Comentaristas como Max Boot y Bill Kristol se equivocaron en todo después del 11 de septiembre, pero siguen siendo considerados "expertos".
Una cosa que todas las clases dominantes que pasan por sus últimas etapas tienen en común es la alta tolerancia a la mediocridad.
Los estándares declinan, los bordes se deshilachan, pero nadie a cargo parece darse cuenta. Son felices en sus pecados y se enriquecen. En una cultura como ésta, no hay pena por estar equivocado. Los que no tienen talento prosperan, subiendo inexorablemente hacia posiciones de mayor poder, y rompiendo cosas en el camino.
Les pasó a los otomanos. Max Boot es la prueba viviente de que está sucediendo en América.
Boot es un experto profesional en política exterior, una categoría de trabajo que no existe fuera de un número selecto de ciudades. Boot tiene títulos de Berkeley y Yale, y es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores.
Ha escrito varios libros e innumerables columnas de periódicos sobre asuntos exteriores e historia militar.
El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, un influyente grupo de reflexión británico, describe a Boot como una de las "principales autoridades mundiales en materia de conflictos armados".
Resulta que nada de esto significa nada. Los requisitos profesionales para ser una de las principales autoridades del mundo en materia de conflictos armados no incluyen la experiencia pertinente con los conflictos armados.
Las autoridades líderes en la materia no necesitan un historial de evaluaciones sabias o predicciones precisas.
Todo lo que se requiere son las recomendaciones circulares de otros poseedores de credenciales. Si otras Autoridades Principales en Conflictos Armados te incorporan a sus filas, estás dentro. Son buenas noticias para Max Boot.
Boot se hizo famoso por primera vez en las semanas posteriores al 11 de septiembre por esbozar una respuesta que la administración Bush parecía leer como un guion, prácticamente palabra por palabra. Mientras otros discutían si Kandahar o Kabul deberían recibir la primera ronda de bombas estadounidenses, Boot pensaba en grande.
En octubre de 2001, publicó un artículo en The Weekly Standard titulado "El argumento en favor del imperio estadounidense" (The Case for the American Empire). Boot escribió:
"El ataque del 11 de septiembre fue el resultado de la insuficiente participación y ambición de Estados Unidos. La solución es ser más expansivos en nuestras metas y más asertivos en su implementación".
Para evitar más ataques terroristas en ciudades estadounidenses, Boot pidió una serie de revoluciones dirigidas por Estados Unidos en todo el mundo, comenzando en Afganistán y avanzando rápidamente hacia Irak.
"Una vez que hayamos depuesto a Saddam, podemos imponer una regencia internacional dirigida por Estados Unidos en Bagdad, para que acompañe a la de Kabul", escribió Boot. "Convertir Irak en un faro de esperanza para los pueblos oprimidos de Oriente Medio: Ese sería un objetivo histórico de la guerra. ¿Se trata de una agenda ambiciosa? Sin duda alguna. ¿Tiene Estados Unidos los recursos para llevarlo a cabo? También sin duda alguna."
En retrospectiva, es doloroso leer las palabras de Boot, como las cartas de amor de un matrimonio que terminó en divorcio. Irak sigue siendo un desastre ardiente. La guerra afgana aún está en curso, desde hace casi 20 años.
Para ponerlo en perspectiva, Napoleón Bonaparte tomó el poder en Francia, se coronó emperador, derrotó cuatro coaliciones europeas en su contra, invadió Rusia, perdió, fue derrotado y exiliado, regresó, y fue derrotado y exiliado por segunda vez, todo en menos tiempo del que Estados Unidos ha invertido tratando de convertir a Afganistán en un país estable.
Las cosas no han salido como estaba planeado. Lo que es notable es que, a pesar de todos los fracasos y derrotas y expectativas desinfladas, derrotas que han despertado la duda en los hombres más sinceros, Boot se ha mantenido totalmente convencido de la virtud de sus predicciones originales.
La certeza es un prerrequisito para los Expertos Líderes en Conflictos Armados.
En la primavera de 2003, con la guerra de Irak en marcha, Boot comenzó a considerar la posibilidad de invadir nuevos países. Rápidamente identificó a Siria e Irán como objetivos creíbles, este último porque estaba a "menos de dos años" de construir una bomba nuclear. Corea del Norte también está en la lista de Boot. Entonces Boot se volvió más ambicioso. Arabia Saudita necesita una democracia, decidió.
"Si las fuerzas armadas de Estados Unidos tuvieron que esforzarse tan poco con un matón endurecido como Saddam Hussein, imagínense lo que podrían hacerle a la suave y sibarita familia real saudita", escribió Boot.
Cinco años después, en un artículo para The Wall Street Journal, Boot abogó por la ocupación militar de Pakistán y Somalia. El único problema potencial, predijo, era la irrazonable oposición pública a nuevas guerras.
