Palestina: Masacre de Hebrón de 25/02/1994

Palestina: Masacre de Hebrón de 25/02/1994

Nicaragua: Prensa Mercenaria



Hay muchos elementos que se desprenden reactivamente cuando la sangre azul o los poderosos son llamados a responder de la misma manera que lo puede hacer un ciudadano común y corriente que no tiene ni influencias, ni es millonario, ni posee un apellido oligárquico, ni es una suspirante que se le ocurrió que podía serlo por delegación de su madre porque esta lo fue por circunstancias en las que por ahora no me voy a detener o está ligado a un poderoso medio de comunicación que en realidad es un partido de papel.


El mundo hipócrita del oposicionismo ha salido en defensa de Cristiana Chamorro. Han brincado por ella los que la denunciaron como la auto proclamada Diosa que descendió de los cielos, qué sin mover un dedo en las múltiples causas perdidas de los más arrastrados hijos del imperio, se decretó como candidata, aunque de nada, y hasta se dio el lujo de decir a los demás yo seré y vengan a buscarme para conducirlos.

Próximamente voy a ampliar algunos detalles que me son irresistibles para evidenciar la calaña humana de toda esa zopilotera oposicionista que sobrevuela la idea de un poder que no tendrá -y lo saben muy bien- pero que como las moscas se unen únicamente alrededor de la chanchada y una de esas chanchadas es la presunción grave que el Ministerio de Gobernación tiene sobre el origen, recepción, manejo y distribución de fondos que la Fundación Violeta Barrios Chamorro, hizo para cañonear a medios de comunicación y periodistas, que fueron y son la causa del mal causado en los eventos terroristas del 2018 y que pintan una enorme lavandería de dinero que es causa de investigación, procesamiento, juicio y cárcel, aquí y en cualquier parte del mundo.

La politiquería que hoy se rasga vestiduras, en defensa de la Diosa del Olimpo, que les dijo quítense que la ungida por Mr Kevin Sullivan soy yo, no está sufriendo nada por Cristiana Chamorro, la candidata de nada, como le dijo el atorrante de Jorge Ramos, sino que se está viendo en ese espejo y está aterrorizada porque teme que el turno llegue a otros que no escondieron las plumas de la gallina que se hartaron.

De esas preocupaciones hablaré en los próximos días porque sobre este tema hay mucho filetito que morder para desenmascarar no la trama que ya conocemos, eso está más que evidenciado, sino de triangulaciones, de cómo se usaron Organismos No Gubernamentales para distribuir plata para contentar, involucrar y callar, con bocados cuchareados, a algunos venaderos que dicen ser periodistas y por supuesto para cambiar la vida y hacer millonarios a los que repartían el botín que sabemos de donde venía y cómo se metía.

Qué algunos momias hayan salido otra vez de sus sarcófagos para “solidarizarse” con Cristiana Chamorro con el cuento de preocuparse por ella es comprensible porque ven lo que se les puede venir, si de todas formas, aunque por otras vías, actuaron igual así que eso es lo de menos, pero sí me causa pena cómo los grandes medios de comunicación oposicionistas lanzan como marabuntas a novatos reporteros, para que vendan como mártir, a quien ya fue parte de un gobierno, el de su madre, profundamente cuestionado por no hacer nada y por una estela de corrupción de padre y señor mío.

Cuando uno ve las escenas de un hormiguero de individuos con porta celulares, con una cámara fotográfica aquí y una cámara de televisión allá, más que una batería de periodistas, lo que en realidad tenemos es un gallo pinto mal hecho con un montón de arroz y algunos cuantos granos de frijoles que no engañan y eso es lo que lamentablemente está pasando con la parafernalia mediática que como mosca anda tras la Cristiana donde sobre salen algunos muy visibles que andan agradecidamente diciéndole a la lavadora de dinero aquí estoy y gracias por todo lo que me diste para mentir.

Muchos que aquí dicen que no hay libertad de expresión, que la “dictadura” no los deja hablar lo hacen no porque eso sea cierto, porque el solo hecho de decirlo los contradice, sino porque les pagaron por decirlo; ¿Y saben quién les pagó? La Fundación Violeta Barrios Chamorro de donde salió un carnaval millonario donde venaderos muy cachudos, otros medianamente cachudos y otros bambis, recibieron a manos llenas, plata ilegal, que no generó tributos al país, pero sí correntadas de sangre.

