VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

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Nicaragua: No le toquen los huevos al tigre


A los nicaragüenses no nos pueden venir a contar cuentos sobre la violencia. Sabemos de ella no porque nos la contaron sino porque en carne propia la hemos sufrido. Razonar la sinrazón en ese sentido sobra porque ella es parte de una historia abundante de nuestra existencia como nación y aunque nos ha curtido en su empeño de doblegarnos y esclavizarnos tampoco nos ha vencido en el alto interés de luchar contra ella.

Para entender el fondo de este flagelo es fundamental aceptar que la violencia no se reduce únicamente a la agresión física, al golpe, a la patada, a la reacción descomunal, del uno contra el otro o de un grupo contra otro grupo. La violencia es cualquier acto realizado con la intención de perjudicar a otros. Seguramente la más conocida es la violencia física, porque es la que se ve, la que abre una herida en la piel, te deja una marca, una cicatriz o un moretón como resultado de la contundencia de un golpe, pero violencia es también el insulto, la humillación, la burla, el desprecio contra una persona cuando lo que busca es también, de manera intencional, hacer sentir mal, pero muy mal, al agredido.

Afectados por la incultura de la violencia hemos tratado de contrarrestar los efectos de esos actos asumiendo planetariamente luchas contra cualquier expresión de esclavitud, de agresión contra la mujer, en contra de la discriminación por racismo y todo eso, junto a la suma de otros factores, ha hecho, aparentemente comprender al mundo, que todos los seres humanos tienen derecho a una vida plena y libre de violencia y de ahí el alto valor que le hemos concedido a la paz.

La violencia en Nicaragua nos ha cobrado miles y miles de vidas, para qué pretender una cifra si de todas formas es incalculable y más aún la pobreza extrema que nos condujo a anclarnos por practicarla y volverla parte consuetudinaria de nuestra existencia por lo que al tema hay que ponerle mucha atención y cuidado sobre el todo por el contexto del terrorismo desatado en abril de 2018 y porque estamos precalentándonos electoralmente.

Yo conozco la violencia y por conocerla no la quiero, no me interesa y por eso me ofende que contra todo esfuerzo de paz que se hace en Nicaragua por seguir adelante, haya quienes siendo una minoría tengan por estrategia únicamente estar tocándole los huevos al tigre para retarlo, para jocharlo, pasando por alto la fiereza que todo animal por noble que sea lleva escondida.

Al respecto quiero contarles algo. Tuve hace muchos atrás dos mascotas a las que adoraba mucho, -ya no están conmigo- están en el paraíso de los mejores amigos del hombre, uno eran un Boxer pinto que mantenía en el patio fuera de la casa, al que mal llamé “Infierno, y otra era una linda Chiguagua a la que llamé “Chiquita”. 

Esta perrita, “La Chiquita”, siempre fue juguetona, pero fundamentalmente era necia con “El Infierno”, que de bravo solo tenía el nombre porque en realidad era una pascua y tanto que aguantaba y aguantaba todas las travesuras de la Chiguagua. Sin embargo, como dice el dicho tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe y eso pasó un día con la Chiguaguita que en su afán de molestar al “Infierno” le mordió los testículos y el animal adolorido reaccionó con furia alanzándose contra mi adorada perrita que quedó más muerta que viva y tuerta tras el ataque, mientras que el Boxer y quedó tan molesto por lo que la animalita le había hecho que entonces sí se volvió bravo, y de verdad, y después no podía ver a ningún otro perro cerca de él porque se le iba encima.

Traigo esta historia para hacer una cercana comparación entre ese enfrentamiento canino y las provocaciones que una minoría infame hace contra la inmensa mayoría de los nicaragüenses que queremos paz. Cuando hablo que detesto la violencia lo afirmo con aplomo independientemente de quien la genere y desde ese punto de vista tengo que lamentar primero porque fuimos amigos, aunque ahora claramente estamos distantes, después porque es mujer y luego por ser colega, el impacto de la pedrada que hirió a Verónica Chávez, esposa de Miguel Mora en Masaya este fin de semana, asunto que por supuesto han querido imponer en las inhóspitas redes los sectores los que creen favorecerse de una situación así, pero que fueron los causantes del mal causado, sin que eso, repito, justifique ningún acto de violencia.

Este fin de semana uno de esos grupos o más bien partículas, que hablan de democracia pretendiendo una dictadura, se reunieron en Masaya para ver que hacen y cómo disimulan un poco la intolerancia en que habitan de manera qué eviten, de cualquier forma, que el financiero que los sostiene en este negocio de hacer oposicionismo, no evidencie sus molestias por lo estafado que se siente el Tío Sam contra los carniceros de la libertad en Nicaragua.

