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Las Calaveras de Cristal

Bill Homann actual propietario de la Calavera Destino.

La fecha: Octubre 27 de 1970; el lugar: un laboratorio en Santa Clara, California, donde la compañía Hewlett-Packard fabrica osciladores de cuarzo.


Allí dos visitantes: Frank Dorland, anticuario, y Richard Gardin, escritor, depositan sobre una mesa iluminada un objeto que llena de estupor a los científicos que se han agrupado a su alrededor. 

Para estos expertos en cristalografía lo que ven es algo fascinante y misterioso que no vacilan en catalogarlo como insólito.

En la mesa refulge con centelleante brillo multicolor una calavera de cristal, tallada en duro y transparente cuarzo con tal perfección técnica que es casi imposible creer que tuvo su origen hace más de 12.000 (doce mil) años en alguna parte de América Central, muy probablemente en lo que hoy se conoce como Honduras Británica. 

Es tan fuerte la hipnótica fascinación de esta perfecta calavera de cristal que mientras la miran, los científicos se sienten transportados del antiséptico y ultramoderno laboratorio norteamericano a las recónditas selvas de Centroamérica.

Es como un choque cálido y visceral. 

Ya no escuchan el zumbido electrónico de la computadora y en cambio sonidos arcaicos y salvajes, ruidos de selva misteriosa parecen emanar de esta escultura en cuarzo transparente que refulge como gigantesco diamante.

Todos permanecen inmóviles, silenciosos, transfigurados por el mágico efluvio que emana la calavera, mientras una luz naranja y azulada baila un fantástico ballet en las profundas cuencas de los ojos. 

De repente se abre una puerta y alguien enciende frías e impersonales luces fluorescentes, el encantamiento queda roto y los científicos, algo azorados, se disponen a preparar todo para medir, fotografiar y, si es posible, descifrar el enigma de la calavera de cristal.

La conocida como Calavera del Destino (Skull of Doom), un verdadero objeto de arte cuya perfección y autenticidad nadie discute, ha permanecido desde 1972 en la bóveda de una sucursal del Banco de América en un suburbio de San Francisco, llamado Mealvalley.

F.A. Mitchell-Hedges junto a su hija Anna.
Fue depositada allí por Anna Mitchell-Hedges, hija adoptiva del famoso explorador inglés F. A. Mitchell-Hedges, siendo ella misma quien la encontró mientras exploraba con su padre en las ruinas de una antiquísima ciudad maya, en lo que hoy se conoce como Honduras Británica en Centroamérica. 

 Poco se sabe de la historia precolombina de esta zona que limita con México y Guatemala, pero las numerosas ruinas halladas indican que fue poblada y colonizada por esa raza misteriosa y supercivilizada: los MAYAS.

En 1924, Mitchell-Hedges comenzó allí sus excavaciones tras la pista de una supuesta ciudad perdida; después de muchos meses de agotadora exploración dieron con las ruinas de una opulenta ciudad a la cual llamaron LUBAANTUN, frase maya que significa “ciudad de las piedras caídas”.

 Para 1926 comenzaron las excavaciones y limpieza de la ciudad, la cual cubría un área de 6 millas cuadradas y en cuyo centro se erigían pirámides, terrazas, murallas, cámaras subterráneas, así como un estupendo anfiteatro con capacidad para 10.000 personas.

Mitchell-Hedges recordó que Lubaantun era la más grande estructura aborigen hasta entonces encontrada en el continente americano. 

Fue allí mientras hurgaban las ruinas de un templo tratando de mover una pesada pared que había caído sobre el altar, que Anna, la hija del explorador, vio algo que brillaba en un nicho cubierto de polvo. 

Era la increíble calavera de cristal y no había dudas de que tenía siglos enterrada allí tras el altar; una vez que se la limpió de polvo y la grima acumulados, comprobaron que su perfección era total aunque le faltaba la mandíbula. 

Ésta, por cierto y milagrosamente, fue hallada intacta tres meses después, tras una intensa búsqueda. Había sido cuidadosamente enterrada en otro nicho a menos de 20 metros de distancia del primero. 

Comenzaba así la cuidadosa y controvertida historia de este fascinante objeto de cristal cuyos orígenes así como la identidad de aquellos que la esculpieron en forma tan perfecta continúan hoy en día envueltos en el más profundo de los misterios.

Es importante mencionar que la calavera ha sido identificada como maya sólo porque fue encontrada en ese territorio, pero Dorland y otros científicos opinan que su antigüedad es mucho mayor que la del enigmático imperio maya, y evidentemente, su perfección anatómica, acabado y pulimento parecen ser producto de una civilización infinitamente más técnica y refinada que la maya. 

