Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

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Los gigantes tecnológicos y los desafíos actuales de la lucha de clases


Una "nube" de datos suena como un lugar etéreo y mágico, pero en realidad es todo lo contrario. Las imágenes de este dossier buscan visualizar la materialidad del mundo digital en el que vivimos.

 Una nube se proyecta sobre un tablero de partículas. Un vegetal está representado por una patente modificada genéticamente. 

Una criptomoneda no se "mina" excavando la corteza terrestre, sino mediante procesos informáticos que consumen energía. Las coordenadas de un GPS se representan junto a los pasos de los soldados. 

Un código se muestra como una cortina de humo de unos y ceros. Juntos, nos recuerdan que la tecnología no es neutral, sino que sirve a los intereses de quienes la controlan. Por lo tanto, la tecnología es parte de la lucha de clases.

Dibujos del Departamento de Arte del Instituto Tricontinental de Investigaciones Sociales a partir de fotografías de Ingrid Neves.

El reto de la modernidad es vivir sin ilusiones y sin decepcionarse.

Antonio Gramsci

El término coronashock se refiere a cómo el COVID-19 golpeó al mundo con una fuerza abrumadora, revelando la incapacidad del estado burgués para prevenir una catástrofe social y sanitaria, en contraste con las experiencias de inspiración socialista que resultaron mucho más resilientes.

El tema de las “nuevas tecnologías digitales” se presenta como un desafío que ha ido ganando cada vez más espacio en los debates de los movimientos populares. Por un lado, partimos siempre de la desigualdad en el derecho de acceso. 

Por otro lado, existe una preocupación permanente con el uso de datos para la represión, el control y la fiscalización, así como el hecho de que las empresas más grandes y poderosas hoy en día están en el campo de las tecnologías de la información, lo que hace que este tema sea fundamental para comprender La dinámica del capitalismo contemporáneo.

El esfuerzo por comprender estas inquietudes se expresa en la profusión de términos y conceptos sobre el tema: economía digital, capitalismo digital, capitalismo de plataforma, feudalismo tecnológico, capitalismo de datos, capitalismo de vigilancia, entre otros. Todavía no hay una comprensión consensuada de estos fenómenos; Por lo tanto, más que llegar a definiciones concluyentes, el desafío para quienes se atreven a transformar el mundo es construir un análisis colectivo y objetivo del papel de las empresas de tecnología y datos digitales en el capitalismo contemporáneo.

En este sentido, nuestro dossier 46, El gigante tecnológico y los desafíos actuales de la lucha de clases, es el resultado del Seminario Tecnologías Digitales y Lucha de Clases, esfuerzo del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), realizado entre sus objetivos son analizar estas transformaciones en el capitalismo reciente y sus implicaciones para la organización de nuestras luchas, buscando ir más allá de los temas de seguridad digital o la disputa por las narrativas en las redes sociales.

La intención que llevó a este proceso formativo fue principalmente estimular el estudio y debate sobre temas relacionados con las tecnologías digitales y la lucha de clases para nuestros movimientos. Buscamos reunir y reflexionar sobre diferentes miradas sobre el tema, basándonos no solo en el análisis de investigadores y expertos, sino también en la acumulación de conocimiento producido por otras organizaciones que se dedican al estudio del tema para construir un entendimiento común.

La reflexión que presentamos a continuación es expresión de la síntesis de este proceso colectivo e inconcluso de construcción del conocimiento. Buscamos comprender las transformaciones tecnológicas y sus consecuencias sociales desde la lucha de clases. Esta sistematización deja fuera cualquier intento de agotar el debate sobre el tema; Más bien, es un primer acercamiento a aquellas cuestiones que entendemos fundamentales en la organización social actual. Para iniciar la discusión, recurrimos a elaboraciones sobre una serie de interrogantes, a partir del análisis del funcionamiento de estas tecnologías como parte de la dinámica de acumulación de capital.

Tecnología y Capitalismo

En la sociedad capitalista, la tecnología aparece como una herramienta excepcional para transformar la forma de producir, distribuir y consumir bienes. La tecnología no es neutra, no está fuera de las estructuras sociales, es algo que actúa sobre el mundo, pero también es parte del mundo construido por el trabajo humano para -en una sociedad capitalista- acumular ganancias para los propietarios.

La ideología dominante indica que el desarrollo de las tecnologías y la ciencia se habría producido de forma lineal, acumulativa e inexorable, y que el advenimiento del capitalismo sería el colmo de este proceso. Habríamos llegado, como humanidad, a un sistema que produce todo de la mejor y más eficiente manera, que ha hecho irrelevante todo lo que ha existido o se niega a integrarse en él.