Hoy por hoy los medios de comunicación estamos en el centro del análisis que de nuestro trabajo hace la gente, la gente de un lado y de otro. Por supuesto que un parámetro que determina lo bien o mal que puedan resultar esos criterios es la posición política o ideológica de quien nos valora porque francamente en una polarización como la que vivimos hoy hablar de objetividad es francamente estar desubicado.

Por ejemplo, yo no puedo aspirar a caerle bien o que tenga un alto concepto de mi persona, alguien qué, sin duda alguna, por masoquismo me ve todos los días, pues existen de esos y muchos, como de la misma manera un sandinista no tiene el mejor concepto de uno de esos que en los medios financiados por los Estados Unidos viven pidiendo todos los días agresiones contra Nicaragua o mintiendo cotidianamente para servir a un interés político que es quien los emplanilla y hasta los expone porque hemos visto cartas dirigidas a alguien al que se le adjudica una buena tajada y cuadrantes en Exel donde se pormenorizan, muy estéticamente, los cañonazos disparados desde algunos ONG.

Ahora en el mundo contemporáneo no importa la calidad de la información que se brinde, tampoco que tan objetiva o cercana a la verdad esté, menos que el efecto colateral de su difusión medie para que quien la diga se detenga un momento para considerar el daño que puede ocasionar a personas o países.
Hoy las noticias no suceden, se fabrican. Hoy no se acude al lugar de los hechos, sino que se espera donde ya se sabe se producirán los acontecimientos. Hoy no se pregunta qué podría pasar hoy, sino que se programa lo que va a pasar porque ya nada es espontáneo, ya no hay sorpresas, sino que ya hay una estrategia definida de eventos que están agendados para impactar sicológicamente a la sociedad, para sacarla de la estabilidad que ha logrado porque el objetivo es crear la histeria a través del miedo.

En estos tiempos no hay calidad en la información, no se requiere que un periodista tenga un mínimo de formación, basta que tenga la suficiente capacidad para agitar como para concederle en el medio un espacio en calidad de estrella.

En el mundo actual los medios de comunicación tienen por moneda corriente el rating o audímetro. Este rating es una cifra que indica el porcentaje de hogares o espectadores conectados a un canal, un programa, en día y hora específica. Esta cifra siempre va a ser menor o mayor y por sus resultados muchos están dispuestos a hacer cualquier cosa y cualquier cosa es mentir sin escrúpulo alguno.

A los que ahora somos parte de ese bolsón que por nuestra edad pudiéramos ser considerados como de la vieja guardia, que aprendimos de generaciones periodísticas que hoy descansan en otro plano, nos enseñaron por periodismo que esto era un apostolado para predicar valores a la sociedad con el fin de civilizarla y que el uso de los medios y los recursos que teníamos para hacerlo eran un vínculo indisoluble donde la búsqueda del rating era a través de la competencia de conocimientos, del manejo impecable de las relaciones humanas, del respeto que se ganaba por el profesionalismo que imprimías a tus notas y por la forma en que las transmitías, pero hoy nada de eso cuenta y así el periodismo anda como el cangrejo.

Hoy el mundo mediático es atractivo por la vulgaridad y lo ordinario. Hay efectos, hay música estridente, hay imágenes, hay set bien diseñados, pero no hay contenido, no hay educación. Ahora ya ni se cuidan de poner en pantalla a rostros atractivos, ahora basta que cualquier desaliñado diga cualquier barbaridad y crea que está haciendo televisión o que quien lo está viendo, escuchando y también leyendo, le crea. Es más ya ni siquiera se visten adecuadamente para hacer su trabajo, ahora hasta aparecen con las patas chorreadas y hasta en chinela de gancho.

