Nicaragua: La CIA entrenando a los traidores y cobardes a la Patria.

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La Cuestión de la Socialdemocracia en nuestra América


En tiempos de elecciones, suele ocurrir que los candidatos de izquierda o progresistas (e incluso algunos que no forman parte de este espectro) juegan una baza segura para convencer al electorado: reivindicarse como “socialdemócratas”. 

Ciertamente, esta movida tiene obvios motivos, entre los cuales podemos mencionar el notorio éxito de las políticas públicas llevadas a cabo los gobiernos dirigidos por partidos socialdemócratas (principalmente en Europa Occidental y Oceanía), distanciarse de las “bestias negras” de la izquierda latinoamericana (comunismo y populismo) o dar una imagen de racionalidad, conciliación, moderación y demás valores positivos en el escenario político.

Este recurso ha resultado sumamente polémico ya que por un lado a dado paso a múltiples “falsos escoceses” por parte de quienes se reivindican como socialdemócratas sin necesariamente serlo [1] y por otro lado se ha utilizado el término como arma arrojadiza para descreditar a los adversarios políticos. Cierto es también que la ausencia de partidos explícitamente “socialdemócratas” en América Latina no ayuda a dar claridad al uso del concepto.

El propósito del presente escrito es examinar la trayectoria de la socialdemocracia en el contexto latinoamericano, analizando también sus implicancias y sus particularidades. 

Para este fin se recurrirá a las definiciones y los casos históricos que se pueden adscribir a la tradición socialdemócrata (y sus derivados) en nuestro continente, haciendo también una valoración crítica de estos casos.

1. Definiciones

Primero lo primero: ¿Qué vamos a entender por “socialdemocracia” en este artículo?

La socialdemocracia es una tradición sumamente extensa, ha pasado por distintos periodos y, por ende, su significado e implicaciones han variado con el tiempo. 

En su libro “Breve Historia de la Socialdemocracia” (2005), el politólogo mexicano Fernando Silva Triste define 5 etapas principales en el desarrollo mundial de la socialdemocracia en las cuales, los partidos socialdemócratas han variado sus estrategias y fines políticos. 

Dichas etapas son: Surgimiento y consolidación (hasta 1914); Ruptura con el comunismo y el fascismo; segunda posguerra y derrota (en 1950); nuevo auge hasta la victoria de los conservadores (1960-1970) y; la tercera vía (1980 hasta la actualidad) (págs. 8-9).

Para fines de este ensayo nos centraremos exclusivamente en las últimas tres etapas, ya que es en este periodo (desde 1950 en adelante) donde: 1) la “socialdemocracia” adquiere su forma más reconocible a nivel teórico e ideológico y 2) la “socialdemocracia” (a través de sus instituciones más importantes) logra una influencia efectiva en América Latina.

Ahora bien, para tener una definición global de lo que implica la socialdemocracia (en el sentido en que se entiende actualmente) nos colgamos de un documento titulado “¿Qué es la socialdemocracia?: Los principios y valores de la Tercera Vía” [2] (2005). En este documento se define que:

La socialdemocracia es una doctrina y movimiento político de tendencia socialista surgida en Europa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que, si bien tiene su raíz en el marxismo clásico, se presenta como una propuesta teórica y práctica moderada. 

Es decir, que para los socialdemócratas la transición de la sociedad capitalista al socialismo se pretende a través de medios pacíficos -reformas graduales dentro del sistema- y no de medidas violentas como la revolución con miras a destruir el capitalismo como modo de producción. (págs. 0-1) Y a esta definición añade:

A pesar de esta tendencia transformadora, puede afirmarse que la esencia de esta doctrina se ha mantenido durante toda su evolución: la búsqueda de los medios necesarios para alcanzar las mayores cuotas de libertad, igualdad y bienestar entre los miembros de una sociedad.

