Tras la desclasificación de 3.810 documentos del FBI y la CIA, el 24 de julio, se espera poder despejar interrogantes sobre el homicidio que conmovió al mundo entero en 1963.
El Archivo Nacional de EEUU publicó el 24 de julio 3.810 documentos del FBI y la CIA que podrían contener pistas para esclarecer el asesinato del presidente John F. Kennedy, ocurrido el 22 de noviembre de 1963.
Sin embargo, muchos documentos permanecen bajo llave.
Se espera que en octubre de este año sean desclasificados, según la fecha límite que asignó una ley de 1992 sobre los archivos vinculados al episodio.
Quizás algunos de ellos sirvan para esclarecer una de las muertes más misteriosas del siglo XX, y siembren duda sobre la declaración bajo juramento del por entonces director del FBI John Edgar Hoover:
"No había indicios, al momento del asesinato, que indicaran que este hombre [Lee Harvey Oswald] fuera un personaje peligroso con intenciones de lastimar al presidente".
Dos meses antes del asesinato de JFK, a finales de septiembre de 1963, Oswald, 24, viajó en autobús a Ciudad de México.
Su intención era desertar hacia territorio cubano, para eventualmente volver a la URSS, países a los que por ese entonces no se podía viajar desde EEUU.
En la capital azteca debía obtener ayuda para conseguir una visa que le permitiera llegar a La Habana, por eso hay registros que muestran sus visitas a los consulados cubano y ruso.
Su viaje en tierras latinas se extendió casi una semana, según la Comisión Warren, establecida el 29 de noviembre de 1963 por el entonces presidente de EEUU, Lyndon B. Johnson, para investigar el asesinato de JFK.
Allí se hospedó en el hotel Comercio, a unas pocas cuadras del Monumento a la Revolución.
Los archivos indican que el estadounidense, quien no hablaba español, dejó su aposento poco después de llegar y se dirigió al consulado cubano.
Según la biógrafa de Oswald, Priscilla Johnson Mcmillan, por lo menos cinco años antes de que él pisara el Distrito Federal, se había obsesionado con ir a La Habana y convencer a los cubanos que lo dejaran vivir allá, informó el diario mexicano Excélsior.
Para lograr el permiso presentó los documentos que había adquirido durante los tres años que vivió en Rusia.
En 1959 este ex ‘marine' se había marchado a Moscú desde Helsinki.
Sin embargo su estadía en la URSS no dejó conforme a ninguna de las partes.
El joven fue devuelto a EEUU casado con Marina Prusakova, una joven rusa de 19 años.
Mostró a los funcionarios cubanos un pasaporte que acreditaba su estadía en tierras eslavas, el permiso de trabajo en ese país y su certificado de matrimonio con la ciudadana soviética. S
in embargo, se le negó la visa cubana por no contar con la de la URSS.
Oswald se dirigió al consulado soviético.
Allí le explicaron que por ser ciudadano estadounidense debía tramitar los papeles desde su país.
Le advirtieron que una vez entregados debían ser enviados a Moscú, y que el proceso podría tardar hasta cuatro meses.
Furioso regresó al consulado cubano donde tras recibir una nueva negativa perdió los estribos y despachó insultos contra el régimen del comandante Fidel Castro.
A lo que el cónsul cubano Eusebio Azcue respondió: "Un verdadero amigo de la Revolución entiende que Cuba debe cuidar a la gente que admite en su territorio" y le pidió que se retirara del establecimiento.
Ese viernes a Lee Harvey Oswald se le cerraron las puertas, pero el joven empecinado se volvió a dirigir a la sede rusa una vez más al día siguiente.
Allí, entre llantos, rogó por que le fuera concedido el visado.
Temía, dijo, que el FBI lo matara.
Al recibir de nuevo la negativa gritó: "Si no me dejan vivir tranquilo voy a tener que defenderme".
El 29 de septiembre, Oswald se comportó como un turista cualquiera.
Caminó por la ciudad, visitó algunos museos, fue al cine e incluso asistió a una corrida de toros.
Al día siguiente, habiendo fracasado en su propósito en los consulados, se dirigió a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) como último recurso.
Su idea era entablar diálogo con alumnos que apoyaran la Revolución Cubana para que lo ayudaran a conseguir la visa. Fracasó.
Lejos de conseguir su objetivo, Oswald decidió abandonar en autobús el país azteca para regresar a Dallas junto a su esposa.
El 1 de octubre, por la mañana, pagó la cuenta del hotel y se dirigió a la Terminal.
Casi dos meses después, municiones de un fusil de cerrojo Carcano M91/38 de fabricación italiana, con mira telescópica, atravesaron el cuerpo del joven presidente Kennedy, el número 35 en la historia del país. Según la Comisión Warren, Lee Harvey Oswald fue el autor de los disparos.
Pasado un par de días, el 24 de noviembre, mientras la Policía trasladaba al supuesto asesino a la cárcel del condado, Jack Ruby, figura secundaria del hampa estadounidense, se abrió paso entre la multitud de periodistas, fotógrafos y camarógrafos presentes y disparó a Oswald, quien murió una hora y media después en el hospital, a dos días de presentarse a declaración. Ruby declaró haber cometido el hecho para evitarle a la viuda de Kennedy los horrores de un juicio por homicidio.
Al no haber habido un juicio, el caso quedó repleto de interrogantes.
Hasta el día de hoy no se sabe los motivos de Oswald, si lo hizo solo o si recibió ayuda. Lo cierto es que antes de su muerte el sospechoso se declaró inocente.
Muchos investigadores apuntan a que su viaje por México podría ser una pieza clave del rompecabezas, porque allí pudo haber tenido contactos con otras personalidades como funcionarios o agentes soviéticos o cubanos, en plena Guerra Fría, cuando Kennedy era considerado el principal enemigo de las naciones socialistas.
Sin embargo, la pista mexicana fue descartada por la Comisión Warren, aludiendo que no aportaba mucho al caso.
Los registros descifrados décadas más tarde aportan una perspectiva diferente, desde grabaciones de escuchas telefónicas que la CIA interceptó a Oswald en México, hasta fotos de vigilancia en las que se ve al sospechoso caminando por las calles aztecas.
El jefe de la base mexicana de la CIA de aquél entonces, Winston Scott, publicó en sus memorias que las fotos existían y se podía intentar rastrear a través de ellas a los personajes con los que el sospechoso se había cruzado, como sugiere el portal estadounidense Político.
Por otro lado, los registros de la CIA y el FBI muestran que ambas agencias nunca demostraron demasiado interés por seguir las pistas de Oswald en México.
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