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Santa Cruz y su deuda con Bolivia


Los créditos y las tierras fueron a parar a manos de los amigos de la dictadura, pero, lo que es más grave aún, nunca fueron devueltos, se constituyeron en los hechos en recursos entregados a fondo perdido.


La imponente ciudad de Santa Cruz, la economía más pujante del país, el departamento más poblado, debe su actual condición a varios factores, en los cuales los ocho departamentos de Bolivia, a los cuales la dirigencia cívica cruceña ahora les dice, con el mayor cinismo imaginable, que les da de comer, tienen mucho que ver.

Luego de la revolución nacional de 1952, el Movimiento Nacionalista Revolucionario determinó iniciar la marcha hacia el oriente, como parte de una política de integración de estas regiones que habían permanecido prácticamente abandonadas por el Estado nacional desde la creación de la República.

La construcción de carreteras fue el primer paso en ese camino, para luego desplegar una amplia política de colonización a través del entonces denominado Instituto Nacional de Colonización que, a través de sus programas, logró el asentamiento de grupos poblacionales del occidente boliviano en territorios con gran potencial agrícola y pecuario.

Las posteriores dictaduras militares, la de Barrientos y la de Banzer, principalmente, volcaron sus miradas y acciones hacia el oriente boliviano, primordialmente hacia Santa Cruz, destinando los más importantes recursos del país para levantar esta región. 

No solo se permitió el ingreso de grupos migrantes extranjeros, sino que se les dieron las mejores condiciones para que se establezcan en diferentes zonas de ese departamento.

La generosidad del Estado, con recursos que fundamentalmente se originaban en la economía de los departamentos del occidente, contando a la minería como una de las principales aportantes, se volcó hacia Santa Cruz para impulsar su desarrollo, su crecimiento, principalmente fortaleciendo su potencial agropecuario e industrial.

A través del Banco Agrícola de Bolivia y el Banco del Estado empezaron a inundar de créditos a los productores orientales, especialmente en la agricultura y la producción pecuaria. 

Algunos de ellos sí dedicaron la totalidad de esos recursos a esas labores, pero una buena parte fueron a parar al sector financiero y comercial, así como a otras actividades ilegales como el narcotráfico, desnaturalizando por completo el objetivo de la política estatal.

Los créditos y las tierras fueron a parar a manos de los amigos de la dictadura, pero, lo que es más grave aún, nunca fueron devueltos, se constituyeron en los hechos en recursos entregados a fondo perdido, lo que ocasionó entre otras cosas la quiebra de los bancos estatales antes citados. 

Para anotar, estos créditos de favor y amistad nunca fueron a manos de trabajadores agrícolas, denominados por entonces colonizadores, los cuales tuvieron que sobrevivir con lo que pudieron ante el abandono del Estado y hacer peso a peso su capital hasta lograr establecerse definitivamente en esas regiones como verdaderos pioneros. 

Esos mismos que hoy son despreciados y discriminados por los favoritos de las dictaduras militares.

Santa Cruz ha crecido y mucho, pero no hay que olvidar que fue el resto del país el que aportó a este crecimiento y es justo y correcto que la dirigencia cruceña reconozca que tienen una deuda histórica con todos los bolivianos, sin la cual, quién sabe, seguiría siendo hoy solo la tierra del futuro y no el departamento que es.

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