Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

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Civiles atrapados en Mosul: "El Daesh nos usa como escudos humanos"

"Huía de la ciudad de Mosul junto con mi marido y mis dos hijos.



El Ejército iraquí consiguió abrir un corredor en uno de los barrios de la ciudad para que los civiles nos pudiésemos marchar.

 Éramos unas 30 personas, en su mayoría mujeres y niños. Hubo una gran explosión", recuerda Batul Ahmad.

La mujer hace una pausa para tratar de dominar sus sentimientos. "Perdí la consciencia unos minutos y al abrir los ojos estaba todo lleno de humo.

No podía ver con nitidez. Escuchaba gritos, llantos... No sabía dónde estaba. Llamé a mi marido y a mis hijos pero no obtuve respuesta.

Al tratar de levantarme noté muchísimo dolor en las piernas...", cuenta a la agencia dpa desde el hospital de Emergencias de la ciudad de Erbil, en el Kurdistán iraquí.

La explosión que escuchó esta mujer de 40 años fue el impacto de un proyectil de mortero que acabó con la vida de su marido. A ella la seccionó la pierna derecha y a su hijo pequeño, las dos. "Nosotros sólo queríamos huir de la ciudad. Ponernos a salvo. Pero el Daesh (el autodenominado Estado Islámico) nos usa como escudos humanos para que el ejército iraquí no los bombardee. Y si huimos de Mosul nos castiga matándonos", lamenta sin lograr reprimir las lágrimas. "¿Dónde está mi hijo? ¿Dónde está?", repite elevando el tono y haciendo que el resto de heridos de la habitación se giren hacía ella.

Una enfermera se acerca hasta su cama y trata de consolarla. "Calma. Calma. Ya estás a salvo. Pronto podrás verlo. Está a salvo, te lo prometo", susurra Renas la encargada de velar por las mujeres y niños que abarrotan esta habitación del hospital. "Lo más difícil es tratar de calmar a los pacientes. Algunos tienen pesadillas y se ponen a gritar por la noche o llaman a sus familiares que han muerto delante de ellos. Yo sólo puedo consolarlos. Siento su dolor como si fuese mío", afirma la enfermera.

Desde el inicio de la ofensiva contra la milicia terrorista Estado Islámico (EI), el pasado 17 de octubre, este hospital ha atendido a más de 900 heridos, en su mayoría mujeres y niños. "Los heridos que recibimos tienen todos lesiones similares provocadas por la metralla de los obuses o por balas de francotiradores", advierte a dpa Rauf Mohammad, jefe de enfermeros de este centro médico.

En la ciudad de Mosul hay más de un millón de civiles retenidos por los yihadistas del EI. Les impiden la huida para dificultar el avance de las tropas iraquíes y de la coalición internacional que lidera Estados Unidos. "A mi hijo le disparó un francotirador cuando tratábamos de escapar de la ciudad", denuncia Abdullah mostrando la radiografía con el fragmento de bala en el interior del pecho del pequeño Issa, de siete años. "Aún no se la han podido extraer", se lamenta. "Su vida no corre peligro, nos han dicho los médicos. Gracias a Alá mi hijo está vivo y hemos podido escapar todos de aquel infierno".

El niño permanece en silencio y sonríe tímidamente cuando se le pregunta por lo vivido estos últimos dos años, desde que el EI conquistase la ciudad de Mosul declarándola la capital del Califato. "En el colegio sólo nos enseñaban religión. Nos obligaban a memorizar el Corán y, si no te lo sabías, te castigaban golpeándote las manos con un palo de madera", relata el chiquillo.

"¿Por qué?¡Dónde está Alá! ¡Dónde!", se lamenta Yaza, de 52 años. La mujer ahoga sus lágrimas de impotencia en el hombro de su hija mediana. Su marido, Ramazan, la observa apesadumbrado mientras se aferra a la túnica, cubierta de sangre, de su hija mayor. En un segundo ha perdido a dos hijas y su nieta, de año y medio, se debate entre la vida y la muerte. Estaban jugando en el jardín de su casa cuando estalló una bomba dejada por el EI.

"Estaban en el patio jugando con mi nieta. Debieron tocar algo o pisar algo. Hubo una explosión. Mis dos hijas murieron en el acto y Enas- la nieta- está muy grave. Su vida está en manos de Alá", afirma Ramazan. La pequeña presenta heridas de metralla en el cráneo. Sus constantes vitales son muy débiles pero estables.

"Esto es lo habitual", comenta Rauf Mohammad. "Un día sí y otro también recibimos media docena de civiles con las mismas heridas. En Erbil hay más de una docena de hospitales y desde que comenzó la ofensiva tratábamos a destajo todos los días. Cuando no es un coche bomba es un suicida... Esto es una locura".

Los yihadistas no sólo castigan a los civiles que huyen de Mosul sino que también lo hace con quienes deciden regresar a los barrios liberados por las tropas iraquíes.

 En el distrito de Gogjali hace semanas que los yihadistas fueron expulsados, pero en su huida dejaron las casas de los civiles sembradas de bombas trampa.

La elección de miles de civiles es trascendental: Quedarse y servir de escudo humano para el EI o jugarse la vida huyendo de la ciudad de Mosul.

Desde octubre, se calcula que más de 90.000 civiles han conseguido escapar de la capital de facto de los yihadistas y refugiarse en alguno de los campos de desplazados que hay repartidos por las provincias limítrofes de Mosul.

En el campo de Al-Khazer más de 30.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, han encontrado cobijo lejos de los combates entre las tropas iraquíes y las hordas islamistas.

"Durante dos años el Daesh nos ha retenido en la ciudad de Mosul.

Nos obligaron a dejarnos creer la barba y el pelo, a rezar todos los días cinco veces, a dejar de fumar... y aquellos que no aceptasen sus normas eran castigados en público. Vivíamos mucho mejor con Sadam Husein", afirma Hassan Soran, quien trata de ganarse unos dinares cortando el pelo a los desplazados de este campo, el más grande de cuantos hay en Irak.

"Tuve que cerrar mi barbería porque no tenía clientes y empecé a buscarme la vida como albañil o aceptaba cualquier tipo de trabajo para llevar dinero a casa".

 Según cuenta a dpa, tiene muchísimas carencias. "Nos falta comida, no tenemos dinero, no hay luz eléctrica, las condiciones higiénicas son lamentables y con la lluvia los caminos se anegan. No queremos vivir en estas condiciones.

No nos merecemos vivir así. Pero ¿qué podemos hacer? ¿Quedarnos en Mosul?", lamenta.

Cada día cientos de nuevos desplazados llegan hasta este campo, situado a unos 30 kilómetros de Mosul. Los combates obligan a centenares de civiles a dejar sus hogares y refugiarse en tiendas de campaña con la esperanza de poder volver algún día a sus casas.

 "Lo hemos perdido absolutamente todo. Tuvimos que huir con lo puesto dejándolo todo atrás. No tenemos nada... nada", se lamenta Umm Ahmed, quien logró huir junto con su marido y sus seis hijos.

"Ya no hay futuro para nosotros en esta tierra... Queremos marcharnos y no volver nunca más", afirma desesperada mirando en derredor.

"¿Quién querría criar sus hijos en un sitio donde lo único que hay es hambre, pobreza y barro... Nosotros nos acabaremos marchando a Europa o a América. Allí está nuestro futuro".

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