Lo anterior se puede cubrir sin duda con ropa o con maquillaje, pero lo que no se puede cubrir con nada es la mentira, él ánimo de sobresalir bajo aquel concepto de que el fin justifica los medios, aunque lo que estés vendiendo sea odio, sea brutalidad, un espectáculo de poca monta o peor aún agitación colectiva, tremendista, para aterrorizar a todo un país al que estas narrando cosas que desde la misma transmisión que haces no están sucediendo, pero en las que se insisten porque solo quieres llamar la atención y que te vean aunque hagas el más despreciable ridículo.

En Nicaragua esos canales de televisión que se proclaman “independientes” son parte de toda esa estupidez porque llegará un día que su propia irresponsabilidad terminará por alcanzarlos y serán pasto de su propia ceguera porque, aunque ciertamente tengan rating porque muchísimas gentes los ven, la verdad es que solo lo hacen para observar hasta dónde llega la brutalidad de algunos que penosamente se dicen periodistas.

Desde “Detalles del Momento” siempre he dicho que solo soy una opinión y con la misma fuerza he proclamado que no soy dueño de la verdad, ni que me apropio de preferencias entre los televidentes que a esta hora tienen muchísimas opciones que sintonizar, pero eso sí, lo que jamás hice ni haré es, el ridículo. En ese sentido me he impuesto respetarme para que me respeten porque que mal les ha ido a todos esos que todos los días en vez de noticias hacen novelas de tan poca monta que cuando alguien, con un mínimo de sentido común les ve, lo primero que lamentan y con mucha razón, es el irrespeto del reportero de aquella nota que habla no solo mal de él, sino del editor, del director, del dueño del canal para el cual trabajan, porque con su mentira se lleva en el alma a muchos.

Es increíble hasta donde han llegado algunos con tal de lamer la posición política de los dueños de algunos medios. Yo puedo entender que es legítimo, sobre todo en estos tiempos, defender el salario, pero también hay que tener mucho respeto por uno mismo, porque la reputación es importante para que otros medios mañana o más tarde tengan interés en contratarte porque nadie es eterno en un mismo lugar.

La reputación es la consideración, opinión o estima que se tiene a alguien o algo. El concepto está asociado al prestigio, pero dependiendo del contexto, el término puede ser utilizado con una connotación negativa. Ese es el caso de las personas que tienen una notoriedad evidente por alguna característica poco digna de destacar. Por lo tanto, la opinión pública ya conoce la mala reputación en cuestión.

Podes intentar engañar a la gente diciendo que aquí en Nicaragua no se hizo nada desde el 2007, pero como haces para ser convincente si por más que mientas los hospitales, las escuelas, las carreteras, la electricidad, los estadios, los parques y los programas sociales están ahí.
Hacer el ridículo es uno de los grandes temores de quienes se toman muy a pecho su propio ego y sus propias mentiras. El ridículo se experimenta como algo más que una simple vergüenza. Por lo general, un error, equivocación o fallo se asocian a la desaprobación, pero cuando lo que haces es intencional entonces la asociación inmediata es con lo absurdo o con la tragicomedia.

Además de lo expuesto es importante establecer que, en el lenguaje coloquial, se hace uso del término reputación acompañado de un adjetivo. Concretamente se dice “esta o este periodista es de mala reputación”, lo que viene a significar que se considera que esa persona puede ser cualquier cosa menos un comunicador como modernamente nos llaman.
Construir una reputación positiva es una tarea que lleva años que requiere de coherencia y de una enorme responsabilidad. Periodísticamente por el hecho de aparecer en cámaras agitando y no informando ni aceleramos el tiempo para madurar ni somos los profesionales que articulamos una nota responsable para ganar una buena reputación.

Preguntar babosadas rastreras; aplicar a la narrativa una agitación que no calza con la imagen desprendida del entorno donde se reportea; gritar para imponer una verdad falsa; que el supuesto y mismo periodista responda la pregunta que debe evacuar el entrevistado; determinar la inocencia o no de un investigado o indiciado como si fuésemos jueces; no hace periodista a nadie, pero sí un mercenario mediático al servicio del patrón que te paga para que defiendas lo indefendible y eso es lo que vimos en esa marabunta de blogueros que con celulares chicleros asoman sus rostros para ver si con algo de la plata encaletada de la Fundación Violeta Barrios Chamorro los toman como blancos de algún cañonazo que les perfore la cartera.

Por: Moisés Absalón Pastora.

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