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Cien años de complicidad criminal entre el sionismo y Gran Bretaña


Este 2 de noviembre del año 2017 se conmemoran cien años desde aquel fatídico acuerdo entre el sionismo y el imperio británico, para dar rienda suelta a los objetivos de colonización de Palestina.
Una colonización que sería llevada a cabo por parte de colonos judíos europeos, alentados por la dirigencia sionista y bajo el mito religioso del retorno a una tierra prometida por una divinidad, que lo mismo exhibía títulos de dominio que exclusividad y preferencias respecto a pueblos elegidos.

Balfour: Pieza del diseño de dominio de Oriente Medio

Este convenio al que hago mención se denomina “Declaración Balfour” y refiere, en específico, a una carta enviada por el Secretario de Relaciones Exteriores británico Arthur James Balfour al Barón Lionel Walter Rothschild, Líder de la comunidad judía de Gran Bretaña e Irlanda, el día 2 de noviembre del año 1917, para que el contenido de esta misiva, para que fuera conocida y discutida en el seno de la Federación Sionista.

Una Declaración que surge como parte de un diseño de dominio de Oriente Medio, que tiene su comienzo con el Acuerdo Sykes-Picot entre Gran Bretaña y Francia, que incumple las promesas efectuadas al mundo árabe de permitir la conformación de Estados Independientes, ya que el objetivo era justamente contar con el apoyo de esos pueblos para combatir al Imperio otomano pero luego apoderarse de los territorios bajo su dominio.

 Es así que la continuación lógica de Sykes-Picot fue la Declaración Balfour, que tendría también a Mark Sykes, como arquitecto de esta conducta lesiva para millones de seres humanos que vivían en Oriente Medio.

Una declaración con consecuencias hasta el día de hoy otorgando un apoyo político en Gran Bretaña y otros gobiernos occidentales a un sionismo en ciernes, cuestión que condujo a la creación del mandato Británico en Palestina tras el derrumbe del imperio otomano, que facilitaría la llegada de colonos judíos a Palestina y con ello sentar las bases para la construcción artificial de la entidad sionista el año 1948, sostén del actual conflicto que sacude esta zona del mundo.

El Sykes que refiero es el mismo que gestó una reunión en Londres en febrero del año 1917 donde asistieron los multimillonarios e influyentes miembros de la Federación Sionista con Sede en Gran Bretaña, Walter Rothschild, Herbert Samuel – quien hizo un llamado a ejercer un protectorado inglés sobre Palestina - y Chaim Weizmann – de origen bielorruso y quien sería el primer presidente de la entidad sionista el año 1948 - entre otros. 

El inicio, por tanto de una migración de judíos, especialmente europeos, a una región donde vivían escasísimos judíos, esencialmente religiosos, pero no sionistas como aquellos que llegaban allende el Mediterráneo.

La Declaración Balfour es un documento que delata la complicidad entre la política imperial británica y los cuerpos dirigentes del sionismo, que en virtud del poderío financiero y su privilegiada posición en círculos de poder, tanto en Francia, Estados Unidos como en Gran Bretaña, habían comenzado un intenso lobby destinado a conseguir la aprobación del Imperio Británico – en ese momento una de las principales potencias económicas y militares del mundo – para intensificar el proceso de colonización de tierras palestinas. 

Un fomento de traslado de judíos, principalmente asquenazis, que se trasladan a una tierra de la cual tenían nula referencia y un arraigo inexistente pero del cual comienzan a interesarse vista las promesas de poseer tierras y bienes provistos por los multimillonarios sionistas europeos, que financiaban esta operación colonial. 

Unido ello al objetivo de hegemonía regional por parte del gobierno británico que comienza a ansiar la hegemonía sobre esas tierras, en ese momento bajo el dominio de un imperio otomano en franca decadencia. 

Y para ello que mejor ¿Qué mejor que contar con la mano de obra, el trabajo sucio de colonos dispuestos a todo por un ideal construido a punta de mitos?

La Declaración Balfour, a pesar del intento sionista de presentarlo como la base jurídica de su supuesto derecho a una tierra que no les pertenece, era una carta de fuerte contenido político y propagandístico, que en esencia menospreciaba los derechos de millones de habitantes que vivían en ese entonces en Palestina. 