Algunos han sugerido a la Antigua Babilonia y a Egipto, otros considerando la veneración por la calavera tanto de mayas como aztecas, afirman que este duro pedazo de cristal de cuarzo fue obsequiado a estos por semidioses que vinieron del espacio, exploradores extragalácticos y en verdad, sólo así tendría explicación el alarde técnico que significó tallar ese cráneo con tal perfección.

Desde su descubrimiento en las ruinas mayas, en lo más profundo de la selva de Honduras Británica, este enigmático objeto ha sido centro de controversias, polémicas y fantásticas especulaciones. 

Su actual dueña Anna Mitchell-Hedges, hija del famoso explorador británico que descubrió las ruinas, ha contribuido a dar un aura de misterio a la calavera al declarar: “lamento no haberla enterrado con mi padre como él quería. 

Este objeto ceremonial tiene sin duda un tremendo potencial místico, y de caer en manos inescrupulosas podría convertirse en un poderoso instrumento para el mal”.

Richard Gardin, en su brillante libro dedicado al hallazgo y subsiguiente estudio de la calavera dice lo siguiente: “la pieza es una obra maestra de escultura realista, y es casi increíble que haya sido creada sin la ayuda de herramientas modernas de precisión, por ejemplo: los arcos de huesos que se extienden a lo largo de la frente, y a los lados de las calaveras humanas están diseñados en la de cristal en forma tal que actúan como tubos de luz para canalizar rayos lumínicos desde la base del cráneo hasta las cuencas de los ojos, allí terminan en lentes cóncavos en miniatura que enfocan el rayo de luz hacia la parte posterior de los orificios utilizando principios sorprendentes similares a los de la óptica moderna. 

 Algo más incomprensible y misterioso son los prismas y lentes dentro del cristal, los cuales recogen rayos de luz transmitiéndolos directamente a los arcos ciliares. 

Por lo tanto si a la calavera se le coloca una fuente de luz por debajo, el efecto es aterrador y sorprendente, pues se ilumina con brillo fantasmal”.

Sin embargo, lo anterior no es todo pues los científicos de Hewlett-Packard descubrieron que había otros aspectos ingeniosos en la calavera y así lo dice Gardin en su libro: “la mandíbula inferior encaja perfectamente en dos receptáculos especialmente tallados para este objeto en el cráneo de cristal. 

Éste además se balancea perfectamente al colocársele sobre un vástago delgado, pues misteriosamente posee dos orificios que parecen haber sido tallados en el cuarzo para este propósito. 

Si como se cree la calavera fue colocada en un altar hueco con una fuente de luz abajo, el efecto general sería el siguiente: los ojos brillarían con luces fantasmagóricas, la mandíbula se abriría y cerraría en macabra parodia de un ser hablando y la cabeza se movería afirmativa o negativamente al menor golpe de aire. 

En otras palabras, era una especie de mágico oráculo construido con un ingenio tal que es casi imposible atribuírselo a los mayas, por más avanzada que fuese su civilización”.

Dorland y Gardin opinan que la calavera, la cual mide 20 cm. de largo por 13 de ancho y 15 de alto, no es maya aunque se presume que estos siguieron usándola; cuando los misteriosos seres que la crearon originalmente se retiraron dejándola como obsequio a los dirigentes del imperio.

Gardin apoya su teoría afirmando que los mayas presentan un enigma dentro de un misterio en el contexto etnológico indoamericano. 

Eran constructores que empleaban una precisión matemática. 

Conscientes hasta el punto de la obsesión del tiempo: los mayas intercalaban los días, meses y años en su arquitectura.

Utilizando técnicas completamente desconocidas calcularon el año en 365,24219 días; los cómputos modernos utilizando métodos de vanguardia avanzadísimos lo establecen en 365,242127. 

El increíble observatorio en Chichen Itzá permitió a los observadores mayas obtener un increíble conocimiento del Universo y del Cosmos, considerándose como un sitio de observación estelar mucho más eficiente que los construidos en Europa hasta el siglo XVII.

¿Fue todo lo anterior, igual que la calavera de cristal, una contribución de los viajeros espaciales? 

La teoría es tentadora y se hace aun más si consideramos que no existe en toda América nada remotamente parecido al cráneo de cristal de cuarzo pues otros dos encontrados en México son tan crudos y opacos que no hay ni punto de comparación con el de Lubaantun.

Frank Dorland afirma que: “este cráneo de cuarzo es un objeto tan maravillosamente sofisticado que es obvio que sus creadores deliberadamente utilizaron el familiar símbolo más bien como una estilización del conocimiento de lo místico, de la autoridad y sabiduría. 

Pienso que era una fuente de poder y mágica influencia”.

Richard Gardin en su libro cita diferentes opciones sobre ese enigmático hallazgo en una tumba maya en lo más profundo de la selva centroamericana. 