 Asimismo, existen valores que también han permanecido como rasgos característicos del paradigma socialdemócrata. Tal es el caso de la justicia social, la solidaridad, la responsabilidad, el humanismo y el progresismo. (pág. 1)

Vistas estas definiciones, podemos entrar de lleno en el análisis.

2. Antecedentes de la socialdemocracia en América Latina

Lo primero que hay que considerar para este análisis es la historia. Como se mencionó más arriba, el análisis se centrará en el desarrollo de la “Socialdemocracia” a partir de la década de 1950, pero hay antecedentes previos que vale la pena mencionar.

Como sabemos, la socialdemocracia en sus inicios fue el instrumento principal para proteger los intereses de la clase trabajadora, así como también fue el principal brazo político del naciente marxismo. Respecto a esto es necesario señalar que si bien para principios del Siglo XX, existían diversos grupos e intelectuales marxistas en América Latina, solo fueron dos los países que tuvieron partidos socialistas/socialdemócratas-marxistas afiliados a la “Segunda Internacional”. Dichos países eran Argentina y Uruguay. En el resto de países de nuestro continente, los intereses de las clases trabajadoras se veían representados mayoritariamente por Partidos Liberales (Colombia), Partidos Radicales (Chile, Argentina) o Partidos Nacionalistas Populares (México, Perú, Bolivia). Por esto mismo, en dichos países, los partidos socialistas/socialdemócratas-marxistas eran marginales.

No fue sino después de la Segunda Guerra Mundial que los partidos socialistas cobraron fuerza en el continente. Partidos Socialistas en Chile, Perú, Ecuador o Brasil adquirían cada vez mayor poder y relevancia en los escenarios políticos de dichos países. A esta creciente influencia podemos añadir la presencia del Partido Socialista Obrero Español, organizado en el exilio en varios países de Nuestra América.

Tras la SGM, los socialdemócratas, perseguidos junto a los comunistas, sindicalistas y demás políticos progresistas por los gobiernos fascistas de Europa, se reorganizaron en finalmente en la “Internacional Socialista”, fundada en Frankfurt en 1951. En poco tiempo, la IS cayó en la cuenta de la necesidad de extender su influencia y los ideales socialistas democráticos más allá de Europa, con este fin la IS funda un “Secretariado para América Latina” en 1954 con sede en Montevideo y cuyo primer secretario fue el uruguayo Humberto Maiztegui.

Como nos señala el historiador argentino Fernando Pedrosa (2011), la experiencia del “secretariado” fue sumamente compleja debido a varios problemas, entre los cuales mencionamos:

• Las feroces críticas contra la socialdemocracia del Partido Socialista de Chile.

• Las continuas peleas internas en el seno del Partido Socialista de Argentina.

• La radicalización hacia la izquierda del Partido Socialista de Uruguay [3].

• El impacto de la Revolución Cubana en todos los partidos políticos de izquierda de América Latina. En 1971, Maiztegui renuncia a su cargo de Secretario y asume el chileno Carlos Parra (del Partido Radical). El “Secretariado” terminaría por desaparecer unos años después de esto.

A pesar de todo esto, a nivel internacional la IS si logró establecer contacto con otros partidos latinoamericanos, los llamados “Partidos Populares” [4]. En 1966, en el congreso de la IS realizado en Estocolmo se integran a la socialdemocracia internacional: el Partido de la Liberación Nacional (Costa Rica), la Alianza Popular Revolucionaria Americana (Perú), Acción Democrática (Venezuela), el Partido Revolucionario Febrerista [5] (Paraguay), el Partido Revolucionario Dominicano y el Partido Radical (Chile) (pág. 133).

La relación entre la socialdemocracia y América Latina da un nuevo vuelco a partir de 1976, con la asunción de Willy Brandt como presidente de la IS y apoyado en sus planes por varios líderes como Olof Palme, Bruno Kreisky, Kalevi Sorza o François Mitterrand. Brandt potenció el rol de la IS como organismo mundial en el contexto de la Guerra Fría, intentando mediar conflictos internacionales [6] y expandiendo aún más el espectro de la IS a partidos incluso revolucionarios como el Movimiento New Jewel (Granada), el Partido Nacional del Pueblo (Jamaica), el Partido Socialista de Chile, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (Nicaragua) o el Partido Revolucionario Democrático (Panamá) (Pedrosa, 2015).