"Los guerrilleros desharrapados han demostrado tener un éxito estremecedor en expulsar o castrar a las fuerzas internacionales de mantenimiento de la paz", escribió. "Piensen en las tropas estadounidenses y francesas que volaron en Beirut en 1983, o en el incidente del 'Black Hawk Down' en Somalia en 1993 [helicóptero estadounidense derribado.- NdT]. Con demasiada frecuencia, cuando los estados externos aceptan enviar tropas, tienen tanto miedo de las bajas que imponen reglas de combate que impiden una acción significativa".
En otras palabras, la tragedia de las guerras extranjeras no es que los estadounidenses mueran, sino que muy pocos estén dispuestos a morir. Para resolver este problema, Boot recomendó reclutar mercenarios extranjeros.
"Los militares harían bien en abrir sus filas no sólo a los inmigrantes legales sino también a los ilegales", escribió en Los Angeles Times. Cuando los extranjeros mueren luchando por Estados Unidos, señaló, hay menos reacciones políticas en el país.
Las fuerzas estadounidenses, documentadas o no, nunca ocuparon Pakistán, pero para 2011 Boot tenía otra guerra en mente. "Gadafi debe irse", declaró Boot en The Weekly Standard. Según Boot, el dictador libio se había convertido en una amenaza para la patria estadounidense.
"La única manera de poner fin a esta crisis -la única manera de que nosotros y nuestros aliados podamos alcanzar nuestros objetivos en Libia- es retirar a Gadafi del poder. La contención no será suficiente".
Al final, Gadafi fue destituido del poder, con feas y duraderas consecuencias. Boot ya estaba pensando en la siguiente invasión. A finales de 2012, volvió a promover ataques contra Siria e Irán, como lo había hecho nueve años antes. En un artículo para The New York Times, Boot expuso "Cinco razones para intervenir en Siria ahora".
El derrocamiento del régimen de Assad, pronosticó Boot, "disminuiría la influencia de Irán" en la región, influencia que había crecido dramáticamente desde que la administración Bush siguiera el consejo de Boot y derrocara a Saddam Hussein, el contrapeso más poderoso de Irán. Para los escépticos preocupados por una nueva y compleja guerra, Boot prometió que la intervención de Siria podría llevarse a cabo "con poco riesgo".
Días después, Boot escribió un artículo separado para la revista Commentary en el que pedía el bombardeo estadounidense de Irán. Fue una semana muy ocupada, incluso para los estándares de un Experto Líder en Conflictos Armados. Boot admitió que "sigue siendo una cuestión de especulación lo que Irán haría tras tales ataques". No parecía preocupado.
Enumerados en un solo lugar, los muchos llamados de Boot a una guerra dirigida por Estados Unidos en todo el mundo son una parodia de ruidos bélicos sin sentido, algo que uno podría escribir si se enfada con un país mientras está borracho. ("¡Los invadiré!")
Los republicanos en Washington no encontraron nada de esto divertido. Estaban impresionados. Boot se convirtió en uno de los principales asesores de política exterior de la campaña presidencial de John McCain en 2008, de Mitt Romney en 2012 y de Marco Rubio en 2016.
Todo cambió cuando Trump ganó la nominación republicana. Trump nunca había oído hablar del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. No tenía idea de que Max Boot era una Autoridad Líder en Conflictos Armados. Trump se enfrentaba a más conflictos armados. No tenía ningún interés en invadir Pakistán. Boot lo odiaba.
Cuando Trump se vio acusado de tener vínculos inapropiados con Vladimir Putin, Boot agitó para lograr una confrontación más agresiva con Rusia. Boot exigió mayores envíos de armas a Ucrania. Pidió que se expulsara efectivamente a Rusia del sistema financiero mundial,una medida que podría interpretarse como un acto de guerra contra una potencia armada con armas nucleares. Las apuestas eran altas, pero con su aplomo característico Boot aseguró a los lectores que era "difícil de imaginar" que el gobierno ruso reaccionara mal a la provocación. A los que no estuvieron de acuerdo, Boot los descalificó como "porristas" para Putin y para los mulas de Irán.
El valor de Boot en la clase política dirigente de la política exterior de Washington aumentó. En 2018, fue contratado por The Washington Postcomo columnista. El anuncio del periódico citaba la "experiencia de Boot en conflictos armados".
Es posible aislar el momento preciso en que Trump alienó permanentemente a la clase dirigente republicana en Washington: 13 de febrero de 2016. Hubo un debate primario del Partido Republicano esa noche en Greenville, Carolina del Sur, así que todos los republicanos en Washington estaban observando. Aparentemente de la nada, Trump articuló algo que ningún líder del partido había dicho nunca en voz alta. "Nunca debimos haber estado en Irak", anunció Trump, elevando su voz. "Hemos desestabilizado Oriente Medio."
Muchos en la multitud abuchearon, pero Trump siguió adelante: "Mintieron. Dijeron que había armas de destrucción masiva. No había ninguna. Y sabían que no había ninguna."