Anton Sandor Laboit, por ejemplo, afirma entre otras cosas lo siguiente: “solo existen dos alternativas ante este increíble hallazgo: o es una patraña monumental o en verdad nos encontramos ante algo que sacude la imaginación por sus trascendentes implicaciones. 

La calavera de cristal fue tallada o labrada por seres muy superiores a cualquier morador de este planeta.

 ¿Estaba acaso destinada a ser un reservorio mnemónico tal como los de computadoras muy avanzadas?

 Cualquier cosa luce posible ante un objeto que desafía toda lógica”.

Frank Dorland ha pensado seriamente en la posibilidad de un engaño muy bien urdido tal como el hombre de Pitdown hace algunos años. 

Pero los hechos en este caso, son muy diferentes.

En primer lugar: el hallazgo, este no fue hecho por una sola persona en un sitio de relativamente fácil acceso, fue toda una expedición científica con abundantes testigos imparciales la que ubicó las ruinas de Lubaantun, donde fue encontrada la calavera. 

El hecho ocurrió en 1927, en lo más profundo y agreste de la selva de Honduras Británica en Centroamérica, una región que hoy en día es bastante apartada y es de difícil acceso. 

Hace casi 50 años hubiera sido imposible llegar hasta Belice, a partir de allí hacia lo más profundo de la selva, llegar hasta las ruinas de Lubaantun cubiertas casi totalmente por la espesa jungla, localizar el templo, esconder la calavera previamente tratada para que pareciera estar llena de polvo y grima acumulada durante siglos y luego derribar una pesada pared sobre el altar. 

Es algo tan absurdo que no puede considerarse en serio ni por un momento.

Luego está la elaboración de la calavera misma, según uno de los técnicos cristalógrafos de la compañía Hewlett-Packard; sólo gracias a la tecnología desarrollada en los últimos diez años sería posible duplicarla pero tomaría diez años de trabajo y más de trescientos mil dólares y sin realizar la fotográfica perfección de la original.

Los conocedores saben que el cuarzo es una de las materias más duras, casi tanto como el diamante y muy difícil de trabajar. 

En la escala de Mohs su factor de dureza es 7; en la misma escala, el diamante tiene un factor de 10. La gravedad específica del cuarzo es de 2,65. Su color varía del morado al verde, al marrón y al blanco. 

Pero un pedazo tan grande y transparente como el que se utilizó para tallar esta calavera es algo rarísimo.

 Es bien sabido que los artistas precolombinos podían trabajar las rocas preciosas con gran habilidad. En la misma Honduras Británicas fue hallada, también dentro de una pirámide hace años, una cabeza estilizada exquisitamente labrada en jade. 

En el museo nacional de México hay una serpiente tallada en granito y un conejo de cristal de roca perteneciente a la cultura náhuatl. Pero la calavera de cristal de Lubaantun es otra cosa, algo completamente distinto.

Tenemos el libro de Richard Gardin, el cual está ilustrado con abundantes y muy buenas fotografías, desde todos los ángulos. 

Es algo realmente increíble y aun en las fotos puede sentirse algo del impacto que este increíble objeto produce a los que lo ven.

La hipnótica cualidad de la calavera ha dado pie a innumerables leyendas. 

Algunas de las cuales están respaldadas por el propio Dorland. 

Una es que pudo ser tallada con tal perfección porque los indios utilizaban los enigmáticos jugos de una extraña planta para reblandecer la piedra y que eso fue el sistema que utilizaron para modelar la calavera. 

El arqueólogo norteamericano A.H. Perry cree firmemente que todas las grandes culturas indoamericanas conocían el secreto de esta planta.

Pero eso no pasa de una leyenda absurda. 

En cambio el sabio científico Frank Dorland asegura que la calavera posee propiedades inexplicables, y afirma que una noche en su casa y frente a testigos “habíamos sacado la calavera ubicándola sobre una mesa de café en el living para que la vieran nuestros visitantes. 

La iluminación era normal. Nadie había tomado licor y todos conversábamos quedamente especulando acerca de su origen. 

Repentinamente enmudecimos pues comenzó a escucharse un sonido tintineante como el de campanitas lejanas, luego una especie de aura lumínica tomó forma alrededor de la calavera. Era algo parecido al halo que se forma alrededor de la Luna”. 

Pasada la sorpresa inicial, Dorland apagó las luces del living para observar mejor el fenómeno. La calavera reflejando en sus múltiples prismas y lentes las luces que venían del comedor, resplandecía con un brillo misterioso, impresionante.

“El halo permaneció con la misma intensidad durante unos seis minutos más o menos. Luego se desvaneció por completo.”
Como dijimos anteriormente, la calavera fue llevada en el año 1970 a los laboratorios de la Hewlett-Packard, una conocidísima y reputada firma electrónica donde se analizó exhaustivamente fotografiándose de todas formas.

