VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

Nicaragua: Moisés Omar Halleslevens


Moisés Omar Halleslevens Acevedo, nació en la Libertad, Chontales, el 4 de septiembre de 1949. Sus padres: Eduardo Halleslevens López y Rita Acevedo.


Está casado, es padre de 8 hijos y abuelo de 6 nietos y nietas.

Ejerció el cargo de vicepresidente de la República (2012-2017) por voto directo en las elecciones del 2011, como fórmula del presidente Daniel Ortega.

Estuvo de servicio en el Ejército de Nicaragua 30 años. En la década de los 80 fue jefe de la Dirección Política del entonces Ejército Popular Sandinista (EPS), también fue jefe de la Contrainteligencia Militar (CIM).

En 1988 dirigió la evacuación de civiles de la ciudad de El Rama ante la emergencia del Huracán Juana.

Ostenta el cargo honorifico de Comandante Guerrillero del FSLN. En 2005 fue ascendido al grado de General de Ejército y nombrado Comandante en Jefe del Ejército de Nicaragua hasta el 2010, pasando a la honrosa condición de retiro cuando entregó el bastón de mando militar.

Actualmente es Ministro Delegado para Asuntos Específicos, atendiendo el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT).

Nunca imaginó convertirse en militar, porque repudiaba a los guardias somocistas

De su mamá aprendió y conoció el sentimiento antisomocista

Transitó del FER en el Goyena al FSLN en León

Fue uno de los 13 integrantes del comando que asaltó la casa de “Chema” Castillo

Cuando de joven usaba una boina al estilo del “Che” Guevara, sobre su larga cabellera con una inusual barba roja, en signo de rebeldía y ansias de libertad, nunca imaginó llegar a convertirse en militar profesional. Mucho menos en ser el comandante en jefe de un ejército revolucionario, surgido de la guerrilla sandinista y nutrido por campesinos, obreros y estudiantes.

Moisés Omar Halleslevens Acevedo, tampoco se imaginó cuando estudiaba en la Facultad de Química y Farmacia, en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en León, que llegaría a cogobernar el país, en el cargo de vicepresidente, como fórmula del comandante Daniel Ortega, su coterráneo del pueblo de la Libertad, Chontales, donde nació y creció bebiendo leche al pie de la vaca, ordeñada con sus propias manos.

Confiesa disfrutar de la buena música, de la comida, desde una tortilla recién salida del comal con cuajada, hasta un espectacular corte de carne, al igual que disfruta jinetear buenos potros en las fiestas hípicas del país.

De niño adquirió sentimientos antisomocistas con adversión a los miembros de la Guardia Nacional (G.N), a quienes miraba como asesinos, corruptos y represores contra el pueblo, principalmente de los campesinos a quienes les arrebataban sus tierras.

Fue de su mamá doña Rita Acevedo, de quién comenzó a percibir ese sentimiento de repudio hacia la dictadura, los guardias y su uniforme que con sus armas infundían temor.

 A su mamá en ocasiones le acompañaba a manifestaciones en contra de Somoza, organizadas por los conservadores con su líder el doctor en oftalmología Fernando Agüero Rocha.

Tras concluir la primaria en La Libertad, pasó a secundaria hasta el tercer año en Juigalpa en el Instituto Nacional Josefa Toledo de Aguerri.

En 1968, viajó a Managua a estudiar cuarto año en el Instituto Central Miguel Ramírez Goyena, en dónde comenzó a ver una nutrida efervescencia revolucionaria entre los jóvenes estudiantes, en los pasillos y estrechas calles de la Managua pre terremoto de 1972. Un año antes, el 22 de enero de 1967, la entonces asfaltada

Avenida Roosevelt, se tiñó de sangre en ese domingo sangriento, cuando guardias nacionales dispararon en contra de una multitud de manifestantes que acudieron a la Plaza de la República a un cierre de campaña electoral para las elecciones del 5 de febrero entre El Partido Liberal Nacionalista (PLN) y la Unión Nacional Opositora (UNO) que llevaba de candidato a Fernando Agüero. Se calcula entre mil y mil 500 muertos y centenares de heridos y presos.

Por cosas del destino, a esa manifestación antisomocista del domingo sangriento no asistieron, como solían hacerlo él y su mamá.

La valentía de Julio fortaleció la conciencia sandinista


El 15 de julio de 1967, cerca de las tres de la tarde una patrulla de agentes de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), irrumpe violentamente en una casa de seguridad sandinista en las inmediaciones de las Delicias del Volga.

