Con motivo de la publicación de su último libro, Naomi Klein hace una afirmación en una entrevista en la revista chilena La Tercera que creo es fundamental: “El gran triunfo del neoliberalismo ha sido convencernos de que no hay alternativa”.
Efectivamente, hace mucho tiempo que los políticos gobernantes y los grandes medios perdieron el miedo a reconocer o presentar las miserias de su modelo económico.
Mientras en los tiempos del socialismo real los países del otro lado del muro intentaban esconder cualquier dato de corrupción, represión o precariedad económica; aquí y ahora los países capitalistas exhiben en sus informativos corrupciones de gobiernos y gobernantes y altos ejecutivos, incluyen en sus producciones cinematográficos crímenes de sus servicios secretos y fuerzas de seguridad, muestran las noticias sobre pobreza, miseria e injusticias de forma constante sin demasiado problema.
Su impunidad y seguridad en el control de la situación es tal que nada se tambalea en el sistema por muchas razones para la indignación que pasen por nuestra mirada.
Y ahí es donde cobra sentido la afirmación de Klein, nos han convencido de que no hay alternativa. Incluso los movimientos más esperanzadores que surgieron contra el sistema depredador que nos está empobreciendo (15M o Occupy Wall Street) han adolecido de falta de alternativa.
Se quedaron en la indignación.
Ya lo señaló el veterano comunista Pietro Ingrao en un breve libro publicado en 2011, Indignarsi non basta (Indignarse no basta). Una respuesta al famoso Indignaos de Stéphane Hessel.
Este último, limitado a la indignación, editado por Planeta y distribuido por todas las grandes cadenas, mientras el primero solo traducido al español por la militancia y difundido por internet.
Y es que la indignación es encajable pero proponer alternativa es peligroso.
También lo recordaba en 2014 el vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera en el Congreso del Partido de la Izquierda Europea, en Madrid: “la izquierda europea no puede contentarse con el diagnóstico y la denuncia.
El diagnóstico y la denuncia sirve para generar indignación moral.
Es importante la expansión de la indignación moral pero no genera la voluntad de poder.
La denuncia no es una voluntad de poder.
Puede ser la antesala de una voluntad de poder, pero no es la voluntad de poder.
La izquierda europea, la izquierda mundial, ante esta vorágine depredadora de la naturaleza y del ser humano destructivo que lleva adelante el capitalismo contemporáneo, tiene que aparecer con propuestas o iniciativas”.
“Necesitamos reconstruir la esperanza”, añadía.
Y ahora Naomi Klein enarbola esta bandera en su nuevo libro Decir no no basta.
Según la autora canadiense, “el movimiento de resistencia no es suficiente (…).
Necesitamos más resistencia pero también un movimiento que transforme”.
Para ella el No nunca fue una opción, y por ello los movimientos de los indignados en España o el Occupy Wall Street en EEUU -afirma- no generaron cambios estructurales porque no crearon ninguna narrativa de futuro. “La crisis real era de imaginación.
No vimos suficientemente claro eso.
El proyecto neoliberal tuvo éxito. Su gran triunfo ha sido convencernos de que sin ellos no hay alternativa”.
Klein señala que el título del libro viene de una discusión que sostuvo con Alexis Tsipras justo antes de ser electo primer ministro griego, liderando el descontento ante un rescate financiero que hundiría el sistema social del país.
“El me decía que con decir No era suficiente.
Para mí lo que estaba muy claro era ser creativo para poder proponer soluciones y alternativas.
Grecia es un buen ejemplo de los peligros que corremos si no proponemos alternativas y movilizamos a la gente”.
Lo siguiente es plantear algunas de las condiciones que requiere la elaboración de la alternativa: organización estable, movilización, objetivos claros y realistas, y unidad de acción.
http://pascualserrano.net/es/noticias/de-pietro-ingrao-a-naomi-klein/