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Nicaragua: José Benito Escobar: una lección moral


Una de las mayores dificultades durante las huelgas de hambre consistía en que la guardia te aceptara a los negociadores que nosotros escogíamos; ellos decían que iban a negociar con quienes quisieran, para romper de esa forma nuestro sentido de organización y, en esas discusiones, se iban hasta tres días más de huelga (era un alivio indescriptible ver cuando ellos se decidían por fin a negociar, porque durante una huelga de hambre el preso cae en un estado de desesperación muy cercano a la locura, que te lleva a perder en determinados momentos tus capacidades mentales, el mismo estomago vacío no te permite dormir, tenés alucinaciones). 

Recuerdo una vez que teníamos dieciséis días sin comer, durante una huelga que agarró a José Benito Escobar en unas condiciones físicas terribles. 

Cuando la guardia se convenció que había que negociar y que solo con José Benito se podía hacer, lo vimos bajar desde el segundo piso hacia la oficina de guardia. 

Era casi un cadáver. Como a la hora llegaron a llamarnos, creo que a Julián Roque y a mí, para que fuéramos a ayudarlo a caminar. Dos cadáveres ayudando a otro cadáver a levantarse. 

Lo que había pasado es que cuando José Benito iba hacia la sala de guardia caminando lenta y tambaleantemente, como es característico de una persona que tiene 16 días sin comer, un oficial de apellido Munguía (que ahora está con 30 años encima) lo venía hostigando y terminaron por darse un encontronazo verbal entre los dos. 

En la oficina comienzan a plantear lo que nos ofrecen para que cesáramos las huelga. Se dan otros encontronazos, pero la debilidad, el esfuerzo físico de caminar, el desgaste, la arrechura por una discusión y la tensión de una negociación lo tenían tendido. No se podía mover. 

El sadismo de los guardias fue buscar a otros dos presos, igualmente maltrechos, para que lo ayudaran a levantarse. 

Entonces José Benito Escobar nos dice, “cómo me van a levantar si ustedes están hechos mierdas como yo” y no aceptó que lo levantáramos. 

Se incorporó como pudo y se fue caminando junto con nosotros con ese caminado de huelguista de hambre que mencioné, en el que se avanza como un metro por hora ya que la falta de glucosa te produce dolores en las coyunturas y la falta de nutrición te provoca dolores en los huesos, la cabeza y hasta en el alma. Además, si caminás rápido te caes. 

El gesto aquel de nosotros al querer ayudarlo y él de no aceptarlo es una imagen que me quedó grabada para siempre. 

Una lección moral. Lo vieron tan destruido que pensaron que era la oportunidad de hacerlo ceder. 

Le gritaban, lo coaccionaban, lo presionaban y aquel hombre sentado en el piso sin moverse diciendo, no, no, no.

No se cómo hizo, pero se levantó y caminó y se fue con nosotros a la celda. 

Actos como ese los hacían llegar a la conclusión de que no podían con nosotros.

Jacinto Suárez

Tomado del FB de 
Margine Gutiérrez

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