Conversaba éste fin de semana con un amigo y me comentaba que como pequeño empresario volvía a tomar aire porque sentía que el país poco a poco retornaba a la normalidad. Que sentía en el espíritu de la gente la caricia de la esperanza porque al menos en el horizonte, pese a las pérdidas, estaba perfilado el reinicio, la nueva oportunidad o lo que es igual el reto de no dejarse vencer.
Este amigo que tiene un pequeño Hostal en Granada me decía que la ciudad otra vez deja sentir sus olores a chicha y vigorón, que en el parque los mochileros otra vez asoman, que hay más coches frente al Ahlambra, que la calzada resucita con el frescor nocturno, que los carros con más frecuencia toman rumbo a la playa en busca de la brisa lacustre y que en términos generales poco a poco la Gran Sultana va rumbo a ser la ciudad aquella donde las familias copan las aceras con las mecedoras desde donde hablan de todos y de todo.
Idénticamente, con las particularidades propias de cada lugar, pasa en otras ciudades donde el oriundo metido de cabeza en lo que le corresponde quiere dejar atrás de un solo plumazo las circunstancias que nos deprimieron y que por ser tan infames hizo que el pueblo despertara y realizara que aquello se había convertido en una pesadilla que nunca iría a ningún lado.
Me decía mi amigo que un trazo muy positivo hacia el futuro era la actitud de los gobernantes de no quedarse viendo el retrovisor y correr el riesgo de convertirse en una estatua de sal y que internamente había que ir hacia una política de fomento que desembocara en un sinónimo de reactivación en todos los campos para reponernos lo más rápidamente posible del daño que nos causó el terrorismo y retomar el lugar que teníamos el 18 de abril pasado.
Pero también me comentó este amigo, que, aunque internamente volvíamos a coquetear con la paz, había un elemento imposible de obviar y era la presión internacional traducida en el descontento de la O.E.A con el gobierno de Nicaragua y me parece que su preocupación es legítima porque la hacemos propia los que tenemos ojos para ver, pero también capacidad de análisis para poner esta realidad en su verdadera perspectiva.
Por la razón anteriormente expuesta deseo centrar el comentario de hoy en el ámbito internacional porque creo que los ciudadanos de éste país tenemos pleno dominio de nuestra propia realidad y estamos clarísimos que ante la frustración de los golpistas, que se traduce en derrota, lo que les queda es una campaña externa que tenga por objetivo poner a la administración Ortega-Murillo en el banquillo de los acusados por delitos violentos, que promovidos por cúpulas elitistas, creen las condiciones de un debilitamiento político al gobierno constitucionalmente electo de Nicaragua.
En política, decía José Martí, lo real es lo que no se ve, pero la batalla internacional por limpiar de toda mancha la verdad que asiste a Nicaragua se está dando. Hay mucho ruido que llega a nosotros desde afuera y se trata de una distorsión estereofónica emitida desde Washington con la complicidad de ciudadanos de éste país que como nacionales perdieron la vergüenza y fueron a pedir, al más grande enemigo de esta nación, qué, ante la imposibilidad de ganar las elecciones al actual partido de gobierno, los pusieran a ellos a cambio de la entrega plena y total de nuestra soberanía.
Mucho escuchamos en algunos medios de comunicación, que de independientes no tienen nada, decir que la mayoría de países de la O.E.A están votando contra Daniel Ortega, pero lo que en verdad debe decirse es que Estados Unidos es quien lo está haciendo porque desde la muerte de Hugo Chávez el imperio por primera volvió a acordarse de que existía América Latina, no para ayudarla, sino para aprovecharse del vació que dejó el liderazgo del ex presidente venezolano e ir minando poco a poco ese bloque que constituido por los países del ALBA nos indicaba que nuestro norte no era el norte sino el sur y de ahí la infiltración del Águila imperial en Venezuela, en Brasil, en Argentina, en Ecuador, en Bolivia, en Cuba y en Nicaragua como naciones políticamente progresistas y que conformaron una alianza solidaria e ideológica que tenía como fin luchar en cada uno de esos países contra la pobreza que en gran parte tiene su origen en la avaricia del Tío Sam.
