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La libertad de expresión es un derecho constitucionalmente legítimo para todos y cada uno de los nicaragüenses. Expresar es determinar una forma, un mecanismo, para trasladar una idea. Expresar es un medio para hacer fluir un pensamiento a través de la radio, la televisión, el medio gráfico, el lenguaje corporal, el arte a través de sus diversos géneros o como en los tiempos más arcaicos hasta con señales de humo.

Este mes de octubre Managua arrancó, cómo si se tratase de una ofensiva política, con vallas publicitarias de alto costo y estratégicamente ubicadas con frases como “Por Nicaragua yo sería capaz de amar, por Nicaragua yo sería capaz de escuchar, Por Nicaragua yo sería capaz de cambiar, Por Nicaragua yo sería capaz de ser solidario o Nicaragua sí me importa” que es la idea central de esta millonaria campaña que vale para un buen análisis.

Como deseo para un país como el nuestro, con características históricas muy polarizadas que han servido más para atarnos que para desarrollarnos, todas esas frases en sí no me parecen mal porque plantean actitudes que en todo momento los nicaragüenses debemos tener como propias, y muy posesivamente, porque la sabiduría de escuchar, de cambiar, de ser solidarios, de amar, de hacer que Nicaragua nos importe es la mejor forma de esculpir nuestro patriotismo y en muchos casos de pedir perdón por lo que le hemos hecho a lo largo y ancho de su existencia como nación.

En lo personal, aunque no me desagradan las leyendas puestas como mensajes en cada una de esas vallas, es más me gustan, pues la inmensa mayoría de los nicaragüenses no las deseamos sino que las implementamos, sí me prendió el porqué de la idea cuando en la esquina superior izquierda de cada uno de esos monstruosos rótulos, aunque hay también medianos y más pequeños, fue colocado el logotipo de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, es decir lo que para algunos, es una sociedad que está por encima del mal y del bien.

No es lo mismo decir yo hago que yo quiero.

 El hacer es una acción y el quisiera es un deseo y solo en ese planteamiento, desconfigurado del verbo, este club, llamado socialmente Conferencia Episcopal de Nicaragua, dominado por cuatro obispos, que hacen las de sargentones de un cuartel y no pastores de una iglesia, lo que están reconociendo es que nunca escucharon los gritos adoloridos de quienes eran torturados en los tranques, que jamás fueron solidarios con la inmensa mayoría de los nicaragüenses que sufrimos el impacto y las consecuencias del fallido golpe de estado que ellos mismos diseñaron y dirigieron, que nunca se propusieron influir en los terroristas para que cambiaran su actitud de tierra arrasada contra la paz, que jamás les importó el baño de sangre y la destrucción económica que causaron al país, y como se dieron cuenta que por propia mano hundieron a la misma iglesia católica en Nicaragua y se llevaron en el alma a pastores que sí tienen una vocación legítima, entonces ahora sí salen con estos mensajes como si la mayoría de los nicaragüenses no supiéramos quienes son, qué nos hicieron y de que están hechos porque como ejemplos de buenas cosas no sirven a nadie. 

Este club llamado Conferencia Episcopal de Nicaragua compuesta, según algunos por “hombres santos”, confirma una vez más su decisión de actuar visiblemente como cabeza de una estrategia política y no como una iglesia enemiga de la violencia y de la muerte, porque ya su actuar es descarado, porque los más connotados sotanudos antes que evangelizar lo que hacen es tirarse unas arengas electorales que ya quisieran pregonar algunos politiqueros del oposicionismo criollo.

Con esto de las vallas, -no tengo una sola referencia de que otras jerarquías católicas lo hayan hecho así en cualquier otro país del mundo-, los sotanudos sargentones, porque los cabos y los rasos bajo sus mandos pueden ser otra cosa, están dando un salto que va de las tribunas electorales conocidas como púlpitos a la constitución de un partido político donde algún obispo extraído de Nicaragua por el Vaticano, que sea capaz de abandonar los hábitos que viste y que son muy cuestionados u otro que por anciano esté en el proceso de la renuncia, pretendan ser los candidatos de un oposicionismo donde ni todos juntos son capaces de remendar un solo prospecto que los represente las elecciones del 2021. 

El comportamiento de una parte extrema de los miembros de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, a raíz de los acontecimientos del fallido golpe de estado de 2018, transformó el concepto que los nicaragüenses teníamos de la otrora respetable jerarquía católica y en consecuencia lo que antes fue una poderosa iglesia. Así las cosas, en ambos casos, las personas y la institución como tal, pasaron a ser de sacerdotes a dirigentes políticos y de iglesia a una secta reducida a la nada que tiene mucho que explicar.

