Cra. Margine Gutiérrez y Cro. René Núñez Téllez
Militante histórica del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
La búsqueda del consenso, el fomento de la tolerancia, el acercar posiciones en aras de un interés superior pareciera que son tareas que le corresponden solamente al Estado, pero no es así.
También la ciudadanía está obligada a poner de su parte para cimentar una nación armónica, trabajadora, con objetivos y metas comunes. Más aún cuando se forma parte de una mesa de diálogo.
Lo anterior no supone que todos pensemos igual, ni que todos estemos obligados a simpatizar con el gobierno de turno.
Al contrario, requiere también de un oposición sólida, bien estructurada, con objetivos, metas y agenda de trabajo propias.
En Nicaragua, el FSLN, desde su fundación declaró con transparencia y valentía cuales eran sus objetivos y metas.
Desde una posición política antioligárquica, anticapitalista y antimperialista estableció que su reto fundamental era el derrocamiento de la dictadura somocista para poner fin a la dominación gringa en nuestro país. “Nuestro magno objetivo es la revolución socialista, una revolución que se propone derrocar al imperialismo yanqui, a sus agentes locales, a los falsos opositores y a los falsos revolucionarios” (Carlos Fonseca).
El cómo ya lo había refrendado el fundador del FSLN, en El Chaparral, su primer combate en el que luego de salir herido proclamó “así me gané el derecho a hablar en Nicaragua”. Desde un comienzo, a nadie le cupo duda.
Unos pocos años después, el Frente publicó su Programa Histórico de quince puntos en el que se definía con suma claridad el para qué queríamos derrocar a la dictadura.
El centro de ese programa eran, y sigue siendo, los más pobres de Nicaragua.
Todo estuvo claro desde sus inicios. Su nombre: Frente Sandinista de Liberación Nacional, el que conserva desde 1962 sin habérselo estado cambiando a cada rato. Cuál sería la composición de ese destacamento de vanguardia.
Cuáles sus objetivos, sus propósitos y sus métodos de lucha. Apertrechados con estos elementos, que constituyen, cimentan y configuran la personalidad de una organización, el FSLN, a la par de combatir sin tregua, se lanzó a la búsqueda de consensos y alianzas, tarea que le fue muy dificultosa y en la que invirtió sangre y esfuerzos cuantiosos -y muy valiosos- durante aproximadamente veinte años, antes de lograr su objetivo esencial de derrocar a la dictadura somocista, para acabar con siglos de dominación yanqui en Nicaragua y erradicar la pobreza extrema en Nicaragua.
Así hubo quienes no compartían ni el método ni el para qué. “No se trata de un cambio de hombres en el poder, sino de un cambio de sistema”.
Estaban de acuerdo con derrocar a Somoza pero con la clase burguesa a la cabeza y mediante métodos electoreros.
Unos porque estaban alineados a la filosofía de la “coexistencia pacífica”, predominante en el campo socialista, y otros porque lo que querían era acabar con Somoza para preservar el sistema de dominación y explotación prevalecientes, incluyendo la sumisión a los intereses del imperialismo yanqui.
Los consensos y las alianzas empezaron a fluir muy lentamente, después del 27 de diciembre de 1974, luego de muchos reveses y de mucha sangre derramada, cuando el FSLN demostró que la dictadura era vulnerable pero que aún así solo se podría derrocar mediante la lucha armada.
Después del triunfo del 19 de julio también se impulsó el consenso y se hacían y deshacían alianzas, todo en procura de defender la revolución.
Y conste, muchos militantes de esa época no siempre estábamos a favor de ciertas alianzas pero supimos responder con disciplina.
“Hay cuestiones que molestan en lo personal, pero nuestra obligación es subordinarlo todo a los intereses de la causa sandinista (…) a los intereses de los explotados y oprimidos de Nicaragua”. (Carlos Fonseca)
Igual pasó después del 90. Nuevas alianzas, nuevos pactos (algunos de los cuales nos parecieron abominables) y así llegamos al 2007, fecha en que de nuevo es menester recomponer las alianzas y mantener consensos con actores considerados claves.
Hasta abril del 2018 funcionó la Gran Alianza entre Trabajadores, Productores y Gobierno y cuyos objetivos se definieron así:
(i) contribuir a la estabilidad y crecimiento del sector privado;
(ii) facilitar las decisiones de política;
(iii) lograr consensos en las reformas tributarias;
(iv) facilitar el acceso a la cooperación internacional dirigida a las prioridades nacionales productivas;
(v) realizar esfuerzos conjuntos para la promoción de la inversión privada;
(vi) formar consensos para iniciativas futuras;
(vii) lograr de parte del sector privado sus compromisos de Nación sobre responsabilidad fiscal, laboral, social, cultural y ambiental.
