LIBERTAD: Enrique Flores era el jefe del comando, es el que estaba encargado de toda la operación.
Ya teníamos todo montado, sólo de salir a ajusticiar al hombre. “Patria Libre o Morir”, no importaba quién cayera allí, porque era pegarle un golpe de envergadura tremenda a la dictadura, golpearla donde más le dolía, ¡el jefe de la Mano Blanca! El objetivo era el hombre, y a mí me tocaba darle al blanco.
Con el “Chele Guerra” habíamos estudiado los pormenores y ya teníamos las armas.
El 25 de enero de 1979 nos dice Enrique: –Hombre, “Payo” se está retrasando mucho y todos nosotros ya estamos aburridos de estar aquí. Y todos compartíamos la misma percepción: –Sí, ya estamos aburridos de estar aquí, nosotros ya no queremos estar aquí, esto y lo otro.
Entonces dice Enrique: –Vamos a salir a hacer un operativo relámpago, ahí después le damos el informe a “Payo”. O sea que viene siendo un libretazo.
Como quien da la orden es Enrique, que es el jefe, entonces todos a hacerle caso a Enrique, pero más que todo estábamos ansiosos por salir.
Él dice: –Vamos, vamos a salir a hacer un ajusticiamiento.
Bayardo Guevara Montano “Eduardo” y yo, recuperamos un vehículo, pero nos dice el dueño: –Este vehículo me lo acaban de devolver de otro operativo.
Supuestamente una gente de la GPP lo había utilizado y se lo acaban de devolver.
No le creímos porque pensamos, el hombre se nos quiere zafar.
PERIODISTA: O sea, era el dueño pero lo acababa de recobrar, ¡estaba premiado el hombre!
LIBERTAD: : Sí, pero en ningún momento le creímos.
El vehículo ya estaba chequeado. Entonces pasamos por el objetivo, pero no estaba, y cuando venimos de regreso miramos un BECAT patrullando los barrios orientales, exactamente por el puente del Riguero.
Dice Enrique: –Bueno, no hicimos nada, ¿Qué les parece si le caemos a esas gallinas? Entonces decidimos dar la vuelta para caerles de frente, en sentido contrario.
Nos metemos al barrio y, cuando venimos saliendo, resulta que las gallinas somos nosotros, porque la Guardia, cuando nos ve pasar, se prepara.
Nosotros no entendíamos que ellos ya nos andaban buscando.
PERIIODISTA: El carro estaba chequeado.
LIBERTAD: Claro, estaba circulado. Ése fue un error garrafal nuestro, que “Payo” hasta su último día no lo pudo entender, porque no pudo hablar con ninguno de nosotros para preguntarnos qué era lo que había pasado.
Para “Payo”, fue una pérdida increíble, porque perdió a sus mejores gentes.
PERIODISTA: : ¿O sea, se entabló combate ahí?
LIBERTAD: No, no fue un combate, fue una masacre. Fue una masacre porque nos agarró desprevenidos. Cuando nosotros salimos al bypass, exactamente en el puente El Paraisito, el BECAT está detenido, y nos dicen:
– ¡Bájense “yeicos” hijos de la gran puta de ese carro, todos con las manos en alto! Y ¡ay!, aquel alboroto nos dejó quietos.
Entonces yo pregunto: –Enrique, ¿Qué hacemos? ¡Arranca! –dice.
Fueron las últimas palabras de Enrique, No las voy a olvidar nunca.
Enrique saca una granada, la tira, y cae en los pies de los guardias, pero no explota, porque parece que era una de esas granadas viejas.
PERIODISTA: ¡De la Segunda Guerra Mundial!
LIBERTAD: ¡Por cuenta! Eran unas que tenían unos como prensa-ropa. Supuestamente, ésa era de las legítimas, pero no explota. Vamos a abrir fuego, pero no andábamos preparados en ese momento, porque nos agarraron de sorpresa.
PERIODISTA: El factor sorpresa actuó a favor de la Guardia.
LIBERTAD: Exactamente, porque ellos estaban listos, sólo para disparar.
Eran sólo cuatro guardias, toditos con su Garand sobre nosotros. No se oyó ni un pujido, nadie gritó, nadie lloró, aquello fue terrible; al primero que le dieron en la cabeza fue al chofer, que era Bayardo Guevara, y el carro se fue sin dirección.
Eduardo, que va detrás, me dice: –No hay falla “Beatriz”, si nos agarran, vos sos mi novia, y me echa el brazo.
Ese compañero quedó completamente destrozado a la orilla mía, y yo soy herida en mi pierna derecha, y un balazo o charnel me dejó imposibilitada la mitad de la mano.
El carro choca y se detiene. La pierna la tengo completamente desbaratada.
La Guardia no se acerca, se queda lejos de nosotros; yo me tiro del vehículo y, en un pie, comienzo a gritar y a brincar.
Como hay un billar ahí cerca, sale el montón de gente a la calle, cuando oyen las balas y el alboroto; el carro está metido en un taller, donde se estrelló sin conducción.
Cuando me ven, en un segundo no había nadie, la gente desapareció.
Siempre que recuerdo, ironizo que después del 19 de julio, cuando salgo de la cárcel, lo primero que hago es ir a llorar a mis muertos a ese lugar, a recordarlos; estaba una señora que me conocía, y me dice:
–Yo te llamé en ese momento y vos no me hiciste caso, seguiste de frente.
Y yo digo: – ¡Lo que es la vida! Todo el mundo cerró las puertas.
Los que estaban en el billar desaparecieron y en cinco minutos no sé cuántos jipones de la Guardia nos habían rodeado, y eran tan cobardes, que no se querían acercar al carro porque creían que alguna granada iba a explotar, cuando los muchachos ya estaban muertos.
Murieron los tres compañeros de ese comando.