Manuel Salvador Espinoza y Fanor Avendaño son científicos sociales, cada uno en su campo: Las Relaciones Internacionales y el Derecho constitucional, respectivamente.
Debaten un tema que es de amplio interés y enorme importancia para administrar y asimilar la realidad política que vive y sufre hoy en día nuestro país: ¿Puede calificarse de golpe de Estado fallido, todo lo acontecido en nuestra patria a partir del 18 de Abril del año 2018?
El profesor Espinoza sostiene que sí hubo un intento de golpe de Estado.
El doctor Avendaño afirma que no lo hubo.
No pretendo terciar en esta aparente disputa de especialistas de militancias ideológicas antípodas: Ya soy parte de la polémica, pues en realidad este tema no es exclusivo de la Academia, no es un asunto solo para doctos especialistas. Es trascendental para cada uno de los ciudadanos de Nicaragua, como lo ha sido y puede que lo llegue a ser, para millones de personas alrededor del Planeta.
Dice Avendaño que podemos llamarle “Revolución, rebelión, revuelta, levantamiento, o como nos parezca, menos golpe de Estado “. Y a continuación argumenta: “Porque este, para poder ser calificado como tal, debe de provenir, ser ejecutado desde el Poder institucional, nunca desde y por la Sociedad Civil”.
¿Es cierto esto?
Dice un refrán que la verdad no es absoluta. Pero en Política, la verdad la impone el que detenta el Poder.
El golpe de Estado nace en los propios orígenes del Estado. Príncipes, consortes, cortesanos, envenenando o apuñalando a sus reyes, Estados dominantes interviniendo militarmente a Estados débiles para instalar autoridades sumisas. Larga historia que empieza a cambiar (en sus métodos) después de la Primera Guerra Mundial y ahí vemos organismos de inteligencia predecesores de la CIA, organizando derrocamientos de gobiernos legítimos en Asia, Oriente Medio, África y América Latina.
Comprar voluntades, matar a los que no se venden, corromper y utilizar a los cuerpos armados…Historia ampliamente documentada.
Ya a principio de los años treinta del siglo pasado, en un libro que llego a ser un best seller en Europa y un enorme dolor de cabeza para la clases política de su tiempo, el periodista italiano Curzio Malaparte, estudia y disecciona con su agudo análisis los principales golpes de Estados modernos europeos y concluye que estos no son un problema político, si no técnico.
Señala que “mil especialistas” (Es decir una minoría, altamente entrenada, una elite social o empresarial, o todas juntas) concentrados en el punto de quiebre, el talón de Aquiles de cualquier Estado (Servicios básicos y comunicaciones), utilizando mentiras o medias verdades, con o sin el apoyo masivo de la ciudadanía y con o sin la colaboración de la fuerza coercitiva o política pueden hacerse con el Poder. Esta fórmula me parece conocida ¡89 años después!
Y llegó el Tercer Milenio. Los poderosos se actualizan, se ponen a tono con los tiempos, pero las necesidades de dominio son más urgentes, mientras que no es tan fácil justificar una invasión militar o una gran operación clandestina que involucre a las Fuerzas Armadas o al establishment político de los países a los cuales se planea “llevar la Democracia”.
Con ayuda de especialistas y el patrocinio de instituciones y organismos públicos y privados ultraconservadores se construye una nueva forma de rediseñar el Poder político en esos países víctimas.
Una forma aséptica, científica, altamente organizada, que cuente con la simpatía de la mayoría, que involucre a otros jugadores, pero especialmente a la juventud y a la población manipulada a través de matrices comunicacionales eficaces, probadas. Y que sea obediente a la batuta del gran director.
La geopolítica y geoeconómica que causó dos grandes guerras mundiales son intrínsecas al Capitalismo.
Pero en este mundo globalizado e increíblemente tecnológico los tanques, bombarderos y tropas (quizá por el momento) no son opción y la forma postmoderna de golpe de Estado hace su debut en Europa con el bello nombre de “Revoluciones de Colores” y luego, en el Norte de África y Medio Oriente con la no menos sugestiva designación para los titulares mediáticos de “Revoluciones árabes” o “de los jazmines”. La misma mona con distinto vestido.
No todo es perfecto. En Libia y Siria no todo es marchar y brindar.
Al respecto de los golpes de Estado disfrazados o atenuados, llamados “golpes suaves”, un gran especialista, Umberto Mazzei, escribe:
“La implosión de la Unión Soviética y el descrédito del marxismo leninismo, coincidieron con la revolución mundial de la informática y de Internet. La nueva tecnología ayuda a la creación rápida de textos e imágenes y su comunicación inmediata; es como hecha a la medida para difundir propaganda y el eje de la capacidad técnica y la difusión está en Estados Unidos. En esencia, se trata de movilizar masas, identificadas con un color, en la capital, para hacer huir a un gobierno débil. Si es un gobierno sólido, se crean pretextos ante la opinión pública mundial para una intervención militar, local o extranjera. Otro elemento complementario son las ONG y otros agentes, que preparan ideológica y técnicamente cuadros que llevan a cabo el golpe y luego gobiernan para sus mandantes. En 2003, se dio la primera revolución de color, en Georgia.” Le siguió la “Revolución Naranja en Ucrania”.