Detrás de todo estos procesos de búsqueda de consensos y establecimiento de alianzas subyace la necesidad de presentar una Nicaragua unida, un amplio frente que obligue a los Estados Unidos a desestimar sus acciones agresivas contra nuestro país.
Pudimos transitar en una relativa paz durante 11 años, con seguridad ciudadana y crecimiento económico incluidos, pero cuando recibieron la orden del más allá, se levantaron de la tripartita, fingiendo como causa la publicación unilateral del Decreto de Reforma del INSS, pusieron tranques y nos mantuvieron secuestrados por casi tres meses; saquearon comercios, destruyeron instituciones públicas, atentaron contra el patrimonio cultural y arquitectónico del país, por decir lo mínimo.
Todos sospechamos que antes, mucho antes de lo del INSS, ya el plan estaba elaborado y solo esperaban el momento oportuno, el eslabón más débil, para ponerlo en marcha.
Hoy, algunos piensan, que hay que recomponer las alianzas.
Que es necesario buscar los puntos en común con otros grupos, especialmente de jóvenes.
Que se impone la necesidad de generar nuevos consensos, aunque también hay quienes creen que el consenso de una nación está expresado en la Constitución Política de la República.
Que esta refleja el pacto social de sus distintos actores políticos.
¿Pero quienes serían esos actores? ¿Cómo se puede determinar que cosas se tienen en común? ¿Existen grupos autónomos preocupados, más que por el derrocamiento del gobierno, por la situación de las mayorías empobrecidas de nuestro país?
¿En algún periodo de nuestra historia reciente han mostrado preocupación por el destino de Nicaragua, por la soberanía patria?
Durante los años 90 al 2007 no recuerdo ningún grupo o movimiento que enarbolara como bandera de lucha las terribles condiciones de vida de las mayorías empobrecidas.
O que se manifestaran en contra de la corrupción.
Fuera de las acciones impulsadas por los organismos de masas adscritos al FSLN, los tres gobiernos de la época gobernaron sin ningún tipo de oposición que no fuera la sandinista.
Violeta Barrios desmanteló el Estado y lo vendió a precio de guate mojado; confiscó a grandes propietarios y permitió el enriquecimiento, producto de la corrrupción, de sus principales ministros.
Arnoldo Alemán casí se robó todo el erario de forma descarada y cínica y elevó los niveles de corrupción de sus allegados.
Enrique Bolaños mantuvo salarios de hambre a los trabajadores; se burlaba de la pobreza de los maestros; los hospitales estaban sin medicinas, sin ropa de cama y sin instrumental médico; las carreteras, heredadas así por doña Violeta, en pésimo estado. Nos mantuvo a oscuras.
Y nadie dijo nada. Nunca nadie se opuso en esos fatídicos 17 años, salvo las agrupaciones de orientación sandinista.
Muy al contrario, las “organizaciones de la sociedad civil” hacían lobby en favor de Enrique Bolaños y durante las reuniones de los organismos multilaterales se prestaban a maquillar de democrático a este brutalmente insensible gobierno.
Hasta se les habilitaba una oficina adjunta para que desde allí hicieran labor de incidencia y cabildeo en favor del gobierno.
Estos mismos grupos, tan favorables al gobierno de Bolaños, desde los primeros días del 2007, presentaron un frente común que se oponía virulentamente, al gobierno sandinista.
En esos primeros años escuché decir que era el gobierno más represivo de Nicaragua y que estábamos frente a una dictadura. Sin ninguna fundamentación y demostración de hechos.
Desde entonces, ha sido una letanía que los convenció a ellos mismos, mas no a la mayoría de nicas, de que estábamos en una dictadura peor que la de Somoza.
Para ellos ha sido invisible toda la inversión que en materia de salud, de educación, de entretenimiento y diversión para los más pobres se ha realizado en Nicaragua.
No reconocen el empoderamiento económico de las mujeres ni los esfuerzos encaminados a priorizar la micro y pequeña empresa.