En el interior se encontraban el miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Julio Buitrago Urroz, la compañera Doris Tijerino y Gloria Campos Traña, con sus dos hijos, de tres y dos años.

Doris y Gloria fueron capturadas en la sala de la casa cuando buscaban escapar, en tanto Julio Buitrago subía al segundo piso de la vivienda, desde las gradas disparó a uno de los agentes de seguridad que herido se aferró a Doris, muriendo después. Julio contaba con una pistola semiautomática 45 y una subametralladora M-3 que usaba munición calibre 45 con un cargador de 30 balas. Doris con un revólver calibre 38 que le pasó Julio realizó disparos para contener a los guardias.

Un solo hombre Julio Buitrago se enfrentó a 300 guardias, con tanquetas y hasta un avión que bombardearon la casa de seguridad, en un combate de más de tres horas. El pueblo lo vio en la pantalla de televisión en vivo en blanco y negro.

 El final fue ver salir como centella al muchacho del Frente Sandinista que disparaba en ráfaga con una ametralladora M-3, hasta que cayó acribillado por las balas disparadas por los guardias de Somoza.

Y así nació el mito que los sandinistas marchaban hacia la victoria sin importar la muerte, siempre fieles al grito de combate de ¡Patria libre o Morir!, que sirvió de ejemplo duradero para las generaciones que fueron nutriendo la organización.

El primer comunicado que leyó del FSLN No lo puede olvidar, ni borrar de su memoria aquel día de ese año, cuando cursaba el cuarto año de secundaria, a sus manos llegó un comunicado del Frente Sandinista firmado por el miembro de la Dirección Nacional, Oscar Turcios Chavarría “el ronco”, en cuyo contenido llamaba al pueblo y a los jóvenes a organizarse y luchar en contra de la dictadura de los Somoza.

“Aquí es el camino”, se dijo así mismo el entonces estudiante de secundaria Omar Halleslevens. Con el transcurso de los días comenzó a involucrarse con el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), la antesala para ingresar al Frente Sandinista, organización político militar que operaba en la clandestinidad, en los años 60 y 70.

En León se desarrolló políticamente

Luego de bachillerarse en el Goyena, se trasladó a la ciudad de León, a estudiar en la Facultad de Química y Farmacia. Cuando se despidió de sus compañeros goyenistas le dijeron que en León “alguien te va a contactar” y así fue.

Comenzó a llevar vida orgánica con el FER, junto a Omar Cabezas, Edgard “la gata” Munguía Alvárez, Roberto Huembes, Agustín Lara. El núcleo, en ese entonces muy débil, se fortaleció con 12 nuevos muchachos, relata el general Halleslevens.

Continuaron con círculos de estudio y discusión, leían de todo y comenzaron a realizar trabajo de concientización en los barrios, principalmente en Guadalupe y la Ermita de Dolores. En el primer año de la facultad en 1970, por orientaciones del FER participó en las elecciones estudiantiles ganando la representatividad de su facultad, ante el Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN).

Fue en 1972 cuando se contactó con Pedro Arauz Palacios, entonces responsable del regional de occidente, quién les orientó ampliar el trabajo político y social en los barrios, atendiendo las necesidades de sus pobladores, como la escuela, consultorio médico que establecían con estudiantes de los últimos años de la carrera, conseguir medicamentos para los enfermos y a la par reclutaban colaboradores.

Recuerda Moisés Omar, que cuando les tocaba impartir clases, los padres de familia les autorizaban a ser severos con los cipotes, en caso de no atenderles o molestarles durante la jornada educativa, a los bisoños maestros que también se daban a la tarea de alfabetizar.

El terremoto y la acumulación de fuerzas

El 23 de diciembre de 1972, a pocas horas de la celebración de la Navidad, un terremoto devastador de 6.2 grados en la escala de Richter, destruyó la capital Managua. El Frente Sandinista que había sufrido reveses militares en jornadas guerrilleras, primero en Raití y Bocay, Jinotega y luego en Pancasán, Matagalpa, determina que es necesario replantearse un periodo de acumular fuerzas para enfrentar mejor al enemigo, Somoza y su guardia nutrida con armamento, entrenada y sostenida por los Estados Unidos de Norteamérica.

El 27 de octubre de 1963, el coronel del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN), Santos López, se convirtió en el eslabón vital de ese movimiento, como jefe militar, en esa jornada se generó la muerte de valiosos sandinistas y de hermanos misquitos cerca de Bocay, cuando una de las tres columnas desobedeció una orden de no entablar combate con la guardia, que los superaba en número y armas.

