Conozco a los jesuitas porque estudié en la Universidad Centroamericana (UCA) y porque en mis estudios de la Religión Católica siempre me llamó la atención su surgimiento y el trato preferencial del Vaticano a esa orden. Traté de cerca con los padres César Jerez, Ignacio Eyacuría y Xavier Gorostiaga. El segundo en mención asesinado por la derecha en El Salvador.
Hombres comprometidos con la lucha de los pobres por su emancipación, igual que el Padre Fernando Cardenal, quien dirigió la Cruzada Nacional de Alfabetización.
De Gorostiaga recuerdo el repudio que manifestaba contra el sistema de la “Copa de Champagne”, que da a los ricos la riqueza para que las migas o chorreo de arriba caiga y sirva de algo a los pobres.
Ahora la historia de la Compañía de Jesús ha cambiado, enfrenta procesos de cambio que favorecen a los pobres, los confrontan y enfrentan de todas las maneras posibles.
En el 2018 montaron tarimas en las puertas de la UCA y su Rector, José Idiáquez, arengaba a quienes quemaban al frente a la Nueva Radio Ya y atacaban a policías y sandinistas.
El 25 de mayo de ese mismo año llegaron los jesuitas a la Rotonda Jean Paul Genie para marchar hacia la Iglesia de Fátima en La Centroamérica y hacer un mitin político en sus entrañas, encubierto con una misa de respaldo al Obispo Silvio José Báez.
Gritos de muerte a los sandinistas y banderas satánicamente volteadas dieron como resultado el asesinato de Bismarck Martínez.
Bismarck era devoto de la Virgen de Fátima en esa parroquia... pero sandinista para disgusto de la Federación de Colegios Religiosos, que estaban encabezados por los jesuitas.
Ni siquiera los franciscanos concelebraron, fueron jesuitas y diocesanos quienes llevaron los tambores de guerra. No estaba el Padre Roberto, ni Treminio, ni Oreste.
Ahora los jesuitas en un comunicado se declaran víctimas y perseguidos.
Como dice nuestro pueblo en su sabiduría popular: ¡Qué concha!
Rolando Cruz
Periodista y Abogado