Brevemente, sobre el ultimátum de Tillerson.
“Queremos aliviar el sufrimiento del pueblo sirio. Rusia puede ser parte de ese futuro y puede jugar un papel importante en él.
O Rusia puede seguir apoyando a la banda (Assad, Hezbollah, Irán), lo que, según creemos, no sería bueno para los intereses de Rusia a largo plazo”, afirmó.
Según Tillerson, en Washington no se hacen predicciones sobre el calendario para la solución al conflicto sirio, pero Occidente está convencido de que las autoridades de Damasco serán reemplazadas en un futuro próximo.
“Todos comprendemos que el reinado de la familia Assad está llegando a su fin”, concluyó el Secretario de Estado.
No es complicado ver que se presenta a Rusia la sencilla elección entre la continuación de la guerra fría y la capitulación. Exactamente lo mismo que se ofrecía a Rusia en los temas de Crimea y Donbass.
La razón es relativamente sencilla: por mucho que las élites rusas querían integrarse en el mundo occidental, este no les aceptó y de ahí todo lo ocurrido desde 2014, que ha extendido en el tiempo el desastroso occidentalismo en Rusia.
En el camino de llevar a cabo su propia política exterior -que mina el orden mundial del dominio de Washington-, Rusia se ha visto en una situación en la que se ha intentado retar su estatus como sujeto político en las guerras de Ucrania y Siria. Privar a Rusia de esa capacidad de realizar una política exterior propia es uno de los objetivos de la guerra fría de Estados Unidos.
De esta forma, lo mismo que la administración Obama ofrecía en relación a Ucrania, ofrece Tillerson ahora en relación a Siria.
Y como antes, las propuestas estadounidenses suponen la elección entre la capitulación y la guerra.
Es evidente que el abandono abierto de Assad, especialmente después de todos los sacrificios (hoy mismo, el Ministerio de Defensa ha anunciado la muerte de dos soldados rusos más), los recursos invertidos y los esfuerzos diplomáticos, no sería menos que una rendición.
La retirada de tropas, el cese de la cooperación militar, la terminación de la cooperación con Irán, todo ello dañaría inmediata y decisivamente la posición de Rusia en Oriente Medio.
No estamos hablando de apoyo incondicional o parcial a Assad. Se intenta conseguir que Rusia abandone la postura que viene manteniendo desde 2015, que espera que Assad permanezca al frente del país hasta el final de la guerra y su futuro se decidiría en elecciones tras la guerra.
Rusia defendió abiertamente esta postura, que parcialmente ha conseguido.
Los actuales intentos están relacionados con la provocación de Khan Sheyhun, utilizada para destruir la vía diplomática y regresar a la exigencia de dimisión de Assad antes del final de la guerra, idea contraria a los intereses de Rusia e Irán y que no es sino un intento de recuperar el lema “Assad tiene que irse”, que nos devuelve a la administración Obama.
De forma simultánea, con ayuda de Israel, intentan destruir la relación Rusia-Irán, que amenaza seriamente los planes de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí en Oriente Medio.
Ambos lados son perfectamente conscientes de que es extremadamente improbable que ese ultimátum sea aceptado, teniendo en cuenta también que el Kremlin rechazó exigencias similares en cuanto a Donbass y Crimea.
En el caso de Siria, incluso el tema de las sanciones es irrelevante, ya que en su mayor parte se refieren a Donbass y Crimea y nadie va a levantar esas sanciones antes de la “implementación de los acuerdos de Minsk”. Al contrario, antes de levantar las sanciones antiguas podrían llegar nuevas por Siria.
En resumen, Estados Unidos no ofrece más que promesas y palmaditas en la espalda o nuevas amenazas, así que, si no hay acuerdo a nivel de los líderes de la diplomacia de ambos países sobre una reunión a medio plazo entre Putin y Trump, es posible que se siga produciendo un empeoramiento en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, algo que no solo afectará a Siria, sino a todos los demás escenarios actuales y futuros.
https://slavyangrad.es/2017/04/12/el-ultimatum-de-tillerson/