Era una carta que prometía algo que los ingleses no poseían, a la cual no tenían derecho bajo ninguna ley internacional. 

Por tanto mal se podía otorgar a otros lo ajeno. Una carta bajo el marco de una mentalidad imperialista donde se señalaba: “Estimado Lord Rothschild. 

Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él. 

El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país. 

Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista. Sinceramente suyo, Arthur James Balfour.

La realidad demostró que dichos deseos eran una mera hipocresía y un apoyo decidido al Movimiento sionista, para comenzar un proceso de colonización de tierras en Palestina. 

Tal es así que el propio Balfour, el mismo que hablaba de respeto y no perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en palestina, el día 19 de enero del año 1919 sostuvo, en otra carta al gobierno británico: 

"En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país... 

Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, y el sionismo, bueno o malo, correcto o incorrecto, está anclado en antiquísimas tradiciones, en necesidades actuales y en esperanzas futuras de mucha mayor importancia que los deseos o preocupaciones de los 700.00 árabes que ahora habitan esta antigua tierra.

A buen entendedor pocas palabras y esas mostraban claramente la complicidad criminal entre un Imperio que comenzaba su ocaso, pero capaz de ocasionar daño a millones de personas, que ignoraban, en ese momento, los planes que se tejían tras los bastidores y encuentros entre el imperialismo inglés y un sionismo, que a través de su apoyo financiero a un Imperio en guerra y con sed de recursos, para llevar adelante la campaña de la Primera Guerra Mundial compró una alianza que le serviría como credencial política para intensificar su “aliyá” y pasar de tener 85 mil judíos en un territorio donde habitaban 600 mil palestinos el año 1915 a tener 600 mil colonos el año 1947 frente a un millón y medio de palestinos. 

Esto mediante un proceso constante de colonización protegido por el imperio británico, hasta el último día del mandato de este sobre Palestina – a pesar de ciertos desencuentros con grupos extremistas judíos que deseaban acelerar el proceso de ocupación del territorio palestino.–

Resulta indiscutible, por más que la hasbara (propaganda sionista) lo presente como un documento jurídico, que Gran Bretaña no tenía autoridad política, legal ni moral para hacer promesas de entrega o compartir objetivos coloniales de una ideología que no conocía Palestina más que por mapas, como lo demuestra el hecho que las discusiones para encontrar “un hogar nacional judío” dividían las opciones entre la Patagonia sudamericana, Uganda y el levante mediterráneo. 

Cuestión que obligó a los ideólogos del sionismo a buscar las razones, líneas centrales y ejes discursivos que le permitieran sostener con algo de solidez que Palestina era el destino final.

Gran Bretaña, en un absurdo histórico, en una decisión abusiva y criminal, prometió entregar un territorio que no era de su propiedad a terceros – judíos europeos – cuyo vínculo con la región era inexistente-. 

Ello implicó avalar un plan de colonización, que en esencia llevaba el signo del racismo pues implica poblar con extranjeros una tierra habitada, expulsando a la población nativa residente y creando las bases del actual sistema de apartheid que rige en la Palestina histórica para los palestinos que allí residen y brutalmente en los territorios palestinos ocupados y bloqueados del West Bank y la Franja de Gaza.

La Declaración Balfour sirvió como marco para que el sionismo acrecentara su ambición y apetito territorial y llevar adelante allí sus planes de instalación, para aquellos que se convirtieron en creyentes enajenados de un mito que hizo práctica el control y expolio del territorio palestino. Ideología que comienza a tejer también la falsificación histórica que hiciera pensar al mundo que ellos – civilizadores occidentales con derechos de propiedad otorgados por una divinidad – lo que hacían en su discurso de convencimiento, no era colonizar, invadiendo tierras, segregar y usurpar, sino que, simplemente, estaban ocupando una tierra estéril, sin población – aunque en ella habitaran 700 mil palestinos, con tierras, cosechas, con familias que hundían sus raíces hasta el principio de la historia. 

Un mito en todo el sentido de la palabra, que hasta el día de hoy enseñan como dogma de fe apoyándose en excavaciones arqueológicas para demostrar su mito religioso, en procesos de aplastamiento cultural del pueblo palestino. Todo ello tuvo su proceso catalizador con la Declaración Balfour.