En Pancasán, el 27 de agosto de 1967, 13 muchachos fueron aniquilados por una fuerza de cerca de 400 guardias que contaban con información segura de jueces de mesta, (cargos que el somocismo les daba a campesinos informantes a cambio de protección), sobre el movimiento de gente de la ciudad armados.

Tras esos reveses militares, fue cuando el FSLN se planteó la acumulación de fuerzas en silencio, realizando operativos sin dar a conocer su origen ni asumir responsabilidad de las acciones. Somoza entonces, creyó haber aniquilado a la guerrilla.

Subir a la montaña era una aspiración

Unidad de Combate César Augusto Salinas Pinell. Presentes: Cristian Pichardo, Aldo Briones y Omar Halleslevens, 1979. (Foto CHM-EN) Foto

Mientras en León, en una casa de estudiantes ubicada cerca del estadio de béisbol, Omar Halleslevens junto a un grupo de 8 sandinistas esperaba el momento de partir hacia la montaña. “La montaña era una aspiración de todo sandinista”, comenta el ex jefe guerrillero.

A él, en ese entonces, le correspondía efectuar las despedidas de muchachos que subían a la montaña a fortalecerse y prepararse en la vida guerrillera.

 A la medianoche de un día determinado aparecía un jeep, esa era la señal de separación de los jóvenes, sin mayores protocolos, solo con la esperanza y la fe en la victoria con la convicción de volverse a reencontrar algún día.

En 1974, cuando se encontraba en el último año de la carrera de Química y Farmacia, le orientaron pasar al clandestinaje, lo que significaba dejar la ciudad, los estudios y partir a la montaña.

El haber crecido en los campos chontaleños, para Omar Halleslevens, la dureza del monte significó parte de la vida cotidiana. Estaba acostumbrado a cargar, caminar, orientarse en la espesura de la montaña y sobrevivir en medio de la rigurosidad, durmiendo a veces en hamacas o en el suelo.

Cuando le correspondió a él partir, se mantuvo dividiendo una parte de su tiempo en el campo y la otra en la montaña. Cierta madrugada, cuando junto a dos compañeros buscaban reclutar como colaborador a un campesino de apellido Rodríguez, a éste le sorprendieron cuando se disponía al ordeño de algunas vacas. Omar le solicitó que lo dejara ordeñar y el campesino con suspicacia, creyendo que el joven quería aprender, accedió, sin quitarle los ojos de encima.

Con maestría aprendida desde niño, maniató las patas de la vaca y separó el ternero, tomó el balde y procedió al ordeño, se sentía en su patio, en su ambiente.

Esa actitud le valió para que el hombre se convirtiera en un sólido e incondicional colaborador de la guerrilla, en la zona de la Rica, departamento de Jinotega.

A las Nubes a esperar romper el silencio

En septiembre de 1974 le orientaron trasladarse a las Nubes, en El Crucero, a 25 kilómetros de Managua, donde se formó el comando Juan José Quezada, cuya misión era asestar un contundente golpe político al somocismo y lograr la liberación de valiosos cuadros dirigentes del FSLN, presos en la cárcel La Modelo.

Fue en silencio el entrenamiento dentro de una casa-quinta durante tres meses, esperando el momento oportuno, hasta que llegó el 27 de diciembre cuando se ejecutó el asalto a la casa de José María “Chema” Castillo, en los Robles, donde se efectuaba una fiesta de connotados ministros y funcionarios somocistas.

Con esa acción el Frente Sandinista rompió el silencio acumulado, demostró fortaleza y audacia, en tanto, Somoza desató una ola de represión a lo largo y ancho del país.

l comando integrado por 13 combatientes (10 varones y tres mujeres) tras lograr rescatar a los prisioneros, entre ellos José Benito Escobar, el comandante Daniel Ortega, Jacinto Suárez, Lenín Cerna Juárez, Oscar Benavides, Julián Roque, Manuel Rivas Valecillo, Daniel Núñez, Carlos Argüello y Jaime Cuadra, salieron por el aeropuerto en un avión con garantes diplomáticos rumbo a Cuba.

Una vez en Cuba, Omar, junto al resto del comando y los liberados, recibieron un intenso entrenamiento en guerra de guerrillas y uso de armas. La guerra contra Somoza estaba declarada y el dictador como fiera herida lanzaba a sus tropas asesinas en contra de la población, asesinando, encarcelando e incendiando ranchos.