Las iglesias nos suponen más que cualquier otra entidad, sea pública o privada transparencia, porque si el origen de estas es la divinidad entonces todo lo que haga debe ser diáfano y absolutamente nada puede ser oscuro y es ahí donde la inquietud me impone deducir cosas que me formulan preguntas en busca de respuestas. 

Por lo anterior debo recordar que por los eventos generados por el fallido golpe de estado la iglesia católica pagó entonces y sigue pagando ahora una altísima factura política porque su feligresía, compuesta en su gran mayoría por sandinistas católicos, se arraló sustancialmente porque unos solo abandonaron los templos que pasaron a ser ocupados por terroristas que escondían armas bajo las naguas de las estatuillas que suponen ser santos, otros se fueron a buscar aleros cristianos en las iglesias evangélicas y fueron muchísimos u otros preferimos declararnos cristo céntricos convencidos que las religiones no salvan al hombre, es más crucificaron al Hijo de Dios y por tal divorcian, separan distancian y no salvan a nadie.

Como albarda sobre aparejo, además de la factura que la feligresía sandinista le pasó a la iglesia católica por su posición vandálica y política, asumida en todo lo que fue y derivó de los eventos de abril de 2018, después sobrevino la pandemia y obligó al cierre de todos los edificios, en muchos casos mal llamados templos, los que solo muy tímidamente comenzaron a recibir feligreses a partir de este domingo 4 de octubre recién pasado.

Esas dos circunstancias, el involucramiento político de algunos jerarcas de la Conferencia Episcopal de Nicaragua en el fallido golpe de estado, que indignó a la mayoría de los nicaragüenses, y los efectos pandémicos del Coronavirus en el planeta y en consecuencia en Nicaragua, fueron dos motivos indiscutibles por los cuales la Iglesia Católica fue estremecida y golpeada económica y dramáticamente porque los diezmos y las ofrendas, que incluso antes de abril de 2018 ya eran ralas, prácticamente desaparecieron y tanto que curas de bajo nivel, muy por debajo de la fastuosidad con que viven algunos obispos políticos, no tenían ni para una tortilla con sal y no pocos han sobrevivido gracias a la generosidad de almas nobles de quienes se apiadaron de ellos.

Esta realidad me lleva a preguntar de dónde saca la Conferencia Episcopal de Nicaragua tanta plata para pagar esos monstruosos, medianos y pequeños rótulos y vallas dónde expresan lo que solo quisieran hacer por Nicaragua si quienes conocemos de publicidad sabemos que cada rotulito de esos, algunos más grande que una pantalla de cine, cuestan hasta cinco mil y más pequeños entre cuatro y mil quinientos dólares el mes. Por favor que alguien me explique, que me dé un norte que me indique donde habita tanta generosidad como para regalar desinteresadamente este financiamiento para promover visiblemente un mensaje político bajo la firma del Club llamado Conferencia Episcopal de Nicaragua.

Por si acaso me adelanto, no cuestiono el derecho que asista a algunos obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua hacer ver estos mensajes si los están pagando, esperemos que ello incluya los impuestos porque se está queriendo poner de moda que los que son empresarios o medios de comunicación oposicionistas no deben pagarlos, pero sí es importante por la divina transparencia que nos digan también, aunque ya lo sepamos, pero solo por razones de coherencia de donde sacaron esa millonario patrocinio porque si como siempre ha dicho el Vaticano la iglesia tiene un compromiso preferencial por los pobres, aquí hay mucha gente que necesita en el país.

¿Por qué no utilizar esa millonada propagandística en dar alimento a quien tiene hambre dentro de la misma y rala feligresía católica, no es eso acaso más solidario? 

¿Por qué no llevar avituallamiento a los damnificados por las lluvias al interior del país, no es eso más cristiano? 

¿Por qué no asignar recursos para la manutención de curas de bajo nivel que la están pasando muy, pero muy duro, porque se les cayó la ofrenda y la limosna, no es eso más comprensible?

Aquí no estamos frente a un yo quisiera hacer por mi país, aquí estamos frente a algo con características malévolas que se está sancochando y lo que apenas vemos es la punta del iceberg.

 Esto no se trata de una buena intención, esto una amenaza burda, es la pinta de una acción orquestada donde los que tienen la batuta son sotanudos que en el plano real parecen ser más los cabecillas de una secta diabólica, que los pastores de una iglesia responsable y cristiana y el Nuncio Apostólico debería estar alerta sobre lo que es más una avanzada apocalíptica que el disfrazado interés por una Nicaragua enriquecida con valores que sugeridos por la Conferencia Episcopal pierden cualquier legitimidad moral.

Por: Moisés Absalón Pastora.

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