Mientras se ejecutan grandes proyectos como el de la carretera, que finalmente unió al pacífico con el caribe, se intentan remediar siglos de injusticia, mediante el plan techo, el bono para los bachilleres, la entrega de zapatos, uniformes, mochilas y útiles escolares; el bono productivo o el acceso de las mujeres al crédito.
Pero esto solo les sirve, no para reconocer que este gobierno tiene entre sus prioridades mejorar las condiciones de vida de los más empobrecidos, sino para manipular a un sector de la población -que es el que no necesita de esas “dádivas”- atacando al gobierno de clientelismo o de populismo.
Y es con esta gente -con los impulsores de las nefastas políticas neoliberales, con los aplicadores a ciegas de las recetas del FMI, con los privatizadores a ultranza de los servicios públicos, con los que implantaron la impopular autonomía educativa- es con ellos, con los que se sostiene un diálogo, a todas luces de sordos.
Con los mismos que perdieron el poder en el 2007 y que están desesperados por regresar al gobierno para entregárselo a los gringos y terminar de destruir el país, ya no por la vía de los tranques, sino mediante privatizaciones fraudulentas y acciones de rapiña.
Por eso es que el diálogo no prospera. Los intereses políticos son irreconciliables. Ellos no tienen nada que ofrecerle a las grandes mayorías.
Y al no tener nada que ofrecer solo exigen -para disimular- libertad para sus presos, pero en realidad su propósito es el adelanto de las elecciones.
Es la única manera que tienen de regresar como gobierno a flagelar la economía de los más empobrecidos y a enriquecer sus propios bolsillos.
Quieren que el FSLN les entregue el gobierno en una mesa, para ellos correr a depositarlo bajo el mandato de la Casa Blanca.
Como quien juega a la taba, quieren acabar con 200 años de lucha por construir un país independiente, no alineado, digno que se niega a recibir órdenes de los Estados Unidos.
Ese es el apuro que tienen Para ellos el tiempo apremia, pero se niegan a pedir que se dejen sin efecto las sanciones que ellos mismo solicitaron contra Nicaragua.
Están desesperados por que mientras más días pasen, más se consolida el gobierno, calificado por muchos como el mejor de la historia, con proyectos de gran impacto que jamás ningún gobierno había realizado.
Por eso su grita es ¡adelantar las elecciones!
En lo que va del año, de abril del 18 para acá, se han cambiado el nombre infinidad de veces.
Que poca seriedad. Nadie sabe si son una organización, un movimiento o simplemente son unas siglas agrupadas a última hora.
Nunca han presentado un programa, ni siquiera un propósito o un objetivo de lo que quieren hacer por Nicaragua, más que el que de forma práctica nos mostraron cuando, como los hunos de Atila, destruyeron instituciones, derribaron símbolos, botaron rótulos, convirtieron en campos de concentración iglesias y universidades, levantaron tranques, torturaron.
Una cáfila con la que, sinceramente, no se debería dialogar por su acentuada carencia de espíritu cívico. Si más bien parecen trúhanes.
El diálogo sí es necesario pero se requieren interlocutores válidos. Gente seria, que deponga sus intereses personales por otros de mayor envergadura.
Por intereses que favorezcan a la nación o que al menos resuelvan la preocupación de las mayorías.
Lamentablemente ese espíritu cívico, constructivo, no es el que está en la mesa de los dialogantes formales cuyos intereses son más coincidentes con los de Estados Unidos que con los de Nicaragua.
Por algo la OEA los ha ungido como sus interlocutores. Esa gente no está interesada en la búsqueda del consenso, en el fomento de la tolerancia y tampoco quieren acercar posiciones para encontrar soluciones a los problemas que aquejan a la nación.
Más que negociación, están por la confrontación. Siguen queriendo la rendición del gobierno aunque sepan que eso no será jamás porque como dicen esos miles y miles de sandinistas que escriben a diario en las redes, “ahora estamos más fuertes”.
Esa gente hasta ahora no ha dado nada a cambio. No han depuesto nada. Solo piden. Obsesivamente quieren la silla presidencial.
Es lo único. Y en ese afán, atropellan la ley y se burlan de la Constitución.
Por ejemplo, exigen cargos, o sea un reparto del botín, a sabiendas que la única manera de lograrlo es a través de los partidos políticos.
Así como vamos seguiremos teniendo como único resultado, los treinta mil dólares que se comieron en el INCAE más la repetición “ad infinitum” de la cantinela de excarcelación de sus reos y adelanto de elecciones.
Nicaragua merece y necesita mucho más que eso.
Margine Gutiérrez