponía de la confianza, del adecuado tratamiento personal y de nuevas oportunidades para la rectificación y desarrollo. Su relación con sus subordinados estuvo afincada en una espléndida relación humana.[5]

«A sus anchas se sentía Piñeiro en el ejercicio de sus responsabilidades en el Departamento América. Era un hombre internacionalista y solidario por excelencia y político de la cabeza a los pies. Junto al Comandante en Jefe y el Che había estado en los años que siguieron al triunfo de la Revolución activamente involucrado con las luchas políticas y movimientos guerrilleros en América Latina, el Caribe y África. Toda esa experiencia más la alcanzada en su paso por el Ministerio del Interior vendría a engrosar la preparación profesional con que desarrollaba el nuevo trabajo.

En torno a ciertas problemáticas coyunturales organizaba entre distintos compañeros los llamados “Grupos de Crisis”… Gustaba ampliar, verificar, antagonizar, investigar, sean cuales fueran las tesis originales de las que partiera en su análisis».[6]

Un personaje excepcional; motivado a luchar contra las injusticias y el imperialismo
Osvaldo Cárdenas, Oscarito

*Oficial del MININT desde los años 60, y bajo las órdenes de Piñeiro realizo tareas relacionadas con el apoyo a las luchas populares en África y el Caribe.

Desde que lo conocí, la personalidad de Piñeiro me impactó enormemente. Él tuvo una gran influencia en mi formación. Fue un personaje excepcional. Los rasgos que a mi juicio más lo distinguían eran su valentía. Fue un hombre de un valor a toda prueba. Siempre sereno, muy inteligente y agudo, sencillo, disciplinado, estudioso, flexible, sumamente humano en sus relaciones con todo el mundo y en particular con sus subordinados.

No era dado a las reacciones emocionales ni irreflexivas. Siempre fue muy práctico y realista. Tenía un gran sentido del humor y fue enormemente ocurrente. Cuando se concentraba en alguna tarea, a veces olvidaba todas las demás.

Siempre estuvo muy identificado con Fidel y el Che. Y como ellos, tuvo una gran motivación por las luchas contra las injusticias, por la liberación nacional y contra el imperialismo. Llegamos a ser grandes amigos. En ocasiones me trataba como a un hijo al punto de meterse en mi vida personal más allá de lo que me podría resultar aceptable. Hasta su muerte accidental, mantuvimos una relación muy estrecha.

Omar Córdova Rivas

* Miembro del MININT, así como funcionario y jefe de sección del Departamento América, siempre bajo la dirección del cro. Piñeiro). Atendió también cuestiones de África y el Caribe

No es fácil resumir lo que desearía decir del comandante Manuel Piñeiro Losada después de haber sido su subordinado por varias décadas en el MININT y posteriormente en el ya inexistente Departamento América del CC-PCC. Por tanto me referiré solo a dos aspectos de su vida revolucionaria y como dirigente.

Piñeiro era identificado en el círculo de sus conocidos y colaboradores por diferentes sobrenombres que surgieron a partir de su aspecto y que lo caracterizaron. Uno de ellos, Barbarroja, fue el más extendido dentro y fuera de Cuba, incluyendo círculos enemigos y en medios de prensa. Para los enemigos esa era como un mote manipulado con un enfoque de tenebrosidad. Lo cierto es que ese color rojizo de su barba estaba entre los rasgos que lo distinguían, hasta que los años la cubrieran de canas, pero aun así y hasta nuestros días muchos lo siguen identificando de esa manera.

Otro alias, sobre todo entre sus subordinados en el departamento América fueron, El Mago y El papá, ambos nacidos de la carismática personalidad de Piñeiro.

El Mago fue debido a la capacidad que tuvo de encontrarle soluciones o salidas –impensadas a veces hasta por el colectivo de compañeros que conformábamos su Consejo de dirección– a los complejos problemas políticos u operativos que surgían en la consecución y para el cumplimiento de determinada tarea. Como se diría popularmente, Piñeiro las extraía de debajo de su manga, siempre repleta de sabidurías, experiencias, criterios y lealtad al Comandante en Jefe, Fidel.