Esta narrativa oculta que las tecnologías son el resultado del trabajo, las relaciones y las dinámicas sociales en contextos históricos y culturales específicos. El avance tecnológico es ante todo un proceso que se desarrolla a partir de la propia organización social del trabajo en las sociedades. Los grandes avances de la tecnología no son el resultado de individuos excepcionales, sino de conocimientos e intereses colectivos que atañen a las formas de producción y reproducción de la vida ya las relaciones sociales que determinan y son determinadas por estas mismas formas de producción. y reproducción.

Por lo tanto, la sociedad capitalista muchas veces produce conocimientos, técnicas y tecnologías que expresan su propia naturaleza y sus contradicciones. Se apropia de lo que existe y busca moldear la realidad para satisfacer su dinámica. Crea su propia industria, sus propias máquinas, no necesariamente mejores para el desarrollo humano, pero ciertamente más eficientes para el proceso de acumulación de capital.

En la medida en que la organización de la producción capitalista se basa en la explotación del trabajo con fines lucrativos, sus tecnologías buscan controlar el proceso productivo dictando los ritmos del trabajo humano, que aparece simplemente como una pieza más del engranaje. Al mismo tiempo, buscan centralizar, concentrar y dominar la capacidad productiva para establecer ventajas en una carrera permanente entre dueños del capital por la apropiación de utilidades de otros sectores económicos. Como resultado, la pobreza y la miseria aumentan a medida que aumenta la cantidad de productos que teóricamente podríamos consumir.

La tecnología, por tanto, no es neutra, como ocurre en el contexto de una sociedad de clases cuya lógica beneficia a la clase propietaria en detrimento de las demás. Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son expresiones técnicas y tecnológicas de un proceso más amplio. Las crisis cíclicas y estructurales que caracterizan al sistema capitalista generan momentos propicios para el surgimiento de nuevas tecnologías. La revolución de la microelectrónica (producción de circuitos integrados cada vez más pequeños y rápidos), como los chips, por ejemplo, ha impactado y cambiado profundamente la comunicación humana a nivel mundial, al tiempo que ha permitido una movilidad de capital sin precedentes.

Las empresas pudieron disolver fábricas, instalarlas en varios países simultáneamente y coordinar procesos de producción y transacciones financieras en tiempo real en todo el planeta a través de la informatización y la estandarización. Las tecnologías posibilitaron la tercerización de los procesos productivos y la circulación de mercancías y fragmentaron a la clase trabajadora, articulada a partir de la flexibilización del trabajo y la reducción de derechos. Este potencial de desorganización de la producción le dio al capital un poder de negociación aún mayor sobre los trabajadores, hasta entonces concentrados y organizados en grandes complejos industriales ubicados en un lugar determinado.

Los gigantes tecnológicos y el estado

Las TIC, desarrolladas a partir de la microelectrónica y la tecnología de la información, fueron en gran medida el resultado de demandas militares, siendo luego difundidas en el sector civil para la expansión de la acumulación capitalista. Fue como resultado de la búsqueda de mejoras en su poderío militar que Estados Unidos movilizó, coordinó y apoyó esfuerzos colectivos en agencias gubernamentales, universidades y empresas privadas. La carrera espacial librada durante la Guerra Fría también propició, y continúa haciéndolo hoy con la continuación de la exploración espacial, el desarrollo tecnológico.

Además del surgimiento de tecnologías que crean mercados, el Estado también es fundamental para mover la frontera tecnológica para defender o incluso competir por segmentos, así como para apoyar la expansión en el mercado externo. Las empresas de alta tecnología están interconectadas con sus estados-nación y dependen estructuralmente de los sistemas de innovación que manejan, cuyo objetivo central es, originalmente, militar.

Así, la industria de las TIC se estableció controlada por los Estados y corporaciones del Norte Global. Las etapas de producción y alto valor agregado asociadas al control y desarrollo de las bases tecnológicas suelen ser preservadas por sus transnacionales, tanto porque garantizan altos márgenes de ganancia como porque permiten ventajas militares y de vigilancia, garantizando la hegemonía.

Por lo tanto, para entender el surgimiento de los gigantes tecnológicos, empresas también conocidas como Big Techs (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft, etc.), es necesario entender cómo se relacionan con los mecanismos de acumulación de capital. Por mucho que se presenten como una "solución" a los problemas económicos actuales, estas corporaciones son síntomas, es decir, expresan cómo el capitalismo en crisis busca orientar las tecnologías a sus intereses.