La política de la IS en América Latina en este periodo tuvo un nuevo protagonista: El Comité para América Latina y el Caribe de la Internacional Socialista (CALCIS). Su primer presidente fue el dominicano José Francisco Peña Gómez y el salvadoreño Héctor Oqueli fue su primer secretario general. El CALCIS existe hasta el día de hoy, pero, así como la IS a nivel mundial, ha dejado de ser un actor relevante en la política de nuestro continente.

Si bien el CALCIS tuvo una influencia más extensa y un funcionamiento menos conflictivo que el anterior “Secretariado”, las disputas internas y externas no se hicieron esperar. Entre los sucesos que marcaron el declive del CALCIS, Pedrosa (2015, págs. 73-74) señala:

• Las sospechas de ciertos partidos latinoamericanos moderados (AD y PLN) respecto de los partidos revolucionarios (NJM, FMLN y FSLN) y su acercamiento a Cuba. Curiosamente, la IS se posicionaba a favor de estos últimos de manera oficial.

• La disputa entre el CALCIS y la socialdemocracia europea respecto a la Guerra de Malvinas. Los primeros daban su apoyo crítico a Argentina (interpretaban la guerra en clave “colonización-descolonización”). Mientras que los europeos apoyaban al Reino Unido (interpretaban la guerra en clave “democracia-dictadura”).

Lo que sigue es por todos sabido. La socialdemocracia entra en un declive generalizado a fines de los 70 y principio de los 80, marcado por la recesión económica mundial y la victoria de los partidos liberales y conservadores en Europa, con la consecuente implementación de políticas monetaristas, conocidas hoy como “neoliberalismo”. En América Latina, esta “década perdida” se vio agravada por las sucesivas dictaduras militares y las nefastas consecuencias económicas, sociales y políticas por todos conocidas (desempleo, privatizaciones, inflación, persecución política, represión generalizada, etc.). De este negro periodo, la socialdemocracia a nivel mundial solo pudo resurgir adoptando las “reglas del juego” y manteniendo las políticas neoliberales impuestas.

3. ¿Hay realmente socialdemocracia en este continente?

Como sabemos, el periodo que atraviesa la socialdemocracia actualmente corresponde al de la “Tercera Vía”. Este periodo se caracteriza por la nueva valoración positiva de la iniciativa privada y el mercado como motor y organizador de la actividad económica, el reemplazo de la “clase obrera” por la “nueva clase media” profesional e intelectual como sujeto político primordial y la defensa de los valores éticos como la meritocracia, la equidad, la igualdad de oportunidades y la libertad individual [7] (Silva Triste, 2005, pág. 105).

El impacto de la “Tercera Vía” también se hizo sentir en Nuestra América. Varios gobiernos de los partidos latinoamericanos de la IS dieron un respectivo viraje hacia el neoliberalismo, ya sea de manera voluntaria o por la presión social, política o económica del momento, a partir de la década de 1980. Entre los casos más notorios podemos mencionar a: Miguel de la Madrid (Partido Revolucionario Institucional, México), César Gaviria (Partido Liberal, Colombia), Luis Alberto Monge y Óscar Arias Sánchez (PLN, Costa Rica) o el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (AD, Venezuela). Con el paso a un nuevo milenio se suman más gobiernos de “Tercera Vía” como el de Fernando de la Rúa (Unión Cívica Radical, Argentina), Ricardo Lagos y Michelle Bachelet (PPD y PS, Chile), el segundo gobierno de Alan García (APRA, Perú), entre varios otros.