Papá reflejaba el trato humano que siempre dispensó a quienes dirigía y lideraba. Fue tan crítico y exigente con estos últimos, como tan sensible y afectuoso. Esa manera de ser y actuar trascendía hasta los círculos familiares. En no pocas ocasiones, Piñeiro ayudó a enfrentar o resolver, en los marcos debidos y posibles para él, a cualquier compañero o compañera, oficial o funcionario o simple trabajador de su esfera, alguna incómoda situación personal o familiar en la que se encontrase.

A la par, Piñeiro — quien depositaba en sus subordinados un alto nivel de confianza — se convirtió en maestro de todos en el arte de manejar las estrategias y las tácticas políticas acorde con los intereses de la Revolución.

El otro tema que considero necesario destacar y aclarar es referido a sus labores internacionalistas. A Piñeiro se le identifica en general por sus responsabilidades y misiones con relación a América Latina, especialmente las asumidas a partir de 1975, año que marco formalmente la creación del ya mencionado Departamento América.

Sin embargo, esa institución partidista que se formó a partir de la Dirección General de Liberación Nacional (DGLN) del MININT, también incluía la región del Caribe y parte del trabajo político hacia Estados Unidos.

Antes de esa etapa, Piñeiro tuvo igualmente responsabilidades directas en el trabajo internacionalista y anticolonialista de la Revolución en África, Medio Oriente, e incluso, en Asia, estas últimas muy poco conocidas.

En resumen, con lo anterior pretendo rescatar el amplio, sensible y destacado papel internacionalista, de dirigente y estratega que asumió Piñeiro desde los años sesenta hasta que fue relevado de su cargo, labor en la que siempre estuvo orientado por Fidel y la dirección de la Revolución.

Por ello vale mencionar su desempeño en la conducción de la solidaridad y su manejo y labor de influencia política y en muchos casos de apoyo militante no solo en nuestro continente, sino en lo que llevo a cabo, en procesos como los del Congo, Guinea Bissau, República de Guinea, Argelia, Mozambique, Palestina, eIndonesia, por solo mencionar algunos ejemplos en otros confines, así como Republica Dominicana y Haiti y también respecto a Jamaica, Guyana, Surinam, Granada y otros territorios bajo dominación colonial, incluyendo, por supuesto a Puerto Rico.

Jorge Luna

* Veterano periodista de Prensa Latina de origen peruano. Cubrió corresponsalías en nueve países. Actual director de comunicación social e imagen de Prensa Latina. Autor de varios libros.

Lejos de la imagen dura del Comandante Piñeiro, elaborada y alimentada por los enemigos de la Revolución, recuerdo que nuestros encuentros siempre comenzaban con sus preguntas por mi salud y mi familia, en un ambiente de sinceridad y confianza.

Me sorprendía su capacidad de apartar, aunque sea por unos minutos, las grandes preocupaciones y tareas inherentes a su alto cargo durante los años de mayor efervescencia revolucionaria en Latinoamérica.

¿Tienes algún problema?, era casi siempre su primera frase, a modo de saludo, nada formal, sino con tono franco, que permitía iniciar un diálogo limpio y rápido.

La chapa

Una vez me citó a su oficina del Comité Central y, después de los saludos, me disparó: «¿Le estás tirando fotos a unidades militares?». No esperaba eso y me puse nervioso. Me sentí cuestionado en lo más profundo. Pero, conociendo su fino manejo de la ironía, me di cuenta que yo estaba libre de sospechas, pero que, aun así, tenía mucho que aclarar.

Me explicó que mi auto particular había sido detectado fotografiando zonas militares cerca de La Habana. Al verme palidecer otra vez, dijo: «Sé que tú no fuiste, pero a lo mejor le prestaste el carro a alguien o lo dejaste en algún taller. En fin, quiero que investigues esto a fondo y rápido».

Fui a casa a buscar todos los documentos relacionados con mi vehículo, desde su compra en Guyana hasta su importación por el Mariel y los trámites de registro en la Dirección de Tránsito. Encontré un papelito que me devolvió el ánimo, provocándome tanto alivio como curiosidad. Era la constancia de que, un año antes, había cambiado la chapa, trámite de rutina al que había prestado poca atención.