 Aunque modernas en términos de sofisticación y escala de las tecnologías utilizadas, estas mismas corporaciones representan el atraso civilizatorio en términos de flexibilidad laboral, reducción de derechos, ofensiva abrumadora sobre los recursos naturales, centralización y concentración de capital y poder. de las empresas privadas sobre las instituciones públicas,

Por tanto, el surgimiento de los gigantes tecnológicos como expresión del capitalismo contemporáneo viene acompañado de una gran ofensiva ideológica basada en el individualismo, el discurso empresarial, la negación de la política (discurso de la neutralidad) y otros mitos sociales que se vuelven aún más poderosos, en la medida en que que estas mismas corporaciones asuman el papel de medios y agentes ideológicos privilegiados de la sociedad.

Uno de estos mitos sociales fundadores es el "mundo virtual" como una realidad paralela presentada bajo diferentes nombres: ciberespacio, aldea global, mundo virtual, red informática global, supercarretera, metaverso, etc. Esta idea se basa en la ilusión de una red definida por su horizontalidad, donde todas las personas son iguales, ya que todas están equipadas con las mismas herramientas. Todos tienen voz y pueden participar e influir en la vida colectiva. En este mundo virtual, las redes y tecnologías son neutrales y solo buscan “crear soluciones y conectar personas”. Sin embargo, detrás de esta aparente horizontalidad se encuentra el trabajo de spin doctors, especialistas en proyectar determinadas políticas en la opinión pública y, cada vez más, científicos o analistas de datos.

El uso frecuente del término “nube” corrobora esta idea de un lugar abstracto donde los datos producidos por los usuarios están permanentemente disponibles, organizados casi mágicamente bajo criterios democráticos y universales. Nada más lejos de la realidad. La “nube”, en realidad, es una gigantesca infraestructura multitecnológica y sumamente concreta. Consiste en un conjunto de servidores en instalaciones ubicadas principalmente en Estados Unidos, altamente centralizadas y monopolizadas, donde la desregulación y la arbitrariedad de los intereses políticos y lucrativos priman sobre cualquier pretendida reivindicación democrática y universalizadora de los datos de los usuarios, con un consumo de energía exorbitante. y recursos naturales.

Otro mito fundamental de las grandes empresas tecnológicas es el de los emprendedores, una nueva versión de la vieja fábula del self-made man, que preconiza el éxito únicamente como resultado del esfuerzo y las habilidades individuales. Se crea la imagen de los genios del garaje, generalmente jóvenes blancos que son brillantes y han revolucionado el mundo por su cuenta. Son multimillonarios solo por sus propios méritos. Figuras como Steve Jobs, Bill Gates o Mark Zuckerberg se elevan a la categoría de gurús de los negocios, coaches inspiradores, como si sus caminos fueran accesibles para todos, ya que solo dependen de una buena idea y la perseverancia. Lo que no se cuenta es que estos individuos fueron formados en centros de élite de excelencia, como Harvard, Stanford, Princeton, MIT o Caltech, centros que, aunque de carácter jurídico privado, se alimentan de inversiones públicas masivas y políticas de Estado. con financiamiento de departamentos gubernamentales civiles y militares, así como políticas para la importación de cerebros y conocimientos de otros centros de excelencia en países periféricos.

Esta ideología del “emprendedor digital” tampoco explica sus conexiones con el capital financiero y especulativo, que invierte millones en la creación y expansión de estas empresas. Se vende la imagen de que los particulares empezaron “desde cero”, sin contar que ya contaban con un financiamiento millonario, lo que terminó resultando en la apropiación privada de conocimientos públicos y tecnologías construidas colectivamente y con muchos recursos públicos. Los $ 500,000 que Zuckerberg recaudó para iniciar Facebook solo fueron posibles debido a sus conexiones con la élite de las finanzas y el capital especulativo.

También es curioso que muchas de estas empresas, como Spotify o Uber, no generan ganancias, o realmente no las necesitan. Su valor de mercado es más importante que su rentabilidad. Una promesa de buen valor sobre la que puede especular es suficiente. Esta financiarización tiene una base material, que es la explotación del trabajo; la tecnología hace más productivos a los trabajadores y está ligada a las máquinas y herramientas (capital constante en términos de Marx), transmitiendo sus valores plasmados en mercancías de nueva creación. Sin embargo, cuanto más financiarizada es una economía, mayor es la presión sobre el sector productivo y mayor la explotación de los trabajadores para compensar el nivel de valores especulados en las bolsas de valores.

Financiación

El encuentro entre el capital financiero y las TIC no se da solamente en el financiamiento y apropiación de estos emprendimientos. La combinación de la falta de regulación financiera propia del neoliberalismo y la conectividad de los smartphones permitió el surgimiento de las fintechs, empresas que desarrollan productos financieros digitales, cuyo trabajo se enfoca principalmente en la creación de plataformas de pago en monedas digitales, con el objetivo de operacionalizar la compra. y vender en línea. Sin embargo, trabajan principalmente para atraer al sistema financiero a miles de millones de personas 'no bancarizadas'.