Pero es en este periodo que surge un fenómeno propio de América Latina y que supone un vuelco en el escenario de las izquierdas en el continente: La “Marea Rosa”. La sucesiva asunción de gobiernos progresistas, anti-imperialistas y críticos del neoliberalismo implantado en Nuestra América, así como su coordinación a nivel continental a través del Foro de Sao Paulo, puso en jaque a las fuerzas “socialdemócratas” tradicionales del continente.

Las reacciones fueron diferentes en cada país. En la mayoría de los casos, la socialdemocracia latinoamericana se posiciona abiertamente contra estos gobiernos progresistas denunciando la corrupción de sus dirigentes (Perú, Argentina, Ecuador) o las derivas “autoritarias” de sus gobiernos (Venezuela, Bolivia). En otros casos, la socialdemocracia latinoamericana se posiciona junto a estos gobiernos progresistas tras una serie de acuerdos (Brasil). Y en otros casos, fue la socialdemocracia latinoamericana quien dirigió estos gobiernos progresistas (Uruguay, Guatemala, El Salvador).

Quizás el caso más peculiar sea el de Nicaragua. Como sabemos, el FSLN era parte de la IS desde el periodo de la Revolución Sandinista, pero en 2019 fue expulsado a raíz de las protestas en Nicaragua del año anterior y las acciones que tomó el gobierno de Daniel Ortega contra estas.

Todo lo descrito arriba sobre la compleja relación entre la socialdemocracia institucional y los gobiernos progresistas latinoamericanos nos abre la pregunta sobre que cánones o parámetros debe cumplir un partido latinoamericano para ser considerado “socialdemócrata” y si existe una “socialdemocracia” actualmente en América Latina.

Un intento de responder a estas cuestiones nos lo proporciona el politólogo estadounidense Kenneth Roberts en su artículo ¿Es posible una socialdemocracia en América Latina? (2008). La hipótesis central de Roberts es que no se puede hablar plenamente de “socialdemocracia” en América Latina debido a una serie de condiciones estructurales (industrialización tardía, mercado laboral fragmentado y mala inserción en el comercio mundial), que diferencian a nuestro continente de la Europa Occidental donde la socialdemocracia ha triunfado. 

Dichas condiciones estructurales condicionan, a su vez, la poca efectividad institucional de proyectos socialdemócratas, los cuales se han visto superados por novedosos movimientos populistas de izquierda (Venezuela, Bolivia y Ecuador). 

Cabe destacar que, para el autor, los gobiernos del Partido de los Trabajadores (Brasil), el Frente Amplio (Uruguay) y la Concertación (Chile) se asemejan más a proyectos socialdemócratas, esto debido a la estabilidad institucional democrática y la trayectoria de los partidos de gobierno.

De todas maneras, Roberts concluye que todos estos gobiernos progresistas:

[…] solo se han hecho esfuerzos limitados por revivir las políticas industriales y la negociación corporativa, entre otros elementos clásicos de los programas socialdemócratas. Las medidas focalizadas de alivio de la pobreza son, en el mejor de los casos, una ampliación de las políticas sociales ajustadas al mercado propias del neoliberalismo, en tanto que aún se encuentran en gestación formas más universales de protección social. (pág. 97)

Otro insumo para la discusión nos lo otorga el politólogo uruguayo Jorge Lanzaro en su artículo “La socialdemocracia criolla” (2008). Consciente del problema histórico que implica el uso del término “socialdemocracia” en Nuestra América, Lanzaro prefiere usar el término “socialdemocrático”, para referirse a los gobiernos progresistas del continente. Dichos gobiernos “socialdemocráticos” corresponden a:

[…] fórmulas inéditas en nuestra región, que presentan rasgos propios de su condición periférica, específicamente latinoamericana, pero que pueden compararse con los referentes europeos clásicos. En particular, encuentran similitudes con las experiencias socialdemocráticas tardías que surgieron a partir de los 70 en España, Portugal y Grecia, las cuales sobrevinieron –como las nuestras– al paso de una doble transición: luego de las respectivas transiciones democráticas y en el surco de la transición liberal, fuera de los círculos virtuosos de la era keynesiana y a la hora de un nuevo empuje de la globalización. (pág. 41)

Las reflexiones que se desprenden del texto son similares a las de Roberts, aunque mucho más detalladas. Los gobiernos considerados “socialdemocráticos” por el autor son los de Brasil, Uruguay y Chile. Estos se diferencian de otros gobiernos progresistas debido a la novedad de sus partidos e instituciones (Venezuela, Bolivia y Ecuador) o a la tradición socialista de sus partidos de gobierno (Argentina y Panamá).

