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Una mirada al Sistema de Salud Estadounidense


El nivel alcanzado por la medicina moderna es indiscutible.

 En los países del primer mundo, la tecnología llega a ser de una increíble calidad; sin embargo, no siempre su alto desarrollo va aparejado a una mejor atención médica y mucho menos a una cobertura universal y equitativa para todos los ciudadanos. Esta cuestión se hace evidente en los Estados Unidos, donde los norteamericanos deben cancelar fuertes sumas de dinero al año para poder acceder a la atención médica.

 Es por ello que millones de personas se encuentran excluidos del sistema de salud.1

Para algunos, esta afirmación puede ser nueva; para otros no. 

Hay quienes pudieran intentar desmentirlo, pero lo cierto es que el sistema de salud en Estados Unidos es público, pero no gratuito como en Venezuela, Cuba o la mayoría de las naciones europeas, lo que hace que el pueblo estadounidense deba pagar por recibir un tratamiento médico.

Existen algunos programas del sistema de salud que benefician el 31% de los estadounidenses asegurados.

 Uno de ellos es el Medicare, el cual cubre a personas de 65 años en adelante, pero no cubre medicina preventiva o servicios como estomatología y oftalmología.2

Y es que el sistema social capitalista tiene como esencia la obtención de beneficios para unos pocos en detrimento del bienestar de la mayoría.

 De esta forma, la medicina, especialmente en los Estados Unidos, se convierte en un negocio privado donde el profesional de la salud es el empresario y los enfermos se convierten en sus clientes; lo cual deshumaniza la labor más sagrada que existe que es la atención a los problemas de salud de los seres humanos.

El sistema de salud norteamericano tiene una falsa imagen de superioridad si nos atenemos al prestigio de sus relevantes universidades y hospitales reconocidos mundialmente; sin embargo y paradójicamente es ineficiente, pues su mercantilización lo encarece, lo hace impopular.

Lo anterior ha sido manifestado por más del 40 % de los norteamericanos que desean un cambio radical del sistema de salud, cuya ineficiencia también es palpable en los índices que exhibe. 

 De esta manera, vemos como está por detrás de otras naciones industrializadas en las hospitalizaciones evitables por afecciones tratables como el asma y la diabetes, al tiempo que registra más altas tasas de mortalidad infantil y una menor esperanza de vida.3


Todo esto trae como consecuencia que las cuentas médicas contribuyan a más de la mitad de las quiebras personales y a pérdidas de hogares ante juicios hipotecarios.

Entonces, la reflexión se impone: Si estamos en presencia de un sistema social que se declara democrático, deberían estar respondiendo a las necesidades reales de su población, algo que realmente no sucede así, y ni siquiera se pronuncia por un cambio que satisfaga los reclamos de quienes reciben estos servicios.

Los grupos de poder financiero que controlan el país no están interesados en resolver esta problemática social que tiene que ver con uno de los derechos humanos básicos del ser humano, que es el derecho a la salud de calidad y con total acceso a ella.

La administración Obama impulsó una reforma sanitaria (Obamacare) que permitió que alrededor de 20 millones de personas pudieran acceder a seguros médicos, sin embargo, ésta no representó un gran cambio al sistema de salud. 

Ahora, el nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, prometió que reformaría el Obamacare, ya que este generaba pérdidas, y prometió a la nación un sistema menos costoso para el Estado y si más para los ciudadanos.

Un reciente estudio de Harvard University supone que unas 45 000 personas mueren anualmente en Estados Unidos por carecer de seguro médico, y esa es la realidad que hoy vive el ciudadano norteamericano, quien está obligado a tener cobertura de seguro de salud para recibir atención primaria de salud.

Para sumar más tensiones, ha aumentado el costo de los seguros médicos, el número de personas sin seguro ha crecido de forma extraordinaria, y han perdido este “beneficio” cerca de 14 millones de norteamericanos más, precisamente en un país que se autoproclama como el mayor defensor de los derechos humanos y la democracia.4

Referencias bibliográficas



* Médico cubana, especialista de I Grado en Medicina General Integral, Máster en Atención Integral a la Mujer y Profesora Auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas de Pinar del Río.

https://lasantamambisa.wordpress.com/2018/03/13/verdades-silenciadas-una-mirada-al-sistema-de-salud-norteamericano/

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