El Banco Mundial estima que 1.700 millones de personas en el mundo no tienen una cuenta bancaria. El perfil de este colectivo está formado generalmente por la población rural. En Latinoamérica, por ejemplo, entre el 50% y el 70% de la población no tiene acceso a un banco.

 No es de extrañar que sea en esta región donde estas empresas financieras hayan triplicado su tamaño en los últimos años. Entre estos 1.700 millones de personas no bancarizadas, 1.100 millones poseen un teléfono celular (Grain, 2021). Con las fintechs no es necesario tener cuenta bancaria, domicilio fijo, ingresos mínimos o pagar diversas cuotas, todo lo que necesitas es un celular y conexión a internet. Esto significa que esta inclusión se dará principalmente entre los grupos de población más vulnerables.

Los mercados bancarios fintech chinos también compiten por la periferia. Huawei trabaja con operadores locales en África para ofrecer servicios de seguros, préstamos, remesas al exterior e incluso cobertura funeraria en Kenia y Etiopía. Asimismo, el multimillonario ZhouYahu, fundador de Beijing Kunlun Technology, también invierte en una plataforma de préstamos móviles en Kenia. El mayor vendedor de teléfonos móviles de África, Transsion, con sede en Shenzhen, tiene inversiones en otra plataforma en Nigeria y Ghana, mientras que AliPay de Alibaba ha desarrollado una "súper aplicación" para Sudáfrica.

El sector minorista es otra área donde las TIC y el capital financiero trabajan juntos. En la primera pandemia del SARS-CoV, a mediados de la década de 2000, hubo una expansión del comercio electrónico en China, con el surgimiento de empresas que ahora son gigantes minoristas, como Alibaba y Tencent.

Sin embargo, antes de la pandemia del COVID-19, América Latina era una de las regiones que menos adoptaba el comercio por internet, ya sea por el índice de pobreza o por la falta de acceso a bancos y conectividad. Por ello, el banco estadounidense Goldman Sachs afirmó que esta pandemia podría repetir en la región el fenómeno del comercio electrónico chino en la década de los 2000. En ese momento, durante el primer brote de SARS (Sars-CoV1), hubo un auge del comercio electrónico. en China y varias plataformas de venta online, entre ellas Alibaba, hoy uno de los mayores minoristas de este segmento en el mundo. 

La población china ha creado el hábito de comprar en línea y el banco anticipa que esto desarrollará el comercio electrónico en América Latina. En su discurso de seminario, La investigadora Larissa Packer destacó el incremento del 50% en 2020 en el número de transacciones y consumidores que se sumaron a este tipo de comercio en América Latina. Esto significó un crecimiento del 500% en los ingresos mensuales de las empresas del sector relacionado con alimentos, un salto de $19 a $120 millones. Por ejemplo, la empresa colombiana Rappi duplicó su tamaño en solo seis meses.

Gigantes tecnológicos contra la naturaleza

Si el corona shock, por un lado, limitó el movimiento de personas y mercancías y produjo cambios en las cadenas globales de valor, por problemas en la importación y exportación de productos refrigerados, por ejemplo, por otro lado, este escenario aceleró la demanda. para la digitalización y profundizó la aplicación de la tecnología en la base industrial y en el modo de producción y distribución, tanto en las industrias urbanas como en las industrias de productos básicos minerales y agrícolas. Además, profundizó el proceso de entrelazamiento de tiempos de trabajo y no trabajo, trabajo productivo y reproductivo, espacios de trabajo y descanso.

En agronegocios, es posible observar un aumento de fusiones, adquisiciones y acuerdos entre grandes empresas agrícolas, tecnológicas y fintech. Esta nueva infraestructura conduce a una reorganización de actores que tiende a los oligopolios. Esta reorganización aumenta la necesidad de capturar big data en prácticamente todas las etapas de la cadena de agronegocios. Además, profundiza la precariedad de los servicios públicos, con cada vez menos disponibilidad de información pública y un aumento en la oferta de plataformas privadas e infraestructura privada de los gigantes tecnológicos para este servicio. Esto claramente interfiere en el proceso de toma de decisiones por parte de los gobiernos de los países.

