Pese a que es prevenible y curable, la malaria sigue siendo la causa de muerte de cientos de miles de personas cada año.
En el día mundial de la lucha contra esta enfermedad, la Organización Mundial de la Salud pone de relieve la importancia del mantenimiento de los esfuerzos para erradicarla, sobre todo en el contexto de la pandemia de COVID-19.
Entre los años de 2000 y 2014, las muertes por paludismo (como también es conocida la malaria) cayeron un 40%.
El esfuerzo colectivo de la OMS, de autoridades y voluntarios, además de las medidas tomadas para eliminar a la enfermedad lograron reducir el número de muertos de 743.000 a 446.000 entre esos años.
Sin embargo, los avances contra la dolencia, que afecta principalmente a los países del continente africano, se ha estancado. Según el último informe mundial sobre la malaria, publicado el 2019, la cantidad de muertos ha sido prácticamente la misma en 2017 y 2018.
Además, entre 2014 y 2018 no se observó una caída en el número anual de nuevos infectados.
En el Día Mundial del Paludismo, la OMS promueve la campaña Malaria Cero, cuyo objetivo es erradicar una enfermedad que mata un niño cada dos minutos.
Los menores de cinco años son los más afectados y, en 2018, representaban el 67% (272.000) de todas las muertes causadas por la dolencia.
Malaria en tiempos de COVID-19
La pandemia de COVID-19 podría empeorar el ya grave cuadro de la malaria en el mundo.
De acuerdo con un pronóstico realizado por la OMS, en el peor de los casos, es decir, si se suspenden las campañas de instalación de mosquiteros y se reduce en un 75% el acceso a medicamentos antipalúdicos efectivos, las muertes por malaria en el África subsahariana podrían duplicarse ante la crisis del coronavirus.
Los peores pronósticos estiman un total de 769.000 muertes en la región en 2020, lo que representaría volver a los niveles de mortalidad por malaria de hace dos décadas.
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