Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Israel: Las Raíces del Sionismo y Moisés Mendelssohn


En el marco de un viejo debate acerca de cuándo comenzó el sionismo, se menciona aquí un episodio poco recordado que tuvo como protagonista a Moisés Mendelssohn, el filósofo que durante el Siglo de las Luces encarnó la modernidad de los judíos.

La voz sionismo tiene fecha de nacimiento: el primero de abril de 1890, el periodista Natán Birnbaum la acuña en un artículo en el órgano Selbstemanzipation de Viena (el primer periódico sionista de Occidente, vocero de la agrupación estudiantil Kadima). 

Como ocurre con todos los nombres, empero, el término viene a designar una idea y un movimiento que ya existían por mucho tiempo.

No es fácil determinar con precisión cuánto tiempo, y las muchas respuestas al respecto se sitúan entre dos posibles extremos. 

De un vértice, el rabino Judah Leib Maimon sostuvo que el sionismo nacía hace cuatro mil años, ya que el relato del Génesis define al patriarca Abraham siempre encaminado hacia la entonces tierra de Canaán.

Esta lectura omite que la esencia del sionismo es eminentemente el retorno.

No podría haber existido, ni siquiera como idea vaga, sin una tierra a la que regresar.

Por lo tanto, aun si quisiéramos rastrearlo hasta su fuente primigenia, el momento más temprano posible para el sionismo no se ubicaría en la época patriarcal, sino en el nacimiento del anhelo de retorno a la Tierra de Israel por parte del pueblo hebreo. 

El otro extremo para fijar el comienzo sionista, sería ubicar su génesis en la creación de la Organización Sionista Mundial en Basilea, Suiza, en 1897.

Esta postura soslaya que cuando Teodoro Herzl convocó el célebre congreso, las grandes realizaciones sionistas, aun las más modernas, ya habían comenzado.

Quince años habían transcurrido desde la denominada Primera Aliá, la pionera de las inmigraciones judías modernas que aspiraban a la restauración nacional de los israelitas en su tierra ancestral. 

Incluso congresos sionistas, también hubo antes de Basilea.

Dos notables fueron de Thorn, que se llevó a cabo en Alemania en 1860 y tuvo como fruto la fundación de la Sociedad para la Colonización de Palestina presidida por Jaim Lorje, y el de Kattowitz de 1884, que reunió a varios grupos de los jóvenes «amantes de Sión» bajo la presidencia de León Pinsker.

No es ergo el congreso en sí la novedad de Herzl. Nos extenderemos sobre su obra innovadora en un artículo dedicado a Teodoro Herzl en julio de 2004, cuando se cumple su centenario. 

Precursores del sionismo moderno:

Distingamos por ahora entre el sionismo como añoranza, y el sionismo como movimiento político. El deseo colectivo de retorno a la tierra de Israel está presente en el pueblo judío, ininterrumpidamente, desde hace dos milenios y medio.

 Vio luz durante el Exilio en Babilonia y su primer documento escrito (la fuente de la idea sionista) puede leerse en la Biblia, en el salmo 137: «Junto a los ríos de Babilonia nos sentamos y lloramos recordando a Sión... si te olvidare, oh Jerusalén...» 

Obviamente, el movimiento moderno tiene características que lo distinguen en mucho de la aspiración milenaria que le sirve de raíz.

 Pero no conviene olvidar la antigüedad de esta aspiración, a fin de que el sionismo no sea desfigurado en un fantoche advenedizo sin fundamento alguno. 

Para discurrir sobre las características de la modernidad sionista, cabe dilucidar cuándo podría hablarse específicamente de precursores del movimiento político. En esto, las diversas ponencias se concentran respectivamente en los siglos XVII, XVIII y XIX. 

Entre los que fijan a los precursores en el siglo XVII, el filósofo Martin Buber eleva al famoso rabino de Praga, el Maharal, al estatus de pionero.

Son numerosas las exégesis en las que el Maharal se extiende sobre la necesidad de poner punto final al exilio impuesto a los judíos. 

Por su parte, el primer gran historiador del sionismo, Najum Sokolow, corona como precursor al rabino Menashe Ben Israel de Ámsterdam, quien llevó la idea del retorno de los judíos a la negociación política, usándola como argumento ante la gente de Cromwell para que se readmitiera a los judíos en Inglaterra puritana. 

Abraham Kariv, proclama a Baruj Spinoza como primer sionista moderno, debido a su desacralización de la historia judía y su previsión de que los judíos reconstruirían su comunidad estatal «cuando las circunstancias estuvieran maduras para ello». 

Una cuarta opinión de quienes ven el nacimiento del sionismo moderno en el siglo XVII es la de Ioav Gelber, quien en su historia del sionismo atribuye a un no-judío, el danés Holger Paulli, la paternidad del movimiento.

Quienes optan por el siglo XVIII para reconocer las raíces del sionismo moderno, citan al pastor francés Pierre Jurieux, que propuso restablecer la república judía, o al marqués Felipe de Langallerie, que con el mismo objetivo, en 1714 inició tratativas con el embajador turco en La Haya y firmó con él un acuerdo sobre los derechos judíos. 

Una tercera voz que opta por el Siglo de las Luces, fue uno de los más renombrados historiadores del sionismo, Walter Laqueur, quien señaló al filósofo Moisés Mendelssohn (1729-1786) como iniciador. 

Mendelssohn fue un ardiente defensor del otorgamiento de derechos civiles para los judíos. Su amistad con el dramaturgo Gotthold Ephraim Lessing, nacida frente al tablero de ajedrez, fue pivote en el proceso emancipatorial de los judíos alemanes. 