En el campo de tractores y máquinas, tenemos la hegemonía de las empresas John Deere y Bosch. En logística y marketing contamos con Cargill, Archer Daniels, Louis Dreyfus y Bunge. También hay grandes minoristas: Walmart, Alibaba, Amazon, entre otros. En este contexto, existe una tendencia de gigantes tecnológicos a migrar al sector agropecuario, en una perspectiva de fusiones verticales, que no se dan entre empresas del mismo sector, sino a lo largo de la cadena de valor. Esto demuestra la capacidad de estas empresas para absorber y reorganizar la cadena verticalmente, desde el campo hasta el consumidor.

Hay tendencias en la digitalización de la tierra, tanto en términos de paisaje y recursos naturales, como en la secuenciación genética. Por ejemplo, Microsoft se está asociando con centros de germoplasma de todo el mundo para proporcionar la infraestructura digital que permite la digitalización de estos bancos de germoplasma. 

En 2018, en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, se lanzó el proyecto Amazon Code Bank, que tiene como objetivo catalogar y patentar la información de secuenciación genética de semillas, plántulas, animales y diversos organismos unicelulares en la Tierra. Esta es solo la primera etapa del programa Earth Code Bank (Schmidlehne, 2020).

Asistimos a la tendencia hacia la creación de un mercado oligopólico con características coloniales: las empresas transnacionales, principalmente domiciliadas en el Norte Global, siempre han garantizado patentes y derechos de propiedad intelectual, siempre invirtiendo en ciencia y tecnología en detrimento de extraer materias primas con bajo valor agregado en los países del Sur Global. 

Además, este salto tecnológico también trae consigo una mayor demanda de otras materias primas minerales y energéticas (litio, hierro, cobre y metales de tierras raras, por ejemplo), lo que lleva a una organización más agresiva de la división internacional del trabajo para garantizar el suministro de estas. activos naturales. El golpe de Estado de 2019 en Bolivia está directamente relacionado con la nacionalización de sus reservas de litio,

La industria también está reorganizando su infraestructura local. En los últimos cinco años, empresas como Syngenta, Bayer y Basf han desarrollado software agrícola y plataformas digitales que se instalan en teléfonos móviles para ayudar a los productores con recomendaciones agrícolas. Hoy en día disponemos de tractores equipados con sensores e inteligencia artificial (IA), que recogen datos sobre la humedad del suelo, su composición, mejor lugar para plantar, mejor época del año, etc. Los agricultores, desde sus celulares, también ingresan sus datos. 

La recopilación de estos datos en sí no es el problema, ya que en otro sistema social estos datos podrían usarse para ayudar a los agricultores con su trabajo, pero en un sistema capitalista los datos están controlados por corporaciones en beneficio de sus propias ganancias. Estas empresas son propietarias del software pero no del hardware. Éste, a su vez, pertenece a otros gigantes, como John Deere y Bosch, quienes desarrollaron la IA y la robótica. El resultado se puede observar en tractores robóticos, sensores, drones, etc.

Estas patentes y la información producida por los gigantes de la agroindustria deben almacenarse en la infraestructura digital de los gigantes tecnológicos. Microsoft tiene su nube, Azure. Apple desarrolló el Apple Watch para agricultura de precisión, además de crear la aplicación Resolution para agricultores. Amazon tiene una herramienta de almacenamiento específica para zonas rurales en Amazon Web Services. Facebook está creando una aplicación para dar consejos digitales a los agricultores. Google tiene un servicio institucional de Google Earth con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), etc.

En este escenario, los principales consumidores de este tipo de servicios son los grandes productores que operan en el mercado de exportación de commodities agrícolas. Sin embargo, las 500 millones de familias campesinas no pueden acceder a este nuevo paquete tecnológico. Lo que tienen son sus celulares, con los cuales pueden recibir, vía SMS o WhatsApp, recetas agronómicas en base a la información que brindan los agricultores de manera gratuita. La mayoría de estas aplicaciones se ofrecen "gratis" a los pequeños agricultores a cambio de un proceso masivo de captura de datos.

Aquí es donde surge la cuestión de la integración entre fintechs, gigantes tecnológicos y grandes empresas agrícolas. En Kenia, la empresa Arifu de Vodafone -el gigante europeo de la telefonía- ofrece asesoramiento agrícola a través de SMS y WhatsApp. Arifu se ha asociado con Syngenta y DigFarm. Así, a través de los servicios de Arifu, Syngenta populariza sus semillas, mientras que Digfarm ofrece microcréditos a los agricultores de Kenia. Es esta estructura de plataformas digitales la que hace posible esta integración. Cobran pequeñas tarifas, venden insumos y pueden usar monedas digitales (GRAIN, 2021).