4. Críticas necesarias

Desde su complicidad con la Primera Guerra Mundial, su oposición a la Revolución Rusa, el abandono de las ideas marxistas que le dieron su origen o su complicidad y pasividad frente al Colonialismo, la socialdemocracia mundial ha sido objeto de críticas por parte de Partidos Comunistas, Movimientos de Liberación Nacional y demás corrientes políticas revolucionarias inconformes con el reformismo y su rol defensor del statu quo. Los representantes locales de dicha corriente política no han sido a la excepción.

En su ensayo “El papel de la socialdemocracia en América Latina” (1982), el historiador chileno-argentino Luis Vitale realiza un balance crítico con la socialdemocracia en América Latina hasta la década de los 80. 

En una síntesis histórica del acercamiento de la socialdemocracia mundial (Segunda Internacional e Internacional Socialista) a nuestro continente, la primera crítica expresada por Vitale es la de la incomprensión de la socialdemocracia de los problemas latinoamericanos (cuestión agraria, cuestión indígena y cuestión nacional-antiimperialista), lo cual relegó a los Partidos Socialistas a la marginalidad frente a los “Partidos Populares”. 

Una segunda crítica corresponde al anticomunismo histórico de la socialdemocracia, el cual en América Latina esto se hizo obvio con la victoria de la Revolución Cubana. 

En un primer momento, la izquierda en América Latina apoyó la Revolución Cubana debido a su carácter anti-imperialista y democrático, pero el continuo acercamiento de Cuba con el Bloque del Este dividió las aguas. 

Como sabemos, ciertos Partidos Socialistas (Argentina y Uruguay) se sumieron en debates internos sobre si apoyar o no al nuevo gobierno cubano, otros PS (Chile y Ecuador) apoyaron a Cuba sin reservas, mientras que los “Partidos Populares” (APRA, AD, PLN) se volvieron decididos anticomunistas. Y como también sabemos, fueron últimos los partidos que ingresaron en masa a la IS.

La ultima crítica presente en el texto de Vitale es la sospecha de un “nuevo imperialismo”. Sin soslayar el giro a la izquierda y el nuevo enfoque para con el “Tercer Mundo” de la IS con Willy Brandt al mando, Vitale no duda en comentar que un resultado indirecto de esta nueva política exterior es la apertura de nuevos mercados para empresas europeas:

Los países europeos –donde la IS ejerce un poder decisivo en varios gobiernos- necesitaban promover un Nuevo Orden Económico Internacional que facilitara la expansión de sus capitales y su comercio, con el fin de desplazar a los norteamericanos o competir en mejores condiciones con ellos. 

Estas contradicciones interimperialistas estuvieron a la base del nuevo giro de la IS, que centró su política internacional en el dialogo Norte-Sur. Así la IS apareció como propulsora de nuevas relaciones –bajo la mistificación de un trato más justo e igualitario- entre los países desarrollados y los llamados en vías de desarrollo. Los gobiernos europeos, dirigidos por los partidos de la IS, prometieron una mayor ayuda y mejores relaciones de intercambio con los países asiáticos, africanos y latinoamericanos. 

