A pesar de que los medios españoles hacen toda clase de burlas sobre la “cobardía” del presidente de la Generalitat catalana Carles Puigdemont por su salida de Barcelona a Bruselas, obviamente es parte de una estrategia planificada. No hace falta ser un genio del análisis político para deducir que se habrá decidido qué miembros del gobierno catalán destituido por Rajoy, asumían permanecer en “la ciudad condal” e ir a la cárcel y quienes salían al exterior a defender la causa en la arena internacional.
El semanario francés de mayor tirada, Le Nouvel Observateur, publica un análisis del papel que cumple el exilio en Bruselas del presidente Puigdemont en la estrategia del independentismo catalán. Montserrat Mestre
Carles Puigdemont en Bruselas: una estrategia bien pensada
Al escapar de Barcelona a Bruselas el 30 de octubre, cuando el poder judicial español puso en marcha acciones judiciales en su contra por “rebelión” después de la proclamación de la independencia de Cataluña, Carles Puigdemont, el presidente de un territorio tan grande como Bélgica , probablemente dio un golpe bien pensado, bien organizado, bien preparado de antemano.
Mientras su coche cruzaba sin detenerse en la frontera francesa para volar desde Marsella a Bruselas para escapar de los controles españoles en el aeropuerto de Barcelona, tuvo que haber disfrutado.
Contando con simpatías en Bélgica, incluso complicidades, entre los separatistas flamencos, el separatista catalán incluso multiplica su éxito.
Un enfoque no violento
La primera ventaja, es la más evidente: dejar con un palmo de narices a Madrid, escapándose sin problemas, por el momento, de ser arrestado en España. Da conferencias de prensa, atrayendo a medios europeos e internacionales.
Denuncia la crónica falta de independencia de la justicia española. Subraya a todos la desproporción entre la represión -enfrenta hasta 30 años de prisión- (NE: la jueza de la Audiencia Nacional pide penas de hasta 50 años de prisión para los miembros del gobierno catalán) y su “crimen”: haber declarado la independencia pacífica y democráticamente, lo cual es ilegal según la Constitución española.
Incluso si no teme a la prisión, también evita lo que más teme: que su arresto, su detención por parte de la justicia española desencadene en Barcelona gigantescas manifestaciones que podrían volverse violentas, desacreditando así una revolución catalana que él prefiere lenta, larga, pero exclusivamente democrática y pacífica.
Además, sigue liderando el movimiento independentista catalán a distancia, lo que no podría haber hecho desde una celda en Madrid.
Bélgica tiene otra ventaja, es uno de los pocos países europeos que puede otorgarle asilo político: si ejecuta la orden de arresto europea lanzada por España, Carles Puigdemont utilizará todos los recursos y apelaciones legales.
Puede esperar confiadamente no languidecer en una prisión de Madrid antes del 21 de diciembre, fecha de las elecciones regionales en Cataluña, anticipadas a causa de la crisis.
Elecciones que se tomarán como un referéndum sobre la independencia, aunque no se diga.
Elecciones en las que, en cualquier caso, participará su formación política. Elecciones a las que el depuesto presidente catalán podrá presentarse si lo desea porque en ese momento no estará condenado.
Un discurso proeuropeo
Pero la ventaja más importante es que, al viajar a Bruselas, Carles Puigdemont muestra a los europeos y a sus líderes que temen que el precedente catalán sea el preludio de una “balcanización”, una fragmentación de la Unión Unión Europea que la llevaría a su desintegración, que el movimiento independentista catalán no está en contra de Europa.
Y que es, por el contrario, favorable a Europa. ¡Y aún es más proeuropeo que Madrid!
No debe olvidarse que el partido de centroderecha de Puigdemont no se llama Partido Demócrata Catalán, sino el Partido Democrático Europeo Catalán (PDeCAT).
Ni que Puigdemont es sólo el hijo de un pobre panadero de un pueblo catalán, o un oscuro periodista de provincia española, o un chovinista estrecho, sino un políglota, un viajero con fuertes convicciones democráticas y europeas. (NE. Carles Puigdemont además de catalán y castellano, se expresa con fluidez en francés e inglés, y también domina el rumano, la lengua de su esposa, natural de ese país).
Al refugiarse en la capital de la Unión Europea, él lo demuestra físicamente.
Al utilizar una argumentación puramente legalista y democrática, demuestra ante Bruselas que él no es el peligroso “extremista”, el “radical” que dicen .
Aunque ningún líder Europeo o Comisión de la UE parecen dispuesto a recibirlo, Carles Puigdemont – siguiendo la estrategia clásica de los independentistas – ya ha logrado dar una dimensión europea e internacionalizar la crisis de Cataluña, al menos ante la opinión pública.
Después, ya tendrá a Europa y el mundo como testigos: si la coalición independentista pierde lo que llama el “desafío democrático” en las elecciones del 21 de diciembre, Carles Puigdemont reconocerá su derrota.
Pero si los separatistas catalanes ganan, Carles Puigdemont preguntará a la opinión pública: ¿qué dirá, qué hará el estado español?
¿Y qué dirán los europeos si la mayoría en Cataluña vota en diciembre por la independencia?
¿Qué dirán los europeos si por esta razón, Madrid quiere enviar a su líder a prisión durante 30 años?
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