Me es imposible callar y quedarme al margen de la opinión generalizada de un pueblo que hace cuatro años pretendió ser crucificado por el odio y que con ese fino olfato que le caracteriza percibe que otra vez, las mismas cabezas intelectuales y dirigenciales que en aquel 2018, desde los púlpitos y bajo las naguas de una sotana, nos bañaron de sangren, nos desgarraron, lampacearon el piso con la paz que nos arrebataron, se trajeron al suelo en tan solo tres meses la economía que habíamos hecho crecer a lo largo de once años y desde el todo poder que creían tener, para decidir qué hacer con Nicaragua, en cada uno de sus actos invocaron el nombre de Dios para asesinarnos.
¿Qué me impone hacer cuando observo que otra vez se viene por lo mismo?
¿Acaso debo ignorar, que no pasa nada, cuando me sacan el arma para matarme?
¿Debo sentirme mal porque en la legítima defensa de mi vida, de mi familia y de mi paz reacciono frente al asesino que investido de una sotana obispal me está sacando el arma con la que me va a disparar?
Otra vez, aquellos a los que Jesús de Nazaret llamaba fariseos, que eran religiosos de sus tiempos que nunca respetaban la Ley de Dios, escrita en las Tablas de Moisés y que solo se preocupaban por aparentar ser rectos para que los de afuera les percibieran como nobles y divinos, aunque sus corazones por dentro estuviesen podridos y engusanados, han reaparecido poniendo al frente de su vanguardia de guerra a Rolando José Álvarez Lagos, del que hay mucho que decir y que cómo también dijo Jesús de Nazaret es un sepulcro blanqueado.
Decía Jesús a aquellos religiosos que lo asesinaron: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que, por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”. (Mateo 23:27)
Así pensaba Jesús de los fariseos por lo hipócritas, puritanos, que eran mientras se dedicaban a desollar a todos los que no eran como ellos o a los que según sus ordenanzas se apartaban de la ortodoxia de una religión que se había quedado en la letra muerta porque aquellos de su época, tan igual como en el presente siendo estos peores, eran amargados y resentidos, que siempre estaban pendientes de ponerle la zancadilla, de ponerlo a prueba para tener de qué acusarlo.
Esos fariseos gozaban del poder y de los privilegios que les concedía el poder con el que cogobernaban y por eso poco les importaba la vida de los pobres, las injusticias y los derechos humanos. Eran y siguen siendo individuos alojados en un estado de confort palaciego y acomodado en la trinchera del egoísmo y egocéntrico bienestar.
Se creían y se creen con derecho de juzgar y condenar. A esos Jesús les recriminó que se dedicaran a mirar la paja en el ojo ajeno siendo incapaces de ver la viga que había en el de ellos y fue duro y directo porque ellos también convirtieron el templo de adoración al Padre en un vulgar mercado de estafas.
Esos fariseos pusieron adelante la defensa del interés personal y desde la ostentación se sus estrafalarios atuendos de lujo cerraron las puertas a la buena noticia que traía Jesús, al evangelio de Cristo que anunciaba el Reino de Dios y que se manifiesta en la misericordia, en el perdón, en la acogida fraternal, en la felicidad, en la paz y en el “NO JUICIO” porque como también dijo el Hijo de Dios nadie puede está exento de pecados porque no somos perfectos, porque errar es humano y así ningún Papa, Cardenal, Obispo, Sacerdote, Cura, Seminarista y hasta Monaguillo, pueden dejar de entender aquella sabia frase de Jesús de Nazaret: “Con la misma vara que mides serás remedido”.
A esa gente que se cree divina e intocable le cuesta reconocer las tremendas equivocaciones que desde hace más de dos mil años cometen y siguen en la misma a pesar de los enormes costos que paga la Iglesia Católica por tropezar con la misma piedra que a la hora de juzgar, por su puesto sin ninguna autoridad moral, lo hace como si fuesen ya ni siquiera sacerdotes, sino como el Dios mismo y eso ya rebasa todos los límites.
Hago este preámbulo para hablar de nuestros propios fariseos en la iglesia católica porque estos de la misma manera que ayer, hoy, siguen crucificando al Hijo de Dios encarnado en un pueblo que como el nicaragüense somos profundamente cristianos.
Nunca imaginé sentir tanta rabia y ardor para reaccionar contra esos a los que la clásica metáfora del comandante Edén Pastora Gómez, advirtió que “a las sotanas también le entran las balas”. Los miopes chimados vieron en aquello un cañón, pero en realidad se trataba de una pluma para escribir para la posteridad una gran verdad y es que las sotanas no tienen impunidad.
Rolando Álvarez, con el que estudié en el Instituto Didáctico Domingo Faustino Sarmiento, un colegio de clase pobre a media, que me becaba porque era de unos tíos y del que jamás escuché hablar a este obispito porque lo suyo son las alturas oligárquicas, desde entonces fue siempre un yeta, un acomplejado por su estatura, que siempre anduvo solo porque difícilmente enchufaba amistades por su caracterizada amargura.
Después, a la vuelta de los años, lo reencontré sabiendo que estaba al frente de Radio Católica, más adelante como el comunicador de la iglesia, hasta que alcanzó un obispado gracias al figureo y protagonismo que desde los medios que pusieron en sus manos hizo no como pastor evangelizador sino como un político que se sintió agrandado cuando comenzó a escupir en rueda con los sotanudos en la Conferencia Episcopal.