Pero, ¿cómo van a leer las áreas de pequeños agricultores con diversidad de semillas nativas la inteligencia artificial y los algoritmos, por ejemplo, para ofrecerles un libro de cocina corporativo gratuito? Este tipo de tecnología todavía está dirigida a grandes extensiones de tierra y monocultivos. En ese sentido, la captación de pequeños agricultores se dará no a través de la compra del paquete tecnológico, sino a través de microcréditos y monedas digitales que acompañaron a estas plataformas, ofrecidas por fintechs.

Obviamente, esto requiere reducir la regulación estatal de la economía y la agricultura. Entre enero y febrero de 2021, un millón de agricultores acamparon en Nueva Delhi, India, exigiendo la derogación de tres leyes que pondrían fin al mercado de productos agrícolas regulado por el estado. Con estas leyes, en lugar de que el Estado pague precios justos por la producción campesina, el mercado estaría abierto y desregulado, lo que permitiría que las grandes empresas minoristas y tecnológicas reemplacen y eliminen a las pequeñas empresas. En la práctica, estas grandes corporaciones organizarían la producción y el consumo (Tricontinental, 2021).


Tecnología y trabajo

La combinación de economía de datos y financiarización también ha transformado el mundo del trabajo. "Uberización", "plataformización del trabajo" o gig economy han sido algunos de los nombres utilizados para referirse al trabajo precario en la era de los gigantes tecnológicos, estudios que lograron visibilidad con la movilización de los conductores y distribuidores de apps de Uber.

A pesar de los nombres recibidos, no se trata de las aplicaciones en sí o de algún determinismo tecnológico como causa, sino de procesos ya en marcha en las últimas décadas. Asistimos a una tendencia creciente hacia la transformación de los trabajadores en proveedores de servicios, en una relación laboral frágil y permanentemente inestable.

Según la socióloga Ludmila Abílio (2019), es necesario pensar estas transformaciones desde la periferia: un lugar históricamente desigual, donde nunca prevaleció realmente la formalización del trabajo con derechos laborales, cuya vida se construye sobre el desequilibrio permanente entre trabajo, y relaciones informales, trabajo por cuenta propia y actividades que no se reconocen como trabajo. ¿Qué significa hablar de precariedad y flexibilidad en este contexto?

Así, lo que se denomina “uberización” puede entenderse como un proceso de generalización global de los elementos que constituyen las formas de vida periféricas. Ahora, estas empresas han cruzado otras capas de la sociedad, siendo parte de la vida de la clase media, hombres y mujeres blancos, que llegan a países del Norte Global. Son elementos estructurales y estructurantes de la periferia del Capital, donde nunca han sido una excepción. Sin embargo, hoy más que nunca, la informalidad y la flexibilidad laboral parecen ser la norma.

Asistimos a una profundización del proceso de globalización neoliberal que descentralizó la producción a través de filiales y tercerizaciones, para hacer menos localizadas las formas de control y gestión del trabajo. Poco a poco, las empresas oligopólicas internacionales se apropian del trabajo informal, organizando, regulando y definiendo qué es el trabajo. En la dinámica de la supuesta neutralidad de la gestión algorítmica, no hay tiempo, lugar ni herramientas con las que trabajar. Todos los riesgos y costos son transferidos a los trabajadores, quienes utilizan sus propios bienes, casas, vehículos, máquinas de coser o las suelas de sus zapatos en una “autogestión subordinada”, controlada centralmente por oscuros mecanismos, pero extremadamente efectivos en la gestión. trabajadores informales.

Solo este cambio radical hacia la automatización casi completa no puede ocurrir sin la contribución del trabajo digital, es decir, se necesita una fuerza laboral humana invisible para producir IA y datos. Miles de personas en el Sur Global trabajan para conglomerados del Norte enseñando máquinas a realizar tareas, reciben pagos miserables por esta actividad y muchas veces todo este proceso de producción se vuelve invisible en su uso final (Digilabour, 2019a; 2019b).

Como concluye Ludmila Abílio (2019), vivimos la consolidación exitosa del modelo de trabajo a la carta (justo a tiempo), con un desarrollo tecnológico que permite a los capitalistas administrar una fuerza de trabajo que está a su disposición, para ser activada solo cuando sea necesario . Quizás el campo de guerra vivido por los trabajadores en la circulación de mercancías nos da pistas para pensar las formas de resistencia a las nuevas configuraciones de explotación, opresión y dominación del trabajo contemporáneo.

Tecnología entre dos potencias

Comprender el auge de los gigantes tecnológicos implica reconocer que existe una organización mundial del trabajo científico y tecnológico que concentra en los países centrales las etapas estratégicas de producción de conocimiento de tecnologías, mientras que las regiones periféricas ocupan el lugar de meros consumidores. Y esta concentración es brutal: Norteamérica, la Unión Europea, China, Japón y Corea del Sur concentraron, en 2015, el 82% del gasto mundial -público y privado- en investigación y desarrollo. Casi 30 países controlan casi toda la producción de ciencia y tecnología del planeta. Solo EE. UU. representó el 26% del gasto ($502 mil millones) en el mismo período (Moura, 2018).

