Manifestantes sosteniendo el retrato de la periodista iraquí Afrah Shawqi durante una concentración para pedir su liberación, Bagdad, 30 de diciembre de 2016 (AFP)
Mientras gran parte de Iraq celebraba el fin de año, Nibras, la hermana menor de la secuestrada periodista independiente iraquí Afrah Shawqi, trataba desesperadamente de conseguir alguna información sobre su paradero.
Afrah, madre de dos muchachos, fue secuestrada en su hogar, situado al sur de Bagdad, por un grupo de entre ocho y quince pistoleros a últimas horas de la tarde del 26 de diciembre. Los secuestradores obligaron a Afrah a irse con ellos después de robar algún dinero y varios portátiles y teléfonos móviles. También se llevaron su coche privado.
Desde entonces, las autoridades iraquíes encargadas de la seguridad y su familia han ofrecido escasa información sobre la marcha de las investigaciones.
“El tiempo se ha detenido desde que los pistoleros enmascarados obligaron a Afrah a marcharse con ellos. Desde entonces, vivimos totalmente pendientes del sonido del móvil y no tenemos ni idea de cómo acabará esta pesadilla”, dijo Nibras a Middle East Eye (MEE).
“Los hijos de Afrah, Yosif, de 13 años, y Yunis, de 10, me hacen preguntas continuamente. Me dicen que si su madre va a volver pronto y no sé qué responderles”, dijo Nibras.
Afrah Shawqi, de 42 años, es una periodista independiente que escribe para un conjunto de páginas de Internet locales y árabes, incluida Aklaam.
Su secuestro es sólo el más reciente de los muchos que se producen – por motivos políticos o criminales- cada día en Bagdad. La cifra se ha incrementado recientemente por razones delictivas, según declararon funcionarios iraquíes.
El primer ministro iraquí Haider al-Abadi, en su conferencia de prensa semanal de los martes, indicó que había un “incremento relativo” en la “escala de secuestros” perpetrados por “bandas del crimen organizado”.
Los funcionarios del sector de la seguridad iraquí contactados por MEE se negaron a dar ninguna cifra específica de los raptos delictivos en Bagdad, pero una fuente con acceso a los archivos del Ministerio del Interior dijo a MEE que durante los primeros nueve meses de 2016, se habían registrado 745 casos de secuestros en la capital.
Otros 30 secuestros no registrados habían llegado a conocimiento de la policía durante el mismo período; en ellos, las familias de las víctimas no habían informado oficialmente a las autoridades de la seguridad porque manteniéndose calladas “creían que mantendrían vivos a sus familiares secuestrados”, según esa fuente.
El general Haider Fajri, director del Departamento para Combatir el Crimen en Bagdad, negó que hubiera habido más de 700 secuestros en la capital en los primeros nueve meses de 2016.
Declinó facilitar alguna estadística del número de secuestros en ese período, a la vez que negaba que se hubiera dado un incremento de los mismos en los últimos tres meses.
“En las circunstancias excepcionales en que se encuentra el país, la cifra de secuestros ha descendido”, dijo Fajri a MEE. “Este mes sólo ha habido un aumento de uno o dos casos”.
Como Fajri, otros responsables de la seguridad contactados por MEE tampoco tenían estadísticas específicas del número de secuestros y también declinaron proporcionar las cifras de los últimos tres meses, pero reconocían que se había dado un incremento en este tipo de delitos.
El Consejo Provincial de Bagdad, que supervisa al gobierno local de la ciudad, dijo que sus registros indican que sólo en diciembre se habían registrado 25 secuestros y “que se temían que hubiera habido muchos más de esa cifra que no estaban registrados”, dijo a MEE Riyadh al-Adhadh, el director del Consejo.
En un país asolado por la guerra como Iraq, las bandas dedicadas a los secuestros pueden tener motivaciones criminales o políticas. “Los delincuentes tratan de chantajear a la gente para conseguir dinero, y los de tipo político terrorista pretenden imponer la influencia de las bandas y chantajear a la gente al mismo tiempo”, manifestó a MEE el exministro del Interior iraquí Mohammad al-Ghaban.
Las bandas de delincuentes, que según los responsables de Interior están ahora actuando extensamente en Bagdad, tratan de obtener rescates que van de los 10.000 a los 100.000 dólares, dependiendo de la situación financiera de la familia de la víctima. Los secuestros que se produjeron en diciembre eran de índole criminal, según dijeron funcionarios locales y de la seguridad a MEE.
Entre los que se habían producido recientemente estaba el de Ali al-Jafayi, un adolescente de 14 años secuestrado la pasada semana en el hogar de la familia en Karrada, una de las barriadas más acomodadas de Bagdad. Los secuestradores exigieron a la familia 50 millones de dinares (41.000$) para liberarle.
Los padres de Ali no lo dudaron y corrieron a pagar el rescate requerido. Un día después, el cuerpo de Ali fue encontrado tirado en una alcantarilla cercana.
“Los secuestrados son a menudo niños y son asesinados por los secuestradores después de haber recibido el rescate”, dijo Adhadh, el director del Consejo Provincial, a MEE.
