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Nazis y sionistas: ¿cuándo acabará el mayor tabú histórico de la posguerra?


Son cosas tan sabidas como calladas. Incluso los propios sionistas lo han reconocido desde hace muchos años, pero es algo que interesa mantener bajo la alfombra, todo un tabú que ya forma parte de la historia, sobre todo de la historia de la manipulación.

En 1989 el diario israelí “Jerusalem Post” admitió los vínculos de los sionistas con los nazis porque unos y otros perseguían el mismo objetivo: sacar a los judíos de Alemania para llevarlos (deportalos, en realidad) a “su sitio” (Palestina).

El diario se refería a un caso concreto: los vínculos establecidos en 1941 entre el III Reich y los sionistas-terroristas de Stern Gang que dirigía Isaac Shamir.

En realidad tales vínculos proceden de la llegada de los nazis a la Cancillería en 1933, pero pasaremos por alto este detalle (al menos de momento).

Cuando el “Jerusalem Post” destapó el asunto, la agencia Reuters lo reprodujo, calificándolo como “el fin de un tabú nacional”, creyendo que bastaba la divulgación “nacional” en Israel para que los vínculos entre nazis y sionistas fueran conocidos por todo el mundo. Si los israelíes, que estaban implicados de manera directa, los admitían, la historia de la Segunda Guerra Mundial debería acabar con sus propios mitos.

Obviamente, no ha sido así; seguimos leyendo toda clase de basura sobre la Shoah, el Holocausto (con mayúsculas) judío y demás, con el agravante de que es algo que no se puede poner en duda porque te acusan de nazi, de negacionista e incluso te meten a la cárcel porque está considerado como un delito.

En el caso concreto de Shamir, que fue Primer Ministro de Israel en los ochenta, el asunto es harto evidente: además de compartir los mismos objetivos políticos, los nazis y los sionistas utilizaban los mismos métodos terroristas, por lo que no es de extrañar que llegaran a acuerdos entre ellos.

Hay otra conclusión obvia: a los sionistas les importaba un bledo que los nazis asesinaran masivamente a los judíos porque ellos nunca intentaron defenderles sino defender la creación de un nuevo Estado en Palestina a su imagen y semejanza, es decir, terrorista, basado en la deportación y el exterminio de los árabes.

En 1941, cuando la “Solución Final” ya estaba en marcha en Alemania, Shamir buscaba la cooperación de los asesinos en la creación de lo que siete años después se convirtió en el Estado de Israel.

Para ocultar sus propios planes, los sionistas divulgaron que en la Segunda Guerra Mundial quienes se aproximaron a los nazis no fueron ellos sino los árabes.

Se trató de una disputa típica entre potencias imperialistas, donde la hegemonía regional correspondía entonces a los británicos. El plan de Shamir consistía en poner a su banda terrorista al servicio del III Reich contra los británicos y les dio muestras de su eficacia: en 1944 Shamir asesinó a Lord Moyne, virrey de Gran Bretaña en Oriente Medio.

Shamir no sólo era un sionista y un terrorista. No sólo trató de venderse a Hitler sino también a Mussolini porque era un fascista. El mundo ha tenido que soportar sin sonrojarse que alguien así estuviera hasta 1992 a la cabeza de un Estado moderno.

Tan moderno que tiene armas nucleares a su disposición. Ahora pensemos por un momento en un nazi-sionista como Shamir provisto de tales capacidades armamentistas...

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