Robert K.G. Temple, un lingüista norteamericano miembro de la Royal Astronomical Society británica y afincado en Londres, publicó un osado libro que tituló ‘El Misterio de Sirio ’, en el que aventuró que Nommo fue un extraterrestre que dejó en la Tierra, hace entre siete y diez mil años, toda clase de pistas sobre su origen estelar.
“Cualquier otra interpretación de las citadas pruebas no tendría sentido”, concluyó Temple.
“Cualquier otra interpretación de las citadas pruebas no tendría sentido”, concluyó Temple.
Y quizás no le faltase razón, pues sus argumentos, lejos de haber sido refutados con el tiempo, se ven reforzados por descubrimientos como el de Sirio C, que ya anunció en su obra hace casi veinte años. Pero el conocimiento del sistema triple de Sirio no fue patrimonio exclusivo de los dogones y de los pueblos vecinos, lo cual nos obliga a abrir aún más el radio de esa supuesta influencia extraterrestre en el pasado.
Los antiguos egipcios, por ejemplo, mostraban una gran veneración hacia la estrella del Perro o Sirio, que se encuentra en la constelación del Can Mayor.
Los antiguos egipcios, por ejemplo, mostraban una gran veneración hacia la estrella del Perro o Sirio, que se encuentra en la constelación del Can Mayor.
Fue sir Norman Lockyer, astrónomo británico fundador de la revista Nature, el primero en darse cuenta de que muchos templos egipcios estaban alineados hacia Sirio, cuya aparición y desaparición en los cielos sirvió como base a uno de los dos calendarios usados en Egipto.
El primero de ellos era de uso popular y de escasa complejidad matemática estableciendo la duración del año en 365 días exactos, pero el basado en Sirio, además de servir para fechar cuestiones sagradas y dinásticas, se fundamenta en observaciones astronómicas extraordinariamente precisas y establecía la duración del año en 365,25 días.
Se comprobó, por ejemplo, como muchos de los templos egipcios orientados hacia el sol naciente (lo que dio pie a que los arqueólogos especulasen con la existencia de una religión solar), estaban flanqueados por dos obeliscos que, ubicados en un lugar previamente determinado, servían a los sacerdotes para ver sobre la línea del horizonte por donde salía el sol a lo largo del año, pudiendo marcar así el inicio de los solsticios de verano e invierno.
Aquel control del Sol sirvió a los egipcios para comprobar que había un día en el que Sirio y el Sol salían por el mismo punto.
Comprobaron igualmente que cada cuatro años Sirio se retrasaba un día en acudir a su cita, lo que originó el ciclo de Sirio o sóthico en honor de la diosa Isis o Sothis que se cumplía cada 1460 años; es decir, pasado ese periodo de tiempo el calendario sóthico y el vulgar volvían a coincidir al inicio del año nuevo (1460 años X 0,25 días de error = 365 días).
Comprobaron igualmente que cada cuatro años Sirio se retrasaba un día en acudir a su cita, lo que originó el ciclo de Sirio o sóthico en honor de la diosa Isis o Sothis que se cumplía cada 1460 años; es decir, pasado ese periodo de tiempo el calendario sóthico y el vulgar volvían a coincidir al inicio del año nuevo (1460 años X 0,25 días de error = 365 días).
Este calendario sóthico ha permitido fechar con precisión acontecimientos que sucedieron 43 siglos antes de Cristo, lo cual demuestra que hace más de cuatro mil años los egipcios ya conocían estos ciclos.
¿Cuándo hicieron sus observaciones de Sirio para establecer su calendario?
¿Acaso fue un conocimiento llegado por los mismos dioses de los dogones y una nueva pista sobre su origen?
¿Cuándo hicieron sus observaciones de Sirio para establecer su calendario?
¿Acaso fue un conocimiento llegado por los mismos dioses de los dogones y una nueva pista sobre su origen?
La identificación de Sirio con la diosa Isis (la Señora de los Dos Fuegos), refiriéndose a sus dos estrellas más grandes ( A y B), fue confirmada hace ya varias décadas por los estudiosos Otto Neugebauer y Richard Parker.
Lo que nunca supieron interpretar fue porque en la iconografía egipcia Isis iba a menudo acompañada de las diosas Anukis y Satis, que ahora, desde luego, pueden entenderse como Sirio B y Sirio C.
Lo que nunca supieron interpretar fue porque en la iconografía egipcia Isis iba a menudo acompañada de las diosas Anukis y Satis, que ahora, desde luego, pueden entenderse como Sirio B y Sirio C.
Otra clave simbólica puede tener que ver con Osiris, mitológicamente hermano y compañero de Isis y encarnación de la Tierra, cuyo nombre en jeroglífico es representado frecuentemente como un ojo sobre o bajo un trono, lo que podría dar lugar a pensar en la rotación de nuestro planeta (y por ende, de todo el sistema solar) en torno a Sirio.
No en vano Kant definió a Sirio como “el Sol de nuestro Sol”, hipótesis que llevó a muchos astrónomos decimonónicos a establecer la distancia entre Sirio y nosotros como “unidad astronómica.
Y lo chocante es que los dogones conocían a Sirio A también como la “estrella sentada”.
¿Simple casualidad?
No en vano Kant definió a Sirio como “el Sol de nuestro Sol”, hipótesis que llevó a muchos astrónomos decimonónicos a establecer la distancia entre Sirio y nosotros como “unidad astronómica.
Y lo chocante es que los dogones conocían a Sirio A también como la “estrella sentada”.
¿Simple casualidad?
fuente/veritasboss.com
http://sabiens2.blogspot.com/2017/02/el-misterio-de-sirio-de-robert-kg-temple.html
http://sabiens2.blogspot.com/2017/02/el-misterio-de-sirio-de-robert-kg-temple.html