Em primera persona hoy quiero hablar de Rolando Álvarez, pero que en su espejo que se vea, no la iglesia que no es culpable de las ofensas que le causan los hombres, sino los otros pecadores de la jerarquía católica que igual que el ensoberbecido obispo de Matagalpa como excelentes fariseos que son se hacen las víctimas por los crímenes que cometen, son hipócritas que venden divinidades cuando destilan hedores a carne muerta, que aman al odio y aborrecen la verdad, que viven como ricos gracias a la ofrenda y limosna arrancada al pobre desde los púlpitos pintados de sangre, de los que son enemigos del pueblos porque saben que sus intereses no están en el pueblo.
Por supuesto que hablar de Rolando Álvarez el fariseo que quiso dar el abrazo de Judas o de Caín a la policía que quiere que sigan muriendo como en el 2018 es identificar a un traidor de su propio país es ver en el a un adulador del imperio que le paga para hacer lo que hace no como obispo sino como mercenario.
Rolando Álvarez no sabe lo que significa la originalidad, porque en el habla y solamente en el habla, es un pinche imitador del fallecido Cardenal Miguel Obando y Bravo empinado en la vocación del protagonismo porque en el bautizo quiere ser el niño, en la boda el novio y en la vela el muerto y por eso hacia bien el papel de payaso para llamar la atención y aparecer en los medios, igualmente financiados por la embajada norteamericana, como el huevoncito que por estar bajo una sotana tiene impunidad para crear esas atmósferas que en 2018 nos condujeron a un pretendido golpe de estado fallido, sí, pero que nos dejó graves consecuencias de carácter letal, morales y económicas y eso simplemente no va a volver a pasar porque si antes no pudieron arrebatarnos la paz, menos ahora que sabemos cómo defenderla.
Este Rolando Álvarez se cree líder político y eso no está mal, pero entonces que se quite el disfraz de Obispo y haga política, pero que también asuma los riesgos de ser político, porque quienes lo somos lo hacemos asumiendo la responsabilidad de nuestras acciones y no nos escudamos en ningún supuesto privilegio para decir lo que decimos y hacer lo que hacemos.
Rolando Álvarez es un tipo perverso que quiere imponer sus inagotables mentiras como palabra de Dios y por individuos como él y como Leopoldo Brenes, Silvio Báez, Juan Abelardo Mata, el Borracho de Edwin Román, el entierra muertos de Harvey Padilla y otros es que la institución católica universalmente está como está y por eso el Papa Francisco tiene que andar pidiendo perdón por el mundo, como recientemente lo hizo en Canadá, porque a nombre de Dios los fariseos siguen haciendo de las suyas y cómo no decirlo si aquí tenemos a un sacerdote preso por violador y a otro por apaleador de su propia mujer y además ambos, como Rolando Álvarez, enemigos de la paz y predicadores del odio desde templos que hoy son refugios del terrorismo.
Toda esa payasada de Rolando Álvarez de recorrer las calles de Matagalpa con el Santísimo para calentar los ánimos terroristas, de endosar a la policía lo que sus colegas en la Conferencia Episcopal hicieron contra el pueblo nicaragüense, es solamente un show que quiere llamar la atención para ponerse él como centro de la atracción que le permita esconder sus complejos liliputienses y de esa manera estirarse como chicle y sentirse grande ante la falta de moral que padece como efecto de sus propias amarguras.
Quiero pensar que en la estructura jerárquica del catolicismo, comenzando por la Conferencia Episcopal, existen aun mentes responsables que deben obligarse, en resguardo de su propio interés, a poner un basta ya a locuras como las de Rolando Álvarez porque no nos llamemos a engaños y el pueblo nicaragüense lo sabe, de lo contrario ya estuviera en las calles y nada lo detendría, que hay sotanudos que quieren llenar el Cáliz de la última cena no con la Sangre de Cristo que purifica el pecado, sino con la sangre de los inocentes que aman la paz y la vida.
Esos sotanudos de los que hablo descaradamente invocan la violencia y la muerte desde falsos sentimientos de amor por el prójimo y es por eso que les llamo fariseos y esto debemos decírselos a voz en cuello porque no quieren la armonía, pero sí volver a los tiempos de cogobierno con los poderosos que solo se entendían con las élites y las argollas de cada uno de sus tiempos , aquellos que desde los incoloros e inodoros 30 años conservadores, cuando los apellidos de abolengos hicieron sus grandes capitales, de los tiempos de la dinastía y dictadura Somocista o del neoliberalismo eran concurrentes adictos que además bendecían la corrupción y el crimen porque claro eran parte de toda esa miasma.
Los nicaragüenses en su gran mayoría condenamos los pretendidos de Rolando Álvarez y la de todos sus socios que son parte del plan vende patria contra nuestra nación y a los que debo recordar porque así lo dice el texto de la ley de que nadie está por encima de ella, que ninguna sotana ni por color ni rango significa impunidad, que ya ellos fueron amnistiados y que no son más que nadie.
Cierro este tema de los fariseos haciendo mío lo que ya Rubén Dario, el revolucionario mundial de las letras castellanas nos dijo:
No vayas al altar, Santo Tirano,
Que profanas de Dios la eterna idea
Aún la sangre caliente roja humea
En tu estola, en tu cáliz, en tu mano:
La sacra luz del pensamiento humano
Ahora ante tu frente centellea:
Proclamas tu poder ¡maldito sea!
Pues es tu bendición augurio insano.
La basílica cruje en conmociones
Y se enciende la luz de los ciriales,
Tu cantas los oremus y oraciones
Y te besan el pie los sacristanes
¡Oh! No ensucies al Cristo entre tu
Cieno.
No escupáis en el rostro al
Nazareno.
Por: Moisés Absalón Pastora.