Esta “generosa actitud” iba a redundar, obviamente, en el fortalecimiento del capitalismo europeo, en detrimento del norteamericano, fenómeno que puede comprobarse actualmente en América Latina, donde el capitalismo alemán, especialmente, ha entrado a competir con el norteamericano en Brasil, Argentina y otras naciones. (pág. 7)

Otra crítica, más actual y vigente, a la socialdemocracia en nuestro continente la encontramos en el artículo “Las torpezas de la Internacional Socialista en América Latina” (2012) del periodista francés Maurice Lemoine, editor del Le Monde Diplomatique. Dicho artículo no escatima en recurrir a hechos macabros y detalles poco conocidos para realizar sus feroces críticas contra la Internacional Socialista, a nivel mundial [7], pero sobre todo a nivel latinoamericano.

El artículo de Lemoine denuncia el clientelismo de los líderes de la IS, lo cual los ha llevado a abandonar totalmente de los ideales socialistas democráticos y la solidaridad con el “Tercer Mundo” que caracterizó a la IS en los años 70 y 80.

Los hechos con los cuales el autor ilustra este deterioro de la IS son dos. El primero corresponde a la firma del TLC entre la Unión Europea y Colombia en 2011 y las reacciones contradictorias de miembros de partidos socialdemócratas sobre las situaciones de abusos a Derechos Humanos vividas en Colombia:

Algunos testimonios son escalofriantes: desde la llegada al poder, cuatro meses antes, del señor Juan Manuel Santos (exministro de Defensa de su antecesor Álvaro Uribe), treinta y nueve sindicalistas y doce militantes del Polo Democrático Alternativo (PDA), entre otros, fueron asesinados. 

El socialdemócrata danés Ole Christensen brinda información adicional: en julio de 2010, con el miembro del Partido Laborista británico Richard Howitt, también presente, acompañó a la organización “Justicia para Colombia” a un lugar tristemente famoso, el pueblo de La Macarena. “Fuimos a la fosa común. Hay más de dos mil personas [víctimas del ejército y paramilitares] enterradas allí. 

Debemos decir “no” al Tratado de Libre Comercio [TLC] que están negociando la Unión Europea y Colombia. Sólo se levantará una voz para defender a Bogotá, la del representante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), don Emilio Menéndez del Valle: “¿Usted cree que en tres meses un gobierno puede solucionar todos los problemas? Si un país entero votó masivamente [55,59% de abstención] por Santos, ¡hay que respetarlo!».

El segundo hecho criticado es el acercamiento de altos mandos de la IS al fallido de golpe de Estado en Venezuela perpetrado en 2002. Lemoine relata como Chávez intentó reunirse con los dirigentes del CALCIS (reunido en Caracas) y que posteriormente:

Al término de su reunión, Siclac emite un comunicado de prensa anunciando que ha decidido “apoyar a la Acción Democrática y la Coordinación Democrática en la movilización y defensa del sistema democrático y sus instituciones” –en otras palabras: ¡los golpistas! Presente como observador del PS francés, el Sr. Jean-Jacques Kourliandsky vuelve a este episodio: “Casi me ataca el secretario general de AD porque protesté: ¡estas conclusiones habían sido escritas y ya publicadas en la prensa de la oposición venezolana antes del inicio de los trabajos!”. Luego se encoge de hombros: “Realmente no tienen ningún valor”. ¿Error o ceguera?

Ciertamente, estos testimonios dejan de manifiesto el grado de corrupción y detritus ideológico que hoy en día afecta a la Internacional Socialista y a sus históricos socios latinoamericanos.

5. Conclusiones

Como hemos visto en estos párrafos, la cuestión por la “socialdemocracia” en nuestro continente es un tema extenso y complejo, pero a su vez es poco conocido, a pesar de la influencia que ejerce y que ha ejercido la “socialdemocracia” (tanto como organización mundial como en sus múltiples y diversos representantes a nivel latinoamericano) a lo largo de su historia.

La cuestión por la socialdemocracia es compleja desde su propio nombre. Es difícil hablar de “socialdemocracia” a secas en América Latina. Esto debido a las cuestiones estructurales sociales y económicas que distinguen a América Latina de Europa. Más allá de la similitud programática y de las relaciones internacionales de ciertos partidos, la “socialdemocracia criolla” o los “partidos socialdemocráticos” se han visto limitados y sobre pasado en sus esfuerzos realizar un calco y copia de los modelos de bienestar europeos.