 Pero nadie pudo explicar cómo fue hecha y por quién. 

Sobre este maravilloso misterio Richard Gardin en su libro cita a uno de los cristalógrafos de la Hewlett-Packard, quien afirmó: “esa maldita calavera es una imposibilidad y no debiera haber existido”. Existe, sin embargo.

LOS INELUDIBLES PARADIGMAS

Excepto la ausencia de suturas craneanas, la de Mitchell-Hedges es una reproducción casi perfecta de una calavera de mujer.

He aquí la reconstitución establecida con la ayuda de expertos americanos en medicina forense:


Pesa 5 kilos. Se compone de dos partes, la mandíbula inferior ajustándose perfectamente con la parte superior.

Las propiedades ópticas de la calavera son sorprendentes: 

Alumbrada por debajo, la luz sale por las cuencas. Alcanzada por detrás por los rayos del sol, un intenso haz luminoso (capaz de encender fuego) sale por las cuencas, la nariz y la boca.

Segura de su autenticidad, Anna acepta confiar la calavera a un equipo de científicos especializados en cristalografía de la sociedad Hewlett-Packard. Al cabo de 6 meses de pruebas, las conclusiones caen:
  • Está hecha con cuarzo natural sumamente puro, de dióxido de silicio “piezoeléctrico” anisótropo, de gran estabilidad física, química y térmica. Posee una polaridad, reacciona con la luz y la electricidad, directa o por presión física, su eje piezoeléctrico es vertical y sus propiedades son diferentes en cada dirección ; ¡¡¡material utilizado como oscilador o resonador en electrónica e informática!!!
  • Las dos partes están talladas en el mismo bloque de cristal de roca, según su eje de simetría molecular, lo que le otorga sus asombrosas propiedades ópticas.
  • Ninguna huella de instrumento, ni siquiera rastro microscópico. Se supone que los escultores pulimentaron el objeto con la mano, lenta y meticulosamente, con una mezcla de arena de río y agua, a partir de un gran bloque anguloso de cristal de roca aproximadamente tres veces mayor que su tamaño. Al suponer esto, se hubieran necesitado varias generaciones de obreros, la estimación emitida es de ¡300 años-hombres!
  • Sin señal de fabricación, resulta imposible fecharla (el cristal no envejece).
  • Con una tecnología moderna con diamante haría falta un año de trabajo para conseguir el aspecto exterior (con huellas de fabricación, ¡lo que no lleva la calavera!), en cuanto a los efectos prismáticos, su reproductibilidad resulta aún más dificultosa.
Existen otras calaveras de cristal, cuyo descubrimiento o adquisición tampoco fueron claramente asentados.
Nick Nocerino, posesor de una calavera de cristal llamada “Sha-Na-Ra” fundó un instituto de investigación parapsicológica con el fin de estudiar sus propriedades “psi”.

Jo Ann Parks detiene “Max” y Norma Redo es la propietaria de la calavera de la cruz relicario.

En el año 1996, los tres aceptaron prestar su calavera al British Museum con fin de peritaje.

Cinco calaveras han sido estudiadas, las tres citadas antes, la del British Museum y también la del Smithsonian Institute.

Un cubilete de cristal fechado por lo menos en 500 años antes de Jesucristo, y una calavera moderna fabricada en 1993 en Alemania por Hans-Jürgen han sido utilizados como muestras.

La calavera del British Museum y la del Smithsonian Institute llevan huellas de fabricación.

En cuanto a la calavera de la cruz relicario, los dientes han sido retocados así que, claro, el agujero que los españoles perforaron para introducir la cruz.

Y… ¡silencio! Para “Max” y “Sha-Na-Ra”: “¡No Comment!”

Desde entonces, las autoridades del British Museum se niegan con empeño no sólo a revelar sus conclusiones sino también en decir el por qué.

Aquí tenemos un nuevo ejemplo de la dimisión de los científicos ante un objeto imposible.



Una leyenda Maya se refiere a esas calaveras de cristal: cuando las trece calaveras estén reunidas, revelarán el secreto de la vida. Según su tradición, esas calaveras les han sido transmitidas por los Atlantes quienes las habían recibido de ¡iniciadores llegados del cielo!

¿Serían estas calaveras los antepasados de las bolas de cristal? ¿Una clase de soporte de información, llegado de tiempos remotos, capaz de entrar en resonancia con el cerebro humano? 

¿Un mechero sofisticado? ¿O un sencillo objeto decorativo para honrar a los antepasados?


Fuentes:
» Fabio Zerpa, “La Calavera de Cristal: Un objeto de acabada tecnología que llena de estupor a los científicos”.
» Marc ANGEE, “Les Découvertes Impossibles”.

» Otras.

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