Tomé nota de todos los detalles, subrayando que mi carro tenía otra chapa y que la detectada frente a las unidades militares era la antigua, que no había sido destruida, como correspondía, y que había caído en manos de espías. Poco después, supe que varios conspiradores habían sido detenidos, reconociendo el modus operandi de la chapa cambiada.
La sanción

Otro momento en que el Comandante me demostró una gran confianza fue a raíz de un incidente que, como periodista en el turno de madrugada en Prensa Latina, provoqué al «empujar» una noticia; en realidad, unas declaraciones ofensivas de un funcionario estadounidense contra la dirección de la Revolución Sandinista de Nicaragua.

Las declaraciones eran verdaderamente ofensivas pero yo subrayé esa intencionalidad. Se publicaron en momentos en que era políticamente inconveniente resaltar las discordias, lo que derivó, innecesariamente, en una protesta diplomática estadounidense.

En pocas horas, fui citado a una reunión presidida por funcionarios que no conocía, que me señalaron como responsable del incidente y que circulaban entre ellos una hoja de papel, que yo supuse era la sanción prevista para mí.

Por suerte, también estuvo presente el Comandante, quien aprovechó para dar una enriquecedora charla sobre las relaciones Cuba-Nicaragua-Estados Unidos, sus matices y los cuidados especiales que había que tener en la prensa. De paso, agarró el papel, lo dobló y se lo puso en el bolsillo de su guayabera, dando por terminada la reunión.

Después me dijo, en serio pero sonriendo, que no volviera a «empujar» las noticias.

Los libros

Mis encuentros más placenteros tenían que ver con los numerosos libros políticos que él recibía del extranjero. Eran recién publicados, casi siempre en inglés, idioma que él sabía que yo dominaba. Recuerdo muchas mañanas de sábados en su casa, donde yo revisaba su librero. «Por la parte trasera», me recordaba para que examinara la repisa –que no estaba a la vista– con los libros más nuevos y más interesantes.

Allí había de todo, especialmente testimonios de decenas de personalidades internacionales. En una ocasión, vio que me detuve en un volumen particularmente grueso, una extensa biografía del general Colin Powell, recién encumbrado Secretario de Estado de Estados Unidos. Luego de conversar un rato, tomó el libro y me dijo: «Ese es el más nuevo. Llévatelo y me cuentas. Pero, rápido».

Tenía cientos de páginas en 34 capítulos, muy bien escrito y editado. Fui tomando nota de lo que me parecía más importante y traduje varios extractos. A la semana le devolví el libro con mis consideraciones, incluyendo los criterios de la esposa de Powell, resaltando la personalidad del militar estadounidense. «Estoy de acuerdo», comentó. «Me lo leí de un tirón».
Internacionalista

En una ocasión, mi amigo, el periodista y combatiente congolés Dihur Godefroid Tchamlesso, pidió acompañarme para saludar al Comandante. Llegamos a su casa un sábado para lo que yo pensaba sería un encuentro cordial y breve, pero que luego se convirtió en una larga conversación sobre el Che, El Congo y África y Bolivia y América Latina.

Era impresionante la cantidad de detalles que el Comandante manejaba y que nos trasladó a la vez que nos pedía opiniones. Como se ha dicho, Piñeiro tenía efectivamente una memoria enciclopédica, especialmente sobre la lucha de los pueblos del Tercer Mundo, nombres, fechas, lugares.

A la salida, Tchamlesso, conocido como Tremendo Punto en la guerrilla congolesa, manifestó su sorpresa ante el conocimiento que el Comandante tenía de tantos detalles de acontecimientos que tuvieron lugar hacía muchos años. «Me ha recordado cosas que casi había olvidado», me dijo emocionado.

Para mí, esa era una de las principales características del Comandante, algo ejemplar, quizás único, que le permitía, en determinadas ocasiones, compartir sus criterios para educar y para fortalecer el espíritu.


Notas

[1] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 74–76.


[3] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 127–128.

[4] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999.

[5] Tomado de Luis Suárez Salazar (comp.): La Revolución Cubana: El Internacionalismo anónimo, 2015, p. 18–19, (inédito).

[6] Ibídem, p. 158.

https://medium.com/la-tiza/manuel-piñeiro-losada-el-arte-de-la-conspiración-revolucionaria-iii-b8e01446a6ed

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