Un baqueano delator y casi pierde la vida

La vida de un militante clandestino se encontraba en permanente peligro, bien podía caer preso, sufrir torturas o morir en un encuentro armado, en esos años se estimaba que un clandestino tenía un periodo de vida no mayor de tres meses.

En abril de 1978 Omar junto a la compañera Doris Tijerino Haslam, cruzaron la frontera entre Honduras y Nicaragua, acompañados de un baqueano (guía) y un aprendiz de baqueano, (para que conociera la ruta de infiltración), de pronto fueron sorprendidos en la madrugada por una patrulla de guardias nacionales que los estaban esperando.

Se desató una balacera, Halleslevens rodó desde lo alto de un cerro a una hondonada, el baqueano que resultó ser un delator había pasado información a la G.N de la entrada de los guerrilleros, la comandante Tijerino fue capturada y el muchacho aprendiz resultó muerto.

“Yo corrí detrás del baqueano sin saber que era delator, lo alcancé y logramos llegar a la carretera ya casi amaneciendo, había un carro con las luces encendidas que era el contacto, lo envié a ver si era la gente que nos esperaba, mientras yo me quedé a unos 25 metros, cuando vi que era nuestra gente, identificando las voces, nos montamos en el vehículo y nos fuimos”, relata el general en referencia a ese episodio donde estuvo en juego su vida por una delación.

Doris Tijerino Haslam, fue rescatada de la cárcel tras el Asalto al Palacio Nacional el 22 de agosto de 1978, acción en la que también se liberó al comandante Tomás Borge Martínez, Jorge Guerrero, Leopoldo Rivas, Gustavo y Víctor Moreno, Juan José Ubeda, René Núñez, Francisco Guzmán, Rosa Argentina Ortiz, Amílcar Lorente entre un nutrido grupo de prisioneros sandinistas.

Luego del incidente fronterizo, Omar se ubicó en Estelí, desde donde se movilizaba en tareas organizativas en la zona aledañas, Matagalpa y otros lugares. Se destacó como jefe de columna en el Frente Norte. Combatió contra la guardia de Somoza en las zonas de Yalí, Condega, Matagalpa y Estelí donde estuvo junto al jefe guerrillero Francisco “El zorro” Rivera. En la insurrección de 1978 en Estelí y posteriormente en la ofensiva final combatió en la ciudad de Estelí hasta liberarla el 16 de julio de 1979.

En la insurrección final solo dormían dos horas

Desde el 9 de junio de 1979 cuando los guerrilleros sandinistas bajaron de los cerros a insurreccionar Estelí con apoyo del pueblo y los combatientes populares, hasta la liberación de la ciudad, habían transcurrido un mes y siete días de fuertes combates, donde solo lograban descansar menos de dos horas en la madrugada.

En Estelí se combatía durante el día y la noche y hasta que el cansancio vencía a guerrilleros y guardias se establecía una especie de alto al fuego que les permitía dormir, cuenta el general Halleslevens 41 años después de aquellos memorables días que condujeron a Nicaragua a convertirse en la segunda revolución armada triunfante en América Latina, después de Cuba.

La victoria del 19 de julio lo sorprendió en Estelí, desde donde les daban seguimiento a los acontecimientos en el resto del país tras la huida de Somoza el 17 de julio (declarado Día de la Alegría).

La caída del comando se logró con la colaboración de un joven mecánico de apellido Silva que utilizando un tractor con la cuchilla arriba poniendo el motor en marcha ayudado de una piedra pesada logró romper el muro, facilitando la entrada de los guerrilleros.

Los participantes de ese asalto al cuartel de Estelí se distinguieron por llevar un pañuelo blanco atado en la muñeca izquierda de la mano, refiere el general.

Por disciplina partidaria se quedó en la ciudad de Estelí atento ante cualquier movimiento del enemigo de última hora, quienes, en su huida por las carreteras, los guardias disfrazados de sandinistas buscando como huir para Honduras, fueron asesinando a quienes salían a vitorearlos, creyendo en verdad que se trataba de los muchachos.

Moises Omar se quedó recordando su tránsito y su agitada vida guerrillera, tiempo del que escapó varias veces de caer prisionero de la muerte, también habría de recordar las enseñanzas de su mamá de convertirse en un luchador antidictactorial y principalmente las de don Eduardo su padre, que le enseñó a “trabajar, trabajar y trabajar”.

Por David Gutiérrez López

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