Cuando uno ve la descarada presidencia de la O.E.A, en manos de una costarricense, pasando por encima de los procesos estatutarios de la Organización de Estados Americanos para armar un muñeco que a todas luces nos condena por mañas pero no por razones, no se ve a Latinoamérica votando contra Nicaragua, sino al Águila Imperial imponiendo la sin razón de su fuerza junto a sus sirvientes hemisféricos y hundiendo con odio sus garras contra nuestro país porque simplemente tenemos dignidad y nos sabemos parar frente a los que vienen a nosotros con el garrote que pusieron en sus manos las marionetas clonadas con el ADN de Adolfo Díaz o de Enrique Bolaños.
¿Qué le hicimos a Estados Unidos?
¿Ha sido un pecado ser hasta el 18 de abril, a excepción de Panamá, que ya está en crisis, y de República Dominicana, que tiene sus propias particularidades turísticas, ser el tercer país que crecíamos sostenidamente en América Latina?
¿Se hizo mal frenar la migración que propició desde su territorio Costa Rica a fin de no comprometer la seguridad de nuestros vecinos en el triángulo del norte y de los propios Estados Unidos?
¿Se hizo mal usar nuestros precarios y limitados recursos económicos para evitar el tráfico de drogas hacia el imperio y convertirnos en un muro de contención para el país más consumidor y drogadicto del planeta?
¿Se hizo mal ser por más de una década el país más seguro, estable y pacífico de la región con una democracia plena que solo no reconocieron los que siempre salieron derrotados en las elecciones?
El problema en Nicaragua, para los sectores más extremistas del imperio norteamericano, no es la dictadura que no existe y que no llega ni a dicta blanda, porque si lo fuera y todo lo que ha ocurrido aquí hubiese sucedido en Estados Unidos, un montón ya hubieran pasado por la silla eléctrica. El problema aquí es un Daniel Ortega con un liderazgo fuertísimo que no se lo confiere la presidencia sino un sandinismo que muchos pensaron saldría al ruido de los caites desbandado y que por el contrario terminó política e ideológicamente más unido y cierto de la defensa no de su gobierno, sino de su proyecto.
“El que no las debe no las teme” y ese axioma lo probó con creces Daniel Ortega cuando al desatar las Gárgolas sus odios y mencionar alguien la palabra diálogo dijo dialoguemos, cuando se habló de mediación y de testigos, propuso de buena fe a la Conferencia Episcopal, aunque dos de sus obispos hayan salido vándalos; cuando se susurró una Comisión de la Verdad se mandó a formar; cuando se mencionó que la CIDH dijo venga; cuando personeros norteamericanos pidieron venir y reunirse con el presidente lo hicieron y cuando la prensa internacional quiso saber de voz del propio Daniel Ortega la versión gubernamental de los hechos lo entrevistaron con truenos y centellas.
Internacionalmente se hace lo que corresponde con movimientos de cintura, con pasos atrás y adelante, arriesgando y capeando, pero no desde un concepto de trompadas sino de tiempos, de inteligencia y con manejos cerebrales porque todo esto políticamente es un ajedrez donde el jaque, el jaque y el jaque lo escuchan aterrorizados y cada vez con más frecuencia los que creyeron que esto era de días y que aquí se desmontaba todo con el simple ladrido de una criatura irresponsable que dijo en la instalación del diálogo que aquella no era una mesa de negociación sino una mesa de rendición.
Ya que estoy concluyendo con figuras sobre el juego ciencia debo decir que para competir en Ajedrez es preciso, ante todo, conocer la naturaleza humana y comprender la Psicología del contrario y creo que mucho de eso sobra en la experiencia acumulada de un sandinismo para el que solo es cuestión de tiempo decir a sus adversarios “JAQUE MATE”
Por Moisés Absalón Pastora