Del Requerimiento de Palacios Rubio al Requerimiento Sionista.

Es justamente, por ese aval perverso que otorga el imperio británico al sionismo, a través de la Declaración Balfour, que se ha levantado con fuerza la exigencia que Gran Bretaña pida perdón por esa acción política y los males causados. 

Una declaración usada como eje de las exigencias legales y políticas sionistas que exhibía esta declaración como aquellos conquistadores españoles que mostraban el denominado Requerimiento de Palacios Rubio a indígenas que nada sabían de estos extranjeros que venían allende los mares a sostener que esas nuevas tierras les pertenecía por derecho divino a la Monarquía española.

En este caso el requerimiento sionista exhibía las ideas imperiales, de generosidad con lo ajeno, contenida en una carta usurpadora de derechos ajenos. 

De los deseos y objetivos estratégicos de funcionarios de un imperio, que tenía como propósito dominar un territorio y utilizar a estos europeos dotados de una ideología racista, que nada tenían que ver con los judíos que habitaban Palestina en un número que no superaba las veinte mil personas en un universo de 550 mil palestinos, antes de la primera Aliyá sionista a fines del siglo XIX, como colonizadores y avanzada de la civilización occidental. 

La Declaración Balfour es responsable, por ende, de avalar el establecimiento de las bases políticas, militares, económicas, demográficas y culturales de lo que sería el nacimiento de la entidad sionista el año 1948.

Por esa responsabilidad histórica, Gran Bretaña no sólo debe pedir perdón por el daño causado, sino también ejecutar las políticas que permitan reparar el daño causado y una de ellas es, claramente, reconocer al Estado palestino y exigir el fin de la ocupación sionista de los territorios palestinos. 

¿Está dispuesta Gran Bretaña a hacerlo? 

No, a estas alturas es una pregunta retórica, una simple quimera pues los vínculos políticos, militares y financieros entre el sionismo internacional y Londres son profundos. Gran Bretaña, Estados unidos y Francia tienen en sus sociedades grupos de poder y lobistas del sionismo que hacen difícil separar los intereses colonialistas de Israel con los intereses de esas potencias. 

Es una asociación creada para delinquir, una asociación ilícita que en el seno del Consejo de Seguridad blindan a la entidad más criminal del planeta. 

Ello, en el marco del accionar del Club Bildenberg, convertido en la reunión de poderes políticos, económicos, mediáticos y económicos más poderosos del mundo bajo la égida sionista, convertidos en fieles escuderos y avales de los crímenes del sionismo.

En ocasiones, el parecer equilibrado, como aparenta Londres frente a ciertas condenas a Israel en el plano internacional (Resoluciones de la ONU, Dictámenes de la UNESCO u otras), no significa que se olvide su compromiso con los gobiernos israelíes. 

Es la sociedad británica la que debe exigirles a sus gobiernos que cese el apoyo a la política colonialista, racista y criminal de Israel, hay una responsabilidad histórica que Gran Bretaña no puede desmentir por más amnesia que ofrezca. 

Como también es responsable la sociedad palestina la llamada a combatir al ocupante y para ello el apoyo del Eje de la Resistencia es fundamental, para cambiar la actual correlación de fuerzas. 

Sólo la combinación de todas las formas de lucha otorgará la autodeterminación al pueblo palestino, nada se puede esperar de aquellos poderes que han sostenido al sionismo.

La alianza británica-sionista – y con ella el papel cumplido por Washington y sus aliados regionales - ha tenido un impacto catastrófico sobre la vida de millones de personas, no sólo en Palestina, sino en el conjunto del Levante Mediterráneo. 

Gran Bretaña debe una reparación en los más amplios aspectos al pueblo palestino, pues no sólo es culpable quien dispara a quemarropa a hombres y mujeres desarmados, quien usurpa territorios, destruye aldeas, demuele casas, construye muros. 

Es responsable también el que con su silencio permite estos crímenes y Gran Bretaña con su silencio obsequioso es responsable de la declaración Balfour y de los padecimientos de un pueblo sometido al salvajismo colonial del sionismo. 

Este 2 de noviembre se espera algo de dignidad de la clase política británica.
 ¿Será posible?


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233611

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