El mapa de los secuestros
Desde 2006-2008, cuando la guerra civil alcanzó su cenit y decenas de miles de iraquíes fueron asesinados en base a su secta religiosa, Bagdad quedó dividida en barriadas chiíes y sunníes. Estas barriadas están rodeadas de muros a prueba de explosiones y sus limitados puntos de acceso bajo control de las fuerzas de seguridad iraquíes.
Incluso con ese tipo de controles, las milicias chiíes, los combatientes radicales sunníes y las bandas criminales de ambos lados pueden entrar y salir y llevar a cabo todo tipo de ataques.
“Todas esas bandas se están aprovechando de la debilidad del Estado y de la ley, y algunos de ellos están utilizando los nombres de las facciones [chiíes] armadas para conseguir instalaciones”, dijo Ghaban.
Los secuestradores de Afrah Shawqi utilizaron tres furgonetas sin placas, dijo la policía. Los vehículos entraron en el sur de Bagdad por la barriada de mayoría sunní de Saydiya, que está totalmente rodeada de muros a prueba de explosiones y que tiene dos puntos de acceso controlados por la policía federal.
“Si conduces un vehículo sin placa en Bagdad, no hay forma de moverte libremente a través de los puestos de control de la seguridad sin revelar tu presencia”, dijo a MEE un alto responsable de seguridad a condición de mantener el anonimato.
“Tienes que conseguir ayuda de dentro si quieres actuar libremente en el interior de una barriada cerrada como Saydiya”, dijo el funcionario.
El funcionario y muchos responsables de la seguridad con acceso a las investigaciones relativas al secuestro de Shawqi declinaron dar cualquier información que pudiera identificar a los secuestradores o sus motivaciones.
“No podemos decir nada. La vida de Afrah está en juego. Todo lo que puedo decirle es que Afrah fue secuestrada por una banda chií y que estamos haciendo cuanto podemos para liberarla”, dijo el funcionario.
Bandas chiíes tras los secuestros
En 2016, la mayor parte de los secuestros criminales en Bagdad se produjeron en Rusafah, una zona bajo dominio chií en la orilla oriental del río Tigris, donde tienen su sede numerosos bancos y compañías financieras y de inversiones. Allí, las familias ricas chiíes viven unos bloques más allá de los barrios marginales chiíes, según los funcionarios.
Varios responsables destacados de la seguridad contaron a MEE que en 2016, los secuestrados y sus secuestradores eran principalmente chiíes, y alrededor del 90% de los mismos tenían motivaciones delictivas y estaban siendo perpetrados por pequeñas bandas chiíes escindidas de milicias también chiíes.
“Algunas de ellas cuentan con el apoyo de las grandes facciones armadas chiíes o se aprovechan de sus contactos con las fuerzas de seguridad”, declaró a MEE un alto responsable de la seguridad iraquí que no quiso dar su nombre.
Durante los últimos años, Bagdad ha sido testigo de docenas de secuestros políticos y delictivos llevados a cabo por bandas chiíes y sunníes que utilizaron vehículos y placas de la seguridad iraquí, según declaraciones de funcionarios iraquíes a MEE. El general Fajri no negó la posibilidad de que hubiera personal de la seguridad proporcionando apoyo a estas bandas.
“Las bandas están utilizando todas las armas de que disponen [para facilitar sus movimientos], dijo Fajri. “Todos los secuestradores que hemos detenido admitieron que habían contado con la ayuda de un soldado o de un policía. Pero”, según Fajri, “no había implicado ningún alto funcionario”.
El primer ministro Abadi ha culpado al parlamento del incremento de los secuestros. En su conferencia de prensa semanal de los martes dijo que la ley de amnistía recientemente aprobada por el parlamento estaba detrás de ese aumento, ya que la nueva ley permite a los secuestradores escapar de cualquier consecuencia legal “si el secuestrado no sufre daños”.
Pero Ghaban, muy crítico con la organización de las fuerzas de seguridad antes de que dimitiera de su puesto en julio tras el peor atentado con bombas en Bagdad desde hace trece años, llamó la atención de MEE por “la superposición de poderes de la seguridad y la falta de coordinación entre sus agencias”.
Dijo que aún no se habían abordado la serie de factores que motivaron su dimisión y que la situación que criticó entonces había llevado al actual deterioro de la seguridad, incluido el aumento de los secuestros.
En una entrevista con Reuters antes de su dimisión, Ghaban criticó el “desorden” que asolaba al aparato de seguridad de Iraq. Dijo que las fuerzas de seguridad que no estaban bajo su control –incluyendo las unidades que informan a dos agencias de contraterrorismo, dos directorados del Ministerio de Defensa y mandos regionales de seguridad- se solapaban con los propios esfuerzos de contrainteligencia de su ministerio.
“Con la continuada confusión en el manejo de la seguridad, la pérdida de prestigio del Estado, la proliferación de armas fuera del control del gobierno y el dominio de las facciones armadas… no podemos esperar otra cosa que un continuo deterioro”, dijo Ghabban a MEE.
Suadad al-Salhy es una periodista independiente que cubre información relativa a temas políticos y de seguridad de Iraq. Anteriormente fue corresponsal de Reuters y ha escrito asimismo para Al Jazeera, Newsweek y el Daily Star libanés.