A pesar de esta disputa conceptual, tenemos una historia muy rica pero poco conocida. La IS hizo un primer acercamiento con Nuestra América mediante los “Partidos Socialistas”, pero estos se debatían su identidad entre la socialdemocracia y el socialismo revolucionario, más aún tras la victoria de la Revolución Cubana. El segundo acercamiento, más exitoso, fue mediante los viejos “Partidos Populares” quienes adaptaron las formas y las políticas públicas de la socialdemocracia de la posguerra (reformismo, economía mixta, equidistancia en la Guerra Fría, etc.).

Posteriormente, se vivió un periodo de oro entre 1976 y 1992. Con la asunción de Willy Brandt y sus aliados a la dirigencia de la IS, la socialdemocracia dio un notorio giro a la izquierda y se transformó en un actor político de calibre mundial, oficiando como mediador en los conflictos calientes de la Guerra Fría y configurándose como una alternativa entre los dos bloques en disputa. 

El espectro de miembros latinoamericanos en la IS incluyó a partidos abiertamente revolucionarios y se los apoyó tanto en las Guerras Civiles (Centroamérica) como en su resistencia contras las Dictaduras Militares (Chile, Brasil, Ecuador, Argentina, Paraguay, etc.). Este periodo de oro termina con la salida de Brandt de la presidencia de la IS, pero se vio precedido por la oleada de victorias conservadoras en Europa y América (y la posterior implantación del “neoliberalismo”) y marcado a sangre con el asesinato de Olof Palme.

Finalmente llegamos a un escenario negro, la socialdemocracia histórica de nuestro continente se ha visto ampliamente superada por nuevos actores políticos a izquierda. 

Dichos nuevos actores (“Marea Rosa”, “Socialismo del Siglo XXI” o como queramos llamarle) han sabido expresar de mejor manera las críticas contra el modelo neoliberal de desarrollo, han sabido integrar de mejor manera a las masas relegadas de nuestro continente y han articulado de mejor manera las propuestas que antaño elevaban los partidos “socialdemocráticos” o “populares” del Continente. 

Debido a esto, los viejos partidos latinoamericanos de la IS (con contadísimas excepciones) [9] se han posicionado con las oligarquías locales y con el intervencionismo estadounidense y europeo, actores que incesantemente torpedean los procesos sociopolíticos y a los gobiernos progresistas que intentan concretar la independencia de Nuestra América.

NOTAS

[1] En el caso chileno, tenemos varios casos en tiempos recientes. Uno de los más notorios es el del político derechista Joaquín Lavín, quien cuando su nombre sonaba fuerte como pre-candidato presidencial se denominó “socialdemócrata” a pesar de su trayectoria política como participe y defensor de la Dictadura Militar. Otro caso notable es el del diputado Pepe Auth Stewart, una de las caras más reconocibles de la Concertación, quien en reiteradas ocasiones se vio votando a favor del gobierno de Sebastián Piñera. Su excusa para votar a contracorriente de la oposición de la que, se supone, formaba parte eran sus credenciales de “socialdemócrata.

[2] El documento citado fue elaborado por la “Fundación para la Socialdemocracia de las Américas” (FUSDA) en colaboración con el extinto partido político mexicano “Convergencia”, partido de tendencia socialdemócrata y nacionalista de izquierda. En 2011, Convergencia dio paso al partido Movimiento Ciudadano, el cual en las últimas elecciones presidenciales (2018) apoyó la candidatura presidencial de Ricardo Anaya, dirigente del derechista Partido de Acción Nacional.

[3] El Partido Socialista de Uruguay se retiraría de la IS en 1960, no sin antes presentar una moción para la expulsión de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO, antecesor del PS de Francia) de la IS debido a su política colonialista en Argelia (Pedrosa, La otra izquierda: Las estrategias de la socialdemocracia europea, 2011, pág. 127). El PSU se reintegraría a la IS en 1999, para renunciar nuevamente en 2018.