China también ha logrado avances significativos en el área de las TIC. Su expansión en la producción de infraestructura, conocimiento y producción en este ámbito es parte del esfuerzo del país por consolidarse como potencia mundial. Además, China también busca garantizar su soberanía y defensa en relación con los sistemas internacionales de vigilancia y control, evitando que su tráfico interno sea desviado hacia otros países.

Los avances chinos han desencadenado respuestas de Estados Unidos (Tricontinental, 2021) y sus aliados, especialmente cuando la industria de las TIC está a punto de experimentar un salto cuántico con la renovación de la infraestructura global de telecomunicaciones a través de la implementación de 5G. Esta nueva tecnología permitirá transmitir y recibir una mayor cantidad de datos, probablemente 20 veces más rápido que la frecuencia 4G actual. Este volumen y velocidad tendrá impactos en los mecanismos que consumen o requieren el almacenamiento de una gran cantidad de datos, como proyectos de automóviles autónomos o incluso entretenimiento, con películas de alta calidad accesibles en dispositivos móviles en segundos. Esta renovación abre una oportunidad para reposicionar las empresas de tecnología y las economías nacionales en todo el sistema industrial.

A su favor, China tiene el esfuerzo del Estado por ser el primer país en implementar una red 5G comercial a gran escala. Por otro lado, la dependencia directa e indirecta de China de los productos y tecnologías de circuitos integrados estadounidenses es el principal cuello de botella que tiene EE. UU. para retrasar o incluso bloquear el éxito chino. La centralidad de EE. UU. en la producción de semiconductores de última generación y las máquinas que los producen, además de hacer avanzar la frontera tecnológica en estos segmentos, los hace capaces de intervenir en la red de producción global y activar canales para bloquear el desarrollo de China en TIC. , dada su dependencia crítica de estos segmentos básicos (Majerowicz, 2020).

La complejidad del ecosistema TIC (altamente globalizado) y la centralidad del mercado chino inevitablemente fragmentan los intereses del capital estadounidense al presentar una “geometría heterogénea y enredada de competencia y complementariedad, provocando resistencias a la estrategia de obstrucción del gobierno estadounidense. Donde predomine la complementariedad” (Majerowicz, 2020).

Para los países que no pueden competir en el mercado de equipos de telecomunicaciones y construir su propia infraestructura, vetar a Huawei -como sugiere EE.UU.-, la única empresa que ofrece el equipo necesario en grandes cantidades para implementar una gran red 5G. En escala, puede ponerlos en una posición atrasada y desfavorable en varios mercados, así como retrasarlos en la producción de diferentes masas de datos para el desarrollo de inteligencias artificiales (Majerowicz, 2020). Así, la renovación de la infraestructura global de telecomunicaciones también abre una brecha para el potencial reposicionamiento de las naciones en el sistema industrial en su conjunto.

La expansión de 5G a la periferia capitalista, que a menudo no puede construir su propia infraestructura, conducirá a una mayor dependencia tecnológica y financiera, así como a la expansión de los sistemas de vigilancia internacional (Majerowicz, 2020). La disponibilidad de recursos financieros para la implementación de 5G en la periferia constituirá un área de competencia entre las grandes potencias y las economías desarrolladas. Sin un proyecto de desarrollo soberano, los países periféricos se verán obligados a seguir modelos de desarrollo diseñados y alineados con los objetivos de los países desarrollados o potencias.

Base

El principal desafío para los movimientos, organizaciones y colectivos populares es superar las narrativas ideológicas hegemónicas de la economía de datos. Es necesario analizar la economía de datos como componente central del capitalismo contemporáneo, que busca consolidar criterios básicos para su expansión, tales como:

Mercado (de datos) libre: si por un lado los datos de los usuarios se recopilan y utilizan de forma gratuita, no sucede lo mismo con las empresas tecnológicas, ya que los datos, métricas y algoritmos que utilizan son propiedad de la empresa y están bajo llave. siete llaves. Por otro lado, los datos de los usuarios, generados en un volumen sin precedentes, se convierten en mercancías y activos financieros que deben circular sin regulación ni control alguno para garantizar las ganancias de las empresas, sin tener en cuenta los intereses de quienes los utilizan. ellos. ellos generan.

