Ni la Covid-19, las medidas semanales contra las finanzas o las “sanciones” a funcionarios y entidades bastaron en el 2021 para consumar los intentos desde Estados Unidos para provocar un cambio de régimen en Cuba.
El tema del país caribeño, considerado por expertos un obstinado trastorno para sucesivas administraciones de Washington, se reinventó en métodos de guerra no convencional con el propósito manifiesto de derrocar a su gobierno.
Campañas en redes sociales desde Florida, apoyo y preparación de actores políticos, respaldo a convocatorias desestabilizadoras y promoción de noticias falsas confirmaron un nuevo algoritmo para un viejo propósito, de acuerdo con la doctora en Ciencias de la Comunicación Rosa Miriam Elizalde.
“La subversión contra la isla no es reciente, data de 1959 y siempre buscó derrocar al Gobierno, pero la novedad radica en que ahora Estados Unidos usa las plataformas digitales con todo el arsenal de las operaciones de guerra de la información”, explicó a Prensa Latina la periodista.
Los fondos destinados a apoyar cualquier proyecto contra La Habana ascendieron en septiembre de 2021 a seis millones 669 mil dólares otorgados a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
En tanto, al menos 54 organizaciones se beneficiaron con las iniciativas para Cuba del Departamento de Estado, la National Endowment for Democracy (NED) y la propia USAID, según Cuba Money Project.
Solamente esta última otorgó en los últimos 20 años a Creative Associates International, una tapadera de la CIA, más de mil 800 millones de dólares para el espionaje, la propaganda y el reclutamiento de agentes de cambio en la isla.
A juicio de expertos y autoridades cubanas, la política de poner fin a la Revolución renovó sus estrategias en nuevos escenarios en los últimos 12 meses con una cruzada desenfrenada, aunque sin resultados medianamente palpables.
Las redes superan la realidad
A mediados de año, cuando las cifras de la pandemia impactaban a los cubanos y la caída de la generación electro-energética tocó fondo impactada por la situación económica y el cerco estadounidense, las redes sociales devinieron en escenario hostil contra la gestión del Gobierno.
La campaña SOS Cuba inundó los escenarios virtuales para desencadenar disturbios el 11 de julio en varias localidades del país en lo que analistas consideraron una operación para promover una intervención humanitaria.
La respuesta inmediata del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, rechazó el cerco mediático contra la gestión del ejecutivo y las pretensiones de fomentar el caos.
Al mismo tiempo, denunció a quienes alientan provocaciones para desestabilizar el orden interno y llamó a la unidad de la nación.
A juicio del analista español Julián Macías Tovar, la operación fue lanzada desde el exterior y tuvo como referente al argentino Agustín Antonelli, activista político vinculado en varias empresas contra los procesos de izquierda en América Latina.
La cruzada comenzó con la solicitud de una supuesta ayuda humanitaria que involucró a artistas e ‘influencers’, a propósito del complejo escenario epidemiológico por la Covid-19, y terminó con llamados a movilizaciones en las calles.
En ella se usaron intensivamente robots, algoritmos y usuarios creados para la ocasión, con el objetivo de hacer coro a los mensajes emitidos por los referentes de la campaña manipuladora, develó el especialista en su cuenta en Twitter.
Si analizamos los participantes en la campaña con el hashtag SOS Cuba, vemos un número elevadísimo de cuentas creadas el 10 y 11 de julio, advirtió.
Asimismo, consideró llamativo la participación de artistas con millones de seguidores que usaban solo la etiqueta en Twitter, sin ningún texto acompañando.
Sin embargo, agregó, la mayoría de medios internacionales señalaron que los famosos pedían un “corredor humanitario para Cuba”.
La campaña virtual, acompañada de una convocatoria a actos de vandalismo en algunos casos, sufrió un revés con el llamado de las autoridades cubanas a la promoción de la paz, sin renunciar a las conquistas alcanzadas.
Tras los disturbios, las redes sociales pasaron a ser eco de lo que llamaron estallido social, una presunta represión y hasta muertes.
Falsas noticias de personas que luego ofrecieron en televisión nacional el testimonio sobre sus propias vidas, supuestas violaciones de procesos penales o desapariciones inundaron esos espacios.
Esa intensa operación confirmó la continuidad de una campaña con la participación de actores de la Florida y los ansiados intereses del fin de la Revolución.
15-N: la marcha que nunca fue
En el mismo guion contra Cuba, en el mes de noviembre se anunciaba la convocatoria a una marcha por el cambio en la isla.
La denominada plataforma Archipiélago, su promotora, exigía además la liberación de las personas procesadas por los hechos vandálicos del pasado 11 de julio en el país.
Los promotores desconocieron la alerta de instituciones jurídicas cubanas que recordaron el necesario apego a las leyes para cualquier actividad de este carácter.
De acuerdo con especialistas consultados por Prensa Latina, una manifestación es lícita en Cuba cuando no vulnera los derechos de otros ni busca un cambio del orden establecido.
El miembro de la Unión de Juristas de Cuba Yuliesky Amador catalogó de anticonstitucional el intento de desestabilización social.
“Los organizadores de esta acción se escudaron tras el artículo 56 que ciertamente nos da a todos el derecho de reunión, manifestación y asociación con fines lícitos y pacíficos, siempre que se ejerza con respeto al orden público y al acatamiento de los preceptos establecidos en la ley”, señaló.
Sin embargo, -agregó- la marcha planteó entre sus objetivos la liberación de presos que fueron juzgados y, además, resolver diferencias por las vías democráticas que ellos entendieron.
Al mismo tiempo, las evidencias publicadas por la prensa local demostraron el carácter subversivo de esas acciones y su alineación con los intereses de Estados Unidos.
Las pruebas presentadas confirmaron los vínculos de Yunior García, principal promotor de la marcha, con miembros de grupos terroristas, así como con organizaciones y programas de formación de líderes políticos al servicio de intereses extranjeros.
La convocatoria, no obstante, terminó con la no realización de la marcha por su principal líder, quien inesperadamente aterrizara en Madrid dos días después.
García abandonó la capital cubana “a petición propia”, de acuerdo con fuentes diplomáticas españolas, a través de gestiones que se hicieron de forma discreta.
Ese fracaso significó un fuerte revés para la maquinaria política contra Cuba y su desenfrenada campaña para subvertir el orden.
En un año de retos para el mundo y la región, la mayor isla de las Antillas superó un desafío histórico con la apertura de fronteras para el turismo internacional y el inicio de la nueva normalidad con la mayor parte de la población inmunizada con vacunas producidas por sus científicos.
A esto se sumó la intensa campaña que reafirmó la voluntad mayoritaria de los cubanos por un futuro de paz.
POR ELIZABETH BORREGO RODRÍGUEZ /
Prensa Latina.
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