Lo sucedido recientemente en la reserva ecológica Manchón Guamuchal ha puesto al desnudo las capacidades e incapacidades del Ejército de Guatemala y la Policía Nacional Civil. Nos ha dejado más que claro a quiénes sirven y quiénes son los que, efectivamente, dan las órdenes en esas dos instituciones del Estado, al día de hoy.
Como se recordará, el pasado 3 de abril fue identificada una aeronave que, supuestamente, el día anterior había aterrizado en esa zona y descargado un pesado cargamento de droga. A la difusión de imágenes de la nave desde tierra siguieron, extrañamente, otras imágenes satelitales, que algunos medios dijeron haber sido hechas desde aeronaves del Ejército, llegándose a identificar hasta la casa en la que, supuestamente, se depositó el cargamento. Movilizados los agentes del Ministerio Público para realizar la incautación de la droga, así como la detención de sus poseedores, supuestos pobladores de las cercanías se apostaron en el camino de terracería para impedir el paso de la policía y el ejército y, en consecuencia, el de los agentes del MP, imposibilitando la incautación y las detenciones.
El Manchón Guachamul es un Área de Protección Especial de un poco más de 13 mil hectáreas, constituyendo el »humedal marino costero más grande de la costa del Pacífico de Guatemala» según Conap. El poblado más próximo, y que ya invade el área protegida, es la aldea Nueva Cajolá, del municipio de Champerico, departamento de Retlahuleu.
Ubicada en el extremo sur del municipio y del departamento, en poco más de dos horas es posible alcanzar la frontera con México por tierra o en pequeños barcos pesqueros. Abandonados a su suerte, los pobladores viven de la pesca y pequeños cultivos, por lo que no es de extrañar que completen sus ingresos transportando o protegiendo cargamentos de droga.
Las imágenes de los hechos nos muestran pequeños grupos de pobladores que, armados de palos, útiles de labranza y, al parecer, algunas armas, se oponen al paso de los supuestamente súper eficientes J8, aquellos vehículos artillados puestos en exhibición en la pista de la Fuerza Aérea de Guatemala, en un supuesto «apresto de devolución», y donados precisamente para acciones como esas.
En ese vergonzoso incidente ha quedado demostrada no solo la incapacidad operativa de los supuestos vehículos J8, sino la complicidad directa y absoluta de los altos mandos de la policía y el Ejército con los carteles de la droga, nacionales y extranjeros, jugando a parecer incapaces de organizar en pocas horas un operativo serio y eficiente.
La estúpida afirmación del presidente Jimmy Morales, que con camiones viejos atrapa aviones con droga, es apenas una frase más para sus diálogos serviles con los señores Trump y Netanyahu, quienes tal vez esbocen una sonrisa ante el irracional y abyecto comentario. La realidad es evidentemente otra, Morales ha convertido al Ejército y la PNC en aliados directos del narcotráfico. La excusa de que por no agredir a la población, porque entre ellos habían niños, se dejó escapar a los narcotraficantes con su mercancía, es falaz, pues está más que demostrado que, cuando se trata de proteger a dueños de mineras o hidroeléctricas, o atacar a indígenas movilizados por sus derechos, Ejército y policía pasan por encima de cualquiera, tal y como lo demostró la masacre de Alaska, a inicios del gobierno de Pérez Molina.
Las características del terreno, así como el equipo con el que cuentan el Ejército y la PNC, hacen posible imaginar acciones en las que, evitando víctimas entre los comunitarios, era posible realizar las detenciones e incautaciones. Los artillados podrían haberse movilizado dentro de los terrenos en abanico, en lugar de transitar en fila por el camino de terracería, y el uso de helicópteros habría permitido movilizar la tropa para alejar a los pobladores del lugar donde, supuestamente, se almacenó la droga.
Evidentemente, la intencionalidad fue otra. Usando a la población como excusa, se dio suficiente tiempo para que el cargamento, al menudeo, saliera rumbo a su destino por veredas y matorrales, sin que el cartel perdiera uno solo de sus hombres y sin disparar una sola bala. Los agentes del MP quedaron atrapados por más de 48 horas en una emboscada que policías y militares les tendieron, pues, acompañados por estos, se vieron detenidos ante un grupo de comunitarios que, como se muestra en los videos compartidos, no eran más de un centenar, por lo que, insistimos, el uso de otros medios y mecanismos para llegar al depósito de la droga eran factibles.
Los sucesos permiten afirmar que, o los altos mandos del Ejército y la Policía son incapaces de elaborar un plan de acción exitoso en condiciones mínimamente difíciles, lo que debería llevar a su inmediata destitución, o que, lo más seguro, ante la filtración de las imágenes se montó un bullicioso operativo que tuvo como simple objetivo proteger a los narcotraficantes y permitirles transportar la droga de manera segura.
En Estados Unidos, los traficantes de estupefacientes estarán de plácemes, pues el gobierno de Guatemala, con su Ejército y policía, es un magnífico protector de sus intereses.
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