[4] En la izquierda europea se utilizaba el término “Partidos Populares” para referir a los partidos latinoamericanos de izquierda con ideologías difusas pero que a su vez poseían una organización sólida y un vasto apoyo popular (pág. 118).

[5] El término “Febrerista” hace alusión a la “Revolución de febrero” de 1937 en Paraguay. Dicha revolución llevó al poder al General Rafael Franco, líder militar reformista y progresista. El PRF es el continuador del legado reformista de Rafael Franco.

[6] Fuera de Latinoamérica, la política internacional de Brandt a cargo de la IS se vio reflejada en un relativo acercamiento al Bloque del Este, una crítica a la política exterior de Estados Unidos y sus aliados y una mayor cercanía de la IS con territorios como Medio Oriente o el África Subsahariana. Esta visión de Brandt se encuentra condensada en el “Informe de la Comisión Independiente sobre Problemas Internacionales del Desarrollo”, conocido popularmente como “Dialogo Norte-Sur”.

[7] Es de interés notar que la renovación y el alcance de esta aceptación del “neoliberalismo” no solo toca a la socialdemocracia, sino también a partidos democratacristianos y dirigistas que durante la Guerra Fría defendían políticas de bienestar propias. Como ejemplos podemos mencionar al Partido Demócrata gringo (Bill Clinton), el Partido Justicialista (Carlos Menem) o el gaullismo (Jacques Chirac).

[8] El artículo inicia mencionando el hecho de que partidos de presidentes africanos muy poco democráticos como Laurent Gbagbo (Costa de Marfil), Hosni Mubarak (Egipto) y Zine El Abidine Ben Ali (Túnes) pertenecían a la IS.

[9] Las excepciones son: El Partido Revolucionario Democrático de Panamá y el Partido Democrático Laborista de Brasil.

6. Bibliografía

Convergencia. (2005). ¿Qué es la socialdemocracia?: Los principios y valores de la Tercera Vía. Fundación para la Socialdemocracia de las Américas.

Lanzaro, J. (Septiembre-Octubre de 2008). La socialdemocracia criolla. Nueva Sociedad(217), 40-58. Obtenido de https://static.nuso.org/media/articles/downloads/3546_1.pdf

Lemoine. (Febrero de 2012). Las torpezas de la Internacional Socialista en América Latina. Obtenido de Le Monde Diplomatique en Español: https://mondiplo.com/torpezas-de-la-internacional-socialista-en

Pedrosa, F. (2011). La otra izquierda: Las estrategias de la socialdemocracia europea. Contemporánea: Historia y Problemas del siglo XX, II(2), 115-136. Obtenido de https://historiapolitica.com/datos/biblioteca/socialismoperonismo_pedrosa.pdf

Pedrosa, F. (Enero de 2015). Partidos políticos y acciones trasnacionales: El Comité para América Latina y el Caribe de la Internacional Socialista (1976-1983). Izquierdas(22), 48-77. Obtenido de https://scielo.conicyt.cl/pdf/izquierdas/n22/art03.pdf

Roberts, K. (Septiembre-Octubre de 2008). ¿Es posible una socialdemocracia en América Latina? Nueva Sociedad(217), 86-98. Obtenido de https://static.nuso.org/media/articles/downloads/3549_1.pdf

Silva Triste, F. (2005). Breve historia de la socialdemocracia. México D.F.: Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa. Obtenido de http://biblioteca.diputados.gob.mx/janium/bv/ce/scpd/LIX/brev_hist_soci.pdf

Vitale, L. (23 de Mayo de 1982). El papel de la socialdemocracia en América Latina . Obtenido de Centro de Estudios Miguel Enríquez: https://www.archivochile.com/Ideas_Autores/vitalel/6lvc/06lvctextpol0012.pdf

Por Ian Morales

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