El pandemonio pareció estallar en el pasillo y en la televisión. Sorprendidos analistas políticos declararon que el esfuerzo presidencial de Trump acababa de hacerse la eutanasia a sí mismo. Los votantes republicanos, dijeron con certeza, nunca aceptarían ataques a las políticas que su partido había adoptado y llevado a cabo.
Los votantes republicanos tuvieron una reacción diferente. Comprendieron que los adultos a veces cambian de opinión basándose en la evidencia. Ellos mismos habían llegado a comprender que la guerra de Irak fue un error. Apreciaron escuchar algo prohibido pero cierto.
Los republicanos rivales denunciaron a Trump como un apóstata. Los votantes lo consideraron valiente.
Trump ganó las primarias de Carolina del Sur y, poco después, la nominación republicana.
Los republicanos en Washington nunca se recuperaron. Cuando Trump atacó la guerra de Irak y cuestionó la integridad de las personas que la planificaron y promovieron, los estaba atacando. Lo odiaban por eso. Algunos de ellos se enojaron tanto que su juicio y carácter se distorsionó.
Bill Kristol es probablemente el estratega republicano más influyente de la era post-Reagan. Nacido en 1954, Kristol fue el segundo hijo del escritor Irving Kristol, uno de los fundadores del neoconservadurismo.
El neoconservadurismo de Irving Kristol y sus amigos estaba sacudiendo a la clase dirigente liberal osificada de la época, pero en retrospectiva era básicamente una filosofía centrista: pragmática, tolerante de un estado de bienestar limitado, no rígidamente ideológico. Cuando Bill Kristol terminó con él 40 años después, el neoconservadurismo era algo completamente distinto.
Casi desde el momento en que la Operación Tormenta del Desierto concluyó en 1991, Kristol comenzó a presionar para derrocar a Saddam Hussein. En 1997, The Weekly Standard publicó un artículo de portada titulado "Saddam debe irse". Si Estados Unidos no lanzaba una invasión terrestre de Irak, advirtió la editorial principal, el mundo debería "prepararse para el día en que Saddam tenga armas biológicas y químicas en la punta de misiles dirigidos contra Israel y contra las fuerzas estadounidenses en el Golfo".
Después de los ataques del 11 de septiembre, Kristol encontró una nueva oportunidad para comenzar una guerra con Irak. En noviembre de 2001, él y Robert Kagan escribieron un artículo en The Weekly Standard en el que alegaban que Saddam Hussein organizó un campo de entrenamiento para combatientes de Al Qaeda en el que los terroristas se habían entrenado para secuestrar aviones. Sugirieron que Mohammad Atta, autor intelectual de los ataques del 11 de septiembre, estaba colaborando activamente con los servicios de inteligencia de Saddam. Sin pruebas, acusaron a Irak de fomentar los ataques con ántrax contra políticos y medios de comunicación estadounidenses.
En circunstancias normales, Bill Kristol sería famoso por estar equivocado. Kristol sigue apareciendo en televisión con regularidad, pero no es para disculparse por las muchas cosas falsas que ha dicho sobre Oriente Medio, ni siquiera para hablar de política exterior. En cambio, Kristol sale en televisión para atacar a Donald Trump.
La elección de Trump pareció deshacer por completo a Bill Kristol. Perdió su trabajo en The Weekly Standard después de más de 20 años, forzado por los propietarios que estaban asustados por la disminución del número de lectores. Parecía pasar la mayor parte de su tiempo en Twitter despotricando sobre Trump.
Al poco tiempo estaba despotricando sobre la gente que eligió a Trump. En un panel del American Enterprise Institute en febrero de 2017, Kristol defendió por qué los inmigrantes son más impresionantes que los estadounidenses nativos.
"Básicamente, si estás en una sociedad libre, una sociedad capitalista, después de dos, tres, cuatro generaciones de duro trabajo, todo el mundo se vuelve decadente, perezoso, malcriado, lo que sea. La mayoría de los estadounidenses crecieron como niños malcriados y así sucesivamente."
En febrero de 2018, Kristol tuiteó que él "preferiría en un abrir y cerrar de ojos a un grupo de ciudadanos estadounidenses recién naturalizados sobre los sabihondos nativos mimados" que apoyaron a Trump.
Para la primavera de 2018, Kristol estaba considerando la posibilidad de postularse para presidente. Seguía defendiendo la invasión de Irak, así como impulsando una nueva guerra, esta vez en Siria, y quizás también en Líbano e Irán. Como la mayoría de la gente en Washington, no había aprendido nada.
Sobre el autor
Tucker Carlson es el presentador de Tucker Carlson Tonight de Fox News y autor de Ship of Fools: How A Selfish Ruling Class Is Bringing America to the Brink of Revolution (Simon & Schuster). Este extracto es tomado de ese libro.
https://es.sott.net/article/65091-Max-Boot-y-Bill-Kristol-Por-que-siguen-aqui-estos-promotores-profesionales-de-la-guerra