Casi finalizada la raquítica reunión uno de esos “valientitos”, un tranquero, amnistiado y excarcelado probó su bravura ante un borrachito, que, con sus cuatro entre pecho y espalda, portaba orgullosamente la roja y negra sandinista, sobre la que se fue un tal Marlon Power para arrebatarla, tirarla al suelo y poner sus patas sobre ella, causando la inmediata indignación de un sandinista cercano al punto de reunión que tomó una piedra, como Andrés ante el filibustero, que lamentablemente terminó golpeando la frente de Verónica Chávez y lo que activó de inmediato a partidarios del FSLN que reaccionaron no ante el acto politiquero de los puchos sino ante la ofensa a su bandera.

Una bandera es más que una pieza de tela, es un símbolo y cuando este símbolo representa algo para un grupo de personas, o más aun, representa a la nación como es la bandera de Nicaragua y uno como nicaragüense ve como la manosean usándola como mantel, como cubre boca, poniéndola al revés, o como algunos pasándosela por el trasero, uno se indigna y se arrecha porque en ella lo que habita es la dignidad de la nacionalidad que nos cobija a todos y esa inaceptable no reaccionar frente a eso.

Pues bien guardando las distancias entre lo que la bandera de Nicaragua significa para los nicaragüenses y lo que la roja y negra significa para el partido sandinista, que recoge en sus colores miles que dieron su vida por un ideal social, al final ambas representan respeto y francamente una gran mayoría de nicaragüenses sandinista hemos sido más que tolerantes y no han sido pocos los que han tenido que contenerse ante el abuso y atrevimiento de quienes claramente, por ignorancia o por atenerse a cuentos de camino, se atreven todos los días, ha estar jochando, a estar provocando, al extremo de tocar los huevos al tigre.

La realidad de Nicaragua no la define ninguna mentira lanzada por el oposicionismo ni por el financiamiento que recibe que recibe por hacerlo. Podrán decir misa, como la de algunos obispos que son más politiqueros que pastores; podrán manipular circunstancias que son más teatrales que cualquier otra cosa; podrán hacer de sus mentiras la casa de Pinocho, allá los dundos que según ellos les cree, pero lo que no podrán nunca es engañar al nicaragüense que los conoce, que sabe quien o quienes son, donde estuvieron ayer y donde están hoy, a quien sirven y para qué; que no hicieron antes y qué quieren decir que harán ahora que están más que desacreditados.

Solo quien por ignorante desconoce la historia, solo quien no conoce al sandinismo, solo quien no sabe de qué está forjado el FSLN, puede ser capaz de creer que el rojo y negro está achantado ante tanta ofensa e irrespeto de sus enemigos porque hasta hoy ha tenido una actitud más que condescendiente después de haber aguantado y aguantado que lo secuestraran, lo saquearan, lo torturaran, lo asesinaran, lo quemaran y hasta quemaran, porque eso fue exactamente lo que sucedió a partir de abril de 2018.

Todo eso que es parte del periódico de ayer es lo que quieren reeditar estos “valientitos” que andan provocando y jochando o peor aun tocándole los huevos al tigre.

 Menos mal que el militante rojo y negro tiene un actuar político-militar en su esquema ideológico y mejor aún que tenga por líder a Daniel Ortega Saavedra, porque ante a la estupidez oposicionista ha salido siempre adelante la sabiduría del buen gobernante, el talento de quien se apropia de la tolerancia para luchar y vencer, no a las miserias humanas o a esas pulgas de circo, sino para ganarle la partida y con la razón en la mano a quienes financian la destrucción que el imperio pretende contra nuestro país.

Estos individuos en el oposicionismo se victimizan porque perciben una reacción de la gente que sufrió en carne propia sus desmadres y están en lo correcto porque nadie que realmente ame a este país dejará que vuelvan a matar a 22 policías, que vuelvan a matar a 6O sandinistas, que quemen familias, que le peguen fuego a un policía, que quemen Radio Ya, que quemen Radio Nicaragua, que quemen en Rivas y Granada, que hagan otros 500 tranques, que destruyan más de nuestras lindas carreteras, que hagan arder nuestras alcaldías, que se tomen para convertir en cuarteles y chiqueros de chanchos a la UNAN y la UPOLI, que dejen en cenizas más CDI, que violen mujeres en los tranques, que torturen en los tranques, que vuelvan a asesinar previa tortura a otro Bismark Martínez, a otro Francisco Arauz Pineda, a otro Lenín Mendiola a quienes quemaron vivos y eso saben por qué no va a volver a pasar porque el Tigre no se volverá a dejar tocar los huevos.


Por: Moisés Absalón Pastora.

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