Financiarización económica: las empresas de capital de datos dependen de los flujos de capital especulativo para crecer y consolidarse. Expresan un proceso de vaciamiento de capital de los sectores productivos a los meramente especulativos y presionan a los sectores productivos para incrementar cada vez más la explotación y precariedad del trabajo.

Transformando derechos en mercancías: la expansión de las "soluciones" tecnológicas de los gigantes tecnológicos y sus derivados también buscan afectar los servicios públicos, con contratos multimillonarios con los gobiernos. Con el discurso de la eficiencia y la sofisticación, derechos como la educación, la salud y el transporte se convirtieron en mercancías. Parte de la vida pública se vuelve mediatizada por algoritmos e intereses inaccesibles para la población, mientras grandes sumas de dinero se trasladan a empresas tecnológicas.

Reducción de los espacios públicos: la reproducción de una concepción de la sociedad basada únicamente en los individuos, segmentada en burbujas de interés autosuficiente a través del avance de los “contenidos personalizados”. 

El debate público basado en diferentes opiniones y datos objetivos se ve frenado por la necesidad de una implicación que pretenda retroalimentar y reafirmar certezas individuales por encima de construcciones colectivas y comunes.

Concentración de recursos, cadenas de suministro e infraestructura: la escala más rentable de la economía de datos requiere un alto grado de centralización. Aún operando desde filiales y diversidad de negocios, empresas y servicios, la concentración de recursos, cadenas productivas e infraestructura en manos de unas pocas grandes corporaciones no sólo es evidente, sino una necesidad del capitalismo actual. La gran concentración de poder en estas corporaciones escapa a cualquier debate democrático y popular sobre cuestiones políticas, económicas, ambientales y éticas.

Esta es la estructura del propio sistema capitalista, no una característica única de esta economía de datos. El desarrollo tecnológico no ocurre independientemente de la organización social de la que forma parte. Un elemento clave para entender esta relación es recordar una característica fundamental del capitalismo: la propiedad privada de los medios de producción.

 Si la tecnología fuera un bien común y no propiedad de unos pocos empleados al servicio de los intereses del capital, garantizaría una producción adecuada para la satisfacción de las necesidades humanas y una importante reducción de la jornada laboral, dejándonos tiempo para realizarnos como seres humanos en un camino. más completo.

Una vez que se comprenden las bases de cómo la economía de datos busca reproducir y expandir las dinámicas del capitalismo, surgen desafíos en los movimientos, organizaciones y colectivos populares que buscan construir alternativas. Es importante mirar a nuestras organizaciones y reflexionar sobre algunos de estos desafíos.

El mero acceso a los recursos tecnológicos ya la información no reduce, por sí solo, las desigualdades. De hecho, incluso puedes expandirlos. No todas las acciones y políticas basadas en “dispositivos inteligentes” son acciones o políticas inteligentes. 

Siempre debemos recordar que la tecnología es portadora de contradicciones (encierra al mismo tiempo potencial de liberación y alienación) y que en una sociedad forjada en la lucha de clases siempre hay disputas. El uso de las tecnologías por parte de los trabajadores debe estar siempre ligado a un proyecto táctico y estratégico de clase para su verdadera eficiencia. Tenemos que luchar por un futuro donde el trabajo sea un medio de emancipación y no de servidumbre.

Tampoco podemos confundir causa con efecto, ni en nuestro análisis ni en nuestras acciones. La vigilancia electrónica (individual o masiva), las fake news, la difusión de discursos odiosos y antidemocráticos y la precariedad laboral impuesta por las aplicaciones son la expresión de una lógica económica más profunda. Este debate es fundamental para calibrar nuestras energías sobre dónde y cómo actuar, ya sea en el inmediato, mediano o largo plazo.

No podemos darnos el lujo de ser tecnofóbicos, negando la importancia de las tecnologías y su potencial de lucha. Al mismo tiempo, no podemos creer que la tecnología por sí sola resulte en avances para la clase trabajadora organizada. 

El desarrollo tecnológico no ocurre independientemente de la organización social en la que se inserta. El componente de lucha de clases es la base para nuestra apropiación del conocimiento científico y para la construcción de alternativas tecnológicas viables.

El debate sobre tecnologías digitales y capitalismo no puede ser un debate de nicho, guiado por intereses individuales o de pequeños grupos sobre el tema, debe ser un debate de todas las organizaciones en todas sus dimensiones, dados sus impactos en la economía. Política, geopolítica, formación, cultura, organización, movilización y lucha. Sólo con un debate amplio, colectivo y participativo podremos definir los términos de "eficiencia" y "soluciones" tecnológicas desde una perspectiva socialista.

https://pcrtbrasil.blogspot.com/2022/01/os-gigantes-tecnologicos-e-os-desafios.html

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