Mazzei analiza también las “novedades” de los golpes de Estado suave fuera de Europa:
“En 2011, las noticias sobre rebeliones en los países árabes tenían algo de hollywoodiano. La narrativa de la prensa era la misma. Gente joven se comunica por Internet, protestan en las plazas, combaten la policía, el tirano huye, la tiranía colapsa y se llama a elecciones. El villano era un personaje con décadas de poder y pocos meses de vida, que ya era hora de remplazar. Era la “revolución de jazmines”; versión árabe de las revoluciones coloreadas.”
En América Latina le tocara el turno a Venezuela donde “La técnica utilizada es la de otros golpes: una campaña de prensa con exageraciones, alimentada con mensajes sin verificar; siembra de mentiras en redes sociales; entrevistas selectivas en la prensa internacional; condena a la supuesta violencia por ciertos gobiernos; fotografías retocadas de protestas masivas, para efectos de propaganda. Todo dirigido a crear ante la opinión internacional un clima propicio para una intervención “humanitaria””.
En nuestro país ya todos nos sabemos el guion, que al igual que los golpes suaves ya caracterizados más arriba, los actores principales han sido la Sociedad civil (ONG, organizaciones políticas, cámaras empresariales, renegados del Partido de gobierno, empleados de la empresa privada, estudiantes, delincuencia juvenil y corriente, etc.), apoyados por Organismos Internacionales parcializados, gobiernos desafectos al gobierno nicaragüense y financiados por países e instituciones interesadas.
Las protestas fueron violentas, armadas, crueles y destructoras. Muy organizadas.
Un detalle importante antes de dejar la Historia y volver al Derecho:
Si el golpe suave no resulta según el borrador, entonces se utilizara el golpe duro, con el esquema preclásico de intervención militar directa (como en Libia y Siria) o el clásico con uso de las fuerzas armadas o/y los políticos locales vendepatrias, que es lo que reiteradamente se intenta en Venezuela.
Para eso es un golpe ¿No?
El Derecho es una Ciencia y como tal es dinámica, se nutre de la realidad, de la praxis. No es una religión que se anquilosa en sus dogmas, que se apertrecha en la fe. Por eso es extraño que un jurista tan informado se quede con doctrinas y jurisprudencia del siglo XIX que la exigencia de la modernidad ha relegado a la obsolescencia obligando a leyes acordes al arrollador paso del Progreso.
Que sería de a Justicia si las Constituciones y sus códigos no incluyeran regulaciones y penas actualizadas para el delito cibernético, por ejemplo o no se hubieran modernizado los códigos civiles, mercantiles, los Derechos de autor o tipificado los delitos contra la mujer y la niñez, violencia intrafamiliar o la protección de los Derechos Humanos. Todo es perfectible.
Por eso las Constituciones constantemente se reforman en todo el mundo.
Una Ley se deroga para dar paso a otra más actualizada y acorde con la realidad social o política. Y para eso están los juristas y miembros de los Órganos legislativos.
Es cuestión de tiempo para que estos procesos que pretender “bypasear” la legalidad, el ordenamiento jurídico en detrimento de la Paz y la Soberanía sean analizados, repudiados y se legisle para castigarlos.
Que explícitamente no estén en una norma como “delitos contra la Constitución Política de la Republica”, no significa que alguien que presume y tiene experticia en Derecho, arguya por motivos de filiación política o ideológica que lo que sucedió hace un año en Nicaragua no es un golpe de Estado.
Los gringos y la Unión europea, impulsan a través de la manipulación de Organismos internacionales, gobiernos cipayos, “tanques de pensamientos” y ONG, un “nuevo concepto” de Soberanía tutelada para los pequeños Estados (con el pretexto de los Derechos Humanos), con los objetivos de control y dominio sobre su política interna, sus relaciones internacionales y sus recursos. Pese a lo anterior, los EE UU y otras Potencias europeas, son reticentes a firmar estos mismos protocolos. Como resultado, Soberanía, Autodeterminación, Igualdad y el Derecho Internacional para estas pequeñas naciones resulta papel mojado.
Estos mismos países e instituciones se otorgan la potestad de calificar quien es “democrático” y quien debe asumir el Poder político en un determinado país. Y así, aunque en el mundo el concepto de “golpe suave” ya es sinónimo de “golpe de Estado” (por sus resultados, que trastocan el orden constitucional y devienen en la usurpación del Poder público, sustitución de la voluntad del pueblo por una minoría, la corrupción de las instituciones democráticas, incidiendo en la división de la nación y la entrega de la Soberanía nacional a extraños) estos poderes facticos se encargan de calificar a los golpistas como fuerzas progresistas, patrióticas y democráticas. Quien tiene el arma tiene la razón.
Insisto: Es el resultado final el que define al golpe suave como una forma de golpe de Estado. Lo sucedido el 2018 no fue un alzamiento militar, ni un golpe palaciego institucional, ni los dos combinados: Fue un intento de golpe “suave”, que procuro el rompimiento institucional, y como dice la doctora Julia Máxima Uriarte “en concordancia con potencias extranjeras, para gradualmente desestabilizar el país, afectar su economía, su imagen internacional y su funcionamiento legal, con el único fin de deponer el gobierno actual e imponer ilegalmente uno nuevo”.
La literatura jurídica separa taxativamente los conceptos de golpe de Estado de los de Revolución (un acto que genera cambios socio-económicos profundos), rebelión, levantamiento o revuelta (que por sus alcances y naturaleza son de menor importancia y efecto), diferencias que nuestro pueblo sabio y sufrido parece entender mejor que los grandes juristas de nuestro tiempo.
Edelberto Matus