Lessing publicó los Discursos Filosóficos (1755) de Mendelssohn, y moldeó en base de éste al protagonista de su obra Natán el Sabio (1779). 

Desde que Mendelssohn publicara su Fedón (1767) acerca de la inmortalidad del alma (ensayo estructurado como el diálogo homónimo de Platón) se conoció al filósofo judío como «el Sócrates alemán». Sus escritos judaicos no fueron menos importantes que los filosóficos, comenzando por la traducción de la Biblia al alemán, obra que abrió ante los judíos las compuertas de la lengua y literatura germanas. 

Su tratado Jerusalén (1783) fue piedra angular de un novedoso análisis del judaísmo en su carácter de legislación y ya no de credo. Mendelssohn no fue en rigor el padre del sionismo, sino de la modernidad judía, en la que su aportación fue menos literaria que pragmática.

Mendelssohn innovó al mostrar, con su propio ejemplo, que un judío podía tener un acabado conocimiento de la cultura moderna y hablar en términos de igualdad con las luces brillantes de su Europa, sin perder su fidelidad al judaísmo tradicional.

En cuanto al sionismo, cabe citar un evento poco conocido de la vida de Mendelssohn, que roza la teoría del retorno a la tierra ancestral, a la que el filósofo pareciera no suscribir. 

Los tres escollos del sionismo:

Jerusalén, el libro judaico de Mendelssohn, se subtitula Acerca de la autoridad religiosa y el judaísmo.

La génesis del proceso intelectual que llevó a Mendelssohn a escribirlo había comenzado unos quince años antes de la publicación, cuando su amigo de toda la vida John Caspar Lavater lo invita públicamente a convertirse al cristianismo, y Mendelssohn reacciona airado ante el hecho de que los intelectuales europeos, aun los más liberales de entre ellos, pudieran con tanta soltura sugerirle a los judíos que abandonaran su identidad a fin de «solucionar sus problemas». 

Por esa época, un terrateniente sajón de nombre Rochus Friedrich Conde de Zu Lynar (que había sido diplomático danés) le presentó a Mendelssohn un proyecto de establecer un estado judío en Palestina. 

Se trata de un intercambio epistolar poco conocido. Lynar escribe el 23 de enero de 1770 y Mendelssohn responde a los tres días rechazando la idea, por tres motivos.

Algunos resumen el argumento de Mendelssohn para negar en el siglo XVIII la posibilidad de un Estado, en que éste habría podido nacer solamente después de una guerra europea.

La guerra era el resultado de que las potencias europeas iban a oponerse al proyecto.

Valga agregar que efectivamente estalló una guerra europea para que el mundo reconociera la irreversibilidad del Estado judío, pero lo que Mendelssohn no previó es que dicha guerra tendría como eje la destrucción de la tercera parte de la judería mundial. 

Con todo, la síntesis es insuficiente, ya que en el rechazo de Mendelssohn hay dos argumentos más muy elocuentes.

Uno, es que los judíos, debido a su prolongada servidumbre, no serían capaces del espíritu de libertad que requería la empresa.

Otro, que el proyecto demandaría una vasta fortuna y los judíos eran mayormente pobres.

Un siglo después, Teodoro Herzl coincidió en que los judíos no contaban con las riquezas necesarias como para llevar a cabo la empresa, y propuso la creación de la Compañía Judía, «encargada de la liquidación de las pertenencias de los judíos emigrantes y de la organización de la vida económica en el nuevo país».

En suma, había un obstáculo económico, que imponía la mentada solución de una especie de banco del pueblo judío, y un escollo político, que se traduciría en una guerra no deseada.

Ambos reparos de Mendelssohn probaron ser ciertos, y de algún modo el Estado de Israel fue moldeado por sus necesidades de defensa militar y ayuda exterior. 

Lo que permanece en el terreno de la especulación es el tercer punto.

Mendelssohn consideraba que la empresa sionista estaría indisolublemente ligada al espíritu de libertad que animara a los judíos.

 Quizá también Herzl alude a este aspecto cuando con optimismo, al final de su obra El Estado Judío (1895) anuncia que «el mundo se liberta con nuestra libertad, se enriquece con nuestra riqueza y se engrandece con nuestra grandeza».

Se necesitaba de capacidad para hacer la guerra, y de recursos económicos, pero la columna central en la que se apoyaría el Estado hebreo era su innegociable vocación de libertad.

Es posible rechazar la condición de sionista de Mendelssohn, ya que, aunque colaboró en llevar al judío hacia la modernidad, la inmadurez de las condiciones históricas en las que vivió, le impidió la realización concreta de ninguna de las ideas que planteara en relación al sionismo.

Así, Iaakov Katz, de la Universidad Hebrea, no considera que haya sionismo hasta tanto la idea no fuera traducida en fuerza social.

Por ello, la mayor parte de los estudiosos establece el siglo XIX como catapulta, y ningún momento previo. 

Shlomo Avineri, en La idea sionista, propone como padres de la innovación a dos historiadores que estructuraron la historia judía como la orgánica evolución de un pueblo-nación: Najman Krojmal y Heinrich Graetz. El primero en los años 1840 y el segundo en los años 1850, delinearon una historia judía cuyo corolario es el sionismo. 

Los tres grandes precursores que explicitaron por primera vez ese corolario, lo hicieron en los años de 1860. Judá Alkalai, Zeví Kalisher y Moisés Hess fue el que trío planteó la necesidad de que los judíos tomaran la iniciativa en su retorno organizado a Sión. 

Cada uno de ellos merece referencias individuales que excederían el marco de este artículo.

https://sites.google.com/site/yaakovbcn/in-the-news/lasraicesdelsionismoymoisesmendelssohn

Related Posts

Subscribe Our Newsletter